En una entrevista realizada en 1977 precisamente con motivo del estreno de esta estupenda "The Last Wave", Peter Weir sugiere una imagen muy interesante sobre su país: millones de blancos viviendo de cara al mar y dando la espalda a un enorme continente vacío y misterioso.
Sin duda esta imagen explica dos de sus mejores películas: "The last wave" y la anterior, y no menos maravillosa, "Picnic at Hanging Rock".
En ambos casos Weir se las arregla para dar una inquietante entidad a lo inefable y misterioso, siempre relacionado con la cultura aborigen.
En "Picnic at Hanging Rock" un grupo de excursionistas desaparecía para siempre jamás en las estribaciones de Hanging Rock, un espacio de claras reminiscencias mágicas para la cultura abaorigen, mientras que en esta "The Last Wave", Weir va mucho más lejos poniendo al protagonista que interpreta Richard Chamberlain, un abogado blanco de Sidney, en contacto con una dimensión paralela de la cultura aborigen llamada Tiempo de los Sueños.
En esa dimensión deberá enfrentarse a lo inexplicable, a lo mágico que, para su sorpresa, se terminará materializando en su mundo real bajo la forma de una gran ola que traerá consigo el fin del mundo.
Aunque escasa en medios y excesivamente esclava de la "incómoda" estética de los setentas del siglo pasado, "The Last Wave" es todo un clásico, una obra maestra en la que Weir pone por obra, como nunca, su especial talento para mostrar lo que no puede mostrarse e inquietar al espectador con la sugerencia de todo aquello que las imágenes no pueden mostrar porque está escrito entre ellas.
Robert Hughes, el gran critico de arte, tiene algunos artículos maravillosos sobre los antiguos habitantes de lo que ahora es Sidney.
Sobre ellos, sobre su espacio, terminó edificándose una gran ciudad moderna y tecnológica, pero bajo ella Weir encuentra espacio para asentar una leyenda, un tiempo de los sueños al que el cemento y el cristal no pueden dar la espalda en su otro sueño, el tecnológico.
En los intersticios de los moderna ciudad, los restos de la cultura aborigen sobreviven protegiendo sus secretos, en contacto con lo esencial, sin poder ignorar los grandes ciclos que superan el marco de la vida humana y que gobiernan esta última ola, metáfora auténtica del apocalipsis para un pueblo aborigen de pescadores y recolectores que vivían al borde del mar.
La muerte, mágica, de un aborigen y el posterior juicio a una serie de presuntos culpables pondrán al abogado protagonista frente a una verdad mucho más poderosa que cualquiera que haya conocido: la verdad de la última ola, una fuerza ante cuyo poder, el de la naturaleza, nada humano se puede oponer.
Obra maestra.
Sin duda esta imagen explica dos de sus mejores películas: "The last wave" y la anterior, y no menos maravillosa, "Picnic at Hanging Rock".
En ambos casos Weir se las arregla para dar una inquietante entidad a lo inefable y misterioso, siempre relacionado con la cultura aborigen.
En "Picnic at Hanging Rock" un grupo de excursionistas desaparecía para siempre jamás en las estribaciones de Hanging Rock, un espacio de claras reminiscencias mágicas para la cultura abaorigen, mientras que en esta "The Last Wave", Weir va mucho más lejos poniendo al protagonista que interpreta Richard Chamberlain, un abogado blanco de Sidney, en contacto con una dimensión paralela de la cultura aborigen llamada Tiempo de los Sueños.
En esa dimensión deberá enfrentarse a lo inexplicable, a lo mágico que, para su sorpresa, se terminará materializando en su mundo real bajo la forma de una gran ola que traerá consigo el fin del mundo.
Aunque escasa en medios y excesivamente esclava de la "incómoda" estética de los setentas del siglo pasado, "The Last Wave" es todo un clásico, una obra maestra en la que Weir pone por obra, como nunca, su especial talento para mostrar lo que no puede mostrarse e inquietar al espectador con la sugerencia de todo aquello que las imágenes no pueden mostrar porque está escrito entre ellas.
Robert Hughes, el gran critico de arte, tiene algunos artículos maravillosos sobre los antiguos habitantes de lo que ahora es Sidney.
Sobre ellos, sobre su espacio, terminó edificándose una gran ciudad moderna y tecnológica, pero bajo ella Weir encuentra espacio para asentar una leyenda, un tiempo de los sueños al que el cemento y el cristal no pueden dar la espalda en su otro sueño, el tecnológico.
En los intersticios de los moderna ciudad, los restos de la cultura aborigen sobreviven protegiendo sus secretos, en contacto con lo esencial, sin poder ignorar los grandes ciclos que superan el marco de la vida humana y que gobiernan esta última ola, metáfora auténtica del apocalipsis para un pueblo aborigen de pescadores y recolectores que vivían al borde del mar.
La muerte, mágica, de un aborigen y el posterior juicio a una serie de presuntos culpables pondrán al abogado protagonista frente a una verdad mucho más poderosa que cualquiera que haya conocido: la verdad de la última ola, una fuerza ante cuyo poder, el de la naturaleza, nada humano se puede oponer.
Obra maestra.