sábado, marzo 12, 2016

Y pareciera que las cosas han ido demasiado lejos,
que envejecer es un hecho,
y que, después de todo, ese mar primigenio,
ese sol de la infancia
fuesen cualquier cosa menos ciertos,
enfermizos delirios,
insoportables quimeras,
que se alejan esquivos conforme la mirada
que quiere alcanzarlos se les acerca,
queriendo llevar un poco de aquella fragante y cálida luz
a la helada oscuridad que arrecia
cuando no queda otro remedio
y los ojos se cierran

Algunas reflexiones sobre las elecciones americanas

1.
Comparar a Trump con Hitler vuelve a ser una banalización del nazismo, pero también es una banalización de lo que representa el propio Trump.
La aparición cada vez más frecuente en la política de aventureros como Trump no es otra cosa que la más clara evidencia de la perdida de peso específico que la política como tal está teniendo en la reducción al absurdo que estamos viviendo en nuestras democracias de consumo.
El poder verdadero ya no está en la política y precisamente por esta misma razón personajes como Trump pueden aparecer con posibilidades de éxito.
Si algo se ha banalizado precisamente es la política convertida en la mera administración de un statu quo incuestionable.
Y lo peor no será que gane Trump, lo peor será que cuatro años después comprobemos que realmente no ha habido ninguna diferencia entre lo que hizo Bush y lo que hará Trump.

2
Siempre se pone como ejemplo a la democracia americana precisamente de éso, de democracia pero los factores distorsionantes son muchos.
Desde la tradicional escasa participación a la necesidad de estar inscrito para votar lo que lleva a que el porcentaje de inscripcion descienda conforme se desciende en la clase social... pero también están los superdelegados que suponen un factor corrector desde la estructura de los partidos Republicano y Demócrata a la voluntad popular.
Por así decirlo, los superdelegados representan toda la estructura política: congresistas, senadores, cargos que fueron públicos o que lo son, burocracia de los dos partidos.
Nadie elije a los superdelegados, en el mejor de los casos en algún momento fueron elegidos, y representan una quinta parte de los delegados que elijen el candidato del respectivo partido.
Y esto nos lleva al tercer punto.

3
El candidato demócrata Bernie Sanders lo tiene muy dificil.
Su rival Hillary Clinton cuenta con el confortable colchón que le da el hecho de que la mayoría de los superdelegados demócratas estén de su lado, es decir, todo el establishment político de Washington contra el que Sanders lucha.
Y si bien Sanders está dando una sorpresa detrás de otra, las victorias que está obteniendo no son lo suficientemente grandes como para desactivar el efecto de ese colchón.
Hillary será la candidata, aunque la mayoría de los votantes demócratas no quieran, porque tampoco en la presidencia de los Estados Unidos está ya el poder.

4
Bernie Sanders no es un socialista.
Bernie Sanders recupera toda una tradición demócrata sepultada por el reaganismo desde finales del siglo pasado y esa tradición viene desde Franklin Delano Roosevelt y su New Deal, tradición que representaba más que nadie por su vicepresidente Henry A. Wallace criados todos en un concepto jeffersoniano de los Estados Unidos que a las personas por delante de los intereses de las grandes organizaciones.
Otra cosa es que existiesen puntos en común con planteamientos más izquierdistas y que la maquinaria totalitaria de la guerra fria los aprovechase en su momento para pulverizarlos y presentar al más tecnócrata Truman como candidato.
Bernie Sanders no es un socialista como tampoco Roosevelt lo era.

Cien años de perdón

Habría que revisar la trayectoria cinematográfica del barcelones Daniel Calparsoro, responsable de esta "Cien años de perdón".

Desde "Salto al vacío", firmada en 1995, encontraríamos un cine fuertemente vinculado a la acción y muy centrado en temáticas extraídas de lo más candente de la realidad política y social de nuestro país: Terrorismo, drogas, marginalidad, juventud.

Siempre bien considerado, pero casi nunca respaldado por la taquilla de un país para el que la propuesta de Calparsoro llegó demasiado pronto, desde 2012 intenta hacer más genérico el perfil de sus películas que desde el thriller como manera de contar utilizan lo social y lo candente como combustible desde el que poner en marcha las narraciones.

Y sin duda esta "Cien años de perdón" es el resultado más acabado de esta trayectoria, un punto culminante de madurez en el que el Calparsoro anterior y el presente se dan la mano de manera perfecta.

Y se dan la mano porque en "Cien años de perdón" el thriller se construye sobre el pantanoso terreno de la corrupción que ya se ha convertido en un elemento esencial y estructural de nuestra política.

En un mañana gris y lluviosa comme il faut, un grupo de atracadores irrumpen en una oficina bancaria de un importante banco valenciano.

