sábado, julio 05, 2008
"Det. James 'Jimmy' McNulty: I got to ask you. If every time Snotboogie would grab the money and run away, why'd you even let him in the game?
Witness: What?
Det. James 'Jimmy' McNulty: If Snotboogie always stole the money, why'd you let him play?
Witness: You got to, this is America, man."
(Introducción. Primera Temporada. Primer capítulo. The wire)
En "In tratment" todos los pacientes tienen una primera ola de expresión en la que manifiestan un discurso sobre sí mismos que en absoluto es la verdad sobre ellos... "su" verdad.
Es maravilloso el trabajo de algunos actores, porque puedes ver que hay algo más en el final de su mirada.
El terapeuta también lo sabe, también lo ve.
Aguanta estólido ese primer embate en el que se intenta mantener el control de la situación y según pasa su mirada entrenada descubre las fracturas, las grietas de ese discurso racionalizador, pacificador y se agarra a ellas para empezar a romper y rasgar haciendo con precisión quirúrgica la pregunta perfecta.
Nadie escapa a su propia verdad si habla el tiempo suficiente, si es escuchado el tiempo necesario.
Termina saliendo sóla.
Como siguiendo las leyes inexorables de una desconocida física de las emociones.
miércoles, julio 02, 2008
Sólo llevo un par de capítulos, pero creo que estoy ante una serie maravillosa, intensa y terrible como todas esas emociones que nos hacen arrastrarnos por el sucio pavimento de nuestra tristeza.
"In treatment" es una joya.
Apenas un único escenario, la consulta de un pasicoanalista maravilosamente interpretado por Gabriel Byrne y la intensidad de las emociones vehiculadas por sus pacientes mediante palabras ardientes desmentidas por unas miradas apunto de reventar en lágrimas.
La propia verdad siempre un poco más allá de la última y más atrevida de las palabras pronunciadas.
Afrontarse, confrontarse en busca de un cierto acuerdo satisfactorio para las dos partes, la luminosa y la oscura.
Un paciente cada día, uno cada capítulo y cada capítulo una única sesión.... Ésto de Lunes a Jueves, porque los Viernes es el propio Byrne quién acude al psicoanalista para enfrentar los demonios que las consultas le despiertan.
Maravillosa... No tengo palabras.
The Wire, Deadwood, The Shield y ahora In tratment.
La televisión puede con el cine como fábrica de ficción para adultos. No descubro nada.
martes, julio 01, 2008
lunes, junio 30, 2008
NO OS OLVIDÉIS DE DIVERTIROS
Hay una pélícula de Clint Eastwood detrás de todo ésto, de toda esta alegría, de toda esta victoria.
En el pasillo de los vestuarios, instantes antes de que comenzara el decisivo partido de cuartos contra Italia, el viejo Luis le recuerda a sus jugadores que bajo ningún concepto olviden que deben divertirse.
Y eso fue lo que hicieron.
Recuerdo haber percibido esa diversión. Recuerdo también haberlo comentado con asombro... Esos chicos se estaban divirtiendo. Habían dejado de lado la presión lógica del momento y disfrutaban como si estuvieran jugando en el patio de un colegio.
Hugo Gatti fue un portero argentino legendario durante tres décadas del siglo pasado. Heterodoxo y estrafalario, continuó defendiendo el arco de Boca hasta bien entrada la década de los setentas del pasado siglo. Fue pionero en muchas cosas. Por ejemplo, en jugar fuera del marco. Pero, y sobre todo, es grande por su sentido y visión del fútbol.
Frente a todos aquellos que ponen el énfasis en otros aspectos del deporte rey, Gatti siempre mantiene que este deporte es por encima de todo un juego. Al final, dice, "cuando eramos pequeños no decíamos vamos a correr al fútbol. Decíamos vamos a jugar al fútbol".
Este es el mensaje.
Sencillo y directo... cualidad intrínseca a todas las verdades que nos tocan el pecho hiriéndonos con su magia para hacernos sangrar un poco de esa luz que todos llevamos dentro.
Las cosas se han complicado mucho, pero, y por mucho que se compliquen con intereses y dineros, el fútbol sigue siendo un juego en el que, como en todo juego, quienes lo juegan deben divertirse.
Y ésto fue lo que el viejo sabio de Hortaleza, desde su inaccesible distancia, les recordó a los jugadores de la selección española aquella maravillosa noche... No os olvidéis de divertiros... Simplemente.
Nada de recordar movimientos defensivos u ofensivos, de recordar marcajes y jugadas, cifras y letras....
Y ante la atenta mirada atravesada y escéptica del viejo profesor, sus chicos convirtieron aquel terreno de juego en la arrolladora locura de un patio de colegio hasta llegar a la final y ganarla.
