Para matar siempre hay tiempo.
Sin embargo, y en lo que al amor respecta,
siempre buscamos deseperadamente un lugar acordado,
un imposible momento de consenso
-que generalmente deviene a tachón, a cita anulada-
por nuestras vacías agendas.
sábado, marzo 13, 2004
sábado, febrero 28, 2004
Veo por primera vez "They were expendable" (1945) de John Ford y Robert Montgomery, una de las últimas muestras del cine de propaganda norteamericano durante la II Guerra Mundial, en Turner Classic Movies. Tenía ganas de verla y no me ha decepcionado.
La historia que cuenta es la historia de una derrota, la de las tropas norteamericanas en las Filipinas a manos del ejército japonés, y, al mismo tiempo, la historia de una esperanza, le de algún día regresar victoriosos.
Alrededor de dos horas y veinte dura este relato que uno sigue con absoluto interés hasta su maravilloso final en dondese nota la mano genial del maestro John Ford.
El avión donde viajan el teniente Brickley (Robert Montgomery) y el teniente Ryan (John Wayne) es el último vehículo para escapar de las tropas japonesas. Sólo hay lugar para 30 pasajeros y muchos quedan fuera. Los que se quedan contemplan con esperanza el vuelo del avión desde su derrota y apresamiento seguro. Esperanza que el maestro Ford refleja en un primer plano del rostro de Boats (Ward Bond) escuchando el sonido de los motores y buscando infructuosamente en el oscuro cielo nocturno la silueta del aparato. No la ve, pero no le importa. Sonríe. Está seguro de que sus compañeros han logrado escapar y también de que harán todo lo posible para volver y rescatarle.
Este es uno de los poderes de John Ford: la fotogenia. La capacidad genial de hacer de algunas imágenes poemas intensos y profundos, como la imagen de un Ward Bond esperanzado y sonriente en medio de una derrota, aunque abocado a un destino incierto. Tomada ya para siempre en ligero y sutil contrapicado que hace de su personaje el auténtico héroe de la película.
La historia que cuenta es la historia de una derrota, la de las tropas norteamericanas en las Filipinas a manos del ejército japonés, y, al mismo tiempo, la historia de una esperanza, le de algún día regresar victoriosos.
Alrededor de dos horas y veinte dura este relato que uno sigue con absoluto interés hasta su maravilloso final en dondese nota la mano genial del maestro John Ford.
El avión donde viajan el teniente Brickley (Robert Montgomery) y el teniente Ryan (John Wayne) es el último vehículo para escapar de las tropas japonesas. Sólo hay lugar para 30 pasajeros y muchos quedan fuera. Los que se quedan contemplan con esperanza el vuelo del avión desde su derrota y apresamiento seguro. Esperanza que el maestro Ford refleja en un primer plano del rostro de Boats (Ward Bond) escuchando el sonido de los motores y buscando infructuosamente en el oscuro cielo nocturno la silueta del aparato. No la ve, pero no le importa. Sonríe. Está seguro de que sus compañeros han logrado escapar y también de que harán todo lo posible para volver y rescatarle.
Este es uno de los poderes de John Ford: la fotogenia. La capacidad genial de hacer de algunas imágenes poemas intensos y profundos, como la imagen de un Ward Bond esperanzado y sonriente en medio de una derrota, aunque abocado a un destino incierto. Tomada ya para siempre en ligero y sutil contrapicado que hace de su personaje el auténtico héroe de la película.
miércoles, febrero 18, 2004
La soledad, como la política, engendra extraños compañeros de cama.
Bob Harris es una vieja estrella cinematográfica de los 70 que, a esas alturas de su vida, prefiere la publicidad al teatro. Charlotte es una estudiante de filosofía recién graduada y casada con un hombre nada filosófico.
Las sobrevenidas soledades de ambos coincidirán por los pasillos y salones de un lujoso (y seguramente céntrico) hotel de Tokio en 'Lost in translation', la última película de Sofía Coppola.
De sus respectivas esperas, la de él entre evento y evento, entre rodaje y rodaje, la de ella entre trabajo y trabajo de su ocupado y espídico marido, nacerá el regusto amargo de una soledad traicionera que a ambos les sorprende en medio de lo que pensaban era su propia y rica vida.
Lo restante será el reconocimiento del alma gemela en un lugar neutro, muy parecido a un aeropuerto, y el esfuerzo por la imprescindible compañía que, con un poco de suerte, les ayude a superar el sinsentido en que de pronto se han visto sumidos.
