SEAL
Love's divine
domingo, abril 01, 2012
THE GREY
Un avión que transporta empleados de una empresa petrolífera se estrella en una zona apartada y salvaje de Alaska, los supervivientes se enfrentarán a una desesperada situación de supervivencia que, si por si sola no resulta suficiente mortífera, se verá agravada por el acoso al que se verán sometidos por una manada de lobos.
Para mi gusto, "The grey" es una película extraordinaria, la mejor que su director, Joe Carnahan, ha rodado hasta el momento.
Cuenta una desesperada y claustrofóbica historia de supervivencia, de lucha contra un destino que parece estar escrito para el grupo de protagonistas que lidera Ottway, interpretado por un como siempre magnífico Liam Neeson.
Ottway es un personaje interesante, alguien que no tiene un interés especial por vivir (de hecho intenta suicidarse la noche anterior al vuelo) y que, de pronto, se encuentra a sí mismo sobreviviendo desesperadamente y en la más complicada de las circunstancias, asumiendo el reto de vivir cuando la muerte parece estar más cerca en un gesto de mera lucha por la existencia que se convierte en un acto de rebeldía absolutamente trágico, en el sentido dramático y griego de la palabra, contra los turbios manejos del destino.
Y el reto que culminará en un maravilloso e incierto final abierto, tan desesperado, tan corajudo, o más que cualquiera de las situaciones terribles que se han vivido a lo largo de la huida hacia ninguna parte que los trabajadores protagonizan.
Pero "The Grey" es mucho más que una simple película de catástrofes y supervivencia, porque, y conforme avanza la historia se transparenta un interesante discurso metafísico sobre los mecanismos de la esperanza que, a veces, mantienen al ser humano en pie contra toda lógica.
En ocasiones la fantasía, la mentira, el deseo, se convierten en fe y esperanza, el combustible que mantiene en marcha al ser humano unos kilómetros más allá de lo que la lógica y la razón jamás podrán conducirle, unos kilómetros en los que quizá pueda encontrarse la salvación... o no, porque la realidad suele ser eso que cuando volvemos a abrir los ojos se obstina en seguir ahí.
Y, por supuesto, el inevitable silencio de un inexistente Dios mientras todo ésto sucede.
Brillante.
Un avión que transporta empleados de una empresa petrolífera se estrella en una zona apartada y salvaje de Alaska, los supervivientes se enfrentarán a una desesperada situación de supervivencia que, si por si sola no resulta suficiente mortífera, se verá agravada por el acoso al que se verán sometidos por una manada de lobos.
Para mi gusto, "The grey" es una película extraordinaria, la mejor que su director, Joe Carnahan, ha rodado hasta el momento.
Cuenta una desesperada y claustrofóbica historia de supervivencia, de lucha contra un destino que parece estar escrito para el grupo de protagonistas que lidera Ottway, interpretado por un como siempre magnífico Liam Neeson.
Ottway es un personaje interesante, alguien que no tiene un interés especial por vivir (de hecho intenta suicidarse la noche anterior al vuelo) y que, de pronto, se encuentra a sí mismo sobreviviendo desesperadamente y en la más complicada de las circunstancias, asumiendo el reto de vivir cuando la muerte parece estar más cerca en un gesto de mera lucha por la existencia que se convierte en un acto de rebeldía absolutamente trágico, en el sentido dramático y griego de la palabra, contra los turbios manejos del destino.
Y el reto que culminará en un maravilloso e incierto final abierto, tan desesperado, tan corajudo, o más que cualquiera de las situaciones terribles que se han vivido a lo largo de la huida hacia ninguna parte que los trabajadores protagonizan.
Pero "The Grey" es mucho más que una simple película de catástrofes y supervivencia, porque, y conforme avanza la historia se transparenta un interesante discurso metafísico sobre los mecanismos de la esperanza que, a veces, mantienen al ser humano en pie contra toda lógica.
En ocasiones la fantasía, la mentira, el deseo, se convierten en fe y esperanza, el combustible que mantiene en marcha al ser humano unos kilómetros más allá de lo que la lógica y la razón jamás podrán conducirle, unos kilómetros en los que quizá pueda encontrarse la salvación... o no, porque la realidad suele ser eso que cuando volvemos a abrir los ojos se obstina en seguir ahí.
Y, por supuesto, el inevitable silencio de un inexistente Dios mientras todo ésto sucede.
Brillante.
sábado, marzo 31, 2012
ANOTHER YEAR
En el foco que hace sobre lo cotidiano y lo micro, el cine de Mike Leigh me recuerda mucho al cine del maestro japonés Yasujiro Ozu, un director cuyo propósito no era el milagro de reproducir la vida cotidiana, sino el silencio que se esconde muchas veces detrás de ella, un silencio que expresa siempre las sombras de todo aquello que nos falta.
"Another year" es para mi gusto la más Ozu de todas sus películas.
La historia gira en torno de un matrimonio ya mayor en torno a cuya bien avenida existencia girará durante un año la existencia de una serie de personajes solitarios, menos afortunados que ellos y también enfrentados a la recta final de sus vidas.
