Lo que me gusta y lo que necesito son dos cosas muy distintas.
viernes, abril 17, 2015
Democracias de consumo y autoritarismo político...
"Hay dos culturas políticas bien determinadas. Una cultura cívica, donde las leyes se aplican por
igual a todos los ciudadanos, y donde los funcionarios políticos electos fortalecen la participación
ciudadana y fomentan el crecimiento de los movimientos sociales. La actividad gubernamental se
rige por la ley y no se usa el cargo público para imponer preferencias políticas a los ciudadanos ni
para el enriquecimiento personal. Una cultura política autoritaria es aquélla donde la corrupción es
desenfrenada y el enriquecimiento personal es endémico al sistema político.".
Han pasado 20 años y parece que es hoy...
“En una cultura cívica, los líderes políticos incitan a los ciudadanos a actuar como los agentes del cambio social. En una cultura política autoritaria (haya elecciones o no) los líderes políticos fomentan la creencia de que los movimientos sociales "amenazan la estabilidad democrática", siembran el miedo y la inseguridad entre los ciudadanos y promueven la creencia de que sólo la élite política puede decidir cuándo, dónde y cómo hay que proceder para poner en práctica el cambio social.”
"La frontera entre el hielo sólido y el agua líquida (o entre el vapor
y el agua) se denomina una pared de dominio. Es como una membrana
entre las dos fases diferentes.85 De hecho, la pared de dominio
tiene sus propiedades características, por ejemplo, la tensión
superficial que trata de contraer la burbuja. Otro ejemplo de una
pared de dominio es la frontera entre el agua ordinaria y el aire.
Cuando era pequeño me fascinaba el truco de hacer flotar un alfiler
de acero en la superficie del agua en un vaso. La frontera de
dominio que separa aire y agua es como una piel estirada sobre el
líquido. Tiene tensión superficial y, realmente, tiene que ser
perforada para que un objeto penetre en ella."
Está claro que en una dialéctica centrípeta, de eterna repetición de lo mismo, en que se basa el cine industrial es muy arriesgado hacer cosas diferentes.
Por eso es mucho más fácil hacer una nueva entrega de las aventuras de Star Wars que jugársela con una historia como "Mortdecai", en bastantes aspectos muy a contracorriente de la habitual ración semanal de cine industrial que los espectadores esperan recibir.
Algo así como quitarle las patatas a la habitual y enésima chesseburger para añadir algún tipo de extraña y sofisticada guarnición.
Y "Mortdecai" exige en ciertos aspectos una cierta capacidad de escucha por parte del espectador porque se construye en torno a un héroe afeminado y vulnerable, un héroe cuya principal arma es la inteligencia y la cultura.
Por otro lado, todo el relato está cifrado en una suerte de parodia del estilo aristocrático que caracterizaba a autores tan diferentes como Noel Coward o P.G. Wodehouse y tengo que decir que he disfrutado mucho, bastante por encima de la trama, el modo tan gracioso, tan basado en la ironía y el understatement con que los personajes se hablan y se relacionan.
En fin, "Mortdecai" es una locura suicida, absolutamente a contracorriente, que parece más una película de los sesentas del siglo pasado que pudiera protagonizar Peter Sellers y dirigir Blake Edwards, que un producto industrial de nuestro tiempo.
Y no deja de tener su gracia que "Mortdecai" nos devuelva lo cultural como algo excéntrico y contra-cultural, de antemano condenado al fracaso, a la colisión con unas expectativas cada vez más esclerotizadas de público e industria.
Y en este sentido "Mortdecai" ya es un fracaso pero al mismo tiempo presenta su candidatura a tremenda película de culto en la que Jhonny Depp encuentra suficiente espacio para desarrollar su talento histrionico e inteligencia para la construcción de héroes heterodoxos, que con sus presencias diferentes cuestionan lo meramente muscular como camino único para acabar con el malvado.
Si de algo puedes estar seguro es que Depp siempre te permite leer entre sus líneas una cierta actitud inconformista y que, desde su éxito, se las ha arreglado hasta el momento para exhibir una cierta actitud gonzo, diferencial y heterodoxa, incluso en contra de la taquilla, en la mayor parte de los proyectos en que participa.
A mí, "Mortedecai" me ha sorprendido, cosa nada habitual en los estrenos palomiteros de los viernes, y he disfrutado cada momento la elegante ironía con que los personajes se expresan.
Me quito el sombrero ante Depp que como productor ha tirado al fuego unos cuantos millones de dólares parta producir esta "rara avis". Sólo espero que maneje lo suficientemente bien sus finanzas como para poder obsequiarnos de cuando en cuando con alguna propuesta distinta.
Todos nuestros políticos y tertulianos deberían verla para comprobar que la descalificación no está reñida ni con la inteligencia ni con la elegancia.
El tremendo nihilismo que anima todo el cine del japonés Akira Kurosawa descansa en el concepto de la tragedia como algo inevitable.
Y es inevitable porque el hombre que las protagoniza siempre está a merced de sus propios impulsos, pero también de los acontecimientos externos. Elementos de procedencia interna como las pasiones y las emociones o de procedencia externa como el destino o el azar siempre se encargan de hacer imposible cualquier esfuerzo por evitar lo que es ineludible y eso que es ineludible es la entropía, el desorden o el caos.
Este proceso, casí fisico y por tanto a cuya influencia es imposible de escapar, convierten todos los esfuerzos del ser humano por producir un cierto orden en episodios pasajeros, condenados siempre al fracaso.
No es casualidad, por tanto, que el japonés Kurosawa conectase con la obra de alguien tan aparentemente alejado de su cultura como el inglés William Shakespeare. Lo inevitable de la tragedia es un elemento esencial de todas sus obras y recordemos aquella famosa frase que describe la vida como un cuento absurdo recitado a voces por un loco.
La conexión es total y por eso, sin lugar a dudas, "Trono de sangre" no sólo es la mejor adaptación que para el cine se ha hecho de "Macbeth" sino, a mi entender, de todas las adaptaciones que he visto de todas las obras de Shakespeare... Lo cual ya se que es mucho decir, pero me voy a mojar.
La medieval escocia por el medieval japón, las brumosas highlands por los intrincados bosques tan llenos de misterio y magia para la cultura japonesa, pero siempe el mismo hombre que Shakespeare propone: acarreando su levedad mientras intenta construir un sentido, intentando gobernar al incontrolable animal que lleva dentro pero siempre y a la postre dejándose llevar por el para desembocar en lo inevitable, en la tragedia.