Un esfuerzo que, además, quizá derive en amor.
Esta es la esencia de esta pequeña y deliciosa pieza de cámara.
Una obra mayor que centra su atención en esos pequeños detalles que siempre terminan por resultar mucho más grandes y que Sofía Coppola narra con la precisa minuciosidad que la propia filosofía del relato requiere.
Una historia en la que los silencios son mucho más importantes que las palabras (sublime Bill Murray) y que sólo los que saben escuchar podrán disfrutar en toda esa inmensidad oceánica que, sin embargo, parece caber en el cuenco de una mano.
Bob Harris es una vieja estrella cinematográfica de los 70 que, a esas alturas de su vida, prefiere la publicidad al teatro. Charlotte es una estudiante de filosofía recién graduada y casada con un hombre nada filosófico.
Las sobrevenidas soledades de ambos coincidirán por los pasillos y salones de un lujoso (y seguramente céntrico) hotel de Tokio en 'Lost in translation', la última película de Sofía Coppola.
De sus respectivas esperas, la de él entre evento y evento, entre rodaje y rodaje, la de ella entre trabajo y trabajo de su ocupado y espídico marido, nacerá el regusto amargo de una soledad traicionera que a ambos les sorprende en medio de lo que pensaban era su propia y rica vida.
Lo restante será el reconocimiento del alma gemela en un lugar neutro, muy parecido a un aeropuerto, y el esfuerzo por la imprescindible compañía que, con un poco de suerte, les ayude a superar el sinsentido en que de pronto se han visto sumidos.
Un esfuerzo que, además, quizá derive en amor.
Esta es la esencia de esta pequeña y deliciosa pieza de cámara.
Una obra mayor que centra su atención en esos pequeños detalles que siempre terminan por resultar mucho más grandes y que Sofía Coppola narra con la precisa minuciosidad que la propia filosofía del relato requiere.
Una historia en la que los silencios son mucho más importantes que las palabras (sublime Bill Murray) y que sólo los que saben escuchar podrán disfrutar en toda esa inmensidad oceánica que, sin embargo, parece caber en el cuenco de una mano.
viernes, febrero 13, 2004
"Hace unas décadas asistí en Mission (Dakota del Sur) a un entierro en un cementerio cristiano. Cuando el difunto ya estaba en la tumba y los asistentes permanecían en pie, delante, una anciana se adelantó y depositó una naranja en la sepultura. El sacerdote espiscopaliano que había celebrado el oficio se acercó rápidamente y retiró la naranja diciendo: ¿Cuándo crees que vendrá el difunto a comer la naranja? Uno de los sioux presentes dijo: Cuando venga el alma a oler las flores”
VINE DELORIA Jr (sioux oglala)
VINE DELORIA Jr (sioux oglala)
“Si quieres ir a algún sitio, hay cuatro formas de hacerlo. La primera es ir inmediatamente, nada más pensarlo. No es la correcta. Piénsalo. Esta es la segunda forma. Luego, piensa en ello por tercera vez, pero no vayas todavía. Después, cuando lo hayas considerado por cuarta vez, hazlo y todo irá bien. Así, estarás seguro. A veces, espera un día mientras consideras tus problemas”
DIABLO (apache de Montaña Blanca)
DIABLO (apache de Montaña Blanca)
“Y la vida es, tal vez, simplemente, un esfuerzo de libertad. El esfuerzo de la semilla por romper el terrón que la aplasta, el empuje del bicho que quiere nacer descoyuntando la pelvis de la madre que la retiene, o la alquimia del día a día, del hollejo de la tristeza conseguir destilar la alegría. Y en esta aventura de la vida sólo importa el caminar. No hay meta porque el llegar ya no es vida”
("EL ORFEO REBELDE, Introducción". Miguel Torga)
("EL ORFEO REBELDE, Introducción". Miguel Torga)
martes, febrero 10, 2004
Después del congresista John Kerry (el nuevo JFK... no se qué pensará su mujer de éso), llega la rotunda (por rotundamente imbécil) Ana- Nicole Smith, una ex-conejita playboy famosa porque no hay mano que cubra sus ubres (ni siquiera la del palista Titín III) y por haber heredado la fortuna de un anciano multimillonario con quien debió casarse por lo penal (y él seguro que lo hizo encantado, pensando que ella le amaba sinceramente).
El caso es que la veo en la CNN, sentada con su abogado, en el programa de Larry King y no doy crédito... Ya no me queda.
