sábado, junio 28, 2008
Alemania no tiene jugadores para tener posesión de balón. Lo más seguro es que lo tengamos durante la mayor parte del partido y el centro del campo alemán lo vea pasar ante sus ojos con desesperación.
La única oportunidad de los alemanes pasará por un contragolpe (con diagonales que liberan las bandas o sin ellas) o por una jugada a balón parado.... y aún así seguiremos teniendo el balón. Tendremos ocasiones para combinar y llegar hasta su área tocando donde sus centrales se las verán para pararnos... y si les superamos, cosa que pasará con una cierta frecuencia, nos encontraremos con un portero cuyos mejores años ya han pasado.
Todo dependerá de que convirtamos la mayor parte de las ocasiones que tengamos.
Todo dependerá de nuestra fuerza mental si no lo hacemos nosotros y son ellos quienes marcan primero.
Pero, si lo hacemos nosotros, será complicado que nos ganen... porque volveremos a marcarles seguro. En el cuerpo a cuerpo ganaremos como el bailarín Ray Sugar Leonard se imponía a sus rivales, moviendonos sobre el ring, amagando y desapareciendo... para aparecer donde más duele y cuando menos se nos espera.
Hemos eliminado a la campeona de Europa, a la campeona del mundo y al equipo que pasó por encima del equipo que mejor futbol (después de nosotros) ha hecho en el europeo...
Ha llegado nuestra hora.
Yo me lo creo.
En el pasado siglo, a principios de los ochenta y hasta su muerte, el cine occidental permitió con su dinero que el viejo maestro Kurosawa continuara haciendo cine.
Arruinado por el fracaso de la arriesgada "Dodesukaden" (1970) y con un intento de suicidio, casi conseguiudo, a sus espaldas, Kurosawa sólo había podido rodar desde entonces la maravillosa "Dersu Uzala" (1975) con el dinero soviético.
Fue entonces cuando el cine occidental volvió su cabeza hacia el maestro permitiéndole terminar su carrera con una esplendidez a la altura de su inigualable talento. Primero fue Kagemusha (1980), luego "Ran" (1985) y aunque su carrera aún dió para tres película más. Son estas dos a mi entender las obras maestras que Kurosawa ha legado a la historia del cine.
En ellas, Kurosawa dió rienda suelta a un desesperanzado pesimismo antropológico. Ambas son diferentes manifestaciones de una oscura profundidad que el maestro japonés quiso revelernos y tienen mucho en común.
En las dos hay un personaje que lucha por construir, por instaurar un orden. Ese personaje es un señor de la guerra que lucha por imponerse en el japón feudal. En "Kagemusha" ese señor muere fortuitamente de un disparo mientras escucha el mágico sonar de una flauta desde un castillo que sus tropas asedian. En "Ran" ese señor consiguió instaurar ese orden, pero se siente demasiado cansado como para seguir gobernándolo y decide echarse a un lado y permitir que sus hijos lo gobiernen.
El resultado en ambos casos será la destrucción de ese edificio, una destrucción que en "Kagemusha" la presencia de ese doble del señor sólo consigue demorar el tiempo que dura el engaño.
Kurosawa es existencialista en el sentido más crudo de la palabra. No hay esperanza y el infierno siempre lo somos todos los unos para con los otros.
La construcción de ese orden feudal produce en su propio proceso de nacimiento el germen de su propia destrucción generando odios, despechos e intrigas que, en el menor momento de debilidad, aprovecharán la ocasión para manifestarse con toda su capacidad destructiva. Como siempre termina por suceder, puesto que la destrucción siempre está ahí, esperando de la mano de aquel que de pronto, por azar o por necesidad, se convierte en el más fuerte.
El retrato que Kurosawa ofrece del animal humano es desesperanzado y melancólico, sorprendentemente ubicado en la línea anglosajona y hobbesiana en la que el hombre siempre es un lobo para el hombre.
Inquietante, porque constantemente nos esforzamos por no vernos así.
domingo, junio 22, 2008
LA HUELLA
No está nada mal esta revisión del clásico teatral y cinematográfico, escrito y guionizado por Anthony Schaffer y dirigido por Joseph Leo Mankiewictz en 1972.
No está nada mal y eso que, para mi gusto, no es una película que empiece bien. Lo hace demasiado centrada en un "rollo" de cámaras de seguridad y casa inteligente que sólo despista y que, en sí, no es que resulte demasiado atractivo. La mayor parte de las filmaciones de las cámaras de seguridad no resulta creible (por situación de las mismas y por las imágenes mostradas), así como la casa tampoco resulta ni atractiva ni creíble, pareciendo más un decorado "ad hoc"... una casa inhabitable y sólo creada con el propósito de que en ella suceda la historia que se nos cuenta.
