¿NO A LA GUERRA?
Pues claro que nadie quiere una guerra, pero se nos olvidan un par de conceptos muy obvios:
1.- La guerra es un acto social y ésto quiere decir que requiere por lo menos de dos individuos o grupos para que se produzca. De lo que se deduce que aunque uno diga no a la guerra, el otro la puede declarar perfectamente y con toda tranquilidad.
Puedes salir a su encuentro e intentar convencerle de algo también obvio, de las bondades intrinsecas de una vida en paz, como hizo el papa Leon I El Magno cuando salió al paso de las huestes de Atila, el rey de los Hunos, y le convenció para que se retirase, pero estadísticamente estas cosas no suelen pasar (por eso recordamos este episodio mágico de la historia)... Como digo, puedes salir a su encuentro e intentar convencerle, pero una negociación, y no digamos la toma de una resolución conjunta, también son actos sociales y dependen para su efectiva ocurrencia la concurrencia de por lo menos dos personas o colectivos. Y puede darse el caso de que el otro no esté por la labor, de que esté a la guerra pese a todo. Las razones pueden ser múltiples y van desde una mala defensa de una postura intrinsecamente buena hasta que el otro crea en la guerra del mismo modo que el otro cree en la paz. En cualquier caso, no podemos ocupar simbólicamente el pensar ni emocionalmente el sentir del otro. Puede tener sus razones. Puede querer la guerra... ¿Y entonces qué? ¿No a la guerra también?
2.- El segundo y más importante punto es que uno, si las circunstancias le obligan, debería estar dispuesto a defender lo que cree y a los suyos hasta las últimas consecuencias, que pueden implicar cualquier clase de enfrentamiento desde una pelea de callejón hasta una conflagración mundial. También forma parte de la vida, de la naturaleza humana y el que no quiera darse por enterado tiene los libros de historia para trabar conocimiento con nuestra alargada sombra de especie.
Hay algunas ideas y algunas personas por las que deberíamos estar dispuestos a ponerlo todo sobre el tapete, llegando hasta las últimas consecuencias si fuera preciso.
Resumiendo y a mi entender, estar de forma sistemática en contra de la guerra sólo puede obedece a cuatro razones:
- O bien no se cree en nada o no se quiere lo suficientemente a nadie
- O bien no se es lo suficientemente valiente como para afrontar la posibilidad extrema de defensa de lo que se quiere.
- O bien no se tiene la suficiente estima por lo que se piensa o siente que se prefiere ceder antes de llegar al enfrentamiento
- O bien se es lo suficientemente soberbio como para pensar que todo el mundo puede ser convencido, como para no contemplar la posibilidad del desacuerdo.
Como el amor, la guerra es cosa de dos. Y no se es peor persona por reconocer la posibilidad siempre latente del conflicto ni se es un monstruo por aceptar ese conflicto cuando, y pese a todos los esfuerzos razonables por evitarlo, éste sucede. A veces, uno tiene que plantarse y defender hasta las últimas consecuencias aquello en lo que cree y aquellos a los que quiere.
Todo lo demás es debilidad y neurosis.
Estoy en contra de un genérico "No a la guerra", porque entre otras cosas quién no hubiera ido a la guerra contra la Alemania de Hitler.
Estoy a favor de estar en contra de esta o aquella guerra, guerras concretas, que son injustas, pero negarnos la posibilidad de la guerra como concepto total es un acto neurótico consistente en no aceptar nuestra sombra, nuestro lado oscuro como especie.
Habla solo Jeckyll.
Hyde calla, pero cuando se le llama, porque no se puede evitar que aparezca, siempre se muestra para hacer su trabajo sucio y posteriormente desaparecer entre las sombras para, cuando llega la luz, volver a ser negado mientras se disfruta impunemente de los efectos de su inconfesable trabajo.
La hipocresía social y colectiva convertida en enfermedad mental.