sábado, marzo 06, 2010

"Había entonces una complicada matemática de los terrenos del toro y los terrenos del torero que, a mi juicio, era perfectamente superflua. El toro no tiene terrenos porque no es un ente de razón, y no hay registrador de la Propiedad que pueda delimitárselos. Todos los terrenos son del torero, el único ser inteligente que entra en juego y que, como es natural, se queda con todo"
(Juan Belmonte, matador de toros. Manuel Chaves Nogales)
EL RAYO VERDE


THE BALLAD OF CABLE HOGUE

Wait for me, sunrise...





















jueves, marzo 04, 2010

AGUJA


BRYAN FERRY

River of salt...


Bryan Ferry - River Of Salt  by  cripleyg

Siguiendo la actitud de Willy Toledo después de su desmán verbal perpetrado hace unos días hay que decir que, bien desde la ignorancia, bien desde la estupidez, bien desde ambas cosas, Toledo está siendo muy valiente defendiendo su error en todas partes donde se le llama.
En causas igual de justas o injustas, otros son mucho menos valientes teniendo la verdad de su lado o, por lo menos, creyendo tenerla.
Callan y otorgan.
Defendiendo lo indefendible Toledo es un ejemplo. Si todos defendiéramos lo que creemos con la misma actitud dispuesta, otro gallo nos cantaría.
Es una cuestión de forma, no de fondo.
Las cosas son así de curiosas y complejas.
Ha dado la cara.
No ha escondido ni el juego ni las cartas de su pensamiento.
Y eso lo respeto.
"Los niños conocen el cuento del rey Creso a este propósito: habiendo sido hecho prisionero por Ciro y condenado a muerte, en el instante mismo de la ejecución, exclamó: «Oh ¡Solón! ¡Solón!» Noticioso de ello Ciro e informado de lo que significaba, hizo comprender a Creso que a expensas suyas comprendía la advertencia que Solón le había hecho en otro tiempo, o sea: «que cualquiera que sea la buena fortuna de los hombres, éstos no pueden llamarse dichosos hasta que hayan traspuesto el último día de su vida», por la variedad e incertidumbre de las cosas humanas, que merced al accidente más ligero cambian del modo más radical."
(Ensayos, Michel de Montaigne)

miércoles, marzo 03, 2010

"P: ¿Hay algo característico de la literatura griega contemporánea, algo que no se encuentre en otras tradiciones?
R: La canción popular griega, fuente de la que han bebido todos estos autores y en la que estudiosos de la literatura han llegado a encontrar el germen del surrealismo europeo. La canción popular ha sido el medio de expresión del pueblo griego, en la cual ha podido expresar su mundo y su personalidad: sus penas, sus deseos, sus sentimientos y su historia. Es un compendio lírico, épico y dramático. Fue Fauriel el que la dio a conocer al mundo occidental."


Interesante artículo sobre la depresión que remite a un no menos interesante libro...

"...frente a la mitificación ideológica de la "felicidad" como pretendido "estado natural" de los seres humanos, que el sufrimiento forma parte de la vida y es factor fundamental de crecimiento y transformación personal"
(Bilis negra)

Es jodido, pero es cierto. Casi siempre las enseñanzas importantes sólo se aprenden de los errores y a veces ni eso...

martes, marzo 02, 2010

"Se infiere de ésto que los políticos se conducirán mejor cuando dependan de una población virtuosa que cuando dependan de una que sea indiferente a las consideraciones de tipo moral; se conducirán mejor en una comunidad en la que sus faltas, si las cometen, pueden ser divulgadas ampliamente que en otra donde haya una censura estrecha bajo su control"
(Historia de la Filosofía: Maquiavelo, Bertrand Russell)

"Parece estar admitido que la libertad política requiere cierto tipo de virtud personal en los ciudadanos"
(El Príncipe, Maquiavelo)

Y no hay virtud sin educación... No hay democracia sin educación.

Sólo demagogia... Como dice la Wikipedia, la constante apelación a las emociones con el objetivo de conseguir el mayoritario apoyo de las gentes, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda.

¿Familiar? A que sí...
KETTY LESTER

River of salt...






















Quino ...
WILLY Y LOS MEDIOS

1
En todo este tema de la crispación social que vive este país la prensa se está yendo de rositas. Con el polvoriento discurso del mensajero que siempre supone una tácita y torticera demanda de exención de responsabilidad sobre lo que se transmite, los periodistas se encojen de hombros y levantan las manos intentando hacernos creer que ellos no tienen nada que ver con lo que está pasando y que el sagrado juramento imposible de informar objetivamente de una realidad cada vez menos objetiva es su divisa.

Las terribles declaraciones de Willy Toledo al respecto de la muerte del disidente cubano Orlando Zapata son otro buen ejemplo de este juego perverso de manipulación.