Algo me dice que el viejo Clint podría hacer esta historia suya para conmovermos con la profunda intimidad de esa verdad valerosamente pronunciada por un profesor que conoce la importancia de todo lo que se ventila cuando se olvida que el deporte, por encima de todo, es un juego.
Luis Aragonés tiene razón.
Nunca dejemos de divertirnos.
Nos irá mejor... aún perdiendo.
¡CAMPEONES!
El juego de la selección española habla por sí mismo, por si solo, con la contundencia de una verdad eterna.
Y por contra algún gol más pudo haber subido al marcador por parte de España que gozó de ocasiones mucho más claras. Fácilmente pudo marcar dos goles más... Y eso que estamos hablando de una final del campeonato de Europa.
Porque el juego de España ha sido espectacular. Máxima golaeadora y mínima goleada. El más espectacular que recuerdo en una Eurocopa. Tocando y tocando hasta llegar a gol, hasta agotar al contrario.
domingo, junio 29, 2008
Termino la quinta temporada de esta joya de la ficción televisiva con la misma sensación de amargura y pesimismo.
La jungla sobrevive a los hombres que la viven.
Baltimore ya no es sólo una ciudad, también es una metáfora de una sociedad que vive de espaldas a su lado oscuro, un lado oscuro que hay que vigilar y controlar para que solamente no abandone sus previstos límites.
Nada más.
Cualquier otra acción siempre termina por resultar imposible.
En este sentido, es maravilloso el pacífico y tranquilo final de una cruce de calles de los barrios altos.
Plano fijo.
Paz y tranquilidad.
Niños y pájaros después de todo lo que hemos visto.
Inquietante, engañosa y perversa superficie que esconde un abismo negro.
sábado, junio 28, 2008
Alemania no tiene jugadores para tener posesión de balón. Lo más seguro es que lo tengamos durante la mayor parte del partido y el centro del campo alemán lo vea pasar ante sus ojos con desesperación.
La única oportunidad de los alemanes pasará por un contragolpe (con diagonales que liberan las bandas o sin ellas) o por una jugada a balón parado.... y aún así seguiremos teniendo el balón. Tendremos ocasiones para combinar y llegar hasta su área tocando donde sus centrales se las verán para pararnos... y si les superamos, cosa que pasará con una cierta frecuencia, nos encontraremos con un portero cuyos mejores años ya han pasado.
Todo dependerá de que convirtamos la mayor parte de las ocasiones que tengamos.
Todo dependerá de nuestra fuerza mental si no lo hacemos nosotros y son ellos quienes marcan primero.
Pero, si lo hacemos nosotros, será complicado que nos ganen... porque volveremos a marcarles seguro. En el cuerpo a cuerpo ganaremos como el bailarín Ray Sugar Leonard se imponía a sus rivales, moviendonos sobre el ring, amagando y desapareciendo... para aparecer donde más duele y cuando menos se nos espera.
Hemos eliminado a la campeona de Europa, a la campeona del mundo y al equipo que pasó por encima del equipo que mejor futbol (después de nosotros) ha hecho en el europeo...
Ha llegado nuestra hora.
Yo me lo creo.
En el pasado siglo, a principios de los ochenta y hasta su muerte, el cine occidental permitió con su dinero que el viejo maestro Kurosawa continuara haciendo cine.
Arruinado por el fracaso de la arriesgada "Dodesukaden" (1970) y con un intento de suicidio, casi conseguiudo, a sus espaldas, Kurosawa sólo había podido rodar desde entonces la maravillosa "Dersu Uzala" (1975) con el dinero soviético.
Fue entonces cuando el cine occidental volvió su cabeza hacia el maestro permitiéndole terminar su carrera con una esplendidez a la altura de su inigualable talento. Primero fue Kagemusha (1980), luego "Ran" (1985) y aunque su carrera aún dió para tres película más. Son estas dos a mi entender las obras maestras que Kurosawa ha legado a la historia del cine.
En ellas, Kurosawa dió rienda suelta a un desesperanzado pesimismo antropológico. Ambas son diferentes manifestaciones de una oscura profundidad que el maestro japonés quiso revelernos y tienen mucho en común.
En las dos hay un personaje que lucha por construir, por instaurar un orden. Ese personaje es un señor de la guerra que lucha por imponerse en el japón feudal. En "Kagemusha" ese señor muere fortuitamente de un disparo mientras escucha el mágico sonar de una flauta desde un castillo que sus tropas asedian. En "Ran" ese señor consiguió instaurar ese orden, pero se siente demasiado cansado como para seguir gobernándolo y decide echarse a un lado y permitir que sus hijos lo gobiernen.
El resultado en ambos casos será la destrucción de ese edificio, una destrucción que en "Kagemusha" la presencia de ese doble del señor sólo consigue demorar el tiempo que dura el engaño.