Escribió Phillip K. Dick que "a realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece´" y el espíritu dramático que anima esta extraordinaria película procede de esa tozudez de las cosas que se empeñan a existir en contra de la voluntad del resquebrajado deseo de unos personajes que se ven sorprendidos en la impotencia de ignorar aquello que de pronto ya es inevitable, especialmente el personaje de Mary (magníficamente interpretado por Lesley Manville) cuya soledad solitaria se contrapone dramática y desesperadamente a la equilibrada soledad que, a dos, vive el matrimonio protagonista.
El tiempo pasa para todos y el propósito de Mike Leigh, en su balzaquiana intención de filmar la comedia humana, es mostrar las demoledoras consecuencias de la vejez sobre un universo gris de personajes a los que la vida no ha sonreído y a los que parece ya no va a sonreír en su shakesperiano e inevitable invierno de descontento.
"Another year" es una película terrible, pero hermosa al mismo tiempo... como la vida misma.
Extraordinaria.
En el foco que hace sobre lo cotidiano y lo micro, el cine de Mike Leigh me recuerda mucho al cine del maestro japonés Yasujiro Ozu, un director cuyo propósito no era el milagro de reproducir la vida cotidiana, sino el silencio que se esconde muchas veces detrás de ella, un silencio que expresa siempre las sombras de todo aquello que nos falta.
"Another year" es para mi gusto la más Ozu de todas sus películas.
La historia gira en torno de un matrimonio ya mayor en torno a cuya bien avenida existencia girará durante un año la existencia de una serie de personajes solitarios, menos afortunados que ellos y también enfrentados a la recta final de sus vidas.
Escribió Phillip K. Dick que "a realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece´" y el espíritu dramático que anima esta extraordinaria película procede de esa tozudez de las cosas que se empeñan a existir en contra de la voluntad del resquebrajado deseo de unos personajes que se ven sorprendidos en la impotencia de ignorar aquello que de pronto ya es inevitable, especialmente el personaje de Mary (magníficamente interpretado por Lesley Manville) cuya soledad solitaria se contrapone dramática y desesperadamente a la equilibrada soledad que, a dos, vive el matrimonio protagonista.
El tiempo pasa para todos y el propósito de Mike Leigh, en su balzaquiana intención de filmar la comedia humana, es mostrar las demoledoras consecuencias de la vejez sobre un universo gris de personajes a los que la vida no ha sonreído y a los que parece ya no va a sonreír en su shakesperiano e inevitable invierno de descontento.
"Another year" es una película terrible, pero hermosa al mismo tiempo... como la vida misma.
Extraordinaria.
jueves, marzo 29, 2012
miércoles, marzo 28, 2012
“Let everything that's been planned come true. Let them believe. And let them have a laugh at their passions. Because what they call passion actually is not some emotional energy, but just the friction between their souls and the outside world. And most important, let them believe in themselves. Let them be helpless like children, because weakness is a great thing, and strength is nothing. When a man is just born, he is weak and flexible. When he dies, he is hard and insensitive. When a tree is growing, it's tender and pliant. But when it's dry and hard, it dies. Hardness and strength are death's companions. Pliancy and weakness are expressions of the freshness of being. Because what has hardened will never win.” ― Andrei Tarkovsky
Las huellas terminan unos metros más adelante y lo hacen de manera abrupta como si el aquel entonces presente cuerpo, propietario de ese peso capaz de dejarlas impresas sobre la arena, se hubiera desvanecido.
Un territorio salvaje e inexplorado aparecía más adelante, justo al final del último paso perdido del fantasmal caminar que hasta entonces había estado siguiendo.
Un territorio salvaje e inexplorado aparecía más adelante, justo al final del último paso perdido del fantasmal caminar que hasta entonces había estado siguiendo.
Y ahora le correspondía a él convertirse en ese fantasma cuyos pasos quizá otro estaría ahora mismo enebrando en algún lugar profundamente perdido a su espalda, convirtiendo en certeza la incertidumbre de su errático camino incierto.
lunes, marzo 26, 2012
domingo, marzo 25, 2012
Importante artículo sobre una realidad que no se tiene lo suficientemente en cuenta...
"El control es brutal; hay un seguimiento diario de lo que has vendido, y no queda bien que salgas a cero al final de día", dice Matilde, que comenzó a trabajar en banca en 2005. En su opinion, los trabajadores veteranos llevan peor la presión. También admite que cada vez prima más el interés del banco sobre el del cliente: "No nos obligan a vender todo a cualquier precio. Los productos se explican al cliente como son. Otra cosa es que le ofrezcas el que está en campaña. Más que asesorar, estás colocando algo que quizás no sea lo más adecuado para ese cliente". Como el grifo de la financiación en el mercado está cerrado y la captación de depósitos tampoco fluye, la "presión que recibimos ahora de la dirección está en vender productos a tipos de usura y cobrar comisiones", explica Mercedes, la subdirectora de la sucursal de una ex caja de ahorros de gran tamaño. "Casi cobramos por entrar en la oficina", reconoce...
