ARITMÉTICA EMOCIONAL
En la década de los ochentas del siglo pasado, y en un bello paraje de Québec, tres supervivientes de un campo de concentración se reúnen con todas sus fragilidades e improvisadas suturas para unas heridas que jamás terminarán de cerrar.
La agradecida Melanie (Susan Sarandon) invita al viejo Jacob Bronski (Max von Sydow) cuya figura precaria ha emergido de entre las ruinas de los gulags soviéticos a vivir con su familia en Quebec. En un determinado momento, Bronski sobornó a un guardíán alemán para ocupar el lugar de Melanie (Susan Sarandon) y Christopher (Gabriel Byrne), quién también regresa de forma inesperada a la vida de Melanie.
Superviviente de nazis y soviéticos, Bronski representa todo el sufrimiento de ser humano durante el siglo XX y para Melanie su aparición de entre los muertos es la oportunidad que tanto ha estado esperando de devolver de alguna forma el generoso gesto de sacrificio que Bronski para con ella y Christopher.
El marido de Melanie, David (Christopher Plummer), no ve con buenos ojos semejante reunión. Toda su vida con ella ha sido una constante lucha entre su mujer y sus demonios, una lucha en la que él apenas ha podido hacer otra cosa que estar a su lado, la mayoría de las veces como espectador. Y la aparición de Christopher es un desconcertante añadido porque entre su mujer y él componen un lugar emocional al que jamás podrá tener acceso.
Esta es la composición de lugar, una habitación llena de espejos que no siempre devuelven el reflejo deseado y que como minimo producen la duda y el desconcierto.
De algún modo, "Aritmética emocional" destila el aroma de alguna de las primeras peliculas de Bergman, historias de personajes en las que en el limitado espacio de tiempo de un viaje o de una tarde ventilan sus afinidades y diferencias, con la esperanza de en algún momento ser escuchados y entendidos... por si mismos y quizá por los demás.
El eterno conflicto entre la necesidad imperiosa de continuar adelante, viviendo y la imposibilidad, siempre, de hacerlo como si nada hubiera sucedido... y su principal consecuencia... La personalidad como un precario edificio en constante peligro de desmoronamiento total o parcial sobre otros, recién llegados, que nunca podrán entender complementamente el sentido de una historia que encarnan las personas que tienen ante sí.
Y en este sentido, David se me antoja el personaje más interesante.
Por necesidad, él personifica la necesidad de seguir adelante protegiendose de un dolor que no es el suyo con una armadura de cinismo que sólo busca evitar ser herido más de lo necesario por aquellos que sangran por heridas que no son las suyas.
Su gesto de querer y cuidar a Melanie tiene la misma carga de valor que el puntual que tuviera Bronski, ambos le dieron y le dan la vida, pero Melanie es incapaz de ver más alla de aquello que Bronski hizo por ella en el campo de concentración de Dancy.
De algún modo, ella aún sigue allí intentando encontrar una imposible justificación para todo lo sucedido, deslumbrada y sorprendida por la oscuridad de la historia en la luz plena de su juventud.
La imperiosa necesidad de un imposible olvido y todas las circunstancias que suceden alrededor de ese deseo poblarán esa tarde y esa noche de personajes a la búsqueda de un autor que les reescriba de alguna forma más confortable un pasado que no cesa de apretarles el alma con maneras de zapatos demasiado pequeños.