No obstante, y si uno consigue superar el decepcionante asombro de la primera media hora, el prodigioso texto de Schaffer encarnado por dos brillantes actores acaba seducuendo la atención del espectador hasta monopolizarla en un fascinante duelo de voluntades y palabras cuyo final sólo puede ser trágico.
No se hasta qué punto el guionista de este remake, el dramaturgo Harold Pinter, ha conseguido que su talento sume pero tengo claro que "La huella" es una obra que bien podría haber escrito él. Después de todo el enfrentamiento entre clases que subyace en el drama de Schaffer es uno de los grandes temas en la obra de Pinter.
El orgullo aristocrático de Wyke no puede soportar que su mujer, su más preciada posesión, acabe en manos de Tindle, un peluquero arribista y actor de familia medio italiana. No se trata simplemente de vencer. Es mucho más complejo. Para Wyke es imprescindible hacerlo mostrando una superioridad total, la que él se presume, en un juego de brutal manipulación en que dos voluntades luchan por dominarse con la palabra como arma.
Vencer y humillar. Recordar quién es quién y el lugar que ocupa cada uno en la estructura social.
sábado, junio 21, 2008
Me gusta "Stardust".
El recalcitrante adolescente que aún me habita disfruta con las buenas historias de principes y princesas, de eternos odios y amores verdaderos y "Stardust" es sin duda alguna un buen ejemplo de esos relatos épicos que suceden en algunas de las otras tierras que se extienden al otro lado de los espejos.
Añadido atractivo que constituye parte esencial de la instransferible personalidad de esta historia es la acertada omnipresencia del humor en todos sus momentos. "Stardust" no sólo resulta divertida por lo emocionante de las aventuras que viven sus personajes sino por el sentido del humor que acertadamente destilan algunos de sus dialogos, personajes y situaciones.
Repitiendo estructura narrativa, de nuevo el orden del mágico reino que se extiende al otro lado del muro será restaurado merced a la participación de un heterodoxo, de un diferente con quién nadie cuenta y que, al mismo tiempo, necesitará transitar desde la adolescencia hasta la madurez para conseguir ese propósito... y, por supuesto, lo más importante, la chica (que en este caso es una estrella caída del cielo).
Está claro que son los ortodoxos, los obedientes, quienes inflexible e incansablemente administran un orden establecido hasta que éste se vuelve corrupto. Parece evidente también que son los heterodoxos, los diferentes, quienes encierran en su interior la energía y verdad suficiente como para producir la singularidad que de lugar a un orden nuevo. Y es en el tránsito hacia esa singularidad donde surge la aventura y el relato.
Los heterodoxos existen para prender una llama de cuyo arder los ortodoxos se apropiarán y cuidarán hasta que una ráfaga de viento la apague.
Esa es la dialéctica eterna de los cuentos de hadas y tierras medias.
La posibilidad de una singularidad, de un cambio, sólo existe en la diferencia, pero, y al mismo tiempo, la diferencia es rechazada al exterior de ese orden mientras éste existe por aquellos que lo administran precisamente porque temen que el poder de volatilidad de los diferentes pueda comprometer su existencia antes de tiempo, que suele ser casi demasiado tarde, cuando todo está a punto de perderse.
viernes, junio 20, 2008
Hacerse viejo es levantar la cabeza y descubrirse esperando.
jueves, junio 19, 2008
miércoles, junio 18, 2008
lunes, junio 16, 2008
Subirse sobre un encendido caballo alado de "noes" y "porqués"
y cabalgar contra los cañones del cómodo destino
que ya está cuidadosamente establecido para él.
Deconstruirse,
ponerse patas arriba y abajo,
ascender hasta el cielo y reventar
hurgando hasta el fondo del barril
con la secreta esperanza ciega
de encontrar algo diferente y nuevo en su inalcanzable fondo.
Seguramente, un satisfactorio pedazo de mismidad
domingo, junio 15, 2008
"Áyax Telemonio tirole un bote de lanza a Simoisio, hijo de Antemión, que se hallaba en la flor de la juventud. Su madre habíale parido a orillas del Simois, cuando con los padres bajó del Ida a ver las ovejas. Por eso le llamaron Simoisio. Más no pudo a los progenitores la crianza ni fue larga su vida porque sucumbió vencido por la lanza del magnánimo Ayax. "
(La Iliada, IV, 473-487)
En "La Iliada" todos son héroes, también los caídos. Con ellos no muere el momento desafortunado de un golpe mal medido sino toda una historia, la culminación de generaciones entregada en el campo de batalla por una causa que se cree justa.
