AEREO
viernes, octubre 29, 2010
martes, octubre 26, 2010
domingo, octubre 24, 2010
THE SOLOIST
Basada en hechos reales, "The soloist" es una magnífica historia que cuenta la relación de amistad entre Steve Lopez (Robert Downey jr.), un periodista de Los Angeles Times, y Nathaniel Ayers (Jamie Foxx), un superdotado músico esquizofrénico que vive en la indigencia por las calles y parques de la ciudad de Los Angeles.
Para mi gusto, la película tiene tres grandes atractivos.
Por un lado, el modo absoluta y desangradamente loco con el que Ayers vive su relación con al música. La intensidad de su pasión es intensa, calcinante. Nada hay más importante. Ayers parece un árbol constantemente a la espera de que la brisa de la música le roce, le atraviese haciendo que se muevan las ramas de los diferentes instrumentos que toca.
En la obsesiva persecución de esa pasión Ayers termina despeñándose por el precipicio de la realidad, viviendo al margen del mundo de la vida cotidiana convertido en uno de los setenta mil vagabundos que habitan las calles de Los Angeles.
Y es allí donde López le encuentra siguiendo el delgado y áureo hilo de su música una mañana en la que su mente está abierta y a la búsqueda de nuevas ideas con las que escribir nuevos artículos para su columna.
Este encuentro fortuito nos lleva al segundo aspecto que encuentro más interesante de esta hermosa película: el modo en que se relacionan López y Ayers.
La historia propone una visión del mundo, de la ciudad, en progresiva deshumanización que se manifiesta entre otras cosas en el modo en que las personas se relacionan las unas con la sotras: casi siempre desde la utilidad, casi nunca desde el acercamiento sincero y abierto. Incluso, al principio, hay un veterano periodista que comenta que, en realidad, la gente ya no se interesa por nada.
Este es para mí el centro de la historia: el modo en que se fragua la difícil relación entre López y Ayers.
En un principio, Ayers será una entrada más en su lista de posibles ideas para artículos, una última entrada que sólo se decidirá a explotar cuando el resto de posibilidades aparezcan tachadas. En este sentido, López se interesará por Ayers desde la utilidad, desde la necesidad, buscando el grado de implicación/preocupación suficiente como para que el objetivo pueda ser cumplido. Pero, poco a poco, la intensa complejidad de Ayers hará imposible una aproximación controlada. El vagabundo demandará de él una implicaicón más profunda que, en un principio, Ayers no estará dispuesto a dar.
De pronto, López se convertirá en el asidero que el vagabundo ha encontrado en su caída libre por el barranco de la realidad y esta nueva situación demandará de él una responsabilidad, un sacrificio que implican una relación tan directa y tan verdadera como la que Ayers tiene con la música.
Y es esta confusión de López cuando la autenticidad está llamando a la puerta de su coraza personal uno de los más aspectos más interesantes de la película. Ya que, y como hombre de su tiempo, no está acostumbrado a relacionarse así.
El tercer aspecto tiene que ver con el soberbio trabajo de Foxx y Downey jr, dos grandísimos actores capaces de dotar a sus personajes de una intensidad profundidad que no sólo descansa en su capacidad para lo verbal sino en su inmenso talento para lo no verbal, las miradas y gestos que iluminan con verdad a sus dos personajes.
Para muestra esta hermosa y memorable escena que expresa con precisión la relación líbre y aérea de Ayers con la música y en la que también brilla la música de Dario Marianelli... la mirada final de Robert Downey jr, vale más que un millón de palabras.
Magnífica y emocionante película.
sábado, octubre 23, 2010
"Por supuesto soy consciente de que la idea del sacrificio no es muy popular hoy en día. Casi nadie tiene el deseo de sacrificarse por otra persona o por alguna cosa. Lo que resulta decisivo son las implacables consecuencias de ese comportamiento: la pérdida de la personalidad, sustituida por un egocentrismo aún más acusado que el que impregna ya muchas relaciones interpersonales y también las de muchos grupos de población en su convivir con otros, incluso con sus vecinos. Y sobre todo la pérdida de la última oportunidad existente para dar espacio al desarrollo interior en vez del progreso material, posibilitando así de nuevo una existencia llena de dignidad"
(Esculpir en el tiempo, Andrei Tarkovski)
(Esculpir en el tiempo, Andrei Tarkovski)
No te busques a ti mismo, porque nada encontrarás.