Monosilábica, dodecafónica. Tardando dos minutos en contestar que no sale con nadie... porque no sale con nadie. Necesitando la melosa ayuda de su abogado para hablar de su fantástica pérdida de peso (porque el viejo Larry la ha invitado para que hable a los norteamericanos de su exitoso régimen alimenticio) ¡Y para éso es neecsaria la presencia de un abogado!)
Absolutamente imposible de creer, pero es que ella está ahí, al otro lado de la pantalla catódica.
Es real y está podrida de coca (no lo disimula, nasalmente congestionada está) y de dinero (tampoco lo disimula). Con la sombría figura de su pimpante abogado revoloteando a su alrededor y sin que nadie en el estudio se descojone a carcajadas de sus payasadas.
La jodida decadencia de occidente 'in person'.
¡perfecto, perfecto!
El caso es que la veo en la CNN, sentada con su abogado, en el programa de Larry King y no doy crédito... Ya no me queda.
Monosilábica, dodecafónica. Tardando dos minutos en contestar que no sale con nadie... porque no sale con nadie. Necesitando la melosa ayuda de su abogado para hablar de su fantástica pérdida de peso (porque el viejo Larry la ha invitado para que hable a los norteamericanos de su exitoso régimen alimenticio) ¡Y para éso es neecsaria la presencia de un abogado!)
Absolutamente imposible de creer, pero es que ella está ahí, al otro lado de la pantalla catódica.
Es real y está podrida de coca (no lo disimula, nasalmente congestionada está) y de dinero (tampoco lo disimula). Con la sombría figura de su pimpante abogado revoloteando a su alrededor y sin que nadie en el estudio se descojone a carcajadas de sus payasadas.
La jodida decadencia de occidente 'in person'.
¡perfecto, perfecto!
Pintada leída en el Metro de Madrid
"España va bien, pero tú ¿cómo estás?"
Siempre habrá genios que nos salven de la mentira en que vivimos con su valiente lucidez.
(un ejemplo de esa mentira, una noticia leída en el Canal Metro: 'los estudiantes españoles cada vez están más preparados. La mayor parte de ellos van a la universidad' ¿y? ¿qué pasa después de la universidad? ¿para qué se preparan?)
"España va bien, pero tú ¿cómo estás?"
Siempre habrá genios que nos salven de la mentira en que vivimos con su valiente lucidez.
(un ejemplo de esa mentira, una noticia leída en el Canal Metro: 'los estudiantes españoles cada vez están más preparados. La mayor parte de ellos van a la universidad' ¿y? ¿qué pasa después de la universidad? ¿para qué se preparan?)
Termino de leer 'A severe head' de Iris Murdoch y llego a la conclusión de que su literatura no va a pasar a mi panteón de escritores ilustres.
Sus atmósferas me parecen demasiado frías y sus personajes demasiado educados. Todo es demasiado 'british' para mi gusto. Una especie de 'grand guignol' en el que los personajes se interpelan los unos a los otros, bien a través de la palabra, bien a través del deseo.
Demasiado burgués todo... también para mi gusto y quizá éste sea uno de los principales atractivos que para mi tiene su literatura. La monstruosidad 'cool' y bien educada de algunos personajes y situaciones. La terrible -para mi- capacidad de verbalizar los sentimientos más profundos y escondidos como si nada pasara. La siniestra habilidad de invocar los propios fantasmas y estar ante ellos sin asustarse. Como si en realidad esos fantasmas no fueran tales o el que los invoca no estuviera lo suficientemente vivo como para sentir miedo de ellos.
Sus atmósferas me parecen demasiado frías y sus personajes demasiado educados. Todo es demasiado 'british' para mi gusto. Una especie de 'grand guignol' en el que los personajes se interpelan los unos a los otros, bien a través de la palabra, bien a través del deseo.
Demasiado burgués todo... también para mi gusto y quizá éste sea uno de los principales atractivos que para mi tiene su literatura. La monstruosidad 'cool' y bien educada de algunos personajes y situaciones. La terrible -para mi- capacidad de verbalizar los sentimientos más profundos y escondidos como si nada pasara. La siniestra habilidad de invocar los propios fantasmas y estar ante ellos sin asustarse. Como si en realidad esos fantasmas no fueran tales o el que los invoca no estuviera lo suficientemente vivo como para sentir miedo de ellos.
domingo, febrero 08, 2004
"La película de su recuerdo sigue, le acompaña. La historia continúa. El protagonista abandona la habitación y la casa, ineludibles obligaciones le arrastran. El dolor, sentido ahora tan fresco como entonces, es la incidental y creciente música que a la narración acompaña.