La predicción que el espíritu del bosque, sobrecogedor en su apariencia procedente del teatro Noh, hace a Washizu (poderosamente encarnado por el gran Toshiro Mifune) será el gatillo que dispare el drama.
Una predicción que no obedece a ninguna razón, simplemente al placer que las fuerzas elementales encarnadas por ese espíritu sienten por desencadenar la fragilidad en el ser humano; una fragilidad que siempre está ahí, incluso dentro de dos aparentemente virtuosos defensores de su señor como son los samurais Washizu y Miki, que podrían ser los mejores de todos nosotros ya que con sus virtudes han sido capaces de revertir una situación de desventaja y derrota para los suyos y su señor.
Y sin duda este es el plus que Kurosawa se permite añadir a un discurso que ya es en sí genial. En la obra de Shakespeare nada se habla del pasado de Macbeth solo de su proceso de deterioro y abyección, pero Kurosawa nos cuenta quién es Washizu y le coloca en una posición de excelencia y honor definiendo una altura en la que inscribir la caída del personaje a su propio infierno personal.
Esto y la capacidad estética para subrayar que la cultura japonesa, desde el teatro Noh tiene para subrayar el drama.
Estos aspectos enriquecen aun más un relato que ya de por sí es inmensamente rico contextualizando y subrayándolo. Y si de subrayar hablamos nada como esa poderosa mirada animalesca y desatada de Toshiro Mifune, su protagonista.
De la mano del guionista Tonino Guerra, una de las grandes almas del cine europeo concebido como hecho cultural, el cineasta Franceso Rosi alcanzó su gran época de madurez en la década de los setentas del siglo pasado.
Tanto a Antonioni, principalmente, como a Angelopoulos, Tarkovski, Fellini o Rosi, Guerra añade a la reflexión una suerte de tempo poético pausado que en las antípodas de cualquier tipo de velocidad permite que las historias respiren una pureza esencial, una poderosa autenticidad que convierte a sus historias en un algo orgánico, identitario que reclama al espectador que sabe escuchar su derecho a ser escuchado desde la seducción que tiene toda "poiesis" en el sentido heideggeriano de iluminación de un ser y a través de él de todo un mundo al que ese ser da sentido con su mirada.
Guerra es poesía pura, pero con Rosi, Guerra mostró su faceta mas política.
Rodada en 1976, esta "Excelentisimos Cadáveres" tiene la tremenda virtud de mostrar un mundo: el de la Italia que la democracia cristiana gobernó durante más de 50 años.
Sobre un hilo argumental muy característico de la novela negra, "Excelentísimos Cadáveres" nos muestra al sesudo y reflexivo inspector Rogas, magníficamente encarnado por el gran Lino Ventura, investigando los asesinatos de una serie de jueces.
Poco a poco, la investigación de Rogas acabará llegando demasiado lejos, a la alta política de su país, donde quienes conspiran precisamente lo hacen para seguir manteniendo un orden establecido en el que la Demovracia Cristiana gobierna y el Partido Comunista permanece controlado y en la oposición.
Queriendo saber la verdad, Rogas irá demasiado lejos y allí encontrará que el poder puro y duro se ha convertido en su enemigo porque su sentido estratégico de la verdad que implica concebirla como guía para el conocimiento, como valor de uso, choca frontalmente con el sentido táctico que de la verdad tiene el poder, como elemento para ser convenientemente utilizado en favor o en contra de determinados intereses, como valor de cambio,
Y si algo parece claro es que el viejo dicho que dice que la verdad es lo primero que muere en una guerra también es aplicable a la política, campo de juego donde la verdad más importante son los diferentes intereses de cada jugador.
Uno de los grandes males del espíritu de nuestras democracias de consumo es la inmediatez: el consumidor debe satisfacer rápidamente la necesidad que siente de un producto o servicio.
Y debe satisfacerla rápidamente porque, al tratarse de una necesidad que no es real, su presencia emocional no es duradera. Su radio de acción en el tiempo dependerá de la existencia de nuevas necesidades que le son inducidas.
La competencia en el mercado es feroz.
En este sentido, nosotros, como consumidores, estamos acostumbrados a una inmediatez que generalizamos para todas las cosas. Llevamos las gafas puestas de esa manera de ser y de estar: la del consumidor que desea, que debe ser satisfecho y que tiene la razón.
Pero afortunadamente hay cosas que no se compran en el supermercado, cosas que requieren tiempo para su gestación y que no entienden de nuestras prisas. Una de esas cosas que el capitalismo de consumo todavía no ha domesticado es la historia.
Y escribo ésto como introducción a una reflexión sobre los resultados obtenidos por Podemos en Andalucía, pero sobre todo como respuesta a las reflexiones derrotistas de los impacientes, los que quieren comprar el cambio político y social en el supermercado.
Afortunadamente todavía existe lo biológico, los necesarios procesos de maduración, la gradualidad con la que esas cosas que realmente merecen la pena se nos siguen presentando y ofreciendo.
Si el mercado y el consumo no pueden esperar, las cosas que realmente merecen la pena se hacen esperar. Este simple criterio debería servirnos para reconocerlas.
Tienen vida propia y se nos ofrecen cuando es el momento.
En este sentido, el proceso que llevó a Syriza al gobierno de Grecia tiene una duración de once años. Este es el lapso de tiempo que separa las legislativas del 2004 y las legislativas del 2015.
No sólo vivimos rodeados de resultados de procesos, situaciones o cosas acabadas, que están disponibles, sino también de procesos generadores de cosas o procesos que en algún momento serán o estarán acabados. Pero cada vez estamos más preparados para reconocer y valorar lo acabado, lo quee stá disponible en el estante para nuestra satisfacción y menos preparados para tener paciencia, para saber ver lo que está en desarrollo y el marco en que se mueve hacia delante en el tiempo.
Es más, nos resulta frustrante si no está disponible cuando pensamos que debería estar y esa frustración nos lleva a valorar negativamente aquello que no está disponible frente a lo que ya está, a lo que ya existe que se nos presenta real, asequible y disponible.