En la venta de productos de inversión complejos "ha habido mucha desinformación al cliente, o incluso falta de formación de los propios empleados. No siempre se trata de un engaño", dice Contreras, de Adicae. En ocasiones, como asegura Marta, subdirectora de sucursal de una caja rescatada, "el riesgo que tenía era que la entidad quebrara, pero esto ni te lo planteabas". En esos casos, el propio empleado se ha visto sumido en "una sensación de engaño, de vergüenza, porque tú eres quien tiene que dar la cara al cliente y estás avergonzado, aun cuando no hayas hecho nada malo."
(Lo confieso: trabajo en un banco)
Por un lado, y según parece, se trata de un sistema cuya mecánica, según sus propios integrantes, se resume en que al más tonto es a quién se le vende mas y ese mecanismo de manipulación y de presión, que se ejerce sobre las personas convirtiéndolas en tontos en cuanto se descuidan.
Por otro, ese mecanismo que pone el beneficio propio de la organización en primer lugar (y aunque en la comunicación pública ese aspecto por supuesto no se menciona), se combina con un discurso y una realidad que conmina a poner el dinero en movimiento, que conduce a hablar con asesores de confianza que les ofrecerán la mejor opción existente para usted en el mercado.
Esta secuencia de confianza, por declaraciones de elementos pertenecientes al propio sistema, se está revelando en muchos casos como perversa.
Esos mismos asesores de confianza hace unos años revelan ahora que ponían el interés de la organización a la que pertenecían por encima de los de su cliente. El empleado nunca decía que de entre todos los productos que ahora mismo le interesan al banco van a ofrecerle el que más se adapte a las necesidades del cliente. No. Convertía al cliente en el mismo centro del universo.
¿No hay una responsabilidad en eso?
Y por supuesto que cuando se toma una decisión, uno es responsable de la decisión que toma, pero no es menos cierto que los profesionales asesoran y uno deposita su confianza en ellos. El sistema de la división del trabajo funciona así. Uno no puede hacerlo todo ni estar al tanto de todo. Y para eso existe la especialización, el profesional que sabe de lo suyo y que asesora en función de su conocimiento. Y de pronto parece que eso no es importante, que entra dentro del juego que uno pueda ser engañado por alguien que se presenta como experto en el que confiar.
El consumidor se convierte en alguien que en todas sus relaciones comerciales debe averiguar bajo cual de las tres tazas está la bolita siendo por supuesto responsable de sus errores pudiendo asumir deudas que quizá sean para siempre.
Y mientras las denuncias a los bancos se incrementan no veo por ninguna parte que se estén investigando las prácticas comerciales bancarias en la época de la fiebre del oro, los desmanes del marketing aplicado a las posibilidades de endeudamiento.
Lo que parece claro es que la imagen social y pública de los bancos ha caído, y que ese vínculo de confianza se ha roto en bastantes casos y esa caída no sólo se debe a la reacción airada de irresponsables que no asumen sus decisiones de endeudamiento sino de personas que seguramente tienen buenas razones para sentirse engañadas por unas organizaciones cuyas terminales mediáticas además pretenden salir indemnes de cualquier culpa haciendo recaer en los clientes la responsabilidad de haber sido engañados.
Veremos cuáles serán para el negocio bancario las consecuencias futuras de la quiebra de esa confianza.
"El control es brutal; hay un seguimiento diario de lo que has vendido, y no queda bien que salgas a cero al final de día", dice Matilde, que comenzó a trabajar en banca en 2005. En su opinion, los trabajadores veteranos llevan peor la presión. También admite que cada vez prima más el interés del banco sobre el del cliente: "No nos obligan a vender todo a cualquier precio. Los productos se explican al cliente como son. Otra cosa es que le ofrezcas el que está en campaña. Más que asesorar, estás colocando algo que quizás no sea lo más adecuado para ese cliente". Como el grifo de la financiación en el mercado está cerrado y la captación de depósitos tampoco fluye, la "presión que recibimos ahora de la dirección está en vender productos a tipos de usura y cobrar comisiones", explica Mercedes, la subdirectora de la sucursal de una ex caja de ahorros de gran tamaño. "Casi cobramos por entrar en la oficina", reconoce...
En la venta de productos de inversión complejos "ha habido mucha desinformación al cliente, o incluso falta de formación de los propios empleados. No siempre se trata de un engaño", dice Contreras, de Adicae. En ocasiones, como asegura Marta, subdirectora de sucursal de una caja rescatada, "el riesgo que tenía era que la entidad quebrara, pero esto ni te lo planteabas". En esos casos, el propio empleado se ha visto sumido en "una sensación de engaño, de vergüenza, porque tú eres quien tiene que dar la cara al cliente y estás avergonzado, aun cuando no hayas hecho nada malo."