ABRAZATE A MI RECUERDO.
El dolor de una herida que jamás ha estado cerrada."
Así termina por ahora la historia que estoy escribiendo, pero lo hará por poco tiempo. En mi mente, el punto y final ya se ha convertido en punto y seguido.
ABRAZATE A MI RECUERDO.
El dolor de una herida que jamás ha estado cerrada."
Así termina por ahora la historia que estoy escribiendo, pero lo hará por poco tiempo. En mi mente, el punto y final ya se ha convertido en punto y seguido.
viernes, febrero 06, 2004
1
En su película '21 gramos', el cineasta mejicano Alejandro González Iñárritu pone los puntos sobre las 'ies' de ese concepto que Milan Kundera llamó la 'insoportable levedad del ser'.
De visión nada fácil tanto por forma (constantes idas y venidas en el tiempo, abandona de la linealidad del relato para producir una especie de paraíso artificial de contemporaneidad emocional que sólo obedece a la voluntad expositiva del narrador) como por contenido (la intolerable candencia de unas emociones que habitan como pesadillas goyescas los rostros de los personajes), la película se instala en la paradoja, en el increíble e inaudito peso que esos 21 gramos (que no son otra cosa que la diferencia de un mismo cuerpo vivo y muerto) suponen para quienes los habitan.
2
La contradicción inherente al ser humano, la lucha contra los avatares de la fortuna y el tiempo, el imposible sueño de la paz interior, la vida como el territorio de lo incierto campa absolutamente cierto y todo ello -y más cosas que ahora mientras escribo no recuerdo- componiendo una eterna tempestad que constantemente azota los seres y estares de los personajes que existen en la película como pecios desconcertados ante lo caprichoso e incierto de su destino.
Un desconcierto ante una desasosegadora falta de respuestas.
Unas respuestas que el personaje de Benicio del Toro (para mi el más interesante de todos) intenta encontrar de una forma enloquecida en la religión. Agotando hasta el absurdo la lógica de la creencia, consumiendo desesperadamente el desentendimiento frente a la responsabilidad ante el propio destino que supone entregarse a un dios (conocido o no) siempre ausente por inexistente.
3.
En definitiva, un crudo espectáculo de emociones basado en el esfuerzo por la autenticidad y la verdad, en el amargo coste que para nuestro sentir suponen el desconcierto y la incertidumbre inherentes a nuestra difícil condición de animales conscientes.
En su película '21 gramos', el cineasta mejicano Alejandro González Iñárritu pone los puntos sobre las 'ies' de ese concepto que Milan Kundera llamó la 'insoportable levedad del ser'.
De visión nada fácil tanto por forma (constantes idas y venidas en el tiempo, abandona de la linealidad del relato para producir una especie de paraíso artificial de contemporaneidad emocional que sólo obedece a la voluntad expositiva del narrador) como por contenido (la intolerable candencia de unas emociones que habitan como pesadillas goyescas los rostros de los personajes), la película se instala en la paradoja, en el increíble e inaudito peso que esos 21 gramos (que no son otra cosa que la diferencia de un mismo cuerpo vivo y muerto) suponen para quienes los habitan.
2
La contradicción inherente al ser humano, la lucha contra los avatares de la fortuna y el tiempo, el imposible sueño de la paz interior, la vida como el territorio de lo incierto campa absolutamente cierto y todo ello -y más cosas que ahora mientras escribo no recuerdo- componiendo una eterna tempestad que constantemente azota los seres y estares de los personajes que existen en la película como pecios desconcertados ante lo caprichoso e incierto de su destino.
Un desconcierto ante una desasosegadora falta de respuestas.
Unas respuestas que el personaje de Benicio del Toro (para mi el más interesante de todos) intenta encontrar de una forma enloquecida en la religión. Agotando hasta el absurdo la lógica de la creencia, consumiendo desesperadamente el desentendimiento frente a la responsabilidad ante el propio destino que supone entregarse a un dios (conocido o no) siempre ausente por inexistente.
3.
En definitiva, un crudo espectáculo de emociones basado en el esfuerzo por la autenticidad y la verdad, en el amargo coste que para nuestro sentir suponen el desconcierto y la incertidumbre inherentes a nuestra difícil condición de animales conscientes.
jueves, febrero 05, 2004
Yo también soy una ficción.