Poco a poco, el espectador descubrirá que hay una película dentro de la película del atraco: la película de un disco duro que un constructor corrupto tiene guardado en una caja de seguridad del mismo banco.

Sólo la promesa del contenido de ese disco duro hace temblar los cimientos del partido gobernante.

Con este material, Calparsoro construye una narración solvente, que se sigue con interés y que cuenta entre sus grandes aciertos con algún que otro momento de humor que se inserta como un guante dentro de una trama que es cualquier cosa menos una comedia.

Pero lo más importante es que el momento de Calparoso parece haber llegado.

El cambio sociológico que ya se apunta en el resultado de las últimas elecciones también se transparenta en la taquilla.

Hay un nuevo público español que no sólo quiere que le hablen de su pasado, de esa eterna guerra civil todavía espiritualmente sin resolver, sino también de su presente y "Cien años de perdón" lo hace a las mil maravillas.

Hace unos años, cuando se abordaba el tema del escaso o nulo éxito taquillero del cine español, algunos hablaban de su incapacidad para mostrar la realidad del país y conectar con su público; otros sólo consideraban que debía ser protegido del monstruo americano.

Películas como "Cien años de perdón" dan la razón a los primeros.

El país está cambiando y empieza a no ser un país para bipardidistas viejos.


jueves, marzo 10, 2016

Aun se enciende la noche.
Todavía hay vida en el pecho.
Y jamás fue una opción detenerse,
llorar por ese caído,
que casi siempre es uno mismo,
en el siempre incierto combate
que libran, con demasiada poca esperanza,
las almas contra los cuerpos.
Así pues levántate,
anda,
tropieza
y, lo que es más importante,
vuelve a caer sin miedo.
Cualquier cosa menos permanecer
quieto en el dolor,
malgastando un tiempo que se ensimisma,
se acumula remansado,
transmutándose en turbia y venenosa lágrima,

que además sólo bebes tú.

domingo, marzo 06, 2016

Calvary

Tradicionalmente no ha tenido nada de divertido ser irlandés, pero, y aún así, los irlandeses se las han arreglado para, como corresponde, tener su propio sentido del humor.

El humor irlandés es  mi entender, bastante parecido al español: socarrón, ácido, negro y con un punto de agresividad.

Y en esa agresividad casi inevitable se transparentan las vidas difíciles que generaciones de irlandeses han llevado dentro de un mundo donde las desigualdades de clase han ejercido tradicionalmente su particular y cruel ley de la gravedad de manera patente.

En su inicio "Calvary" nos muestra a su protagonista, un sacerdote llamado James, recibiendo una amenaza de muerte en su confesionario.

A lo largo de la película el espectador descubre la ironía que encierra esa amenaza, ironía basada en el contraste que representa su bondad respecto a toda la maldad y negrura que representa la iglesia católica, maldad y negrura encarnada en los abusos a menores tan "de facto" tolerados por su estructura.

Porque lo que la película nos cuenta es el calvario particular que el bondadoso James vive enfrentado a su sentencia de muerte pero, y sobre todo, a un mundo conflictuado y cruel encarnado por la pequeña comunidad que asiste a misa en su parroquia convertida en metáfora de todo un mundo difícil y complejo en el que parece no haber lugar para alguien como James,,, ni tampoco para el dios que representa.

Y pareciera que por la mano ejecutora de su asesino ese mundo quisiera eliminarle por precisamente constituirse en una intolerable e incómoda presencia.

Porque la esencial maldad que el padre James ofrece a su entorno es mantener abierta la improbable posibilidad de otro mundo diferente, más acorde con la verdadera palabra del dios de los cristianos.

Y hasta cierto punto la tensión que viven el cura y su asesino es la misma que viven el contramaestre de la fragata de su majestad Bellipotent y el marinero Billy Budd en la magnífica novela corta de Herman Melville titulada "Billy Budd, Marinero".

La exhibición que Bily Budd hace de lo mejor de las cualidades del ser humano provocan en el depravado contramaestre una insoportable reacción de rechazo y odio, como si una vez que se acepta que la oscuridad y el mal son la materia constitutiva de este mundo la sola posibilidad del bien se convirtiese en una insoportable visión.

Como el contramaestre, ese anónimo asesino del padre James cree intolerable su presencia por todo lo que representa. Una presencia que traza una línea que separa la luz de la oscuridad, conminándole a ocupar un lugar dentro de un espacio que sin James sería uno e indivisible,

Sin James las cosas serían lo que son, como se aparecen, naturales e incuestionables.

Y lo que "Calvary" nos cuenta es precisamente el calvario que es para un hombre bueno como James la vida en un mundo habitado por personajes que viven en esa oscuridad a la que sus vidas les condenan.