Syriza pasó por un proceso de once años en los que progresivamente fue demostrando una cierta verdad a sus electores, una verdad que les ha llevado a ganar el gobierno de todo un país. Y un momento clave de ese proceso es un progresivo contacto con la administración y el gobierno que culmina con la conquista del gobierno de la región Atica, la más importante de Grecia en el que sus políticas de gobierno permitieron el gran salto.
La historia tiene su propia dinámica y es diferente a la del capitalismo de consumo. Por eso, los neoliberales hablaron en su momento del final de la historia y del inicio de una nueva etapa de eterno presente, de inmediatez, en el que nada esencial cambia.
No te engañes ni tampoco desesperes porque los eventos históricos no se compran en el supermercado.
Las mayorías son por naturaleza conservadoras.
Necesitan hechos: hechos que les lleven a votar opciones que en un principio no consideraban y hechos que les reafirmen en ese voto.
Los milagros no existen.
Y en el exterior del enloquecido delirio del sistema de capitalismo de consumo, centrado en el sueño de producir y consumir, existe un contexto, un a priori existencial en el que ese delirio se inscribe, un contexto formado por tiempo que efectivamente pasa y por un espacio limitado que está siendo devorado para ser transformado y satisfacer el ilimitado desear de productos y servicios.
No hay mayor utopía que ésta, un eterno presente que todo lo devora al margen del tiempo.
No te olvides nunca del espacio y del tiempo.
No quieras un cambio y lo quieras ya como si fuera un bote de lejía.
Entiende la radical exigencia de verdad que plantean los procesos políticos inscritos en el tiempo.
No hay duda de que Muhamad Alí es uno de los grandes iconos del siglo XX tanto por lo que hizo fuera como por lo que hizo dentro del ring.
Fuera utilizó le repercusión pública que le daban sus éxitos dentro del ring para encabezar el desconocido movimiento opositor que dentro de la sociedad norteamericana reivindicaba un Estados Unidos más democrático en el interior y menos imperialista en el exterior.
Dentro, derrotando uno detrás de otro, usando no siempre métodos ortodoxos, a grandes campeones como George Foreman o Joe Frazier en enormes batallas épicas que Alí encauzaba desde la inteligencia y la estrategia,
De enorme estatura, por encima de los 1,90, Alí era un boxeador que destacaba por la rapidez y por la movilidad, algo inconcebible para los pesos pesados de la época. Su envergadura de btazos y su rapidez de piernas le hacían practicamente inalcanzable para el estándar duro y rocoso de los pesos pesados de la época, pero también nadie podía ganarle a corazón, lo que mantiene a muchos boxeadores en el ring, sin caer a la lona. Sólo así pudo sobrevivir a las batallas épicas que libró con Foreman y Frazer a principios y mediados de la década de los setentas del siglo pasado.
Foreman y Frazer le llevaron al límite y la grandeza de Alí está precisamente en sobrevivir a esos propios límites, aceptando el cuerpo a cuerpo que sus dos formidables enemigos le proponían.
Grandeza que su muestra en todo su esplendor en el magnífico documental "When we were kings" que relata el combate que Alí y Foreman llevaron a cabo en Zaire por el titulo de los pesados que Foreman había arrebatado a Frazier.
Allí, Alí derrotó a Foreman desactivando su pegada, la mejor arma de éste.
Ante el asombro de todos, Alí se dejó pegar en las cuerdas hasta que literalmente Foreman se agotó golpeandole. Algo imposible, inesperado. Una locura inimaginable porque la pegada de Foreman era letal.
En "When we were kings" aparece lo mejor de Alí, pero también lo peor, las continuas descalificaciones a sus contrarios que se convierten en el trigger principal que desencadenó la carnicería que fue el combate que Ali y Frazier libraron en Manila.
Foreman fue el tercero en discordia en una rivalidad que Ali y Frazier llevaron por la supemacía en los pesos pesados, pero era el propietario del titulo cuando el combate de Manila.
Frazer y Alí ya habían boxeado dos veces.
En el primer combate, en 1971, Frazier fue el primero en mandar a Ali a la lona aunque luego le ganase por puntos. Posteriormente, en 1973, Alí derrotó a Frazier a los puntos pero más claramente, pero lo más importante es que durante todo ese tiempo, Alí se dedicó a humillar a Frazer en publico con sus indiscutibles habilidades verbales.
No tuvo el menor escrúpulo en utilizar insultos racistas de todo tipo para Frazier, a quién consideraba un boxeador que los blancos promovían contra él que era un boxeador de los negros reventando para siempre una relación que empezó siendo de amistad y en la que Frazier llegó a ayudar económicamente a Ali en sus peores momentos, cuando el gobierno no le dejaba boxear por su oposición a ir a Vietnam; momento en el que Frazier era campeón del mundo.
"Thrilla in Manila" desmenuza la relación de amor odio que vivieron Frazier y Ali, resultando especialmente conmovedor para quien les escribe el odio que cuarenta años después el viejo Frazier, un hombre tan de una pieza como Ali, todavía alberga a éste.
En "Thrilla in Manila" puede verse lo peor de Alí, su mediática faceta de showman despiadado y los efectos que sobre sus rivales tenían los comentarios y declaraciones de un campeón que tenía línea directa con la opinión pública norteamericana.
Y el resultado es que un desahuciado Frazier se levanta de sus cenizas para, dispuesto casi a matarle, propinar a Ali la mayor paliza que hasta el momento un boxeador le había dado sobre un ring.
El combate de Manila le devuelve a Alí todo el mal que lanzó a Frazier durante años y fue un combate que Frazier estuvo a punto de ganar de no haberse quedado ciego del unico ojo que tenía operativo.
En Manila Frazier se retiró un segundo antes de un agotado y machacado Alí que por primera vez dio señas de debilidad, un Alí que posteriormente reconoció todo el mal que había hecho a Frazier sólo por promocionar los combates que ambos libraron.
"Thrilla in Manila" es un documental magnífico que nos habla de que existe lo imperdonable,
A veces el perdón encierra una falta de autoestima que los poderosos y los malvados agradecen, pero poderosos hombres íntegros como Frazier nos recuerdan que no hay que vender barato el perdón.
A finales de la década de los sesentas del siglo pasado, la industria del cine norteamericano se encontró con el problema de atraer a las salas a las nuevas generaciones.
