Fimada en 1994 por Nikita Mikhalkov, uno de los grandes nombres del cine ruso de finales del siglo pasado, "Quemado por el sol" resucita viejos fantasmas históricos y los sitúa bajo la arrasadora luz del sol de uno de esos veranos felices que todos guardamos en el fondo del baúl de nuestra memoria.
La película transcurre en la segunda parte de la década de los años 30, momento en el que Josif Stalin descuartizó el alma del Ejército Rojo depurando una enorme cantidad de altos mandos veteranos que se habían batido durante más de una década defendiendo la revolución. Esta depuración restaría en un futuro muy cercano capacidad de respuesta al ejército soviético frente a la wehrmacht alemana, pero en aquella época, en aquel verano, el dictador tenía su mente ocupada en otras cosas, principalmente en conseguir el mayor grado de obediencia y de homogeneidad posible en una estructura tan vital para el mantenimiento de su poder cada vez más omnímodo como el ejército.
Este es el dramático contexto en el que Mikhalkov dibuja un pequeño paraíso familiar lleno de veraneantes de Chejov, padres, madres, nietos, hijos que desayunan, comen y cenan, leen el periódico, juegan, ríen, tocan el piano a cuatro manos, cantan, bailan, cuentas anécdotas e historias mientras hacen excursiones, se bañan en el río, toman el sol, descansan bajo la sombra de los árboles.
Esta arcadia pertenece al coronel Kotov, interpretado desigualmente por el propio Mikhalkov, un viejo héroe de la revolución cuya trayectoria comprometida le hace ser respetado por todo su entorno.
Una arcadia que bien podría mostrar el triunfo de la revolución, el perfecto motivo por el que hacerla.
Es la vida y la familia de Kotov lo que vemos, casi espiamos... La primera mitad de la película está dedicada de forma exclusiva a mostrar la felicidad de unos seres inocentes que, en su pequeñez, permanecen ajenos a ese contexto brutal que, ese mismo día, acaba cayendo sobre ellos en la forma de una viejo amigo de la familia llegando de forma inesperada al lugar.
La visita de ese viejo amigo tendrá un fin que los habitantes de la casa nunca podrán imaginar incapacitados por su propia autenticidad y bondad.
En ningún momento Kotov, un revolucionario sincero, concebirá la magnitud del destino que le aguarda y que empezará a desencadenarse en una brutal media hora final presidida por el retrato de Stalin flotando sobre los campos quemados por el sol.
El viejo coronel nunca podrá imaginar que su discrepancia con su viejo camarada Stalin, magníficamente reflejada en la melancólica mirada de Kotov a un retrato de ambos, pueda llegar tan lejos.
"Quemado por el sol" es una película extraordinaria pese a algún exceso principalmente centrado en el modo no demasiado acertado con que Mikhalkov busca revestir su relato con algunos elementos de realismo mágico que no terminan de resultar justificados ni tampoco demasiado conseguidos y que resultan innecesarios porque la historia que se cuenta se basta a sí misma.
"Quemado por el sol" es la densa oscuridad del drama rasgando el leve velo suave de la alegría.
Un hermoso retrato de la inocencia traicionada, engañada por la luz del sol, mientras a su alrededor la oscura complejidad del mal ejecuta su calculado plan en apenas una tarde de verano.
Y la excepcional música de Eduard Artemyev.
Y la hermosa sonrisa de Maroussia, deliciosa metonimia de ese paraíso; una sonrisa que Kotov jamás querrá ver borrada, aunque con tristeza el espectador sepa que al final será en vano todo su esfuerzo.
Inolvidable, brillante y maravillosa obra maestra.