No importa demasiado esa amenaza de muerte que recibe el protagonista, aunque la película se construye como un cuenta atrás durante una semana.

Importa más el diario contacto que James tiene con ese mundo tan alejado del dios de los cristianos (un mundo paradójicamente habitado por cristianos) y del cual esa amenaza se convierte en expresión metonímica.

En este sentido, "Calvary" se convierte en una película demoledora contra la propia cristiandad estableciendo la posibilidad de una diferencia, de una neurosis, en todos esos cristianos que dicen que lo son aunque ese ser no esté suponiendo nada para un mundo que cada vez está más lejos de la palabra de su dios.

Un dios que quizá esté ya muerto, asesinado como el padre James por sus propios hijos que siguen yendo a misa todos los domingos.

Y la ironía, la gracia está ahí.

Quizá, se necesario ser irlandés para sonreír (una sonrisa amarga por supuesto).

Yo lo encuentro gracioso y me gusta la Guinness. Ergo debo tener algo de irlandés.

Toda una inteligente y elegante bomba de profundidad,

Muy, muy interesante.

sábado, marzo 05, 2016

La parte maldita. Georges Bataille.

Del carácter natural del gasto improductivo...

“Partiré de un hecho elemental. El organismo vivo, en la situación que determinan los juegos de la energía en la superficie del globo, recibe en principio más energía de la necesaria para el mantenimiento de la vida. La energía (la riqueza) excedente puede ser utilizada para el crecimiento de un sistema (por ejemplo, un organismo). Si el sistema no puede crecer más, o si el excedente no puede ser absorbido por entero por su crecimiento, hay que perderlo necesariamente, gastarlo, voluntariamente o no, gloriosamente, o, por el contrario, de forma catastrófica.”

Tenemos que hablar

Es difícil escribir de algo que no te interesa nada... pero también es un reto y así me lo voy a tomar: como un reto.

Por un lado, no soy nada fan de las comedias románticas. Llamadme tonto, pero, por lo que sea, no soy nada partidario de ver cómo la gente se enamora, se desenamora y luego vuelve a enamorarse y tal y esas cosas.

El trailer de la película, imbricando la historia en la crisis económica del país, me llevó a pensar que viendo "Tenemos que hablar" podría ver algo diferente, con reminiscencias de Fernan Gomez, Alcoriza o Berlanga... Y además estaban Verónica Forqué y Oscar Ladoire, dos grandes actores de comedia...

Quién sabe! Quizá alguien habría procesado con inteligencia la historia social reciente de mi país!

En fin, uno nunca pierde la esperanza... pero no.

Una vez dentro del cine, "Tenemos que hablar" me reveló su desesperante condición de "un ladrillo más en el muro". Un ladrillo construido además sin demasiado talento para la comedia porque si algo tiene que tener la comedia es ritmo. Para que te hagas una idea, el género más parecido a la comedia es el musical y de ahí hacia arriba.

Pero salta a la vista que David Serrano, el director de "Tenemos que hablar", tiene otras ideas al respecto, ideas que respeto pero no comparto, ideas que me llevan a aburrirme un poquito con una película que además es bastante previsible en su desarrollo y desenlace.

No se qué pasa, pero, y a tenor de las últimas que he visto, tengo la sensación de que el cine español ha olvidado hacer comedias.

Igual es que el horno no está para bollos y ese sentimiento ya nos sale a todos son querer, en la mejor línea del acto fallido... porque exactamente eso es lo que me parece "Tenemos que hablar": un acto fallido salvado del desastre por el improbo esfuerzo de los actores por dar entidad a personajes que en absoluto la tienen.





domingo, febrero 28, 2016

Deadpool

No cabe la menor duda de que la traslación al cine de Deadpool, uno de los héroes de papel más iconoclastas y antitodo lo apolíneo que estos representan, está a la altura del personaje.

Desde los sorprendentes créditos iniciales en el que no aparecen personas sino tareas y descalificaciones dirigidas a las personas que las han desempeñado, la película se presenta al espectador con vocación de diferencialidad.

Y aunque, no no engañemos, "Deadpool" nos cuenta la misma historia de siempre; lo cierto es que consigue su propósito de ser distinta contándose casi toda mediante un flashback bastante bien resuelto que marida presente y pasado del personaje; todo siempre expresado en un tono de cínico desparpajo extremo que por lo poco habitual resulta entretenido y fresco

En cualquier caso, lo importante de la película es precisamente el personaje que la protagoniza: un mercenario que por causa de un cáncer acaba aceptando formar parte de un programa dedicado a convertir a los seres humanos en mutantes.

De ese programa saldrá Deadpool, un personaje informal y cínico que con calculado descuido pasea la delgada línea que separa el bien y el mal sin importarle demasiado el lado en que se encuentra.