Señores mayores que habían hecho la guerra mundial tenían que lidiar con la sociología de la sociedad norteamericana por aquel entonces muy virada hacia lo contracultural por la influencia de la guerra de Vietnam.
Por aquel entonces, dos francotiradores como Dennis Hopper y Peter Fonda consiguieron convertir Easy Ryder en un gran éxito comercial, especialmente en los términos relativos que supone considerar lo que costó la película con lo que recaudó en las salas de cine.
"Easy Ryder" fue el pistoletazo de salida para proyectos en los que la industria y el cine de autor a la Europea confluyeron durante unos pocos años, justo hasta que aparecieron Lucas y Spielberg para producir una formular de productos cinematográficos menos comprometida, más tranquila y por supuesto más exitosa.
Pero, y hasta entonces, la industria se puso en manos de directores y productores que, de la mano de lo contracultural, generaron películas de temáticas difíciles y adultas.
Es la época de Hal Ashby, de Bob Rafelson, del primer Scorsese, de primer Coppola, o de productores como Robert Evans o guionistas como Robert Towne, proyectos que siempre trajeron consigo el conflicto entre la creatividad y el dinero y que en muchos casos se convirtieron en aventuras enloquecidas que como "Apocalipsis Now" a punto estuvieron de acabar con la vida y hacienda de sus promotores o como "La Puerta del Cielo" de Cimino o "New York, New York" de Scorsese que efectivamente lo hicieron.
"Sorcerer" es uno de esos grandes fracasos.
Tras exitos arrolladores de taquilla como fueron "French Connection" y "El Exorcista", Willian Friedkin se embarcó en una aventura muy loca: el remake de "El salario del miedo", una pelicula rodada por el francés Henri-Georges Clouzot en la década de los cincuentas.
La película cuenta la terrible aventura sin futuro de unos trabajadores de una explotación petrolifera en un país sudamericano quienes por una suma considerable deciden jugarse la vida conduciendo unos camiones llenos de nitroglicerina por la selva. El objetivo es utilizar el explosivo para detener el fuego de un pozo en el que ha habido un accidente.
En su papel de director estrella, Friedkin tomó una serie de decisiones que terminaron por resultar catastróficas. Entre ellas, elegir un reparto de actores europeos, Francisco Rabal incluído (que no sabía inglés) parta protagonizar una superproducción, rodar en lugares complicados y de difícil acceso que multiplicaron el presupuesto e incluir en el guión una serie de alusiones políticas a la intervención de los Estados Unidos y sus intereses económicos en Centro América que precisamente en aquella época no eran demasiado oportunas.
"Sorcerer" es un buen ejemplo de la lucha entre la creatividad y el dinero que se produjo en bastantes proyectos realizados en aquella época y también es una de sus más grandes víctimas puesto que se trata de una película la excepcional, a descubrir, de las mejores de Friedkin para mi gusto.
Por supuesto fue un fracaso de taquilla.
Productoras y distribuidoras no apostaron mucho por ella convitiéndola en chivo expiatorio a través de la cual ajustar cuentas con Friedkin, el creador estrella que por ejemplo tardó tres meses en terminar la espectacular secuencia de los camiones atravesando un frágil puente colgante bajo una espectacular tormenta. Aunque siguió rodando, Friedkin quedó bastante tocado profesionalmente no volviendo jamás a manejar presupuestos de similar enjundia.
En cualquier caso, "Sorcerer" es una película extraordinaria que mantiene la tensión nihilista, desesperada y oscura que animaba la película de Clouzot, añadiendo el toque que Friedkin tenía para el retrato elocuente y descarnado de las cosas, talento que utiliza para mostrarnos un retrato sobrecogedor de contexto, el de la miseria de america latina y la violencia del propio viaje a ninguna parte de sus protagonistas.
La combinación de ambos elementos tiene un elemento multiplicador que convierte a "Sorcerer" en una experiencia difícil de olvidar y por lo tanto en una gran película.
La agonía de sobrevivir.
Excepcional y a descubrir... si consigues encontrarla.
jueves, abril 02, 2015
"Todos saben que los "explotadores" cuando (a través de los "explotados") producen mercancía, producen en realidad humanidad (relaciones sociales). Los "explotadores" de la segunda revolución industrial (llamada también consumismo, es decir, grandes cantidades, bienes supérfluos, función hedonista) producen nueva mercancía, así que producen nueva humanidad (nuevas relaciones sociales). Ahora bien, durante los casi dos siglos de su historia, la primera revolución industrial ha producido siempre relaciones sociales modificables. ¿Cuál es la prueba? La prueba es la certeza substancial de la modificabilidad de las relaciones sociales en aquellos que luchaban en nombre de la alteridad revolucionaria. Ellos nunca han propuesto ni a la economía ni a la cultura del capitalismo una alternativa, sino, precisamente, una alteridad. Alteridad que hubiera debido modificar radicalmente las relaciones sociales existentes, es decir, antropológicamente hablando, la cultura existente.
En el fondo, la "relación social" que se encarnaba en la relación entre siervo de la gleba y señor feudal, no era muy distinta de la que se encarnaba en la relación entre obrero y patrón de la industria. Y, en cualquier caso, se trata de "relaciones sociales" que se han demostrado igualmente modificables. Pero, ¿y si la segunda revolución industrial - a través de las nuevas e inmensas posibilidades que ofrece - produjese de ahora en adelante "relaciones sociales" inmodificables? Esta es la gran y tal vez trágica pregunta que hay que plantearse. Y en esto consiste en definitiva la burguesización total que está teniendo lugar en todos los países, definitivamente en los países capitalistas, definitivamente en Italia.
Desde este punto de vista, las perspectivas del capital son de color rosa. Las necesidades creadas por el viejo capitalismo se parecían mucho a las necesidades primarias. Las necesidades que el nuevo capitalismo puede crear son total y perfectamente inútiles y artificiales. He ahí por qué, a través de ellas, el nuevo capitalismo no se limitaría a cambiar históricamente un tipo de hombre sino la humanidad misma.
