Da para mucho esta nueva película del italiano Paolo Sorrentino.
Del mismo modo que su anterior obra "La gran belleza", "Youth" es una perfectamente engrasada maquinaria de encantamiento y seducción en la que fondo y forma se combinan de manera precisa y perfecta.
Del lado de la forma, brilla fulgurante por su presencia el innegable talento de Sorrentino para la creación de imágenes, algo bastante poco frecuente en estos tiempos en que el cine es más una fábrica fordista que produce constantemente las mismas imágenes.
En cualquier caso con Sorrentino el espectador recupera la capacidad de asombro ante lo que ve, un asombro que por supuesto no procede de los efectos especiales digitales sino de una manera especial y diferente de ver que está enfocada a contar.
Del lado del fondo, lo que "Youth" nos ofrece no es tanto una historia sino un lugar en el que diferentes personajes con diferentes puntos de vista coinciden y conversan.
En este sentido, la película ofrece una sucesión de diálogos en los que esos personajes se intercambian su asombro ante las diferentes situaciones que la vida les depara ofreciéndose los unos a los otros pensamientos e ideas que inevitablemente les conducen a una conclusión.
Todo en "Youth" me recuerda a esa literatura moralista que desde Montaigne intenta responder al desasosiego y los males que nos ofrece la existencia cuando desde la conciencia no nos queda mas remedio que enfrentarnos a su oscura y secreta mecánica.
Así, y a mi entender existe una clara relación de continuidad entre "La gran belleza" y "Youth", pareciendo esta última dedicada a profundizar en ese gesto de cerrar los ojos con que Jep Gambardella cierra los suyos dejándose llevar por el deseo de recordar el paraiso del primer amor de su adolescencia.
En ese eterno conflicto entre realidad y deseo, entre el horror metafísico de la vejez y la desesperada locura de la juventud, Gambardella opta por cerrar los ojos y dejarse llevar por lo poco en su desgastado ánimo queda de ese deseo que como el humo se nos disipa conforme el tiempo avanza sobre nosotros.
El Fred Ballinger que protagoniza "Youth" explica a Gambardella, ofreciendo toda la película la construcción de un escenario en el que ese desear metafóricamente expresado por la palabra "juventud" se presenta como la mejor de las opciones frente a los horrores que en su reverso la vida también ofrece, horrores como la vejez, la muerte, la decadencia, el fracaso, la pérdida de sentido...
Sorrentino presenta en "Youth" un ensayo moralista en el que la necesidad del deseo es puesta en evidencia ante el destructivo vacío de su ausencia.
Y este deseo nos ofrece algo tan esencial como el material básico sobre el que se nos hace posible la construcción del cielo protector de un sentido que, más o menos cierto, más o menos enloquecido, siempre nos protegerá de la oscuridad, de ese abismo negro que nunca deja de estar ahí, de mirarnos mientras con paciencia infinita aguarda para engullirnos.
No es que el hombre busque el sentido sino que, sencillamente, lo necesita para seguir existiendo.
Y ese sentido no tiene un origen racional, sino pulsional: su origen está siempre en el deseo.
Después siempre viene el pensamiento para intentar disciplinarlo dentro de una forma que nos permita hacer algo con él.
Pero no hay sentido sin deseo, sólo palabras vanas y huecas.
Es justo al revés.
"Youth" nos muestra el dificil camino que sigue Fred Ballinger para descubrir que no estaba en lo cierto.
Obra maestra.
Del mismo modo que su anterior obra "La gran belleza", "Youth" es una perfectamente engrasada maquinaria de encantamiento y seducción en la que fondo y forma se combinan de manera precisa y perfecta.
Del lado de la forma, brilla fulgurante por su presencia el innegable talento de Sorrentino para la creación de imágenes, algo bastante poco frecuente en estos tiempos en que el cine es más una fábrica fordista que produce constantemente las mismas imágenes.
En cualquier caso con Sorrentino el espectador recupera la capacidad de asombro ante lo que ve, un asombro que por supuesto no procede de los efectos especiales digitales sino de una manera especial y diferente de ver que está enfocada a contar.
Del lado del fondo, lo que "Youth" nos ofrece no es tanto una historia sino un lugar en el que diferentes personajes con diferentes puntos de vista coinciden y conversan.
En este sentido, la película ofrece una sucesión de diálogos en los que esos personajes se intercambian su asombro ante las diferentes situaciones que la vida les depara ofreciéndose los unos a los otros pensamientos e ideas que inevitablemente les conducen a una conclusión.
Todo en "Youth" me recuerda a esa literatura moralista que desde Montaigne intenta responder al desasosiego y los males que nos ofrece la existencia cuando desde la conciencia no nos queda mas remedio que enfrentarnos a su oscura y secreta mecánica.
Así, y a mi entender existe una clara relación de continuidad entre "La gran belleza" y "Youth", pareciendo esta última dedicada a profundizar en ese gesto de cerrar los ojos con que Jep Gambardella cierra los suyos dejándose llevar por el deseo de recordar el paraiso del primer amor de su adolescencia.
En ese eterno conflicto entre realidad y deseo, entre el horror metafísico de la vejez y la desesperada locura de la juventud, Gambardella opta por cerrar los ojos y dejarse llevar por lo poco en su desgastado ánimo queda de ese deseo que como el humo se nos disipa conforme el tiempo avanza sobre nosotros.
El Fred Ballinger que protagoniza "Youth" explica a Gambardella, ofreciendo toda la película la construcción de un escenario en el que ese desear metafóricamente expresado por la palabra "juventud" se presenta como la mejor de las opciones frente a los horrores que en su reverso la vida también ofrece, horrores como la vejez, la muerte, la decadencia, el fracaso, la pérdida de sentido...
Sorrentino presenta en "Youth" un ensayo moralista en el que la necesidad del deseo es puesta en evidencia ante el destructivo vacío de su ausencia.
Y este deseo nos ofrece algo tan esencial como el material básico sobre el que se nos hace posible la construcción del cielo protector de un sentido que, más o menos cierto, más o menos enloquecido, siempre nos protegerá de la oscuridad, de ese abismo negro que nunca deja de estar ahí, de mirarnos mientras con paciencia infinita aguarda para engullirnos.
No es que el hombre busque el sentido sino que, sencillamente, lo necesita para seguir existiendo.
Y ese sentido no tiene un origen racional, sino pulsional: su origen está siempre en el deseo.
Después siempre viene el pensamiento para intentar disciplinarlo dentro de una forma que nos permita hacer algo con él.
Pero no hay sentido sin deseo, sólo palabras vanas y huecas.
Es justo al revés.
"Youth" nos muestra el dificil camino que sigue Fred Ballinger para descubrir que no estaba en lo cierto.
Obra maestra.