Otra variante del antihéroe egoísta siempre candidato a mostrar retazos del corazón de oro que el espectador sospecha atesora.

Pero lo cierto es que, con mucho acierto, "Deadpool" se las arregla para contar la misma historia de siempre, aunque en este caso el mal no se enfrente al bien sino a un graciosillo personaje cuya posición en ese continuo es tan incierta como la del electrón.

Entretenida sin más.

Tampoco nos volvamos locos.

sábado, febrero 27, 2016

El pacto de los listos

Si algo se le ha dado bien al  PSOE  a lo largo de toda su historia es eso que Maquiavelo describió tan bien y que se llama el "realismo político".

Sólo así el partido que trajo a nuestro país el neoliberalismo puede todavía pasar impunemente por socialista y de izquierdas.

En este sentido no puedo detestar más a una organización política que precisamente, en virtud de ese realismo político, ha prostituido los valores de la izquierda convirtiendose con su dar una de arena y cien de cal (pero vendiendo muy bien la de arena) en uno de los actores más dañinos de la historia reciente de nuestro país.

Porque al final el PSOE es sobre todo ese Felipe González, gordo como el solo, sentado sobre la cubierta de su yate.

No es otra cosa, pero, y aun así, le reconozco esa virtud tan maquiaveliana de moverse según soplan los vientos aparentando siempre una virtud ideológica gritada a los cuatro vientos de manera ostentosa.

Y este pacto firmado con Ciudadanos es un nuevo ejemplo de su condición de animal político empeñado con talento en la supervivencia.

Porque si alguna linde traza la firma de este pacto es la linde que separa los tontos de los listos.

Y dejando de lado la posibilidad de que este pacto implique la realidad de formar gobierno, ya que es un pacto dependiente de la posición de otros, lo que de verdad sienta es un precedente que los posiciona a ambos desde el lado de la construcción y los acuerdos, algo que los electores demandan de sus elegidos y que sin duda será un arma decisiva en las, de celebrarse, próximas elecciones.

Así, la firma de este pacto que por sí solo no es suficiente es de todas luces un movimiento ganador desde el realismo político.

De no haber elecciones, sienta las bases para generar la posibilidad de un gobierno y de haberlas posiciona a los firmantes en el lado luminoso de la posibilidad y la construcción.

Los otros dos, PP y Podemos, quedan en una posición dificil, complicada de explicar en el mundo de consignas en que se ha convertido la comunicación política porque exige contar una historia larga, la de las razones para no pactar que exige atención y concentración a un electorado que no está acostumbrado a los matices que siempre implican los grises.

Y en este sentido nada como una historia de buenos y malos en la que los buenos son los que pactan y los malos, por las razones que sean, no quieren pactar.

Nada puede competir con esto y por eso los listos se reúnen y firman lo que sea, saben que lo importante es el hecho de escenificar el acuerdo aunque el pacto todavía no sirva realmente para gobernar e implique la necesaria aquiescencia del Partido Popular.

Y como metáfora el hecho objetivo de que cada uno de los firmantes ha subido un documento diferente a su web.

No Importa lo que se firma, lo importante es tener algo firmado que enseñar.

Natural Born Killers

Por encima de todo, "Natural Born Killers" es una reducción al absurdo desde el exceso de toda una cultura como la norteamericana basada en la violencia.

Algo que es bien sabido por todos y que con naturalidad forma parte del aire simbólico que cada día respiramos a través de los terminales mediáticos.

Y para mi gusto ese loco exceso, que es la principal y más poderosa seña de identidad de la película, eleva a "Asesinos natos" al nivel de obra de arte, una obra de arte que nos expresa la violencia de una manera violenta y que coloca al espectador en una incómoda posición, exponiendole a las últimas consecuencias de las imágenes y significados que con naturalidad ha venido consumiendo.

En este sentido, "Natural Born Killers" tiene el poder mágico de ser capaz de liberar los salvajes demonios de la cultura norteamericana, ese lado oscuro que ha hecho de la muerte y la violencia en un objeto de consumo y de indirecta adoración.

No es de extrañar que alguien como Quentin Tarantino quién no viene haciendo otra cosa que intentar estilizar desde la adoración esa perversión se distanciara de un proyecto en el que inicialmente participó escribiendo el guión; mostrando precisamente esas limitaciones que condicionan severamente su carácter de creador, relegándole a la de mero productor de imágenes para el consumo rápido que es.

"Natural Born Killers" es cine político, que va directamente a la raíz de una sociedad enferma que, como Dorian Gray, el personaje de Oscar Wilde, se las arregla para ocultarnos la miserable condición de su rostro bajo una calculada simulación de la belleza.

Es una película que en absoluto puede gustar.