(Lo confieso: trabajo en un banco)
Por un lado, y según parece, se trata de un sistema cuya mecánica, según sus propios integrantes, se resume en que al más tonto es a quién se le vende mas y ese mecanismo de manipulación y de presión, que se ejerce sobre las personas convirtiéndolas en tontos en cuanto se descuidan.
Por otro, ese mecanismo que pone el beneficio propio de la organización en primer lugar (y aunque en la comunicación pública ese aspecto por supuesto no se menciona), se combina con un discurso y una realidad que conmina a poner el dinero en movimiento, que conduce a hablar con asesores de confianza que les ofrecerán la mejor opción existente para usted en el mercado.
Esta secuencia de confianza, por declaraciones de elementos pertenecientes al propio sistema, se está revelando en muchos casos como perversa.
Esos mismos asesores de confianza hace unos años revelan ahora que ponían el interés de la organización a la que pertenecían por encima de los de su cliente. El empleado nunca decía que de entre todos los productos que ahora mismo le interesan al banco van a ofrecerle el que más se adapte a las necesidades del cliente. No. Convertía al cliente en el mismo centro del universo.
¿No hay una responsabilidad en eso?
Y por supuesto que cuando se toma una decisión, uno es responsable de la decisión que toma, pero no es menos cierto que los profesionales asesoran y uno deposita su confianza en ellos. El sistema de la división del trabajo funciona así. Uno no puede hacerlo todo ni estar al tanto de todo. Y para eso existe la especialización, el profesional que sabe de lo suyo y que asesora en función de su conocimiento. Y de pronto parece que eso no es importante, que entra dentro del juego que uno pueda ser engañado por alguien que se presenta como experto en el que confiar.
El consumidor se convierte en alguien que en todas sus relaciones comerciales debe averiguar bajo cual de las tres tazas está la bolita siendo por supuesto responsable de sus errores pudiendo asumir deudas que quizá sean para siempre.
Y mientras las denuncias a los bancos se incrementan no veo por ninguna parte que se estén investigando las prácticas comerciales bancarias en la época de la fiebre del oro, los desmanes del marketing aplicado a las posibilidades de endeudamiento.
Lo que parece claro es que la imagen social y pública de los bancos ha caído, y que ese vínculo de confianza se ha roto en bastantes casos y esa caída no sólo se debe a la reacción airada de irresponsables que no asumen sus decisiones de endeudamiento sino de personas que seguramente tienen buenas razones para sentirse engañadas por unas organizaciones cuyas terminales mediáticas además pretenden salir indemnes de cualquier culpa haciendo recaer en los clientes la responsabilidad de haber sido engañados.
Veremos cuáles serán para el negocio bancario las consecuencias futuras de la quiebra de esa confianza.
sábado, marzo 24, 2012
TOUCHEZ PAS AU GRISBI
Antes de Delon y Belmondo estaba Jean Gabin.
Jean Gabin es seguramente la gran estrella del cine francés de su época clásica, la de la década de los años treintas del pasado siglo XX. Su expresión que combinaba la melancolía con la dureza le permitió encarnar una serie de personajes, la mayoría de ellos románticos perdedores, en películas inolvidables como Pepe Le Moko, El Muelle de las Brumas o La Gran Ilusión.
Tras la II Guerra Mundial, en la que luchó en el lado de la Francia Libre e incluso fue condecorado participando en el desembarco de Normandía, y un fracasado intento de conquistar Hollywood, la carrera de Gabin pierde un tanto el rumbo hasta que llega esta película en el año 1954.
Basada en una novela de éxito escrita por Albert Simonin, "Touchez pas au grisbi" es también una película clave en la génesis y desarrollo del cine negro francés presentando ya ese carácter entre crepuscular y fatídico, entre duro y cínico, siempre violento y directo, que será marca de fábrica para otras películas como "Rififi" o "Bob Le Flambeur".
El ambiente de los bajos fondos de París, los exteriores y el neón, y las vidas siempre conjugadas en presente de sus protagonistas en una carrera contra el tiempo en el que siempre hay un plan para salir adelante que casi siempre saldrá mal.
No soy un experto en cine negro francés, pero seguramente "Touchez pas au grisbi" es la primera película que nos muestra ese universo narrativo y además lo hace de la mano de un Jean Gabin que, como siempre, está extraordinario y que gracias a esta película su vida profesional vivirá una segunda época de éxito hasta su muerte convertido en un orgullo viviente de esa Francia que tanto quiere lo suyo.
La historia que nos cuenta es la de Max (Jean Gabin) y Riton (Renè Dary), dos criminales de los bajos fondos parisinos que ya entrados en años deciden dar el golpe definitivo que les permitirá retirarse y quizá cambiar.
Una indiscreción de Riton con una amante que ya empieza a ser demasiado joven para él desencadenará una trama en la que conseguir la "pasta" del golpe realizado por los dos veteranos se convertirá en el detonante de un infierno de despiadada violencia.
Y con todo lo mejor de la película es el comienzo.