La realidad de mi vida es una espada blandida contra fusiles, una carga de caballería colina arriba, hacia los cañones. .. Y siempre lo ha sido.
Muy lejos, a diez mil kilómetros de este cuaderno en el que mi fracaso -a veces y no siempre- muestra la distancia que le separa de la locura que otros llaman realidad, está el llamado mundo real. El perpetuo escenario para el contínuo crimen de la supervivencia que los que nunca tienen suficiente perpetran contra aquellos que ya sólo esperan.
Mi fracaso los reconoce sobreviviendo sin culpa.
El otro nunca es nada, sólo un espacio para poseer, conquistar o utilizar y el infierno siempre son ellos.
Nunca tienen bastante.
Siempre pueden poseer más.
Voraces, jamás podrán llenar su vacío inmenso.
En la vida se han detenido al borde del camino a descansar.
La realidad de mi vida es una espada blandida contra fusiles, una carga de caballería colina arriba, hacia los cañones. .. Y siempre lo ha sido.
Muy lejos, a diez mil kilómetros de este cuaderno en el que mi fracaso -a veces y no siempre- muestra la distancia que le separa de la locura que otros llaman realidad, está el llamado mundo real. El perpetuo escenario para el contínuo crimen de la supervivencia que los que nunca tienen suficiente perpetran contra aquellos que ya sólo esperan.
Mi fracaso los reconoce sobreviviendo sin culpa.
El otro nunca es nada, sólo un espacio para poseer, conquistar o utilizar y el infierno siempre son ellos.
Nunca tienen bastante.
Siempre pueden poseer más.
Voraces, jamás podrán llenar su vacío inmenso.
En la vida se han detenido al borde del camino a descansar.
miércoles, febrero 04, 2004
'Las cosas ya no son como eran antes.
¿Cómo se puede estar seguro? Rigen nuevas leyes.
¿Y quién conoce la diferencia entre la ley y el viento?'
(Paul Bowles)
Todos los mandamientos.
Todas las miradas y las preguntas que llenan todos aquellos labios, todos aquellos ojos... Los del pasado, los del presente, los del futuro.
¿Cómo se puede estar seguro?
Todos los mandamientos se reducen a éste.
Otro gallo nos cantaría si nuestra materia fuera el viento,
si nuestra levedad fuera aún mucho más leve,
si nuestro ser fuera otro aún más incierto.
¿Cómo se puede estar seguro? Rigen nuevas leyes.
¿Y quién conoce la diferencia entre la ley y el viento?'
(Paul Bowles)
Todos los mandamientos.
Todas las miradas y las preguntas que llenan todos aquellos labios, todos aquellos ojos... Los del pasado, los del presente, los del futuro.
¿Cómo se puede estar seguro?
Todos los mandamientos se reducen a éste.
Otro gallo nos cantaría si nuestra materia fuera el viento,
si nuestra levedad fuera aún mucho más leve,
si nuestro ser fuera otro aún más incierto.
martes, febrero 03, 2004
1
'El último samurai' es una de esas películas correctas que uno puede ver con la tranquilidad de que su sensibilidad va a ser, de alguna forma u otra, halagada.
Nada comprometido. Si acaso alguna lagrimilla y nada más.
Una historia más, bien escrita, bien rodada y bien interpretada que todos acabaremos olvidando a la vuelta de cualquier recodo del camino. La corrección elevada a la categoría de arte para el aseado consumo de las cada vez más enbarbarizadas masas. El listón cada vez más bajo para comodidad de todos nosotros, cada vez más unidos en el santo sacramento de la mediocridad.
2
No obstante, y en un momento de la película, mi fracaso creyó ver algo.
Un pequeño destello brillaba con el acerado filo del diamante ante su atención. En el fondo de una imagen, la de un samurai cargando con su espada en contra de una batería de fusiles y muriendo (como no podía ser de otra forma), titilaba el recuerdo de una imagen y también la acuciante presencia de una obsesión.
El recuerdo era la memoria de 'El hombre del Sur', un relato corto escrito por el genial (a veces) escritor argentino Jorge Luis Borges.
Me explicaré...
3
'El hombre del Sur' es una historia en la que dramáticamente se entrecruzan la realidad con la ficción para producir un destino trágico.