Cabe añadir que el consumismo puede crear "relaciones sociales" inmodificables, o bien creando, en el peor de los casos, en lugar del viejo clérigofascismo un nuevo tecnofascismo (que podría realizarse sólo con la condición de que se le llamase antifascismo), o bien creando como contexto de su propia ideología hedonista un contexto de falsa tolerancia y de falso laicismo, de falsa realización, es decir, de los derechos civiles, que en realidad es lo más probable. En ambos casos, el espacio para una auténtica alteridad revolucionaria se reduciría a la utopía o al recuerdo. Reduciendo de esa manera la función de los partidos marxistas a una función socialdemócrata, incluso competamente nueva desde el punto de vista histórico". (El escándalo radical, fragmento de la intervención póstuma de Pier Paolo Pasolini en el congreso del Partido Radical de noviembre de 1975)
Al fina, si uno lee y escucha a Pasolini, llega a la conclusión de que tenía razón.
Tanto las sociedades occidentales como la izquierda que él tanto criticaba se han convertido en algo bastante parecido a lo que el intelectual italiano describía ante el asombro y la incomprensión de sus contemporáneos.
El monstruo que él veía nacer, al final es... y nos está devorando lentamente lo poco de humanidad que nos queda.
El cineasta italo-estadounidense Abel Ferrara se propone en su "Pasolini" narrar de manera exhaustiva los dos últimos días en la vida del intelectual italiano y sobre todo consigue captar el espíritu que animaba el proceso de radicalización definitivo que Pier Paolo Pasolini pretendía imprimir a su arte y a su pensamiento.
En este sentido, el fundamental la entrevista inacabada que concede al periodista Furio Colombo la última tarde de su vida.
En un momento de ella sitúa su última película, la escandalosa "Saló o los 120 días de Sodoma", que estaba para intentar estrenarse pese a la censura, como la concreción de una toma de postura: la del escándalo como consecuencia de la negación de todo un estilo de vida, de una manera de concebir la existencia.
Pasolini dice que "Los pocos que han hecho la historia son aquellos que han dicho no, en absoluto los cortesanos y los ayudantes de los cardenales. El rechazo, para funcionar, debe ser grande, no pequeño, total, no sobre este o aquel punto, «absurdo», no de sentido común".
Sienta las bases de una radicalización de su postura que se puede seguir en sus "Escritos Corsarios", publicados en 1975 y que recogen sus colaboraciones periodísticas en los años precedentes. En ellos Pasolini vierte su lúdico y crítico punto de vista contra la sociedad y la cultura italiana, en trance de perder su personalidad y de ser devorada por cultura global del consumo, pero también contra una izquierda ensimismada en la buena conciencia mientras se deja llevar por los placeres tramposos de esa sociedad de consumo.
Antes que nadie Pasolini detecta la cruzada neoliberal, su lento apoderamiento de lo cultural, del imaginario simbólico de la sociedad y ante ello construye su Saló, un arma dirigida al mismo corazón de esa burguesía que por encima de todo busca mostrar el poder y la cosificación máxima de lo humano a través principalmente del sexo.
El famoso "Todos estamos en peligro" es el titular de la entrevista, un titular preclaro, pura verdad.
Estábamos entonces en peligro y quizá ahora ya lo estemos.
En cualquier caso, Ferrara de la mano de Maurizio Braucci, guionista habitual de Matteo Garrone, muestra con acierto los instantes últimos en la vida del intelectual. Su lectura atribulada y pesimista del destino de todas las cosas, lectura que se materializa en el borrador de un posible proyecto futuro al que Ferrara pone imágenes, un proyecto en el que ya no hay paraíso y sólo queda esperar a que algo pase.
Y en este sentido, y como texto, Pasolini me resulta brillante, inteligente, insertando al personaje en su cotidianidad pero al mismo tiempo profundizando a partir de esa superficie en el pensar y el sentir del protagonista abocado por coherencia a una radicalización casi de mártir en la conservadora tanto por la izquierda como por la derecha de la sociedad, política y cultura italiana.
Todos estamos en peligro pero el que se atreve a decir que el rey está desnudo lo está más y así ese último día en la vida de Pasolini, su proclamación del peligro y su propia muerte, se combinan para formar un perfecto mecanismo de verdad.
Prescindiendo de teorías conspiranoicas, la muerte violenta de Paolini era inevitable.
"Pasolini" es el retrato preciso y ajustado de un profeta que además fue un creador y un intelectual.
Brillante.
domingo, marzo 29, 2015
"En grande, el ejemplo nos lo da la historia. El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los santos, los ermitaños, pero también los intelectuales. Los pocos que han hecho la historia son aquellos que han dicho no, en absoluto los cortesanos y los ayudantes de los cardenales. El rechazo, para funcionar, debe ser grande, no pequeño, total, no sobre este o aquel punto, «absurdo», no de sentido común". (Todos estamos en peligro, última entrevista concedida al periódico La Stampa por Pier Paolo Pasolini antes de ser asesinado)
Gerry Anderson es uno de los reyes de la ciencia ficción televisiva.
Siendo escritor, productor y director, de su tremenda capacidad creativa surgieron series míticas de la ciencia ficción dirigida al público juvenil en la década de los sesentas del siglo pasado.
Series como los Thunderbirds y el Capitan Escarlata convirtieron a Anderson en un referente mundial del negocio de la ficción para la caja tonta.
Precisamente con UFO, y con el cambio de década, Anderson opta por el público más adulto abandonando la animación con marionetas por actores de carne y hueso, aunque manteniendo la temática de la ciencia-ficción.
Posteriormente continuaría sus éxitos con dos series no menos míticas: "Los Protectores" y la inolvidable "Espacio 1999".
En cualquier caso, muchas imágenes de mi infancia telivisiva proceden de la factoría de Anderson y algunas de ellas proceden de "UFO" que narra en 25 episodios en torno a los 50 minutos de duración los esfuerzos que la SHADO, una organización internacional, realiza para defender la tierra de las incursiones bastante poco amistosas de una raza alienígena.
El líder de SHADO es el comandante Straker, interpretado por Ed Bishop; un tipo que es el objetivo numero uno de los alienigenas y que lo sacrifica todo por la dirección de ese organismo.
Es curioso, pero mientras los primeros capítulos resultan esquemáticos y simples, tan simples como podía serlo un episodio de los Thunderbird, poco a poco los guiones van ganando en solidez, resultando algunos realmente inquietantes, combinando la ciencia-ficción con ese talento para el thriller que los británicos exhibieron en series contemporáneas a "UFO" como "Tensión".