No te busques a ti mismo, busca a quienes te buscan.
La clave que te descifra siempre la tienen los otros, los demás.
Hay una psicología ideológica y capitalista que nos obliga a buscarnos, a poner nuestro yo y su realización por delante y por encima de todo.
El mecanismo de dominación es perfecto.
Buscarse a sí mismo es un viaje en un vehículo de una sola plaza y el resultado siempre es la soledad. En la propia búsqueda de cada uno, nadie puede acompañar. Sólo las cosas pueden hacerlo, las cosas del supermercado infinito. Comprar y tener. Tener y comprar.
El sistema nos hace solos aunque a la espera y mientras nos perseguimos la cola de la propia sombra en una inmensa sala de espejos encontramos el sueño que las cosas nos proporcionan.
Sueños pequeños y escasos, huesudos y raquíticos que se nos agotan rápido y enseguida tenemos que cambiar.
Porque el resultado de estar con uno mismo siempre ha sido soledad.
Como bien escribía Charles Sanders Pierce en su concepción triádica del signo (y por lo tanto del proceso de significación), en la relación de significado entre lo representado (cosa) y lo que lo representa (signo) siempre es necesaria la presencia de un tercer elemento (interpretante) que, precisamente, hace posible con su presencia ese sentido proporcionando las claves para la relación entre el signo y la cosa, haciendo posible esa relación que jamás podría existir por sí misma. Y es necesario el interpretante porque el sentido no es un concepto absoluto sino relativo, como obra humana que es está sujeto a los rigores que imponen el espacio y, sobre todo, el tiempo
Nuestra búsqueda se sentido siempre necesita un intérprete, de lo contrario jamás tendremos conciencia de entender y entendernos.
Como animales sociales que somos, el sentido de nuestro sentido siempre radica en ese otro que nos mira, que nos comprende y que nos hace sentir que somos comprendidos.
Y la sociedad de consumo nos vuelve del revés, convierte los efectos en causas obviando la existencia de ese interpretante, haciéndonos creer que la relación de cada uno con nuestro sentido es directa, sin mediación... para posteriormente, ocupar ese lugar que nos ha hurtado con su propuesta sin fin de objetos y materia.
La consecuencia directa es que, finalmente, ese sentido que buscamos y necesitamos los encontramos en las cosas en un tío-vivo sin fin de mundos de quitar y poner donde el paisaje hace a las figuras y no las figuras al paisaje.
Emocionante e inolvidable lectura la de "Esculpir en el tiempo".
Y lo peor de todo es que las conductas desviadas son mayoritarias, abundan los egos colonizadores e imperialistas que no se detienen ante nada y ésto tiene un perverso efecto multiplicador ya que, por instinto, tendemos a pensar que lo más repetido es lo correcto, olvidando que la sociedad de consumo ha colonizado todos y cada uno de los aspectos de la realidad convirtiéndola en el terreno donde se desarrolla su juego, un juego que tiene unas reglas y que por cuidadosa superposición topológica ha ocupado de forma metódica el mítico lugar de la realidad.
Y ya va siendo ahora de que aquellos que aún creemos que nos queda corazón nos organicemos en algún movimiento de resistencia por un mundo libre de individualidades en ilimitada búsqueda de sí mismas, constantemente contaminando y destruyendo con su siempre justificado egoísmo el ecosistema emocional.
Una desperada batalla perdida a las puertas de Mordor no estaría mal para empezar... Y si la oportunidad no surge, habrá que salir del camino para encontrarla.
Arde el mar a la espalda de todo,
arde el mar y nadie lo sabe.
Fuego silencioso y frío
que a ese todo consume,
maderas y metales,
miradas y piedras.
Invisible llama salada
que la brisa aventa
yendo y viniendo paciente
en su eternidad serena.
