jueves, julio 03, 2025

La guerra de los 13 días y una grieta en el mito


Durante décadas, los bonos del Tesoro de EE. UU. han funcionado como el activo refugio por excelencia cada vez que estallaba una crisis geopolítica, financiera o militar. Desde la Guerra del Golfo hasta los atentados del 11-S, pasando por la invasión de Irak o la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, la reacción de los mercados era casi automática: vender activos de riesgo (acciones, materias primas más volátiles) y refugiarse en deuda soberana norteamericana.

¿Por qué?
Porque los Treasuries ofrecen tres garantías clave:

  1. Liquidez inigualable: Es el mercado de deuda más grande y profundo del mundo. Se pueden comprar o vender grandes volúmenes casi sin impacto en el precio.

  2. Capacidad de pago: EE. UU. emite deuda en su propia moneda y, en teoría, no puede quebrar porque siempre puede imprimir dólares para cumplir sus obligaciones.

  3. Confianza sistémica: El dólar es la moneda de reserva mundial, y muchos bancos centrales mantienen sus reservas en bonos del Tesoro.

Esta “fuga hacia la seguridad” se refleja históricamente en una caída de los rendimientos de los Treasuries (cuando los precios suben, los rendimientos bajan) en tiempos de tensión.

Un patrón que empieza a resquebrajarse

Pero esta lógica automática no se ha repetido con la misma fuerza durante la reciente escalada entre Israel, EE. UU. e Irán —conocida como la “guerra de los 13 días”—, un episodio que generó temor a un conflicto regional de gran escala en Oriente Medio.

¿Qué pasó esta vez?

  • Durante los días más tensos, los rendimientos de los bonos a 10 y 30 años no bajaron significativamente; en algunos tramos incluso subieron.

  • Por ejemplo, en la semana del 13 al 20 de abril (pico de la escalada), los rendimientos del Treasury a 10 años llegaron a superar el 4,6 %, cuando históricamente habrían caído al menos 30-50 puntos básicos en un contexto de pánico geopolítico.

Este dato marca una grieta: por primera vez en mucho tiempo, los Treasuries no absorbieron todo el flujo de capital “miedoso” como sí sucedía en guerras o crisis anteriores.

¿Qué explica este cambio de comportamiento?

Varios factores estructurales están detrás de este fenómeno:

1. Déficit fiscal y deuda récord

  • EE. UU. tiene un déficit federal cercano al 7 % del PIB y una deuda pública que supera el 120 % del PIB.

  • Esto obliga a emitir cada vez más bonos para financiarse, lo que presiona al alza los tipos de interés y erosiona su atractivo como refugio.

2. Persistencia de la inflación y tipos altos

  • A diferencia de otros periodos, ahora los mercados esperan tipos altos durante más tiempo para controlar una inflación que se resiste a bajar.

  • Esto hace menos atractiva la deuda existente con cupones bajos.

3. Menor dependencia mundial del dólar

  • La desdolarización parcial y la fragmentación geopolítica (China, Rusia y otros países que reducen sus reservas en Treasuries) también restan compradores.

4. Alternativas de refugio más diversificadas

  • En esta crisis, se observó que los inversores optaron por liquidez en dólares, oro y francos suizos, más que por bonos a largo plazo.

  • El oro, por ejemplo, alcanzó máximos históricos por encima de los $2.400 la onza en abril de 2025.

¿Un hecho aislado o una tendencia que se consolida?

La pregunta clave es si esta reacción de los bonos del Tesoro es solo un fenómeno puntual —vinculado a la magnitud relativamente contenida de la escalada entre Israel, EE. UU. e Irán— o si apunta a un cambio más profundo en la forma en que los mercados gestionan el riesgo geopolítico.

De momento, varios indicios sugieren que esta dinámica podría repetirse:

  • Los problemas estructurales de EE. UU. no se resolverán pronto: su déficit y su deuda seguirán creciendo, y la Reserva Federal mantiene un tono restrictivo.

  • La tendencia hacia una geopolítica multipolar hace que cada vez más países diversifiquen sus reservas, reduciendo la compra sistemática de Treasuries.

  • El auge de otros activos de refugio, como el oro, refuerza la idea de un “menú” más amplio para los inversores en tiempos de tensión.

Por supuesto, en crisis de gran magnitud global o de pánico financiero sistémico, los Treasuries seguirán jugando un papel esencial. Pero cada vez más, el mundo financiero ya no se comporta como en los tiempos de hegemonía indiscutida del dólar, y este episodio es una señal más de que esa transición puede estar en marcha.

¿Qué está en juego?

Si esta pérdida de atractivo de los bonos del Tesoro como activo refugio se consolida, las consecuencias serían profundas para la economía norteamericana y para la posición dominante de EE. UU. en el sistema financiero global.

1) Mayor coste de financiación

  • EE. UU. depende de que inversores, bancos centrales y fondos de pensiones sigan comprando su deuda masivamente.

  • Si la demanda se enfría, el Tesoro se ve obligado a ofrecer tipos de interés más altos para colocar sus emisiones → suben los pagos por intereses → se amplía el déficit → se refuerza la espiral de deuda.

2) Debilitamiento del “poder imperial del dólar”

  • La primacía de los Treasuries está íntimamente ligada a la del dólar como moneda de reserva mundial.

  • Si cada vez más países diversifican sus reservas hacia otras divisas o activos (yuan, oro, francos suizos, etc.), la demanda estructural de dólares y bonos se reduce.

  • Esto mina uno de los grandes privilegios de EE. UU.: poder financiarse barato e imprimir dinero sin riesgo inmediato de inflación descontrolada.

3) Erosión de la capacidad de influencia global

  • El dominio del dólar permite a EE. UU. imponer sanciones financieras, congelar activos y ejercer presión económica de forma casi unilateral.

  • Una menor dependencia de los Treasuries y del dólar reduce el margen de maniobra de Washington en disputas geopolíticas.

En definitiva, el debilitamiento de los bonos del Tesoro como “refugio seguro” no es solo un problema para los mercados: abre grietas en la arquitectura de poder económico y diplomático de EE. UU., obligándolo a repensar su modelo de déficit crónico y emisión ilimitada.

¿Un síntoma de debilidad estructural?

Lo que muestra la guerra de los 13 días no es que los Treasuries hayan dejado de ser un activo refugio —siguen siéndolo—, sino que su “dominio absoluto” se está erosionando. La confianza de que EE. UU. siempre podrá financiarse barato y sin límites se ve matizada por:

  • la magnitud de su deuda,

  • la competencia de otros activos refugio,

  • y un contexto geopolítico cada vez más fragmentado.

En el largo plazo, esto podría traducirse en costes de financiación más altos para EE. UU., una presión adicional sobre su presupuesto federal y una señal de que el “imperialismo financiero” americano empieza a mostrar grietas.
No es un colapso inminente, pero sí una advertencia: la seguridad que ofrecen los Treasuries ya no es incondicional.

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