
Tiene su punto Duplicity... O, mejor dicho, tiene sus dos puntos.
Por un lado, un tenue e inteligente sentido del humor que utilizacomo percha sobre la que desplegar el inestable suelo de mentiras y engaños en el que, curiosamente, sus dos protagonistas intentan construir la verdad -o al menos eso es lo que piensan- de su relación romántica.
En este sentido, me resulta muy divertido el desconcierto con el que ambos viven la propia desconfianza hacia el otro mientras intentan creerse... y de cuando en cuando se engañan.
A este nivel, Duplicity tiene un cierto sabor a cine clásico... un sabor muy agradable servido sobre un guión inteligente, bien estructurado y, lo que es muy importante, bien dialogado.
Por otro, la traslación de estilemas propios del cine de espías al mundo del espionaje industrial, una vertiente apenas tratada en el mundo del cine y en la que Duplicity incide también con brillantez optando por un planteamiento paródico, ligeramente fauvista de personajes y situaciones.
La brutal y descarnada competencia por la oportunidad de negocio que permite mayores beneficios y una posición de liderazgo, el planteamiento casi naturalista de la lucha entre competidores... Duplicity se mueve con su elegante humor inteligente sobre este embarrado territorio. Consigue interesar en todo momento y lo hace sin arrancar la estentórea carcajada, continuamente despertando la sonrisa.
Y todo ello sazonado con la estupenda presencia de brillantes actores que en todo momento entienden el tono general de la historia.... Julia Roberts, Paul Giamatti, Clive Owen y el estupendo Tom Wilkinson ponen el preciso rostro, la justa expresión, para no desperdiciar una propuesta bastante por encima de la media del material que se suele estrenar todos los viernes.