En resumidas cuentas me ha sorprendido el repaso que he dado a una de las series más míticas de mi infancia. Lo que pretendía ser un melancólico paseo por la memory lane ha dado lugar a un verdadero interés. a un descubrimiento de una serie que, sin ser una obra maestra, encierra una acusada personalidad y un verdadero interés.
Episodios como "The cat with ten lives", "E.S.P" o "Timelash" son verdaderas joyas que me han sorprendido por la brillantez de su propuesta... y hay alguna más.
Lastima que los efectos especiales, punteros y pioneros en su época, se hayan quedado excesivamente viejos en la era en que lo digital es capaz de crear cualquier cosa que se nos pase por la cabeza y es que han pasado cincuenta años.
Con lo que volvemos al paseo por la memoria que lo inició todo.
Dirigida en 1963 por Franceso Rosi, "Las manos sobre la ciudad" nos muestra con acierto e interés un episodio de corrupción urbanística y política en el ayuntamiento de Napoles.
Aunque tiene un cierto carácter coral, el protagonista es el concejal y constructor Eduardo Nottola, interpretado por Rod Steiger, el principal cabecilla de una trama de corrupción urbanística que ha venido beneficiándose del dominio político que ejercen los democristianos sobre la ciudad.
La trama de la película se centra en un accidente que sucede en una de las obras de la constructora de Nottola: una casa aledaña se derrumba justo cuando el ciudad está a punto de anunciar un millonario proyecto de ensanche de la ciudad hacia el Norte.
La investigación que realizará la oposición podría poner en compromiso la realización de un proyecto que hará mucho más ricos a los integrantes de la trama político-empresarial que rige los destinos de la ciudad.
"Las manos de la ciudad" es una de las grandes películas de Rosi, para mi gusto uno de los grandes de la épocas dorada del cine italiano, y por lo tanto una gran película.
Rosi inserta la historia en un contexto neorrealista de actores no profesionales que multiplica el carácter casi documental que tiene la película, aspecto que a su vez el poder de lo que se nos cuenta: al fin y al cabo un descenso a las cloacas del poder municipal como metáfora del poder político en la Italia desarrollista de los cincuentas y sesentas.
En este punto, la película tiene un interés brutal pues muestra con transparencia una forma de hacer política que podrían ser extrapolable a nuestro país haciendo que los casi cincuenta años que separan nuestro presente del momento en que se realizó la película sean, como dice el tango, nada.
Así, "Las manos sobre la ciudad" muestran el funcionamiento de la democracia representativa concebida como espectáculo legitimador para el más serio y relevante juego de los viejos intereses creados de siempre, que se juega siempre oculto tras ella, teniendo un valor sociológico y politológico de primer orden.
Al final, la gente se beneficia si quienes hacen los negocios necesitan que se beneficie para poder ellos beneficiarse, nunca antes, porque el negocio es lo primero y sin embargo ese dependiente beneficio de las personas es el mascarón de proa que esconde y legitima todo lo demás. Algo así como le damos a la ciudad lo que necesita la ciudad... y la ciudad debe agradecerlo agradece.
En este sentido, resulta tremenda la secuencia en que el alcalde sofoca una manifestación de ciudadanos que buscan justicia repartiendo literalmente dinero entre los que protestan, esgrimiendo una inolvidable sonrisa de control y satisfacción mientras exclama algo parecido a "mirad, como se hace política".
Inquetante.
Y es inquietante porque en esa critica transversal que Rosi hace de un sistema y una sociedad hay para todos y también hay para el pueblo llano quién aceptando ese dinero, o votando a aquellos que lo reparten otorga legitimidad a esos comportamientos que aprovechan las debilidades de los que no tienen para encontrar apoyos dentro del relato de legitimidad del sistema político democrático.
En definitiva, una obra maestra y genial, llena de matices y que hoy en día resulta tan actual como lo fue en su momento.
Aunque sólo sea por exótico el mundo narrativo de Thomas Pynchon siempre tiene interés.
Su puesta por obra del enfrentamiento del espíritu de todo aquello que se dio en llamar contra-cultura en la década de los sesentas del siglo pasado con todo el aparato sistémico, de usos y costumbres de lo cultural como mascarón de proa de los rigores del capitalismo de consumo tiene siempre algo de magistral.
Las historias de Pynchon son extrañas y complejas, como jardines de caminos que se bifurcan borgianos en los que el escritor parece necesitar siempre más espacio en el que mostrar sus actitudes casi obsesivas para imaginar a sus personajes sometidos a extrañas situaciones kafkianas en el que la locura como pulverizada desde un aerosol impregna como una película de celofán la realidad.
Pero con Pynchon me pasa siempre lo mismo: lo disfruto hasta que su tendencia al exceso me irrita.
La obsesión que a mi entender forma parte del talento de Pynchon parece derivar siempre en la compulsión, en la acumulación de situaciones, de personajes, de texto que terminan convirtiendo sus historias en interminables corrientes que conectan al lector directamente con el tortuoso laberinto de talento que hay dentro de la cabeza del propio Pynchon.
Se pasa mal leyendo textos como "Vineland" porque siempre hay un momento en que el texto supera al lector... La "2066" de Roberto Bolaño es otro ejemplo de textos con sádica vocación de infinitud, de superar el formato limitado en el que viven.
En cualquier caso, el cine se ha atrevido con "Inherent Vice", un texto mucho más asequible para afrontar la tarea de adaptar cinematográficamente a Pynchon.
Sobre una estructura típica de novela negra en la que un detective recibe un encargo por parte del hilo de la madeja a cuyo desentrañamiento se dedicará durante el texto, "Inherent Vice" despierta en mí el mismo efecto que los textos del propio Pynchon: fascinación e interés, pero también agotamiento.
En "Inherent Vice" brilla el talento de Pynchon para construir situaciones, personajes, diálogos, lo cual es todo un éxito para mi gusto al tratarse de una adaptación cinematográfica de una novela, tan buena adaptación que logra transmitirme igualmente los defectos que encuentro en los textos de Pynchon.
Lo malo es que los libros pueden dejarse una semana y retomarlos tranquilamente un domingo por la mañana, pero no es tan fácil hacer lo mismo con las películas.
Y lo malo también es que no está tan claro que una imagen valga más que mil palabras si estas han sido buscadas y puestas una detrás de otra con talento.
En resumidas cuentas, hay un momento en que tengo la impresión de que la historia necesita del anclaje de la esgrima verbal de Pynchon para sobrevivir y no resultar una cierta tontería que precisa mi buena voluntad para ser respetada y sobrevivir.
