Hay estructuras narrativas muy eficaces, que siempre funcionan.
Una de ellas es enfrentar una historia compleja, de diversas implicaciones, desde la perspectiva finalista y micro de un sujeto individual que padece las consecuencias de aquello todavía no descubierto, no narrado.
Hitchcock utilizó esta estructura en muchas de sus películas.
Sus protagonistas siempre irrumpen o son victimas de situaciones que les superan, que les atrapan y que aquellos deben desentrañar para escapar.
Como el Roger Thorndike de "North by Northwest", sus protagonistas experimentan la fuerza ciega y en apariencia imparable de una situación que encierra la complejidad de una narración; una situación que, de un minuto a otro, les convierte en sorprendidas victimas en trance de ser aplastadas y cuyo misterio por narrar deben resolver para escapar.
Así, el escapar, la acción que el héroe despliega, se convierte en la pura narración, una narración en la que se ignora lo que está delante, que siempre es una amenaza, y cuya principal atractivo es ese proceso de descubrimiento en sí.
"El corredor del laberinto" reproduce esta fórmula de una manera bastante acertada, por lo menos, en sus comienzos donde el espectador tiene la misma información que el protagonista enfrentado a una realidad en la que de pronto se encuentra inmerso de manera fortuita y que desconoce.
Y la película funciona porque funciona ese mecanismo de descubrimiento, de desenmascaramiento de esa realidad sobrevenida, que le rodea incomprensible y amenazadora.
No funciona tanto conforme la película avanza y las preguntas que la propia historia plantea han de ser respondidas.
De siempre es sabido que, si bien es difícil hacer un planteamiento interesante, mucho más complicado es dar con un desenace que esté a la altura de la fascinación que las preguntas sin respuesta han produdico mientras han sobrevolado como presencias fantasmales la narración.
En este sentido, la resolución que además se plantea en diferido a lo Cospedal termina pinchando el globo decantándose por una de las opciones más prosaicas de entre las que quién les escribe había barajado y sospechado mientras los protagonistas buscaban la salida al laberinto que da titulo a la película.
En cualquier caso, ésto último no deja de ser una opinión, debiendo predominar una valoración positiva basada en una historia de acción que mantiene el suspense de manera convincente, con esa credibilidad basada en la verosimilitud, en el efecto de verdad, que siempre es mano de santo en la narración cinematográfica.
"El corredor del laberinto" funciona como producto, pero también, y lo que es más importante, como película franquicia que inicie una saga de películas que sin duda no se harán esperar.
Entretenida.
Una de ellas es enfrentar una historia compleja, de diversas implicaciones, desde la perspectiva finalista y micro de un sujeto individual que padece las consecuencias de aquello todavía no descubierto, no narrado.
Hitchcock utilizó esta estructura en muchas de sus películas.
Sus protagonistas siempre irrumpen o son victimas de situaciones que les superan, que les atrapan y que aquellos deben desentrañar para escapar.
Como el Roger Thorndike de "North by Northwest", sus protagonistas experimentan la fuerza ciega y en apariencia imparable de una situación que encierra la complejidad de una narración; una situación que, de un minuto a otro, les convierte en sorprendidas victimas en trance de ser aplastadas y cuyo misterio por narrar deben resolver para escapar.
Así, el escapar, la acción que el héroe despliega, se convierte en la pura narración, una narración en la que se ignora lo que está delante, que siempre es una amenaza, y cuya principal atractivo es ese proceso de descubrimiento en sí.
"El corredor del laberinto" reproduce esta fórmula de una manera bastante acertada, por lo menos, en sus comienzos donde el espectador tiene la misma información que el protagonista enfrentado a una realidad en la que de pronto se encuentra inmerso de manera fortuita y que desconoce.
Y la película funciona porque funciona ese mecanismo de descubrimiento, de desenmascaramiento de esa realidad sobrevenida, que le rodea incomprensible y amenazadora.
No funciona tanto conforme la película avanza y las preguntas que la propia historia plantea han de ser respondidas.
De siempre es sabido que, si bien es difícil hacer un planteamiento interesante, mucho más complicado es dar con un desenace que esté a la altura de la fascinación que las preguntas sin respuesta han produdico mientras han sobrevolado como presencias fantasmales la narración.
En este sentido, la resolución que además se plantea en diferido a lo Cospedal termina pinchando el globo decantándose por una de las opciones más prosaicas de entre las que quién les escribe había barajado y sospechado mientras los protagonistas buscaban la salida al laberinto que da titulo a la película.
En cualquier caso, ésto último no deja de ser una opinión, debiendo predominar una valoración positiva basada en una historia de acción que mantiene el suspense de manera convincente, con esa credibilidad basada en la verosimilitud, en el efecto de verdad, que siempre es mano de santo en la narración cinematográfica.
"El corredor del laberinto" funciona como producto, pero también, y lo que es más importante, como película franquicia que inicie una saga de películas que sin duda no se harán esperar.
Entretenida.