No entramos en la historia sino que conocemos al personaje de Max, el modo magnético y fascinante con el que se desenvuelve en un peligroso entorno que maneja como quiere... luego llega la historia, pero primero, y a mayor gloria de Jean Gabin, tenemos un comienzo casi costumbrista en el que los personajes quedan perfectamente presentados y definidos.
Todo un clásico.
Antes de Delon y Belmondo estaba Jean Gabin.
Jean Gabin es seguramente la gran estrella del cine francés de su época clásica, la de la década de los años treintas del pasado siglo XX. Su expresión que combinaba la melancolía con la dureza le permitió encarnar una serie de personajes, la mayoría de ellos románticos perdedores, en películas inolvidables como Pepe Le Moko, El Muelle de las Brumas o La Gran Ilusión.
Tras la II Guerra Mundial, en la que luchó en el lado de la Francia Libre e incluso fue condecorado participando en el desembarco de Normandía, y un fracasado intento de conquistar Hollywood, la carrera de Gabin pierde un tanto el rumbo hasta que llega esta película en el año 1954.
Basada en una novela de éxito escrita por Albert Simonin, "Touchez pas au grisbi" es también una película clave en la génesis y desarrollo del cine negro francés presentando ya ese carácter entre crepuscular y fatídico, entre duro y cínico, siempre violento y directo, que será marca de fábrica para otras películas como "Rififi" o "Bob Le Flambeur".
El ambiente de los bajos fondos de París, los exteriores y el neón, y las vidas siempre conjugadas en presente de sus protagonistas en una carrera contra el tiempo en el que siempre hay un plan para salir adelante que casi siempre saldrá mal.
No soy un experto en cine negro francés, pero seguramente "Touchez pas au grisbi" es la primera película que nos muestra ese universo narrativo y además lo hace de la mano de un Jean Gabin que, como siempre, está extraordinario y que gracias a esta película su vida profesional vivirá una segunda época de éxito hasta su muerte convertido en un orgullo viviente de esa Francia que tanto quiere lo suyo.
La historia que nos cuenta es la de Max (Jean Gabin) y Riton (Renè Dary), dos criminales de los bajos fondos parisinos que ya entrados en años deciden dar el golpe definitivo que les permitirá retirarse y quizá cambiar.
Una indiscreción de Riton con una amante que ya empieza a ser demasiado joven para él desencadenará una trama en la que conseguir la "pasta" del golpe realizado por los dos veteranos se convertirá en el detonante de un infierno de despiadada violencia.
Y con todo lo mejor de la película es el comienzo.
No entramos en la historia sino que conocemos al personaje de Max, el modo magnético y fascinante con el que se desenvuelve en un peligroso entorno que maneja como quiere... luego llega la historia, pero primero, y a mayor gloria de Jean Gabin, tenemos un comienzo casi costumbrista en el que los personajes quedan perfectamente presentados y definidos.
Todo un clásico.
jueves, marzo 22, 2012
THE YELLOW SEA
Acosado por la necesidad y las deudas, Gu-Nam, un inmigrante ilegal norcoreano que malvive como taxista en las calles de una ciudad del Norte de China, se ve obligado a aceptar un peligroso encargo.
Gu-Nam deberá ir a Corea del Sur y matar a una persona por encargo de un mafioso también de origen norcoreano. Si regresa con uno de sus dedos pulgares todas sus deudas se verán saldadas y su vida quizá pueda cambiar a mejor merced a una sustanciosa cantidad de dinero que también recibirá.
Una vez allí, los acontecimientos tomarán un giro inesperado.
Gu-Nam se verá implicado en un juego de intereses en los bajos fondos de los norcoreanos que viven en Corea del Sur, un juego en el que Gu-Nam no será otra cosa que un simple peón sacrificable.
Sin ser una película completamente redonda, "The yellow sea" es un magnífico thriller de acción que rebosca acción y tensión por sus cuatro costados.
La desesperada carrera de Gu-Nam que, como los mejores personajes del maestro Hitchcock, se ve obligado a escapar de una realidad que se revela de otra manera muy distinta a la que parecía ser se convierte en una emocionante carrera contra el reloj por evitar un destino que parece escrito es un drama en cuatro partes que termina en ese mar amarillo que da titulo a la película, en un final tranquilo, hermoso y seguramente inevitable.
Y como los mejores personajes de Sam Peckinpah, Gu-Nam mantendrá con entereza la propia personalidad y un propio criterio de lo que es justo frente a una situación personal que parece deteriorarse a cada momento que pasa conduciendo de una situación más desesperada a otra que lo es mucho más.
Hay alguna situación que no se entiende bien y en ciertos momentos algunas motivaciones de algunos personajes resultan incomprensibles, pero, y en general, merece la pena ver "The yellow sea".
Acosado por la necesidad y las deudas, Gu-Nam, un inmigrante ilegal norcoreano que malvive como taxista en las calles de una ciudad del Norte de China, se ve obligado a aceptar un peligroso encargo.
Gu-Nam deberá ir a Corea del Sur y matar a una persona por encargo de un mafioso también de origen norcoreano. Si regresa con uno de sus dedos pulgares todas sus deudas se verán saldadas y su vida quizá pueda cambiar a mejor merced a una sustanciosa cantidad de dinero que también recibirá.