Pero decido agarrarme al talento de Joaquin Phoenix, quien parece ya haberse espacializado en papeles de personajes de la long tail, que siempre pisan la raya que no se debe pisar, para superar esos momentos, esos baches narrativos que sin duda "Inherent Vice" tiene y al final poder decir que el resultado es aceptable y por bastantes momentos entretenido.
Un buen programa doble sería esta "Inherent Vice" y la adaptación setentera y contracultural que Altman hizo de la novela de Raymond Chandler "Un Largo Adios".
Y sI tengo que elegir me quedo con la película de Altman.
1.- En fin, es lo que tiene la democracia. El resultado del PSOE es bueno. Hay que reconocerlo. Yo creo que el estreno de "50 sombras de Grey" y la publicación de una fotografía de juventud de Susana Díaz mirando arrobada a Fran Rivera, prototipo de señorito andaluz, han sido decisivas para la victoria del PSOE.
2.- No obstante, los socialistas han quedado sólo alrededor de 15.000 votos por encima de su peor resultado en número de votos que fue en 1994. 1.395. 131 en aquel entonces por 1.409.042 ahora. O sea, 13.911 votos. Un suspiro.
Asimismo, el PSOE consigue el peor porcentaje de voto de la serie histórica, desde que Franco estiró el bigote, un 35,43% del total que sin embargo ha permitido al partido del ying y el yang mantener una posición airosa que aún resulta mucho más comparada con el desastre del PP y su inexplicable candidato paracaidista.
3.- Inscrito este resultado dentro del contexto de la serie histórica hay que decir que se prolonga el proceso de lenta caída en voto del PSOE, iniciado en las autonómicas del 2004. Desde entonces los socialistas han perdido ya 851.043 votos.
4.- Veremos cómo gestiona el PSOE un gobierno desde la mayoría simple. Susana Díaz ya ha avisado en el mejor estilo socialista de posibles coaliciones del mal (PP + Podemos) contra las fuerzas del bien, que por supuesto son ellos.
No obstante, y a tenor de los resultados, una buena parte del electorado no parece demasiado exigente y seguramente permitirá al PSOE esgrimir sus artes de hacer política. Ya saben: negociar es aceptar mi posición y ser responsable es hacer lo que decimos.
Un par de clásicos de la forma de hacer política del régimen del 78.
5.- Por último, el panorama que queda después de las elecciones es mucho más incierto que el existente después de las elecciones de 2012, en el que los socialistas sólo tenían que pasar por la ventanilla de IU.
Ahora, están PP, Podemos y Ciudadanos, formaciones que por una cosa u otra no son afines al PSOE.
Se empezará a notar en la investidura
6. - En otro orden de cosas, Izquierda Unida no aprende.
Existen referentes históricos claros de lo mal que le va a la formación de izquierda pactar con los socialistas.
El de estas elecciones es uno más.
Su electorado no le perdona cosas que el electorado del PSOE sí perdona a los suyos.
7.- Desde la nada, Podemos y Ciudadanos obtienen respectivamente 15 y 9 diputados.
No está nada mal.
El camino de Podemos acaba de empezar y dadas las características del electorado andaluz el proceso va a ser lento.
Pero es importante generar poco a poco un referente de izquierda diferente. Estoy convencido que el trasvase de votos se producirá y también no tengo la menor duda de que se hará lentamente.
En estas elecciones todavía la opción era entre PSOE y la derecha.
Y en ninguna parte como en Andalucía el voto útil es esencial.
La desaparición del bipartidismo y la consolidación de opciones de izquierda alternativas como Podemos son esenciales para que se produzca el proceso de desalojo del PSOE del gobierno andaluz.
8.- Bien mirado si en alguna parte de España el PSOE debiera tener su mejor resultado, ese sitio es Andalucía. También no está menos bien mirado el hecho de que el PSOE no ha mejorado en absoluto sus resultados de 2012. Simplemente los ha mantenido en número de escaños que no en número y porcentaje de votos que son más bajos. Pero ahora mantenerse es un buen resultado ¡Que diablos! En política siempre que se gana es un buen resultado.
9.- Lo sucedido forma parte a una necesaria vuelta a la normalidad de la demoscopia hispana después del delirio de las encuestas de intención de voto.
En Valencia, Galicia o Madrid el PP puede aguantar igual que el PSOE ha aguantado en Andalucía.
Estamos hablando del lento poso de 40 años de voto.
Paciencia.
Siriza tardó una década en gobernar y sólo lo hizo tras acceder al gobierno de la Atica.
Los cambios requieren su tiempo, no se compran en el supermercado.
No tengo la menor duda de que Andalucía es una de las principales víctimas del régimen bipartidista del 78.
Después de 35 años de gobierno de un partido que se llama de izquierdas que, a su vez, ha gobernado la totalidad del país un total de 21 años desde 1979, un 60% del total, resulta increíble que no exista un debate público sobre el 34% de paro que se extiende al 59% en los jóvenes (datos del IV trimestre de la EPA).
Y llama la atención que desde la propia Andalucía no se pidan cuentas, que no se haya tocado un pelo a las estructuras socio-económicas de la comunidad aspecto que haya culminado con las dos siniestras guindas de la elección de la Duquesa de Alba, el terrateniente entre los terratenientes, en hija adoptiva de Andalucía y con el escándalo bochornoso de los ERES.
Pero lo cierto es que los andaluces siempre han tenido que elegir entre el PSOE y la derecha, entre susto o muerte y digo ésto en sentido literal porque en el golpe de estado del 36 esa misma derecha hizo una limpieza etnica por todos los campos de Andalucía... Y los pueblos tienen siempre buena memoria sobre este tipo de cosas.
Por eso, en ninguna parte como en Andalucía ha funcionado aquella llamada de atención ante el doberman de la derecha que tantos réditos diera en todo el país al PSOE de Gonzalez y Guerra.
Como en Venezuela, las clases populares prefieren lo malo conocido a lo peor por conocer.
Así, y sin apenas mejorar la posición relativa de Andalucía, con respecto a los principales indicadores socio-económicos en 35 años el PSOE ha venido ganando las elecciones una detrás de otra. Eso sí, la Andalucía de ahora no es la misma que la de hace 35 años, pero seguro que el PP puede decir lo mismo en Galicia.