El protagonista del relato es un porteño obsesionado con el mundo de los gauchos, una especie de quijote obsesionado con ser el protagonista de otra vida llena de aventuras que contrasta parea mejor con su existencia mediocre de oficinista. Los gauchos se convierten en la encarnación de ese deseo de trocar su vida por otra y su obsesión llega hasta tal punto que decide dejarlo todo y viajar al Sur. Vestido como uno de ellos empezará a construir la nueva realidad empezando por la superficie, casi al modo en que los actores británicos construyen la ficticia realidad de sus personajes.
4
Estando en una 'pulpería' y perfectamente confundido con otros gauchos sucede la tragedia. Las circunstancias le conducen a un enfrentamiento con otro 'gaucho' (auténtico). Hace años que no he releído el texto, pero creo que la memoria no me traiciona si escribo que Borges abandona a su personaje saliendo a 'barajar' el cuchillo con su retador, enfrentándose a un destino trágico que para nada resulta incierto, llevando la locura de su ficción hasta el extremo de sacrificar lo más preciado de su propia realidad: su vida misma.
5
En ese momento del samurai muriendo brillaba pequeña y puntual toda esta memoria.
Espadas contra fusiles enfrentados en un combate desigual.
Ficción contra la realidad, pero la ficción llevando su lógica hasta un último y trágico extremo.
6
¿Y por qué ficción?
Quizá porque el tiempo cuando les rebasa les transforma automáticamente en un recuerdo de una vida pasada. Una realidad paralela, ajena a la que preside las vidas de la mayoría de sus contemporáneos y detenida en una vía muerta del tiempo, agotandose a si misma o siendo agotada, en paciente o impaciente espera del auténtivco y verdadero final..
7
Alejados de una realidad basada en los fusiles, sus espadas se convierten en argumentos carentes de peso que frotan como palabras susurradas sobre el enrojecido campo de batalla.
Los samurais de la película, los que cargan contra los cañones y las ametralladoras ya son historia pasada.
Las palabras que llenaran los libros que se escribirán sobre ellos y su estilo de vida empiezan ya a pronunciarse sobre esa misma llanura verde donde sus cuerpos se desploman, como estatuas de dioses eregidas en otros tiempos, derribados por la poderosa fuerza del momento.
8
La opción es cambiar, aceptar los nuevos tiempos, o agotar la propia lógica del estilo de vida y morir para ser definitivamente historia como el protagonista del relato de Borges... pero no siempre se puede cambiar... por lo menos no tanto como para acabar contemplando a un desconocido todos los días frente al espejo.
'El último samurai' es una de esas películas correctas que uno puede ver con la tranquilidad de que su sensibilidad va a ser, de alguna forma u otra, halagada.
Nada comprometido. Si acaso alguna lagrimilla y nada más.
Una historia más, bien escrita, bien rodada y bien interpretada que todos acabaremos olvidando a la vuelta de cualquier recodo del camino. La corrección elevada a la categoría de arte para el aseado consumo de las cada vez más enbarbarizadas masas. El listón cada vez más bajo para comodidad de todos nosotros, cada vez más unidos en el santo sacramento de la mediocridad.
2
No obstante, y en un momento de la película, mi fracaso creyó ver algo.
Un pequeño destello brillaba con el acerado filo del diamante ante su atención. En el fondo de una imagen, la de un samurai cargando con su espada en contra de una batería de fusiles y muriendo (como no podía ser de otra forma), titilaba el recuerdo de una imagen y también la acuciante presencia de una obsesión.
El recuerdo era la memoria de 'El hombre del Sur', un relato corto escrito por el genial (a veces) escritor argentino Jorge Luis Borges.
Me explicaré...
3
'El hombre del Sur' es una historia en la que dramáticamente se entrecruzan la realidad con la ficción para producir un destino trágico.
El protagonista del relato es un porteño obsesionado con el mundo de los gauchos, una especie de quijote obsesionado con ser el protagonista de otra vida llena de aventuras que contrasta parea mejor con su existencia mediocre de oficinista. Los gauchos se convierten en la encarnación de ese deseo de trocar su vida por otra y su obsesión llega hasta tal punto que decide dejarlo todo y viajar al Sur. Vestido como uno de ellos empezará a construir la nueva realidad empezando por la superficie, casi al modo en que los actores británicos construyen la ficticia realidad de sus personajes.
4
Estando en una 'pulpería' y perfectamente confundido con otros gauchos sucede la tragedia. Las circunstancias le conducen a un enfrentamiento con otro 'gaucho' (auténtico). Hace años que no he releído el texto, pero creo que la memoria no me traiciona si escribo que Borges abandona a su personaje saliendo a 'barajar' el cuchillo con su retador, enfrentándose a un destino trágico que para nada resulta incierto, llevando la locura de su ficción hasta el extremo de sacrificar lo más preciado de su propia realidad: su vida misma.