Una vez allí, los acontecimientos tomarán un giro inesperado.
Gu-Nam se verá implicado en un juego de intereses en los bajos fondos de los norcoreanos que viven en Corea del Sur, un juego en el que Gu-Nam no será otra cosa que un simple peón sacrificable.
Sin ser una película completamente redonda, "The yellow sea" es un magnífico thriller de acción que rebosca acción y tensión por sus cuatro costados.
La desesperada carrera de Gu-Nam que, como los mejores personajes del maestro Hitchcock, se ve obligado a escapar de una realidad que se revela de otra manera muy distinta a la que parecía ser se convierte en una emocionante carrera contra el reloj por evitar un destino que parece escrito es un drama en cuatro partes que termina en ese mar amarillo que da titulo a la película, en un final tranquilo, hermoso y seguramente inevitable.
Y como los mejores personajes de Sam Peckinpah, Gu-Nam mantendrá con entereza la propia personalidad y un propio criterio de lo que es justo frente a una situación personal que parece deteriorarse a cada momento que pasa conduciendo de una situación más desesperada a otra que lo es mucho más.
Hay alguna situación que no se entiende bien y en ciertos momentos algunas motivaciones de algunos personajes resultan incomprensibles, pero, y en general, merece la pena ver "The yellow sea".
Me gustaría saber si en el extranjero se producen este tipo "pollos" alrededor de los árbitros.
Mis prejuicios en contra de mis compatriotas me llevan a pensar que no. Apuesto a que no. Así, y entre otras cosas, podría hacer con todas las de la ley el análisis que en cualquier caso voy a escribir.
En un país cuya cultura tercermundista se basa en el clientelismo y el nepotismo la presión sobre el árbitro es un síntoma de un modo esencial de hacer y concebir el estado de las cosas.
La victoria no está en manos del buen juego ni en el esfuerzo por ganar, ni siquiera en la suerte... La victoria está en manos de quién tiene la autoridad suficiente como para concederla.
Por eso el árbitro es tan importante.
¿Para qué esforzarse pudiendo conseguir que quién puede concederla nos la conceda?
Todas las lecturas son por tanto en clave de poder.
Y en este tipo de lecturas el árbitro no es un actor más, simplemente alguien que puede equivocarse tanto o más que los jugadores que la tiran fuera cuando se quedan solos o prefieren jugársela antes que devolver la pared al compañero que se queda solo.
El árbitro es la distancia más corta entre el deseo de victoria y la victoria misma.
Tonto el que crea y se esfuerce.
Los listos son siempre quienes mejor saben a quién pedir las cosas... porque las cosas no se consiguen. Siempre son de alguien que las da... O no, según le venga o convenga.
Mis prejuicios en contra de mis compatriotas me llevan a pensar que no. Apuesto a que no. Así, y entre otras cosas, podría hacer con todas las de la ley el análisis que en cualquier caso voy a escribir.
En un país cuya cultura tercermundista se basa en el clientelismo y el nepotismo la presión sobre el árbitro es un síntoma de un modo esencial de hacer y concebir el estado de las cosas.
La victoria no está en manos del buen juego ni en el esfuerzo por ganar, ni siquiera en la suerte... La victoria está en manos de quién tiene la autoridad suficiente como para concederla.
Por eso el árbitro es tan importante.
¿Para qué esforzarse pudiendo conseguir que quién puede concederla nos la conceda?
Todas las lecturas son por tanto en clave de poder.
Y en este tipo de lecturas el árbitro no es un actor más, simplemente alguien que puede equivocarse tanto o más que los jugadores que la tiran fuera cuando se quedan solos o prefieren jugársela antes que devolver la pared al compañero que se queda solo.
El árbitro es la distancia más corta entre el deseo de victoria y la victoria misma.
Tonto el que crea y se esfuerce.
Los listos son siempre quienes mejor saben a quién pedir las cosas... porque las cosas no se consiguen. Siempre son de alguien que las da... O no, según le venga o convenga.
martes, marzo 20, 2012
LA INVENCIÓN DE HUGO
De cuando en cuando el cine necesita recitarse como mito, recordar a quienes quizá lo hayan olvidado su propio relato, ése que habla de él como fábrica de sueños, metafísica emocional que justifica las imágenes que como fantasmas se aparecen en la pantalla blanca.
Es todo un género cinematográfico al que pertenecen grandes películas como "La noche americana", "Cinema paradiso", "La rosa púrpura de El Cairo" o "El estado de las cosas".
Desgraciadamente, es complicado que alguien algún día cite a "La invención de Hugo" entre ellas... aunque para gustos los colores.
Demasiado compleja y enrevesada, "La invención de Hugo" es una de esas películas con vocación sinfónica. Las líneas argumentales y los personajes se acumulan generando un universo abigarrado en el que el espectador tarde o temprano termina perdiendo el hilo de Ariadna de lo esencial y queda perdido en el laberinto de una historia que se convierte en demasiado compleja, cuando no caótica.