Hoy son las elecciones autonómicas, pero las cosas han cambiado.
El bipartidismo se ha roto. Hay otras opciones. Ya no hay excusas.
Ojalá al final del día de hoy nos llevemos todos una buena sorpresa, sobre todo ellos, los que lo han tenido a placer durante 35 años.
"Vivimos una época brutal, gobernada por cínicos que comercian con la muerte, que son esbirros de la muerte, con una humanidad adoctrinada, infeliz, un rebaño absurdo cuya mayor alegría es comprar, comprarlo todo. Me gustaría decirle a la gente que hay muchas cosas en la vida que no tienen precio, cosas mínimas, milagrosas, que ya casi nadie ve. Yo, por ejemplo, en Alemania durante la guerra, sabía que podía morir de un momento a otro y pensaba: ¿qué cosas echaría de menos si me muriera? No poder comer más castañas con los amigos frente al fuego, no volver a ver la lluvia. Estas son las grandes cosas de la vida: comer castañas, escuchar el rumor de la lluvia, el silencio de la nieve que cae. Estas son las cosas por las que te sabe mal morir. Lo demás, no sé: ¿una mujer? sí, pero también se hace vieja, también muere, o simplemente se va. Todo lo humano decae. En cambio, la nieve no envejece, el olor de la lluvia no miente, los olivos no se van. Son cosas que están ahí, dispuestas siempre a iluminar la niebla que somos. "
De algún modo, el turco Nuri Bilge Ceylan ha tomado el relevo que dejó el griego Theo Angelopoulos en el cine europeo.
Ceylan filma películas densas y caudalosas, hechas para ser escuchadas con atención por un público que cada vez está menos acostumbrado a la experiencia del cine como arte. como propuesta de contenido trascendental y a este respecto no tengo la menor duda de que Ceylan tiene el talento para contar con imágenes lo que se ve, pero también lo que no se ve, que a veces tiene una presencia más poderosa y ensordecedora que aquello que aparentamente se cuenta.
Ya lo hizo con la fascinante "Erase una vez en Anatolia" y vuelve a hacerlo de manera ampliada con esta magistral "Winter Sleep".
Si tuviera que resumir el inmenso talento de Ceylan en pocas palabras hablaría del carácter absorbente y experiencial de sus películas, de su poderoso encanto basado en el interés que tiene todo lo que se dice y también todo lo que se ve.
Las imágenes que Ceylan crea son poderosas pero también lo es el texto, lo que se dice, lo que se dialoga, que en el caso de esta "Winter Sleeps" en algunos momentos manifiesta la excelente sustancia de lo teatral en el mejor sentido de la palabra.
Es difícil describir de qué van las películas de Ceylan, parecen más viajes sobre una realidad convincente que el turco construye con su inmenso talento para producir desde la reflexión poética fragmentos de una elocuente realidad que encierra una verdad cuyo radio de influencia atañe al propio espectador cerrando el círculo y arrastrándole a una absorbente experiencia de la historia que se le cuenta.
Nada más y nada menos
En el caso de "Winter Sleep" la historia se sitúa en un perdido lugar de la Turquía rural. Allí, Aydin, el protagonista de la película, es una especie de terrateniente local que vive con su joven mujer y su hermana.
A lo largo de más de tres horas, Ceylan nos cuenta con hermosa caligrafía precisa el complejo entramado de relaciones que existen entre ambos, relaciones que hablan de la complejidad del vivir, de la complejidad de las relaciones humanas, de la dificultad de ser humano siempre enfrentado al tiempo a la propia imperfección y a los errores que siempre acarrea.
Espectacular.
Ceylan consigue que esa pequeña y perdida parte de Turquia se convierta en metáfora que expresa el mundo y la vida en todas sus contradicciones.
No recuerdo ahora mismo ninguna historia en el que el uso futuro del conocimiento y la ciencia tenga un carácter positivo.
Seguro que las hay, pero ahora nos las recuerdo. Pero no deja de tener gracia que nuestra sociedad occidental uno de cuyos fundamentos esenciales es la modernidad basada en el impulso de la razón, la ciencia y el conocimiento en contraposición a las fuerzas oscuras y medievales de la religión albergue poderosas sospechas hacia su misma esencia.
Como si en el fondo, una parte de nosotros nunca se hubiese creído del todo los fundamentos de esa propia modernidad y el arte, la narrativa, un elemento esencial de la legitimidad del orden anterior, hubiese venido llevando una firme labor de resistencia.
Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que Transcendence es un relato nada original que hunde sus raíces en ese limo del cuestionamiento del conocimiento científico cuando este se aproxima a sus últimas consecuencias de sus propias propuestas.
En este sentido, Will Caster (Johnny Deep) el hombre de ciencia que la protagoniza reproduce el arquetipo, llamemosle así, de científico loco cuyos esfuerzos por realizar todas las posibilidades de su proyecto le colocan más allá de una línea que define lo sagrado de lo profano, lo aceptable de lo que no lo es.
Dedicándose el relato a mostrar los desastres de una guerra que Caster inicia contra lo humano concebida esta cualidad como algo que siempre se sitúa por encima de lo científico y racional, algo que siempre sufre cuando lo científico rompe unas reglas del juego que por otra parte nunca están demasiado bien definidas, pero que siempre son sobrepasadas por lo científico en su afán precisamente de servir a lo humano.
En definitiva, "Transcendence" reproduce la tragedia del saber cuando éste sabe demasiado, tanto que se prefiere saber un poco menos.
Dentro de este contexto, se sitúa "Transcedence" sin aportar nada nuevo bien es cierto, pero también sabiendo mantener el interés a la hora de relatar la enésima versión de la misma historia de siempre.
El resultado es una historia que se mueve entre lo entretenido y lo previsible de la copia, una historia a la que quizá le perjudique un planteamiento de blockbuster que si bien es más perdonable a la nueva entrega de los Vengadores o de Iron Man, al puro cine industrial, es un poco menos perdonable para una película que, aún siendo industrial, parece proponerse objetivos más serios, objetivos dictados por su temática concebida esta como el elemento diferencial esencial de la película como producto.
Así, "Transcendence" juega un juego peligroso basado en desafiar las expectativas del espectador, un juego que por supuesto pierde porque, como la tarántula del cuento, no puede dejar de ser un producto.