sábado, enero 16, 2016

Joy

No se qué pensar de "Joy".

No puedo creer que sea un final feliz el que veo y si lo es el mundo en que vivimos está mucho más enfermo de lo que pensamos... y por extensión nosotros mismos.

La nueva película de David O. Russell nos cuenta la historia de Joy, un ama de cada de extracción humilde que, cargando con sus mil y un complejas circunstancias, consigue perseverar y salir adelante en un mundo lleno de trampas y peligros, en el que todo se mide por el dinero y la ambición.

Está muy bien el modo en que la película nos cuenta el tortuoso y difícil camino en el que agarrada únicamente a su talento y a su fuerza de voluntad Joy cosigue llegar a lo más alto donde le aguarda otra lucha: la no menos interminable defensa de lo conseguido frente a las ambiciones de los otros.

Es bastante chungo el mundo que contextualiza la historia que se nos cuenta en "Joy" y sin embargo esa realidad se acepta como dada, se descuenta y asume, quedando como única opción la necesidad de enfrentarse con coraje y valor a ese mundo que se da por naturalmente inmutable.

En este sentido, "Joy" pone por obra la mitificación de la utopía neoliberal que siempre culmina en un desconfiado vencedor sentado en soledad en la cumbre de su pirámide.

Todo es inhóspito y triste en "Joy".

La constatación de un fracaso perversamente convertido en la glorificación de un éxito.

El lado oscuro de la utopía comunitaria que por ejemplo muestra el cine de Frank Capra.

Exacto.

Pura oscuridad perversa que aspira a seducir al espectador con la glorificacion del esfuerzo por imponerse a ella construyendo una opulenta fortaleza de la soledad que hay que cuidad y proteger de quienes no cesan de atacarla siguiendo su propia y, como no puede ser de otra forma, desmedida ambición.

La balsa de la Medusa.

Un mundo radicalmente infeliz y enfermo

El nuestro.

Y "Joy" intenta que lo queramos.

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