"No son simples disidentes ni prisioneros políticos", ha asegurado el actor, quien ha añadido -en referencia a Orlando Zapata- que "este señor, al que se llama disidente, no era más que un delincuente común, que ha sido forzado y manipulado por otras personas parece ser que para ponerse en huelga de hambre y llegar al extremo de dejarse la vida".
Transcribe El Pais

El actor Willy Toledo ha afirmado que el preso cubano Orlando Zapata, fallecido la semana pasada tras casi tres meses en huelga de hambre y reconocido como prisionero de conciencia por Amnistía Internacional, era "un delincuente común, ni siquiera era un disidente político".

Y hasta aquí vamos empatados y haciendo justicia a la barbaridad.

Sin embargo el desempate viene cuando El Pais continúa y El Mundo se detiene... en todos los sentidos de la palabra

"No obstante, Willy Toledo ha lamentado "absolutamente" la muerte "de cualquier ser humano, y mucho más la de alguien encarcelado y en huelga de hambre, que es algo terrible", y ha considerado que el Gobierno cubano "debería haber hecho algo más por salvar la vida de esta persona, haya hecho lo que haya hecho, y no permitir que un ser humano muera bajo su tutela"."

Y es lógico que El Pais le de a Toledo una oportunidad de intentar arreglar lo imposible en el siguiente párrafo de la noticia. Después de todo es uno de los suyos, merece una oportunidad, pero Willy no merece ese trato por parte de la gente de El Mundo, que parece haber escuchado lo suficiente, lo que necesita para poner el grito en el cielo.

Me llama la atención que falte ese párrafo en la noticia de El Mundo, un párrafo que no arregla el desaguisado de las declaraciones de Toledo, pero que, quizá, y sólo para lectores con sentido común y buena voluntad, aparta lo sucedido del esperpéntico trazo grueso y lo devuelve al debate civilizado donde hasta las opiniones más extremas deben tener lugar.

Las declaraciones de Toledo se bastan por si solas, pero se quiere más y por la vía rápida y sumaria. Aprovechar la ocasión para asignar un golpe duro a los artistas del "no a la guerra" que tanto apoyo han dado a Zapatero. Y ante eso vale todo. Porque ya no sólo se trata de informar, sino de vencer una batalla en la diaria guerra de la comunicación en que el mundo de los medios se ha convertido en este país.

Y así, el segundo párrafo de El País que intenta localizarle moralmente dentro de la humanidad, es reemplazado por El Mundo con dos párrafos que buscan localizarle ideológicamente para que no exista la menor duda:

"Toledo hizo esta declaración en el turno de preguntas de una mesa de reflexión sobre la situación del Sáhara, organizada por la Fundación Aisge (Artistas Intérpretes Sociedad de Gestión) y en la que cerca de 40 artistas, en su mayoría actores, leyeron un manifiesto en defensa del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui.
Entre los artistas se encontraban los actores Álvaro de Luna, Ana Otero, Antonio Valero, Asunción Balaguer, Jordi Dauder, Pilar Bardem, Roberto Enríquez, Silvia Tortosa y Xabier Elorriaga. El coordinador general de IU, Cayo Lara; la portavoz de IU en la Asamblea de Madrid, Inés Sabanés, y el presentador Gran Wyoming se dejaron ver entre el público."

Curiosamente para El Mundo importa tanto lo que Toledo dice como quienes le escuchan, de los que da una cumplida lista.

No basta con que Toledo recite de memoria los versículos de la negra biblia castrista intentando denigrar el gesto de Zapata, que ya por sí solo debieran redimir al fallecido de cualquier aspecto comprometedor de su pasado.

No hay que dar la menor oportunidad al enemigo que, por torpeza y sin ayuda de nadie, se ha colocado en la soñada posición de ser derrotado.

2
Con respecto a las declaraciones de Willy Toledo, lo primero que hay que decir es que son un magnífico y nuevo ejemplo de un incontrovertible hecho: No basta con tener una opinión para ser una persona con ideas.

El loco mundo en que vivimos cada vez más confunde el hecho de hablar, de expresar un mero punto de vista, con el hecho más difícil, raro y complejo de que esas palabras físicamente pronunciadas lleven en si una idea.

La ética del esfuerzo tan denostada (por facha) por la aristocracia progresista de nuestro país también afecta al hecho de pensar y, en este sentido, es mucho más fácil abrir la boca y decir lo primero que a uno se le pasa por la cabeza que tomarse el tiempo necesario para pensar lo que se va a decir. Después de todo, y desde un punto de vista de mínimos, ambos -el que ha pensado lo que dice y el que no- hablan, se expresan contando siempre con la ventaja de que toda gente de bien considera que cualquier opinión es respetable.

Este hecho ha producido que muchos juntapalabras de incontinente boca, que ni en los mejores sueños de su infancia pudieron soñar ser tan escuchados, se conviertan en referentes lo suficientemente importantes como para que un periodista decida preguntarles qué piensan y el jefe del periodista decida dedicar un cierto espacio informativo del medio en que trabaja a reflejar esa opinión cromada... que no ilustrada.

