Desde 2014, Ucrania ha trabajado en uno de los sistemas defensivos más densos y organizados de Europa: el “muro de trincheras” del Donbás. A raíz de la ocupación rusa de Crimea y el estallido de la guerra civil ucraniana en Donetsk y Lugansk, Kyiv reforzó toda la línea de contacto con redes de trincheras, bunkers de hormigón, campos minados y posiciones fortificadas, inspirándose en parte en la experiencia de la Primera Guerra Mundial.
La comparación no es exagerada: igual que los frentes de Flandes o el Somme, el Donbás se transformó en un tapiz de posiciones escalonadas, pueblos-fortaleza y cinturones defensivos profundos. Su objetivo era uno solo: convertir cada metro en un obstáculo insuperable para cualquier ofensiva del bando pro-ruso y posteriormente de los propios rusos.
Situación actual: Rusia se abre paso
En 2024 y lo que va de 2025, la realidad es que este muro, tras años de resistencia, empieza a resquebrajarse. Tras la caída de Avdiivka y el desgaste continuo en Bajmut, Rusia ha lanzado una ofensiva de verano en 2024 centrada en abrir brechas entre los sectores más fortificados.
El resultado es claro: las fuerzas rusas han logrado penetrar hasta la última línea organizada de este sistema de trincheras. El punto más crítico se encuentra precisamente en el sector que une Kostiantynivka y Pokrovsk, dos ciudades clave para sostener el frente occidental de Donetsk.
El punto de ruptura: entre Kostiantynivka y Pokrovsk
Hoy, la situación es la siguiente: Rusia se ha infiltrado entre ambas ciudades, cruzando carreteras logísticas clave y amenaza con envolverlas desde el norte y sur. Esto plantea una doble amenaza:
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Cercar guarniciones ucranianas y obligarlas a retirarse o rendirse.
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Abrir un corredor hacia terreno abierto, donde la densidad de trincheras y fortificaciones disminuye drásticamente.
Y aquí está el punto que debería preocupar más a Kyiv: si Rusia ha conseguido abrirse paso en uno de los sistemas defensivos más intrincados, densos y preparados de toda Europa, la lógica nos dice que un sistema más diluido, improvisado y sin años de trabajos de ingeniería debería ser aún menos problema para el atacante.
Este escenario recuerda a la ofensiva de los Cien Días de 1918, cuando los Aliados, tras años de estancamiento en el barro de las trincheras, rompieron la línea Hindenburg y forzaron a Alemania a replegarse a campo abierto, sin posibilidad de reconstituir un frente estable.
El riesgo: el golpe definitivo
La gran diferencia con 1918 es que hoy la guerra combina trincheras con drones, artillería de precisión y ataques en profundidad. Sin embargo, lo que inquieta a muchos analistas es que, si Rusia logra consolidar esta brecha y mantener su impulso, las siguientes líneas defensivas ucranianas serán más débiles y dispersas, forzando a Ucrania a improvisar posiciones sobre la marcha, muchas veces en terreno abierto.
El hecho de que Ucrania haya utilizado por primera vez sus misiles de largo alcance para bombardear la ciudad de Donetsk, justo en la retaguardia de este sector crítico, en lugar de atacar objetivos más profundos en Rusia, es muy significativo. Es un indicio de que Kyiv percibe que este frente puede convertirse en un punto de no retorno. Si se pierde Pokrovsk y Kostiantynivka, el camino hacia Sloviansk y Kramatorsk —los últimos bastiones en Donetsk— quedaría abierto.
Y si el muro más fuerte ya ha caído, ¿qué puede detener a Rusia cuando solo quede terreno sin fortificar?
¿Un eco de la historia?
Como en 1918, romper una línea de trincheras no garantiza una victoria inmediata. Pero sí puede desencadenar una reacción en cadena: terreno abierto, logística expuesta, flancos débiles.
En el Donbás, ese escenario ya no es teoría. Está en marcha.
Y la historia recuerda que, cuando la trinchera se quiebra, el desenlace puede ser cuestión de tiempo.
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