Su objetivo es otro: iluminar zonas oscuras de nuestra sensibilidad e inteligencia.

Ecce homo!

Imprescindible.

viernes, febrero 26, 2016

Zoolander 2

Desde la segunda parte de El Padrino hay poco que esperar en general de las películas que acompañan su titulo con el número 2.

La segunda parte de Zoolander es otra muestra de la verdad que encierra la afirmación anterior.

Porque poco o nada se puede esperar de Zoolander 2 salvo recuperar una serie de personajes de los que el espectador guarda un buen recuerdo por haberles disfrutado en una historia mucho más brillante y divertida, de culto.

Poco más porque esta segunda parte de Zoolander no es mas que una sucesión de chascarrillos y bromas más o menos afortunadas, aderezadas por un desfile de personajes famosos tanto del espectáculo como de la moda que se van sucediendo con más pena que gloria en la mayoría de los casos.

Ya no hay efecto sorpresa y en algunos momentos tampoco existe la capacidad para sorprender.

Sólo se trata de amortizar, de agotar el crédito de un producto que en su momento fue consumido por el espectador con gusto.

Puro consumo hasta sus últimas consecuencias y en el sentido más brutal de la palabra.

Inicialmente, y antes del siglo XX, la palabra "consumo" se usaba en medicina para indicar el progresivo desgaste del cuerpo. Se usaba mucho para diagnosticar la muerte de enfermos que padecían enfermedades como la tuberculosis.

Entonces, uno se moría de consumo, del progresivo proceso de agotamiento de la salud, de la fuerza vital al que la enfermedad sometía al paciente.

Esta segunda entrega de Zoolander consume completamente el crédito acumulado como consecuencia de las cosas buenas que tenía la primera.

Nada más.

jueves, febrero 25, 2016

Everything will be fine

Llevaba desde 2008 Wim Wenders sin filmar una película de ficción y tan contento que estaba yo porque desde principios desde la década de los noventas, seguramente desde "Lisbon Story", el alemán no había firmado una película que estuviera a la altura de su talento.

Y parecía que Wenders había encontrado su camino en el documental firmando títulos tan brillantes como "Pina" (2011) o "La sal de la tierra" (2015), pero ha decidido volver en 2015 con esta "Everything will be fine" que terriblemente me muestra que uno de los creadores cinematográficos que más admiro ya tiene muy poco que contar.

Seguramente Wenders padece esa tensión que aqueja a muchos creadores entre la necesidad de expresarse y la necesidad casi industrial de producir.

Todos los años no siempre hay algo nuevo que contar, pero sin embargo sí existe la necesidad de hacer una nueva película seguramente porque hay que ganarse la vida y en el carnet de identidad pone que se es director de cine..

Y claramente "Everything will be fine" es un aborto fruto de esa tensión.

Porque lo peor que tiene es su ánimo flojo, desganado, depresivo, rutinario que hace que la película no sea capaz de interesar más allá de la capacidad que Wenders aun conserva de producir algún plano, algún encuadre brillante.

Salta a la vista que en "Everything will be fine", Wenders no tiene en realidad nada que contar, cosa que resulta completamente contradictoria con el ambicioso propósito de la historia, muy en la línea de los temas que interesan a Wenders (el viaje o la vida como viaje) y que es contar la vida de un escritor desarrollándose durante un largo lapso de tiempo, el modo en que los personajes salen y entran en su vida.

Sin duda, otro Wim Wenders habría hecho con este material una película más brillante, seguramente protagonizada por Bruno Ganz o Rüdiger Vogler y fotografiada en blanco y negro por Robby Müller, pero tiene pinta de que ese Wenders se ha perdido o ya no existe.

Me quedo con la primera opción.

"Everything will be fine" es la constatación de que no hay nada más triste que querer contar algo sin tener nada que contar.

Muy decepcionante.

domingo, febrero 21, 2016

Ofensa y respeto

En un país tan espiritualmente atrasado como es el nuestro, es normal que el tema de la ofensa ocupe un lugar tan primordial y relevante.

Juan Escoiquiz fue el preceptor que Godoy eligió para dirigir la educación de Fernando VII y como casi todas las decisiones que tomara aquel, ésta no tardó en demostrarse como catastrófica.

Escoiquiz se convirtió en un maquinador de intrigas que, desde la barbarie muy propia del antiguo régimen, aplicó la inmoralidad no sólo a su vida sino a las vidas de los demás.

Pues traigo a colación a este Escoiquiz por ser él mismo vehículo de un pensamiento tradicional en el que el honor y su ofensa eran parte esencial.

En su "Tratado sobre las obligaciones del hombre" escrito en 1821, Escoiquiz escribe que entre esas obligaciones se inscribe el no ofender al otro en manera alguna, describiendo un repertorio de tres maneras posibles de ofender: persona, hacienda y honra.

