miércoles, julio 15, 2009
martes, julio 14, 2009
"Indudablemente, el mensaje transmitido hoy con gran poder de persuasión por los medios culturales más eficaces, el mensaje que leen fácilmente sus destinatarios con el trasfondo de su propia experiencia, es el mensaje de la esencial indeterminación y blandura del mundo: en este mundo puede pasar cualquier cosa y se puede hacer cualquier cosa, pero no se puede hacer nada de una vez y para siempre, y sea lo que fuera que sucede viene sin anunciarse y se va sin avisar. En este mundo, los lazos humanos están divididos en diferentes encuentros, las identidades en máscaras que uno lleva sucesivamente, la historia de la vida en una serie de episodios que duran solo en una memoria igualmente efímera. Nada se sabe con seguridad, y lo que se sabe puede saberse de maneras diferentes; una manera de saber es tan buena o tan mala (y desde luego tan precaria o volátil) como cualquier otra. La apuesta es ahora la regla donde antaño se buscaba la certidumbre, mientras la asunción de riesgos reemplaza a la obstinada persecución de objetivos. Y así hay en el mundo pocas cosas que podamos considerar firmes y fiables, nada que recuerde un grueso lienzo en el que podíamos tejer el itinerario de nuestra propia vida."
(La sociedad individualizada, Zygmunt Bauman)
domingo, julio 12, 2009
"Qué sensación penosa y tremenda era levantarse de cuerpo entero ante la muerte, no esconderse ya de ella sino correr a su encuentro. Qué espantoso es morir joven.¡Vivir, ganas de vivir!. No existe en el mundo deseo más intenso que el de salvar una vida joven, una vida apenas vivida todavía. Ese deseo no vive en los pensamientos, es más fuerte que el pensamiento; existe en la respiración, en las aletas de la nariz, en los ojos, en los músculos, en la hemoglobina de la sangre que devora ávida el oxígeno. Es un deseo de tal magnitud que no se puede comparar con nada, cualquier medida es inadecuada. El miedo. El miedo antes del ataque..."
(Vida y destino, Vasili Grossman)
(Vida y destino, Vasili Grossman)
sábado, julio 11, 2009
WALL-E
Una de las imágenes más tristes que recuerdo en una película proviene de "Naves misteriosas" (1971). Es la primera película del director de efectos especiales Douglas Trumbull, y en ella, se nos habla de un futuro en el que la vida vegetal ha desaparecido de la tierra y lo poco que queda se mantiene en tres naves-invernadero que se mantienen en órbita alrededor de Saturno. Estas naves son mantenidas por unos pocos humanos y unos robots, parecidos a Wall-e.
Al final, y por una serie de circunstancias achacables a los humanos, dos de las tres naves se destruyen y la tercera es proyectada al espacio quedando a su cargo el único robot sobreviviente que continúa realizando ciegamente la labor para la que ha sido programado.
La imagen de ese robot realizando sus labores rutinarias, alejandose más y más de la humanidad y como consecuencia de ello del sentido que motiva todas sus acciones, pero obedeciéndo aunque los humanos ya no estén más a su lado para mandarle, me llena de melancolía.
Aún hoy lo hace.
La palabra, la acción, separada de los labios que la pronuncian, prolongándose en el tiempo, eternamente. El impulso manteniéndose fiel, siguiendo la dirección hacia la que ha sido disparado. Desempeñando la tarea por muy absurda o muy imposible que esta sea. Esperando una orden de detención que jamás llegará.
En"Wall-e" hay mucho de esa pequeña joya triste y melancólica de la ciencia-ficción cinematográfica llamada "Naves misteriosas". Pero la diferencia más importante es que el pequeño robot amarillo es capaz de salvar a sus creadores. No hay final abierto. El circulo se cierra por el lado más débil y pequeño, el que representa este pequeño y entrañable robot-limpiador que todos los días y desde hace cientos de años acomete en solitario la imposible tarea de limpiar un planeta tierra convertido en un basurero y que todas las noches desea la humana capacidad de amar.
De algún modo, las máquinas conservan la humanidad del individuo que las ha creado, aunque sólo sea el simple y mero cumplimiento de unas órdenes cuya ejecución motiva su existencia misma. Son nuestros instrumentos y mientras existen nosotros y nuestros propósitos continúan existiendo.
Hay poesía en Wall-e, la de una luz que se enciende todas las noches a la espera de unos improbables ojos que puedan verla.
Fantástica.
viernes, julio 10, 2009
LA AMENAZA DE ANDRÓMEDA
En 1969, Michael Crichton publicó esta novela cuyo asunto giraba en torno a una crisis biológica generada por un microrganismo del espacio exterior. Fue su primer éxito. Posteriormente, en 1971, Hollywood llevó al cine el libro. Dirigida por el veterano (en aquella época) todo terreno Robert Wise e interpretada por un sólido elenco de actores de carácter, "La amenaza de Andrómeda" vió la luz como película y sigue siendo uno de mis thrillers de ciencia-ficción favoritos.
En el pasado año 2008, algún productor aburrido decidió hacer un remake en forma de miniserie.
El resultado es penoso.
La historia principal se pierde entre una serie de intrigas secundarias, tópicas e intrascendentes, necesarias para justificar las tres horas de una duración para una historia que con noventa minutos tuvo suficiente. Además, la propia trama principal se complica innecesariamente convirtiendo a Andrómeda no en un organismo procedente del espacio del exterior sino procedente de la tierra y de su futuro... En definitiva, un horror al que ni los propios actores parecen dar crédito mientras intentan desplegar con la habitual ineficacia de siempre su escaso talento.
La versión televisiva de "La amenaza de Andrómeda" es un magnífico ejemplo de lo innecesario, de lo que es hecho sin talento, por burocrática necesidad y con la única razón plausible de continuar alimentando la máquinaria de nuestro ocio siempre insaciable.
Aparte de tener miedo...
qué hacen un taxista y su pasajero,
a las cuatro de la mañana,
detenidos ante un semáforo en rojo,
en una avenida con visibilidad en todas las direcciones
y sin tráfico contra el que colisionar...
qué hacen además de conjugar a tiempo
el santo sacramento del orden,
protegiéndose de lo improbable,
de la excepción,
delirando obediencia,
escenificando la perfecta dominación...
AIRBAG
Supongo que debería ser lo contrario, pero, y conforme más mayor me hago, más me gusta Airbag.
Bajo la apariencia de una locura iconoclasta, llena de violencia y mala leche se esconde una magnífica historia, lleno de personajes estupendos y diálogos brillantes, que es como una piedra lanzada contra esa fábrica de tullidos llamada "familia", personificada en la malvada Aurora (Rosa Mª Sardá) y que a punto está de arruinar la vida de Juantxo (Karra Elejalde).
Una vez cada cinco años no viene mal una cabalgada como la de "Airbag" para eliminar las impurezas acumuladas en la propia vida... Quizá sea un método un poco drástico, pero lo que quede sólo puede ser lo mejor de uno mismo.
Nada como una barbacoa con tus colegas sobre las cenizas del adosado y el 4x4.
miércoles, julio 08, 2009
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