La historia de Meliés y el cine, la historia de Hugo y su padre, la historia del autómata, la propia historia del cine, la historia de la estación y de sus personajes... demasiadas historias enlatadas a presión en apenas una duración de dos horas, "tour de force" que fuerza al espectador a asistir a una especie de masificado espectáculo de turismo emocional en el que nada tiene la suficiente fuerza como para imprimir una huella y permanecer.
Pura acumulación que no termina de llegar a los lugares del sentir que aspira a alcanzar.
Espectáculo vacío que termina siendo un viaje a ninguna parte con el espíritu de Meliès de por medio.
Fallida.
De cuando en cuando el cine necesita recitarse como mito, recordar a quienes quizá lo hayan olvidado su propio relato, ése que habla de él como fábrica de sueños, metafísica emocional que justifica las imágenes que como fantasmas se aparecen en la pantalla blanca.
Es todo un género cinematográfico al que pertenecen grandes películas como "La noche americana", "Cinema paradiso", "La rosa púrpura de El Cairo" o "El estado de las cosas".
Desgraciadamente, es complicado que alguien algún día cite a "La invención de Hugo" entre ellas... aunque para gustos los colores.
Demasiado compleja y enrevesada, "La invención de Hugo" es una de esas películas con vocación sinfónica. Las líneas argumentales y los personajes se acumulan generando un universo abigarrado en el que el espectador tarde o temprano termina perdiendo el hilo de Ariadna de lo esencial y queda perdido en el laberinto de una historia que se convierte en demasiado compleja, cuando no caótica.
La historia de Meliés y el cine, la historia de Hugo y su padre, la historia del autómata, la propia historia del cine, la historia de la estación y de sus personajes... demasiadas historias enlatadas a presión en apenas una duración de dos horas, "tour de force" que fuerza al espectador a asistir a una especie de masificado espectáculo de turismo emocional en el que nada tiene la suficiente fuerza como para imprimir una huella y permanecer.
Pura acumulación que no termina de llegar a los lugares del sentir que aspira a alcanzar.
Espectáculo vacío que termina siendo un viaje a ninguna parte con el espíritu de Meliès de por medio.
Fallida.
"“se piensa que sólo puede considerarse real lo que puede medirse con un instrumento. Lo que puede decirse es que el estado actual de la física teórica implica que el espacio vacío tiene toda esa energía, y, por consiguiente, la
materia es como un pequeño rizo en este océano tremendo de energía, con cierta estabilidad relativa, y que es manifiesto. Por lo que yo sugiero que este orden implicado implica una realidad que va mucho más allá de lo que
llamamos materia. La materia misma no es más que un rizo sobre este fondo.”
(La totalidad y el orden implicado, David Bohm)
lunes, marzo 19, 2012
LE HAVRE
Me gusta el resumen de la crítica que el New York Times ha hecho de la película : "Un cuento de hadas elegante y sentimental sobre cómo debería ser el mundo, desde un sincero reconocimiento de lo que el mundo realmente es" (A. O. Scott: The New York Times).
Refleja muy bien mi propia idea.
¿Para qué volverlo a escribir si alguien ya lo ha escrito?
La nueva película del fines Aki Kaurismäki es un estupendo canto a la bondad como esencial modo de relación entre las personas.
Un inmigrante ilegal llamado Idrissa acaba en el puerto francés de Le Havre en su camino hacia Londres. Sus pasos se cruzan con los de Marcel Marx, un escritor bohemio que ejerce de limpiabotas. Marcel intentará ayudar a Idrissa y para ello contará con la colaboración de todo un variopinto grupo de vecinos que como Marcel residen en un entorno humilde, casi marginal, a las afueras de una ciudad que parece ignorarles del mismo modo que sólo tiene en cuenta a Idrissa para encarcelarle y devolverle a su país de origen.
Como en otras películas de Kaurismäki, hay algo edificante y puro en esos personajes aparentemente fracasados y desheredados de un mundo que parece haberlos vomitado a las tinieblas exteriores, un entereza moral nacida de su propio interior que les convierte en héroes intactos y puros, en contraste a lo que desde fuera parece una propia tragedia de fracaso y marginalidad.
Me viene a la mente un texto de Bataille que publiqué hace poco en el blog y que tenía que ver con la mística del clochard:
"El verdadero lujo y el potlatch profundo de nuestro tiempo se encuentran en el miserable, es decir, en el que se arroja al suelo y se margina. El lujo auténtico exige un completo desprecio de las riquezas, la adusta indiferencia de quien rehusa el trabajo y hace de su vida, de una parte, un esplendor infinitamente ruinoso y, de otra parte, un insulto callado a la mentira laboriosa de los ricos. Más allá de una explotación militar, de una mistificación religiosa y de una malversación capitalista, nadie en el futuro podría volver a encontrar el sentido de la riqueza, lo que presagia de explosivos, de pródigo y de desbordante, si carece del esplendor de los andrajosos y de la sombría provocación de la indiferencia. Finalmente, si queremos, la mentira consagra la exuberancia de la vida a la revolución."(La parte maldita, Georges Bataille)
Kaurismäki cree también en ese aparentemente abstracto esplendor de los andrajosos del que nos escribe Bataille y en Le Havre vuelve a ponerlo por obra cifrándolo en una extrema cultura de la solidaridad en la que el que apenas tiene algo lo comparte de una manera natural, sin mediaciones reflexivas de ningún tipo.