Escribe Escoiquiz que:

"No hay cosa más importante ni más preciosa que la reputación; y así el quitarla a otro es muchas veces mayor delito que ofenderle en su hacienda o en su persona. Por consiguiente cualquiera, así como debe cuidar de su propia fama con el mayor esmero, debe guardarse de perjudicar a la ajena"

 Escoiquiz, un hombre del antiguo régimen, no vivía en un mundo en el que la libertad fuera parte esencial. Todo lo contrario. Vivía en un mundo cerrado en el que el control social era fundamental y ese control precisamente se ejercía por el seguimiento de un canon de pensamiento único medido a través de la expresión.

Porque la ofensa siempre era consecuencia de una falta de respeto que, a su vez, era consecuencia, de la no expresión de un orden establecido mediante la palabra

Y parece que más de dos siglos después hay personas que todavía piensan como Escoiquiz: poniendo por delante el efecto que la libre expresión de los demás tiene sobre su manera de pensar que esa misma libertad de expresarse.

Y escribo todo esto porque la obligación de no ofenderse debiera formar parte de los deberes de un ciudadano que forma parte de una sociedad abierta, acostumbrada desde el respeto a debatirlo todo.

La ofensa se produce porque alguien cree que hay cosas de las que no se puede hablar, que no se pueden tocar pero que ante sus ojos se sacan de los sagrarios y se manosean,

Así, la ofensa se convierte en una manera de impedir al otro que hable libremente de aquello de lo que no se debe hablar,

En el tema de la ofensa colisionan dos mundos: el que cree que hay cosas de las que no se debe hablar porque están más allá del hombre y el que cree que, desde el respeto, todo es susceptible de ser debatido.

Hay personas que creen que hay cosas de las que no se puede hablar y otros que creen que se puede hablar de todo.

Seguro que pocas eran las cosas que ofendían a un humanista como Montaigne, consciente siempre de no estar nunca en lo cierto, pero la raíz de la ofensa precisamente está ahí: en la certeza de una verdad absoluta que no debe ser manoseada y ensuciada por la palabra del hombre.

Algo bastante medieval cuya sombra se proyecta hasta nuestros días buscando que de algunas cosas no se pueda hablar,

La obligación de no ofender al otro va en paralelo a otra obligación: la de no ofenderse con las palabras de ese mismo otro.

La voluntad de escuchar y enfrentarse a la relatividad del propio pensamiento, a la posibilidad de no estar en lo cierto debería por si sola impedir que nos sintiéramos ofendidos.

La voluntad de saber debiera llevarnos a no impedir que el otro hable, a querer escuchar.

Una de las grandes lecciones que Montaigne ofrece a la posteridad es aceptar la falibilidad, el relativismo, el fracaso, el error como parte consustancial al propio pensamiento librándolo del oscurantismo que siempre trae consigo la infalibilidad del dogma.

¿Prefieres a Escoiquiz o a Montaigne?

¿Prefieres que el otro calle o escuchar?

Taxi Teheran

Desde 2010, el cineasta iraní Jafar Panahi está en arresto domiciliario y tiene prohibido hacer cine, que es lo que más quiere.

No obstante se las ha venido arreglando para hacer películas por encima de la prohibición de las autoridades islámicas de su país: "Taxi Teherán" es su última escapada de la prisión.

Queriendo parecer un documental y con la colaboración de un grupo de valientes amigos que no han dudado en aparecer en la película, el propio Panahi se convierte en un taxista que recorriendo las calles de Teherán va dando cabida en su taxi a un variado y caleidoscópico material humano.

A través de esa sucesión de personas, Panahi tiene ocasión de abordar toda una serie de temas que van desde la propia censura hasta la situación de la mujer en el Irán de la revolución islámica.

El resultado es un poderoso y muy atractivo retrato del Irán islámico.

El taxi que Panahi conduce se convierte en la cerradura a través de la cual el espectador puede mirar y ver algo que no es demasiado habitual: las calles de Teherán y la diversidad de sus gentes expresadas en las palabras de las personas que parecen convertirse en actores improvisados cuando entran en el taxi.

Pero no hay nada de improvisado en "Taxi  Teheran"

Se trata de una obra de ficción en la que Panahi utiliza la apariencia documental para una vez más volver a los temas que son la espina dorsal de su cine: la critica social, el papel de la mujer, la censura... ,aspectos todos que la han conducido a la situación de represión en que se encuentra.

En este sentido, "Taxi Teheran" es un ejercicio político, estilistico y narrativo de primer orden, que juega de manera muy inteligente con las complicadas relaciones que el cine, un arte que se basa en las imágenes, tiene con eso que llamamos lo real que esas imágenes muestran o representan.