5
En ese momento del samurai muriendo brillaba pequeña y puntual toda esta memoria.
Espadas contra fusiles enfrentados en un combate desigual.
Ficción contra la realidad, pero la ficción llevando su lógica hasta un último y trágico extremo.
6
¿Y por qué ficción?
Quizá porque el tiempo cuando les rebasa les transforma automáticamente en un recuerdo de una vida pasada. Una realidad paralela, ajena a la que preside las vidas de la mayoría de sus contemporáneos y detenida en una vía muerta del tiempo, agotandose a si misma o siendo agotada, en paciente o impaciente espera del auténtivco y verdadero final..
7
Alejados de una realidad basada en los fusiles, sus espadas se convierten en argumentos carentes de peso que frotan como palabras susurradas sobre el enrojecido campo de batalla.
Los samurais de la película, los que cargan contra los cañones y las ametralladoras ya son historia pasada.
Las palabras que llenaran los libros que se escribirán sobre ellos y su estilo de vida empiezan ya a pronunciarse sobre esa misma llanura verde donde sus cuerpos se desploman, como estatuas de dioses eregidas en otros tiempos, derribados por la poderosa fuerza del momento.
8
La opción es cambiar, aceptar los nuevos tiempos, o agotar la propia lógica del estilo de vida y morir para ser definitivamente historia como el protagonista del relato de Borges... pero no siempre se puede cambiar... por lo menos no tanto como para acabar contemplando a un desconocido todos los días frente al espejo.
miércoles, enero 14, 2004
Parroco Glennie: Es la primera vez que estas puertas se han abierto desde hace doce años.
John Mohune: Tienen que estar abiertas. No sabemos cuando volverá el a casa.
Parroco Glennie: ¿Jeremy Fox?
Grace: ¿Estás seguro de que volverá?
John Mohune: Sí, es mi amigo
('Los contrabandistas de Moonfleet'. Fritz Lang, 1955)
Soy un admirador absoluto de esta película poco conocida y valorada -siempre al modesto entender de mi fracaso- de la etapa americana de uno de los grandes directores de la historia del cine, Fritz Lang y, principalmente, admiro este conmovedor final en el que el joven John Mohune, una vez establecido en la vida gracias al sacrificio de su amigo Jeremy Fox, sigue esperando un regreso que el espectador sabe imposible.
Todos le hemos visto marchar, herido de muerte, en una barca de pescadores en busca de un cada vez más difuminado horizonte, como si el propio Fox fuera quién lo contemplara. Abandonado y abandonándose, mecido por la marea y el cada vez más lento sonar de su corazón, muriendo por fin en paz.
Siempre he amado esta película (por supuesto no tanto como la quiero a ella).
John Mohune: ¡Jeremy!
Jeremy Fox: ¡John!
John Mohune: ¿Es hora de partir, señor?
Jeremy Fox: No, todavía no.
John Mohune: ¿Es que pasa algo?
Jeremy Fox: No, no. Sólo que cambiaremos nuestros planes. Quédate aquí hasta que amanezca. Después tienes que volver a Moonfleet. Busca al párroco Glennie. Dale el diamante y cuéntaselo todo.
John Mohune: ¿No vamos a marcharnos juntos?
Jeremy Fox: Si alguien te detiene, dile que yo te retenía y que te has escapado.
John Mohune: Pero señor, ¡es que no quiero irme solo!
Jeremy Fox: No siempre podemos hacer lo que queremos, John. Necesito alguien aquí en casa en quien confiar. Alguien de quien depender hasta que vuelva.
John Mohune: ¿Pero volverá pronto?
Jeremy Fox: Tan pronto como pueda. ¿Puedo confiar en ti?
John Mohune: Sí, señor, si cree que es lo mejor.
Jeremy Fox: Es lo mejor. Buena suerte, John Mohune.
John Mohune: Buena suerte, señor.
('Los contrabandistas de Moonfleet'. Fritz Lang, 1955)
'No siempre podemos hacer lo que queremos, John'... Aspero Mundo también para Jeremy Fox..
Adios para siempre, señor Fox.
Las puertas siempre permanecen abiertas para los que, en realidad, nunca se han marchado.