Porque para Kaurismäki, esa bohemia que reside en los arrabales de la ciudad es, a su trágica manera irónica de contarlo, una desesperanzada reserva espiritual portadora de unos valores eternos basados en la humanidad y la solidaridad.
El fracaso es la inevitable consecuencia de ser de otra manera, de la imposibilidad para desde la propia pureza cambiar siquiera para sobrevivir.
Y seguramente abrazar el fracaso en esas tinieblas grises de los arrabales que ya empezara a cantar Baudelaire encierra la grandeza de abrazar lo mejor de la humanidad.
Y todo sucediendo en un entorno de significado que bebe directamente en lo mejor del cine francés de la década de los treintas del siglo pasado e incluso de películas como "Casablanca" puesto que una parte de la estructura narrativa de la historia recuerda al planteamiento narrativo del clásico, especialmente la relación entre el inspector de policía y el protagonista.
Extraordinaria.
Me gusta el resumen de la crítica que el New York Times ha hecho de la película : "Un cuento de hadas elegante y sentimental sobre cómo debería ser el mundo, desde un sincero reconocimiento de lo que el mundo realmente es" (A. O. Scott: The New York Times).
Refleja muy bien mi propia idea.
¿Para qué volverlo a escribir si alguien ya lo ha escrito?
La nueva película del fines Aki Kaurismäki es un estupendo canto a la bondad como esencial modo de relación entre las personas.
Un inmigrante ilegal llamado Idrissa acaba en el puerto francés de Le Havre en su camino hacia Londres. Sus pasos se cruzan con los de Marcel Marx, un escritor bohemio que ejerce de limpiabotas. Marcel intentará ayudar a Idrissa y para ello contará con la colaboración de todo un variopinto grupo de vecinos que como Marcel residen en un entorno humilde, casi marginal, a las afueras de una ciudad que parece ignorarles del mismo modo que sólo tiene en cuenta a Idrissa para encarcelarle y devolverle a su país de origen.
Como en otras películas de Kaurismäki, hay algo edificante y puro en esos personajes aparentemente fracasados y desheredados de un mundo que parece haberlos vomitado a las tinieblas exteriores, un entereza moral nacida de su propio interior que les convierte en héroes intactos y puros, en contraste a lo que desde fuera parece una propia tragedia de fracaso y marginalidad.
Me viene a la mente un texto de Bataille que publiqué hace poco en el blog y que tenía que ver con la mística del clochard:
"El verdadero lujo y el potlatch profundo de nuestro tiempo se encuentran en el miserable, es decir, en el que se arroja al suelo y se margina. El lujo auténtico exige un completo desprecio de las riquezas, la adusta indiferencia de quien rehusa el trabajo y hace de su vida, de una parte, un esplendor infinitamente ruinoso y, de otra parte, un insulto callado a la mentira laboriosa de los ricos. Más allá de una explotación militar, de una mistificación religiosa y de una malversación capitalista, nadie en el futuro podría volver a encontrar el sentido de la riqueza, lo que presagia de explosivos, de pródigo y de desbordante, si carece del esplendor de los andrajosos y de la sombría provocación de la indiferencia. Finalmente, si queremos, la mentira consagra la exuberancia de la vida a la revolución."(La parte maldita, Georges Bataille)
Kaurismäki cree también en ese aparentemente abstracto esplendor de los andrajosos del que nos escribe Bataille y en Le Havre vuelve a ponerlo por obra cifrándolo en una extrema cultura de la solidaridad en la que el que apenas tiene algo lo comparte de una manera natural, sin mediaciones reflexivas de ningún tipo.
Porque para Kaurismäki, esa bohemia que reside en los arrabales de la ciudad es, a su trágica manera irónica de contarlo, una desesperanzada reserva espiritual portadora de unos valores eternos basados en la humanidad y la solidaridad.
El fracaso es la inevitable consecuencia de ser de otra manera, de la imposibilidad para desde la propia pureza cambiar siquiera para sobrevivir.
Y seguramente abrazar el fracaso en esas tinieblas grises de los arrabales que ya empezara a cantar Baudelaire encierra la grandeza de abrazar lo mejor de la humanidad.
Y todo sucediendo en un entorno de significado que bebe directamente en lo mejor del cine francés de la década de los treintas del siglo pasado e incluso de películas como "Casablanca" puesto que una parte de la estructura narrativa de la historia recuerda al planteamiento narrativo del clásico, especialmente la relación entre el inspector de policía y el protagonista.
Extraordinaria.
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