Si tengo que decidirme, y quiero hacerlo para comenzar esta reseña, diría que me gusta el cine del británico Michael Winterbottom: Wonderland, 24 hour party people, ...
Dejando de lado la mayor o menor perfección de todas sus películas, lo que encuentro muy atractivo en ellas es la inteligencia que -a mi entender- denotan y este interesante -y a ratos divertido- Tristram Shandy no desmerece la comparación con ninguno de sus precedentes.
Basado en una novela del siglo XVIII cuya existencia me resultaba desconocida y que, por lo tanto, no he podido leer... aunque quizá en el loco mundo de Shandy lo opuesto sea posible y pueda leerse una novela que no se conoce...
Como escribía... Basado en un relato escrito hace más de de dos siglos por Laurence Sterne que no es otra cosa que una autobiografía que su protagonista y autor no puede nunca contar, la película de Winterbottom cuenta la historia del rodaje de una película -basada en este libro- en la que su protagonista -como su alter ego literario- ve constantemente comprometido su protagonismo por los incesantes avatares que azotan un difícil rodaje.
Y esto es sólo una parte, porque Tristram Shandy también cuenta cómo es el cine por dentro. Así, y de una forma inteligente, la historia pasa de lo que sucede delante de las cámara a lo que ocurre detrás para regresar a la historia, en un nuevo día de rodaje... Eso si... Manteniendo el raccord.
El resultado es una caja china en la que la ficción-ficción y la ficción-realidad se suceden contando con un inmejorable maestro de ceremonias en el estupendo "estar" de Steve Coogan. Su inteligente talento es capaz de cargar con el peso de la película con la misma calidad y pericia que ya exhibiera en su anterior colaboración con Winterbottom: "24 hour party people".
En pocas palabras: Muy recomendable.