EL MANANTIAL
Para Ayn Rand, autora del libro en que se basa la película y del propio guión de la misma, la fuente del progreso de la humanidad son las personalidades excepcionales. Estas son las que tienen la visión, las nuevas ideas que permiten la existencia de cambios de estado y la consiguiente evolución en el tiempo de la sociedad.
"El manantial" es una película muy discursiva. Casi todos los personajes principales se expresan de forma lapidaria, manifiestan ideas con la misma facilidad con la que comentarían el estado del tiempo. Todas esas ideas van encaminadas a la ostentosa reafirmación de la propia personalidad como exclusiva forma única de existencia. Toda la historia es un continuo enfrentamiento entre perspectivas, entre modos de ver la vida, que se manfiestan en inflexibles modos de acción. En este sentido, todos los personajes se parecen. Apenas hay dobleces en ellos. Con sinceridad, casi siempre hiriente, se expresan los unos a los otros sus voluntades e intereses... Y de entre todos ellos, en una especie de darwinismo psicológico, el personaje de Howard Roark (Gary Cooper), el más especial y diferente todos, aquel en el que Rand deposita el tesoro de la más autentica de sus verdades, será quién termine dominandolos a todos y consiguiendo sus objetivos y propósitos.
Tan seguro de si mismo como el resto de personajes, Roark terminará quedandose sólo en la cima de su edificio convirtiéndose en el vencedor de un maratón de autenticidad en el que todos sus contendientes irán quedandose atrás puestos a prueba en su propia verdad por las circunstancias de la historia y por el propio Roark.
Asi, la historia se convierte en la mejor expresión de la idea que llevó a Rand a escribirla. Roark es ese ego extraordinario ante cuyo brillo todos los demás palidecen, ante cuya visión todos los demás deben inclinarse aceptando la novedad que su mente preclara propone.
"El manantial" escoje el mundo de la arquitectura como parte de ese todo social y los diseños innovadores de Roark terminarán disolviendo las resistencias de un mundo orientado a la repetición constante de lo aceptado como correcto.
King Vidor, el director, insufla a la mecánica racionalidad de la historias que nos propone Rand una lirica emotividad muy cinematográfica, basada en los encuadres (picados, contrapicados) que sucede dentro de una puesta en escena minimal y concisa que convierte a la palabra de Rand, puesta en boca de los actores, en la verdadera protagonista de la película. Si las palabras no resultan suficientes, las imágenes donde suceden están cargadas de valor... hasta el punto de que hay mucho de la claridad expositiva del gran y buen cine mudo en algunos momentos de "El manantial" por contradictorio que pueda aparecer.
Las imágenes que Vidor construye no sólo ilustran sino que refuerzan el contenido de la historia y en este sentido, se esté o no de acuerdo con Rand y Roark, "El manatial" es una gran película de cine con mayusculas, una buena prueba de la maestría de Vidor para contar historias y del cine como simple lenguaje de imágenes.
En cuanto a las ideas de Rand, tengo que decir que su planteamiento me resulta cuando menos discutible.
Su visión de la historia como el producto de la aparición e intervención de los grandes hombres tiene su punto de verdad. Después de todo, fue Wellington y nadie más quién decidió resistir a los franceses cerca de Waterloo a la espera de los refuerzos de Blücher, pero no es menos cierto que las personas, grandes y pequeñas, sus personalidades, son el resultado del contacto y la interacción con un entorno dentro de una historia personal.
Los caracteres y las ideas se forjan en el contacto con los otros. Nadie aparece de la nada.
Es la propia sociedad quién forja a esas personalidades excepcionales. Las filias y las fobias, los encuentros y los desencuentros, las ilusiones y las decepciones, los aciertos y los errores, los amigos y los enemigos... Todos le debemos siempre algo a alguien.
Supongo que, por lo menos y en privado, Howard Roark lo reconoce.