Un tema complejo dado que la propia constitución de la realidad tiene siempre algo de simbólico, de sentido que ponemos en ella dado que siempre nos dirigimos a las cosas por y para algo, desde un determinado punto de vista.

En cualquier caso, se trata de un terreno complejo en el que una persona tan inteligente y talentosa como Panahi se las arregla para sacar partido y valor del montón de zonas grises y confusas que lo constituyen.

Así, "Taxi Teheran" se convierte en un brillante ejercicio de talento, una poderosa ironía que Panahi lanza a sus carceleros.

La respuesta de la inteligencia a la barbarie.

La real imposibilidad de encarcelar la libertad si el espíritu que quiere ejercerla es verdaderamente libre.

No sé si Pablo iglesias va a poder, pero desde luego Panahi puede. Montado en esta maravillosa "Taxi Teheran" cabalga de nuevo con un par.

Extraordinaria.

sábado, febrero 20, 2016

La gran apuesta

Resulta curioso que un medio de expresión tan dependiente del dinero... y de los bancos como el cine, pueda producir productos que precisamente, y con gran dureza, ponen en tela de juicio al propio sistema bancario.

Y partiendo de este punto podríamos empezar a generar un discurso luminoso, y desde el concepto de las libertades, acerca de las bondades de nuestras democracias de consumo, pero eso sería caer en la misma mierda de siempre. Porque lo cierto es que la existencia de outputs como "La gran apuesta" pone por obra uno de los aspectos más brutales del capitalismo: su capacidad incluso de devorarse a sí mismo si hay un posible beneficio de por medio.

La libertad ya no es una variable independiente.

Se ha convertido en una variable dependiente: es posible si es monetizable.

"La gran apuesta" nos cuenta algo que ya conocemos: el proceso de generación de la burbuja financiera inmobiliaria y su inevitable estallido.

Y lo hace desde su mismo core, y con mucha originalidad.

Sus protagonistas son una serie de heterodoxos que, desde dentro del mercado, descubren algo que hubiera sido evidente para todos de no mediar la opacidad del velo de avaricia que toda fiebre del oro trae consigo.

Las finanzas se habían puesto por delante de la economía real y se estaban regalando hipotecas a personas incapaces de pagar sus deudas  a poco que las cosas se complicasen.

Sobre esas hipotecas se creó un castillo de naipes de productos financieros cuyo punto central eran las CDO, Obligación Colaterizada de Deuda y contra cuyo mayor o menor riesgo se creó un mercado virtual de productos que apostaban a favor o en contra.

"La gran apuesta" nos cuenta cómo una serie de personas, desde dentro del mercado y por separado, descubren la debilidad de estos productos y deciden apostar en su contra creando otro producto: la permuta por incumplimiento crediticio.

Básicamente, apuestan contra la tendencia del mercado a que esos productos se derrumbarán.

Pero lo peor no es la subyacente y total falta de escrúpulos del sector financiero, lo peor es la segunda parte: su corrupción.

Porque lo que "La gran apuesta" también nos cuenta es el tiempo que la burbuja alcista se mantuvo de manera artificial, sostenida por todos aquellos que se beneficiaban hasta que las cosas se hicieron muchos peores y fue inevitable el desplome.

Porque, y aunque las hipotecas que presuntamente debieran sostener el valor de esos productos dejaban de pagarse en masa, esos productos fueron creciendo en valor al mismo tiempo que realmente lo perdían buscando encontrar algún idiota a quien endosarselos.

El sistema sólo se regula desde dentro cuando ya ha ido demasiado lejos. Mientras tanto la corrupción mantiene la locura en un giro loco de virtualidad.

Es terrible.

Y mucho más terrible es que, una vez se pone en evidencia lo que "La gran apuesta" revela, todavía se hable impunemente de la autorregulación de los mercados financieros.

Una prueba más del mundo enloquecido en que vivimos.

Las ovejas dan libertad al lobo.

Aunque parezca mentira, "La gran apuesta" es una magnífica película, que se las arregla para contar de manera interesante y amena un tema complejo: la corrupción forma parte ya de nuestras vidas.

Y tan contentos que se nos ve.

Después de todo, un día de estos nos podría tocar la lotería.

