No hay nada como tener el estómago lleno.
La más perfecta y descarnada invocación del flamente y embarrado espíritu de la épica. Una invocación que surtió efecto de una forma pasmosa porque ayer la épica estuvo presente en Twickenham vestida con los colores rojos de Gales.
En la primera parte, la potente y guapa Inglaterra pasó por encima de los galeses cuyo ataque apenas existió limitándose a contener como mejor pudo a un equipo lleno de músculo y capaz de un rugby muy versatil (juego al pie, a la mano, drops, ....).
La delantera galesa se las vió y se las deseó para contener una y otra vez los poderosos ataques de su contrincante y el partido tenía toda la pinta de convertirse en un paseo triunfal para el equipo de la rosa... pero los dragones aguantaron al filo del abismo marchándose con un resultado de 16-6 que, y a la vista del juego exhibido por los ingleses, pudo haber sido mucho peor.
Nadie esperaba nada de la segunda parte... salvo el equipo galés cuya delantera exhibió un talante diferente, casi enloquecido, lanzándose a muerte contra el muro inglés y consiguiendo derribarlo en una remontada histórica.
Nada de táctica, nada de estrategia.
Inexplicablemente la delantera inglesa fue desfondándose ante los continuos embates galeses y por si ésto fuera poco los jugadores de su defensa cometieron un par o tres de errores críticos (el fallo de Balshaw en el despeje fue el peor de todos) que pusieron a los dragones muy arriba en el marcador. Errores en su mayoría forzados por el entusiasmo de los dragones cuyos jugadores siempre estaban lo suficientemente cerca como para salir beneficiados.
2o años llevaban los galeses sin ganar en Inglaterra y terminaban haciendolo con un 19-26 en el marcador. 3-2o en el parcial de la segunda parte.
Inglaterra se borró del partido, quizá se creyeron un miserable equipo de fútbol y se pensaron que ya lo tenían todo hecho, pero ante ellos tenían un auténtico y puro equipo de rugby que les dió una lección de sangre y sudor.
Estas derrotas hacen daño y los ingleses deberían hacerselo mirar.
Una llamada telefónica cambiará la vida del veterano de guerra Hank Deerfield (Tommy Lee Jones). Su hijo Mike, también soldado, no se ha presentado en su unidad cuando debía hacerlo.
La investigación de Deerfield en busca de su hijo se convertirá para éste en un descenso a los infiernos del nihilismo y la aniquilación moral del individuo producida por la guerra que pondrá a prueba las firmes creencias de aquel.
"En el valle de Elah" es una película intensa y emocionante que se sigue en todo momento con interés.
Deerfield es un representante sociológico de la américa de las convicciones profundas en su propio credo de democracia y libertad. El progresivo descubrimiento de la verdad que se esconde tras la desaparición de su hijo irá prendiendo en su convencido ánimo de acero un profundo sentimiento de duda y culpa.
En un determinado momento, Deerfield le cuenta al hijo de la detective Sanders (Charlize Theron) la historia del enfrentamiento de David contra Goliath en el valle de Elah. Allí, el enorme Goliath se lanzó contra el pequeño David dispuesto a destrozarle.
David aguantó. Afrontó ese demonio el tiempo suficiente como para lanzarle una piedra y abrirle la cabeza.
El nuevo demonio que Deerfield deberá afrontar será el de su hijo enbrutecido y animalizado por la guerra, convertido en un desconocido para su propio padre, un David destrozado en lo más profundo por el Goliath de la guerra
Será entonces cuando para Deerfield cobren sentido aquellas desesperadas llamadas telefónicas desde Irak.
Será entonces cuando se introduzca la palabra "miedo" en ese relato del enfrentamiento de David contra Goliath, la intra-historia de esa bíblica hazaña bélica que Deerfield jamás ha contado a sus propios hijos enviando a ambos entre las ensangrentadas fauces del monstruo de la guerra.
Pero será ya demasiado tarde.
Para Deerfield, ahora sólo resta la amarga culpa de no haber dicho toda la verdad, de haber repetido las mismas cosas que a él mismo le dijeron cuando marchó a la guerra de Vietnam.
Porque la verdad que no se cuenta siempre está allí, esperando en el valle de Elah a todos los que alegremente descienden sus laderas con la cabeza llena de grandes palabras.
Nada es gratis en la vida.
Magnífica película.
Ante el logro de conseguir que los demonios te persigan asombrados y en silencio, todas sus teorías palidecen y se desvanecen en el cielo.