El genio poético de Homero va más allá de las simples palabras, se mueve en el áereo terreno de la sugerencia.
Los individuos que miden sus filos en el desorden de la batalla no son meros contendientes, también -y sobre todo- son hijos, padres o maridos. Son la superficie de una historia más o menos larga que Homero quiere traer a la luz cuando su vida es sesgada, cobrada por el contrario (que también es hijo, padre o marido) en justo combate.
Siempre hay identidad y pertenencia, en la vida y en la muerte.
Y ello hace aún más conmovedora la pérdida, más absurda la guerra, porque nos hace saber que cuando un filo arranca de cuajo la vida que llenaba un cuerpo inmediatamente está desencadenando un vacío en algún lugar al otro lado del Egeo, arrancando abruptamente una figura de un paisaje que antes no podía pasar sin ella.
"Cayó el guerrero en el polvo como el terso álamo nacido en la orilla de una espaciosa laguna y coronado de ramas que corta el carrero con el hierro reluciente, para hacer las pinas de un hermoso carro, dejando que el tronco se seque en la ribera"
(La Iliada, IV, 473-487)
Y algunas miradas ciertas la buscarán, acudiendo a su cita convenida de siempre, y ya no volverán a encontrarla.
El omnipresente peso de la prolongada vigilia le carga el pecho con enormidad.
Y aunque ya nada sea como antes, no se resigna.
Ha decidido sentirse joven por encima de todo y del tiempo.
Especialmente se empeña en desafiar la creciente tiranía incesante de su cuerpo
Imagina que hay dos tipos de personas.
Por un lado están las que prefieren esperar a mañana y deciden parar.
Y él no es uno de ellos.
sábado, junio 14, 2008
La última película del más que veterano Sidney Lumet es uno de esos dramas intensos que siempre han sido parte de su reconocible marca.
Pulso, dureza, intensidad, .... Desde "Doce hombres sin piedad" hasta "La noche cae sobre Manhattan", pasando por joyas como "La colina", "Network" o la olvidada "El principe de la ciudad". El cine de Sidney Lumet es un ring donde las voluntades compiten y pugnan, cada una con su razón, por sobrevivir en un mundo que es una incesante y continua conflagración de intereses cuya suma jamás es cero.
Sus personajes, hombres y mujeres, son miradas masculinas que se encaran desafiantes ante un instisfactorio orden de las cosas, que buscan siempre el camino más recto "against all dodds" para conseguir sus objetivos.
"Before the devil knows you are dead" es un buen ejemplo de su mirada briosa, que bebe de la tradición tan anglosajona en la que el hombre siempre es un lobo para el hombre y en la que prima el esfuerzo por el desarrollo de la individualidad por encima de todas las cosas.
El cine de Lumet se sitúa en los límites de esa idea, los explora en busca del drama y la tensión, queriendo mostrar las contradicciones, los sinsentidos, la luz negra que brilla en el fondo de todos nosotros.
Las películas de Lumet tiene algo de la violenta crueldad de los documentales de fauna en acción. Quizá, su interés sea mostrar lo cerca que siempre está el animal que todos llevamos dentro de tomar el control... y sobre todo, las consecuencias de ese éxito... casi siempre el infierno.
En "Before the devil.." Lumet explora la intocable intitución familiar. Nos quiere mostrar, bajo ciertos esquemas narrativos propios del cine negro, lo terrible y brutal de su descomposición en un final tremendo e inesperado, apoteósis de la animalidad que quizá sea un terrible y desesperanzado culmen de una obra llena de escepticismo y dudas sobre las bondades de la naturaleza humana.
La mirada octogenaria de Lumet se nos muestra más extrema y desesperanzada que nunca, en un final en el que el padre camina como un zombi hacia una blanca luz que parece consumirle como seguramente harían las llamas del propio infierno.
"Before the devil knows you are dead" no está, para mi gusto, entre las mejores películas de Lumet, pero tampoco es desdeñable. Acusa algunos problemas de ritmo "por en medio", escenas y situaciones anodinas que quieren sumar en la historia pero que solamente restan y que apartan al espectador del "geist" transgresor de la historia.
Afortunadamente el tremendo final borra ese recuerdo haciendo que "Before the devil..." sea una historia que uno se lleva consigo cuando las luces se encienden. Aspecto que es de agradecer y que resulta poco frecuente en el cine de hoy en día.