Invisible lengua de lija
que acaricia y, mientras lo hace, quita
sin el menor remordimiento,
sin la menor prisa,
como si fuese puro tiempo
y no parte de su afectada materia.
viernes, octubre 22, 2010
"Parte de su indiscutible permanencia viene del hecho de que el libro es una máquina. Viene de la tecnología del códice. Es decir, es una máquina que comunica palabras de una manera muy efectiva, tanto antes como después de la invención de la imprenta. Los materiales con que ha sido hecho le dan una tremenda resistencia al tiempo. Este libro que tengo en mis manos tiene trescientos años y está en estupendo estado. Aunque el empastado pueda deteriorase más rápidamente, sus páginas aguantarán trescientos o cuatrocientos años más, lo que indica que los libros son el producto del desarrollo de una tecnología muy eficiente. La gente no piensa en eso y cree que los libros están ahí y punto. En segundo lugar, los libros pertenecen a nuestra cultura, están metidos en sus entrañas a tal punto que somos su hechura, somos culturas del libro. Hay que recordar que el códice acompañó la expansión del cristianismo, de modo que el libro está con nosotros desde el surgimiento del cristianismo. No estamos conscientes de cuán profundamente arraigados están los libros en nuestras vidas. El auge de la comunicación electrónica pareciera haber eclipsado esa familiaridad, dándonos lo que yo llamo una falsa conciencia sobre la naturaleza de la información y de la denominada sociedad de la información. Yo sostengo que toda sociedad ha sido una sociedad de la información. Solo que la información se transmitía en otras formas."
(El libro: Fabulosa máquina. Entrevista a Robert Darnton)
(El libro: Fabulosa máquina. Entrevista a Robert Darnton)
Zygmunt Bauman: “La izquierda abandonó a los débiles”
Ya era hora de que alguien se atreviera a decirlo.
Para eso están nuestros mayores, para ser los sabios de la tribu y Bauman lo es.
Ya era hora de que alguien se atreviera a decirlo.
Para eso están nuestros mayores, para ser los sabios de la tribu y Bauman lo es.
jueves, octubre 21, 2010
Fantástico artículo en El Malpensante sobre la poetisa uruguaya Idea Vilariño: Ya no será no
Vidas impares,
encaramadas en la soledad
como precipitadas torres
que se enredan insomnes
sobre afilados acantilados
hasta, en contra su deseo,
terminar por no caer.
Jardines deshabitados
que nadie pasea,
parpadeantes luces de neón
que nadie arregla,
trenes que parten vacíos,
mañanas que nadie contempla.
Vidas al margen,
demasiado humanas,
sin cálculo ni medida,
vidas de monstruos,
vidas impares.
No es menos cierta la vida que se vive de ojos para dentro,
la que se sueña descolgandose desde las nubes hasta las ramas,
la que se siente descalza sin apenas rozar de puntillas el suelo
y pone lo que ostentosamente falta donde claramente no sobra,
la del humo antes del fuego,
la que sin pensarlo sale de la casa por la ventana
saltando por encima del frío y el hambre,
con la mirada inyectada en sueño.
miércoles, octubre 20, 2010
martes, octubre 19, 2010
"Sería falso decir que un artista busca su tema. El tema va madurando en él como un fruto y le impulsa hacia la configuración. Es como un parto. El poeta nada tiene de lo que pudiera estar orgulloso. No es dueño de la situación, sino su vasallo, su servidor; la creatividad es para él la única forma de vida posibe y cada una de sus obras supone un acto al que no se puede negar libremente"
(Esculpir en el tiempo, Andrei Tarkovski)
(Esculpir en el tiempo, Andrei Tarkovski)
ROBIN HOOD
Todas las generaciones de directores cinematográficos desde que el cine existe cuentan con directores que son perfectos conocedores de su oficio, capaces de poner en marcha complejos y punteros proyectos cinematográficos y llevarlos a buen puerto en tiempo y forma, prendiendo en la pantalla un fuego lleno de corrección, preciso, que a nadie defrauda.
Ridley Scott ha devenido a esta condición.
Sus películas son exactas, suceden puntuales como los trenes, incluso llegan a entretener, pero todas y cada una de ellas resultan demasiado frías. Uno echa en falta menos compostura académica, algún despeinado mechón rebosando la pantalla, alcanzando la mirada del espectador. Y este Robin Hood que nos presenta el director británico tiene esa frialdad de un partido de cricket en robots.
Toda la energía, el ánimo que enciende las imágenes que Scott diseña con tiralíneas está en la mirada de ese portentoso actor que es Russell Crowe. Sin él, "Robin Hood" es un deslucido ejercicio de corrección. Scott le necesita para que su película traspase, baje de su marmóreo pedestal y llegue hasta el espectador para tocarle.
La magnética presencia de Crowe mantiene a flote la correcta rutina narrativa que Scott desarrolla.
Del mismo modo que hay películas de productores o de guionistas, hay películas de actores. La practica totalidad de las películas que Crowe ha protagonizado para Scott lo son.
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