A nos actes manques...
sábado, octubre 23, 2010
Arde el mar a la espalda de todo,
arde el mar y nadie lo sabe.
Fuego silencioso y frío
que a ese todo consume,
maderas y metales,
miradas y piedras.
Invisible llama salada
que la brisa aventa
yendo y viniendo paciente
en su eternidad serena.
Invisible lengua de lija
que acaricia y, mientras lo hace, quita
sin el menor remordimiento,
sin la menor prisa,
como si fuese puro tiempo
y no parte de su afectada materia.
viernes, octubre 22, 2010
"Parte de su indiscutible permanencia viene del hecho de que el libro es una máquina. Viene de la tecnología del códice. Es decir, es una máquina que comunica palabras de una manera muy efectiva, tanto antes como después de la invención de la imprenta. Los materiales con que ha sido hecho le dan una tremenda resistencia al tiempo. Este libro que tengo en mis manos tiene trescientos años y está en estupendo estado. Aunque el empastado pueda deteriorase más rápidamente, sus páginas aguantarán trescientos o cuatrocientos años más, lo que indica que los libros son el producto del desarrollo de una tecnología muy eficiente. La gente no piensa en eso y cree que los libros están ahí y punto. En segundo lugar, los libros pertenecen a nuestra cultura, están metidos en sus entrañas a tal punto que somos su hechura, somos culturas del libro. Hay que recordar que el códice acompañó la expansión del cristianismo, de modo que el libro está con nosotros desde el surgimiento del cristianismo. No estamos conscientes de cuán profundamente arraigados están los libros en nuestras vidas. El auge de la comunicación electrónica pareciera haber eclipsado esa familiaridad, dándonos lo que yo llamo una falsa conciencia sobre la naturaleza de la información y de la denominada sociedad de la información. Yo sostengo que toda sociedad ha sido una sociedad de la información. Solo que la información se transmitía en otras formas."
(El libro: Fabulosa máquina. Entrevista a Robert Darnton)
(El libro: Fabulosa máquina. Entrevista a Robert Darnton)
Zygmunt Bauman: “La izquierda abandonó a los débiles”
Ya era hora de que alguien se atreviera a decirlo.
Para eso están nuestros mayores, para ser los sabios de la tribu y Bauman lo es.
Ya era hora de que alguien se atreviera a decirlo.
Para eso están nuestros mayores, para ser los sabios de la tribu y Bauman lo es.
jueves, octubre 21, 2010
Fantástico artículo en El Malpensante sobre la poetisa uruguaya Idea Vilariño: Ya no será no
Vidas impares,
encaramadas en la soledad
como precipitadas torres
que se enredan insomnes
sobre afilados acantilados
hasta, en contra su deseo,
terminar por no caer.
Jardines deshabitados
que nadie pasea,
parpadeantes luces de neón
que nadie arregla,
trenes que parten vacíos,
mañanas que nadie contempla.
Vidas al margen,
demasiado humanas,
sin cálculo ni medida,
vidas de monstruos,
vidas impares.
No es menos cierta la vida que se vive de ojos para dentro,
la que se sueña descolgandose desde las nubes hasta las ramas,
la que se siente descalza sin apenas rozar de puntillas el suelo
y pone lo que ostentosamente falta donde claramente no sobra,
la del humo antes del fuego,
la que sin pensarlo sale de la casa por la ventana
saltando por encima del frío y el hambre,
con la mirada inyectada en sueño.
miércoles, octubre 20, 2010
martes, octubre 19, 2010
"Sería falso decir que un artista busca su tema. El tema va madurando en él como un fruto y le impulsa hacia la configuración. Es como un parto. El poeta nada tiene de lo que pudiera estar orgulloso. No es dueño de la situación, sino su vasallo, su servidor; la creatividad es para él la única forma de vida posibe y cada una de sus obras supone un acto al que no se puede negar libremente"
(Esculpir en el tiempo, Andrei Tarkovski)
(Esculpir en el tiempo, Andrei Tarkovski)
ROBIN HOOD
Todas las generaciones de directores cinematográficos desde que el cine existe cuentan con directores que son perfectos conocedores de su oficio, capaces de poner en marcha complejos y punteros proyectos cinematográficos y llevarlos a buen puerto en tiempo y forma, prendiendo en la pantalla un fuego lleno de corrección, preciso, que a nadie defrauda.
Ridley Scott ha devenido a esta condición.
Sus películas son exactas, suceden puntuales como los trenes, incluso llegan a entretener, pero todas y cada una de ellas resultan demasiado frías. Uno echa en falta menos compostura académica, algún despeinado mechón rebosando la pantalla, alcanzando la mirada del espectador. Y este Robin Hood que nos presenta el director británico tiene esa frialdad de un partido de cricket en robots.
Toda la energía, el ánimo que enciende las imágenes que Scott diseña con tiralíneas está en la mirada de ese portentoso actor que es Russell Crowe. Sin él, "Robin Hood" es un deslucido ejercicio de corrección. Scott le necesita para que su película traspase, baje de su marmóreo pedestal y llegue hasta el espectador para tocarle.
La magnética presencia de Crowe mantiene a flote la correcta rutina narrativa que Scott desarrolla.
Del mismo modo que hay películas de productores o de guionistas, hay películas de actores. La practica totalidad de las películas que Crowe ha protagonizado para Scott lo son.
Los ojos que contemplan no son otros,
son los mismos que se revuelven
hambrientos y sedientos
en la abisal profundidad de sus cuencas,
echando en falta lo que nunca tienen
mientras cuelgan inquietos
de la delgada línea del horizonte
como caracoles frenéticos
sobre el filo de la cuchilla de afeitar,
acechando en busca de alguna señal
en el impenetrable rostro del futuro
que con la nueva luz incierta
comienza a mostrarse indescifrable.
domingo, octubre 17, 2010
"Porque uno de los aspectos del retorno de la persona a una vida normal, llena de espiritualidad, es su actitud frente a sí mismo: o se vive la vida de un consumidor dependiente de los desarrollos tecnológicos o materiales en general, entregado ciegamente al supuesto progreso, o se reencuentra la propia responsabilidad , interior que se dirige no sólo hacia uno mismo, sino también hacia los demás."
(Esculpir el tiempo, Andrei Tarkovski)
HANCOCK
Hancock es una de esas historias que no se cuentan bien, que no dan lo mejor de sí mismas.
Prefiere optar por parecerse al resto, por descansar su peso sobre la acción, sobre los efectos de unas causas cuya raíz se encuentra en el ámbito de la introspección. Porque la acción siempre es consecuencia de unos planteamientos narrativos, de unas causas dramáticas que la hacen posible. Nunca es un fin en sí misma. Siempre tiene una causa, una razón, que hace del héroe lo que es.
La soledad que implica ser el último de una forma de vida, la frustración de no encontrar un igual, la tragedia de encontrar uno y tener que existir separado para mantener la propia esencia... Todos son temas con entidad drramática suficiente como para producir algún planteamiento de guión interesante, alguna frase memorable que confiera identidad y profundidad a los personajes, que les permita escapar a la llanura inane y superficial de las dos dimensiones.
Echo en falta la emoción a través de la palabra, palabras que explican al héroe y su especial circunstancia dramática.
Pero Hancock es un producto.
Sólo busca gustar, ser consumido.
No se detiene en explotar su diferencia.
Sólo quiere recordar, enhebrarse en un interminable cordón de sugerencias y reflejos.
Opta por lo fácil.
No se le puede pedir otra cosa.
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