Kurosawa es existencialista en el sentido más crudo de la palabra. No hay esperanza y el infierno siempre lo somos todos los unos para con los otros.
La construcción de ese orden feudal produce en su propio proceso de nacimiento el germen de su propia destrucción generando odios, despechos e intrigas que, en el menor momento de debilidad, aprovecharán la ocasión para manifestarse con toda su capacidad destructiva. Como siempre termina por suceder, puesto que la destrucción siempre está ahí, esperando de la mano de aquel que de pronto, por azar o por necesidad, se convierte en el más fuerte.
El retrato que Kurosawa ofrece del animal humano es desesperanzado y melancólico, sorprendentemente ubicado en la línea anglosajona y hobbesiana en la que el hombre siempre es un lobo para el hombre.
Inquietante, porque constantemente nos esforzamos por no vernos así.
domingo, junio 22, 2008
LA HUELLA
No está nada mal esta revisión del clásico teatral y cinematográfico, escrito y guionizado por Anthony Schaffer y dirigido por Joseph Leo Mankiewictz en 1972.
No está nada mal y eso que, para mi gusto, no es una película que empiece bien. Lo hace demasiado centrada en un "rollo" de cámaras de seguridad y casa inteligente que sólo despista y que, en sí, no es que resulte demasiado atractivo. La mayor parte de las filmaciones de las cámaras de seguridad no resulta creible (por situación de las mismas y por las imágenes mostradas), así como la casa tampoco resulta ni atractiva ni creíble, pareciendo más un decorado "ad hoc"... una casa inhabitable y sólo creada con el propósito de que en ella suceda la historia que se nos cuenta.
No obstante, y si uno consigue superar el decepcionante asombro de la primera media hora, el prodigioso texto de Schaffer encarnado por dos brillantes actores acaba seducuendo la atención del espectador hasta monopolizarla en un fascinante duelo de voluntades y palabras cuyo final sólo puede ser trágico.
No se hasta qué punto el guionista de este remake, el dramaturgo Harold Pinter, ha conseguido que su talento sume pero tengo claro que "La huella" es una obra que bien podría haber escrito él. Después de todo el enfrentamiento entre clases que subyace en el drama de Schaffer es uno de los grandes temas en la obra de Pinter.
El orgullo aristocrático de Wyke no puede soportar que su mujer, su más preciada posesión, acabe en manos de Tindle, un peluquero arribista y actor de familia medio italiana. No se trata simplemente de vencer. Es mucho más complejo. Para Wyke es imprescindible hacerlo mostrando una superioridad total, la que él se presume, en un juego de brutal manipulación en que dos voluntades luchan por dominarse con la palabra como arma.
Vencer y humillar. Recordar quién es quién y el lugar que ocupa cada uno en la estructura social.
sábado, junio 21, 2008
Me gusta "Stardust".
El recalcitrante adolescente que aún me habita disfruta con las buenas historias de principes y princesas, de eternos odios y amores verdaderos y "Stardust" es sin duda alguna un buen ejemplo de esos relatos épicos que suceden en algunas de las otras tierras que se extienden al otro lado de los espejos.
Añadido atractivo que constituye parte esencial de la instransferible personalidad de esta historia es la acertada omnipresencia del humor en todos sus momentos. "Stardust" no sólo resulta divertida por lo emocionante de las aventuras que viven sus personajes sino por el sentido del humor que acertadamente destilan algunos de sus dialogos, personajes y situaciones.
Repitiendo estructura narrativa, de nuevo el orden del mágico reino que se extiende al otro lado del muro será restaurado merced a la participación de un heterodoxo, de un diferente con quién nadie cuenta y que, al mismo tiempo, necesitará transitar desde la adolescencia hasta la madurez para conseguir ese propósito... y, por supuesto, lo más importante, la chica (que en este caso es una estrella caída del cielo).
Está claro que son los ortodoxos, los obedientes, quienes inflexible e incansablemente administran un orden establecido hasta que éste se vuelve corrupto. Parece evidente también que son los heterodoxos, los diferentes, quienes encierran en su interior la energía y verdad suficiente como para producir la singularidad que de lugar a un orden nuevo. Y es en el tránsito hacia esa singularidad donde surge la aventura y el relato.
Los heterodoxos existen para prender una llama de cuyo arder los ortodoxos se apropiarán y cuidarán hasta que una ráfaga de viento la apague.
Esa es la dialéctica eterna de los cuentos de hadas y tierras medias.
La posibilidad de una singularidad, de un cambio, sólo existe en la diferencia, pero, y al mismo tiempo, la diferencia es rechazada al exterior de ese orden mientras éste existe por aquellos que lo administran precisamente porque temen que el poder de volatilidad de los diferentes pueda comprometer su existencia antes de tiempo, que suele ser casi demasiado tarde, cuando todo está a punto de perderse.