En el fondo, y pese a los delirios de grandeza de nuestra conciencia (a la que siempre ha apretado el zapato de nuestra condición mortal) somos seres pequeños, tan pequeños como cualquier otro, como los perros que se me murieron y aún recuerdo sintiendo su cálido aliento junto a mi ser.
La de las puertas abiertas es la única trascendencia a la que podemos aspirar.
Los dioses y los demonios, el cielo y el infierno... Los demás.
John Mohune: Tienen que estar abiertas. No sabemos cuando volverá el a casa.
Parroco Glennie: ¿Jeremy Fox?
Grace: ¿Estás seguro de que volverá?
John Mohune: Sí, es mi amigo
('Los contrabandistas de Moonfleet'. Fritz Lang, 1955)
Soy un admirador absoluto de esta película poco conocida y valorada -siempre al modesto entender de mi fracaso- de la etapa americana de uno de los grandes directores de la historia del cine, Fritz Lang y, principalmente, admiro este conmovedor final en el que el joven John Mohune, una vez establecido en la vida gracias al sacrificio de su amigo Jeremy Fox, sigue esperando un regreso que el espectador sabe imposible.
Todos le hemos visto marchar, herido de muerte, en una barca de pescadores en busca de un cada vez más difuminado horizonte, como si el propio Fox fuera quién lo contemplara. Abandonado y abandonándose, mecido por la marea y el cada vez más lento sonar de su corazón, muriendo por fin en paz.
Siempre he amado esta película (por supuesto no tanto como la quiero a ella).
John Mohune: ¡Jeremy!
Jeremy Fox: ¡John!
John Mohune: ¿Es hora de partir, señor?
Jeremy Fox: No, todavía no.
John Mohune: ¿Es que pasa algo?
Jeremy Fox: No, no. Sólo que cambiaremos nuestros planes. Quédate aquí hasta que amanezca. Después tienes que volver a Moonfleet. Busca al párroco Glennie. Dale el diamante y cuéntaselo todo.
John Mohune: ¿No vamos a marcharnos juntos?
Jeremy Fox: Si alguien te detiene, dile que yo te retenía y que te has escapado.
John Mohune: Pero señor, ¡es que no quiero irme solo!
Jeremy Fox: No siempre podemos hacer lo que queremos, John. Necesito alguien aquí en casa en quien confiar. Alguien de quien depender hasta que vuelva.
John Mohune: ¿Pero volverá pronto?
Jeremy Fox: Tan pronto como pueda. ¿Puedo confiar en ti?
John Mohune: Sí, señor, si cree que es lo mejor.
Jeremy Fox: Es lo mejor. Buena suerte, John Mohune.
John Mohune: Buena suerte, señor.
('Los contrabandistas de Moonfleet'. Fritz Lang, 1955)
'No siempre podemos hacer lo que queremos, John'... Aspero Mundo también para Jeremy Fox..
Adios para siempre, señor Fox.
Las puertas siempre permanecen abiertas para los que, en realidad, nunca se han marchado.
En el fondo, y pese a los delirios de grandeza de nuestra conciencia (a la que siempre ha apretado el zapato de nuestra condición mortal) somos seres pequeños, tan pequeños como cualquier otro, como los perros que se me murieron y aún recuerdo sintiendo su cálido aliento junto a mi ser.
La de las puertas abiertas es la única trascendencia a la que podemos aspirar.
Los dioses y los demonios, el cielo y el infierno... Los demás.
viernes, enero 09, 2004
Nuestra condición de palpitante carne constantemente sangrada por el tiempo.
El eterno presente de una lucha desigual contra un incansable enemigo que no cesa.
La abrasiva caricia de los segundos....
Y siempre el asombro estallando en nuestra sorprendida conciencia.
Lo que entonces era lo mismo ahora es distinto.
La mirada del que ayer miraba ahogada en otra actual y distinta.
La conciencia descubriendo el engaño de la diferencia,
Notando que, de repente, somos otros,
que hay nuevas nostalgias llamando a nuestra puerta.
El eterno presente de una lucha desigual contra un incansable enemigo que no cesa.
La abrasiva caricia de los segundos....
Y siempre el asombro estallando en nuestra sorprendida conciencia.
Lo que entonces era lo mismo ahora es distinto.
La mirada del que ayer miraba ahogada en otra actual y distinta.
La conciencia descubriendo el engaño de la diferencia,
Notando que, de repente, somos otros,
que hay nuevas nostalgias llamando a nuestra puerta.
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