Muy interesante.

viernes, febrero 19, 2016

Los límites del mercado. Karl Polanyi

“Respecto del ser humano, se nos hizo aceptar la herejía de que sus motivaciones pueden ser descritas como materiales e ideales, y que los incentivos sobre los que la vida cotidiana se organiza surgen de esas motivaciones materiales. Tanto el liberalismo utilitarista como el popular marxismo favorecieron esas visiones.
Respecto de la sociedad, se propuso una doctrina gemela en la que sus instituciones estaban determinadas por el sistema económico. Esta opinión fue incluso más popular entre los marxistas que entre los liberales.
Bajo una economía de mercado, ambas afirmaciones eran por supuesto verdaderas. Pero sólo bajo esa economía… Pero bajo la influencia de las escuelas actuales de pensamiento, reforzadas por la autoridad de la ciencia y la religión, de la política y de los negocios, este fenómeno estrictamente limitado a un periodo temporal acabó siendo entendido como intemporal, trascendiendo la época del mercado.”

Laura

Siempre ha funcionado muy bien la mezcla de géneros.

Dirigida en 1944 por Otto Preminger. "Laura" es un magnífico ejemplo de ese mestizaje o, mejor dicho, de una combinatoria que siempre implica que elementos de un género se incrusten en otro que les sirve de contexto y guía.

Entonces se produce el fenómeno simbiótico, la transferencia de valor que suma y enriquece.

Mientras el uno ofrece espacio y contexto para la narración, el otro ofrece el core emocional, la energía dramática que se vehicula a lo largo de esa narración dotándola de la fuerza y energía necesaria.

En el concreto caso de "Laura", una narración localizada dentro de los estándares del cine negro, la investigación policial de un asesinato, poco a poco va mostrando el oscuro corazón de un drama psicológico basado en la dependencia y la posesión.

Y el punto de contacto entre ambos espacios es el personaje que da nombre a la película: la fascinante y hermosa Laura en quién la limitada actriz Gene Tierney encontró el papel más importante de su vida.

Poco a poco, la investigación del detective McPherson, contada en magníficos diálogos, como esculpidos en diamante, va rebelando lo insano de la relación que une a Laura con su mentor, Waldo Lydecker; una relación que muestra la cara perversa y oculta que encierra todo Pigmalion: la tentación de apropiarse del otro hasta convertirlo en un objeto.

Cuando el maestro enloquece, el alumno se convierte en algo mucho menor que una persona, en una suerte de obra propia.

Y esta es la base del drama mortal que respira en cada plano de esta magnífica película.

La obsesión convertida, como el asesinato, en una más de las Bellas Artes.

Obra maestra.

miércoles, febrero 17, 2016

Los limites del mercado. Karl Polanyi.

“Pero la proposición aparentemente simple de que todos los factores de producción deben estar en mercados libres implica en la práctica que toda la sociedad debe estar subordinada a las necesidades del sistema de mercado. Entre los factores de producción están la tierra y el trabajo, pero ambos sólo pueden ser tratados como mercancías bajo una base más o menos ficticia: puesto que el trabajo significa los seres humanos en los que consiste la sociedad, y la tierra es sólo otra palabra para la madre naturaleza gracias a la que los seres humanos subsisten. En la tentativa de establecer una economía de mercado separada dentro de la sociedad, toda la sociedad se subordina a las necesidades de una economía de mercado. Casi sin darnos cuenta una cosa completamente desconocida nace: una sociedad económica, es decir, una sociedad humana basada en el supuesto de que la sociedad sólo depende de bienes materiales para su existencia.


Esta suposición es manifiestamente falsa. La seguridad de la vida es tan vital como a comida diaria, tampoco hay una preferencia definida por el pan y la mantequilla si la alternativa es ser matado fulminantemente. Pero si una sociedad quiere existir permanentemente hay una serie de requisitos que debe cumplir tales como unas relaciones estables con nuestro entorno: la naturaleza, nuestros vecinos.. y una perspectiva de futuro lo suficientemente estable como para desarrollar los fundamentos del carácter y la crianza de una nueva generación. Ciertamente estos requisitos no pueden ser sustituidos por la abundancia de bienes materiales”

domingo, febrero 14, 2016

The spectacle of skill. Robert Hughes

"¿Qué es lo que ha perdido nuestra cultura en 1980 con respecto a lo que la vanguardia tuvo en 1890? Efervescencia, idealismo, confianza, la creencia en que había un montón de territorio para explorar, y sobre todo el sentido de que el arte, en su más desinteresada y noble expresión, es capaz de encontrar las metáforas por la que una cultura en cambio radical podría ser explicada a sus miembros"


"What has our culture lost in 1980 that the avant-garde had in 1890? Ebullience, idealism, confidence, the belief that there was plenty of territory to explore, and above all the sense of art, in the most desinterested and noble way, could find the necessary metaphors by which a radically changing culture could be explained to its inhabitants."

Besos

Besos robados a la muerte.
Besos carnívoros, densos,
lentos, profundos.
Besos sobre el acantilado,
en el final de la noche.
Besos desesperados,
temerosos de que la nueva luz,
que ya precisa firme
el perdido contorno de las cosas,
todo lo pulverice.