Y la poco pudorosa opinión del señor Toledo es cromada, perfecta, niquelada, como pronunciada por el propio dictador Castro mientras, vestido con su chandal rojo y blanco, se desayuna unas tostadas a la quimio recién hechas.

Porque lo peor de las declaraciones de Toledo es que son las declaraciones de un carcelero.

La reducción de Zapata a la condición de delincuente común precedidas de un siniestro "no es más" le desacreditan por si solas. Como si el gesto de dejarse morir de hambre por cualquier causa no tuviera ningún valor por si mismo y no le colocase en un lugar más elevado para su condición. Porque es como si Zapata se le hubiera muerto a él, su carcelero, en su turno de guardia y Toledo pretendiese negar las consecuencias que esa muerte pudieran acarrearle por parte de sus jefes negando todo valor a ese gesto que, como digo, y por si mismo, ya tiene. Como si no hubiera pasado nada y Zapata fuese un estúpido al que otros han manipulado para dejarse morir de hambre...

Recapitulando...

Primero pensar que una persona cuando se le declara delincuente común lo es para siempre. No puede cambiar. No puede evolucionar como hizo Mandela durante sus 30 años de cárcel. Porque el estado ha dictado sentencia inamovible relegándole a la condición de un "no es más" cualquiera... Y esa condición le hace menos persona, le incapacita para pensar y decidir.

Segundo presuponer que existe una capacidad de manipulación tal como para que alguien se deje morir. Un poder tan poderoso como para forzar y manipular a un ser humano a matarse por inanición... Sólo se me ocurre el poder de un estado, del lado de fuera de una persona o el poder de una idea, del lado de dentro... Y para mi gusto que Willy está pensando en la primera opción... Nada ni nadie puede oponerse a la voluntad de un estado.

Declaraciones totalitarias donde las haya.

Minusvaloración extrema del gesto.

Negación al otro de la posibilidad, esté acertado o no, de tener una conciencia y tomar una decisión que sea consecuente con aquella.

¿No debe preocuparnos también la ultraizquierda?

Y, por último, habiendo tantos autores tan brillantes en toda la historia del teatro... Shakespeare, Calderón, Brecht, Ionesco, Mihura... No entiendo por qué a estas alturas de la película Toledo se empeña en recitar a Castro, un autor sobrevalorado y con cierta tendencia a la excesiva extructuración, cuyos rimbombantes planteamientos jamás han acreditado un desarrollo que estuviera a su altura

¿No debe preocuparse el señor Toledo?

lunes, marzo 01, 2010

"But that is the slave still in me, she thought. I must watch my own thinking... I must be as free in my soul as i am by law"
(The march, E.L. Doctorow)

Cuando vemos las cosas como son, en realidad las vemos como somos...
U2

Yahweh...





domingo, febrero 28, 2010

EXPLOSIÓN ATÓMICA BAJO EL MAR

















EL CEBO

En un momento de la película "El tercer hombre" (que no del libro), Harry Lime, su protagonista, dice que 500 años de democracia y paz sólo han conseguido que Suiza produzca el reloj de cuco. Nunca he tenido muy claro si se trataba de una crítica o de una alabanza, peor lo único cierto es que esos cinco siglos le han dado al país alpino para más... Por ejemplo, para arrojar a la existencia a Friedrich Dürrenmatt, uno de esos autores que nadie conoce pero que su obra resulta ser capital contemplada en el largo plazo de la historia.

"El cebo" se basa en un pequeño relato corto de Dürrenmatt llamado "La promesa" y en el se nos cuenta la historia de la investigación que un inspector de policía retirado lleva a cabo para atrapar a un psicópata asesino de niñas.

El cadáver de la niña en torno a cuya muerte se construye la historia es encontrado por un buhonero (interpretado por un magnífico de Michel Simon) y durante la primera parte de la historia asistimos a la progresiva incriminación de este inocente en base a pruebas circunstancias y por parte de los policías encargados de la investigación. Se trata de una injusticia manifiesta que los policías perpetran con la sobrecogedora tranquilidad de estar haciendo el trabajo de cada día.

Acompañados por el ya jubilado inspector Mathei (Heinz Rühman) ninguno de ellos se hace preguntas. Se encuentran demasiado ocupados intentando encajar las piezas que les suministra la realidad en un relato que les resulta creíble sin preocuparse por el hecho principal, que ese relato responda a la realidad de lo que ocurrió.

En esta inquietante primera parte, el trabajo policial se nos muestra como un burocrático trabajo en el que la verdad se construye a través de la ruptura del eslabón más débil, que en este caso es el pobre buhonero que, aún no siéndolo, lo tiene todo para ser el culpable y por esto mismo termina siéndolo.

El inspector Mathei es diferente al resto de sus compañeros. Como comenta con resignación ante la necesidad de dar la mala noticia a los padres de la niña asesinada, es él quién siempre lo hace y esta ocasión no va a ser diferente del resto. En él hay un interés que va más allá del simple cumplimiento con las obligaciones de su trabajo, un interés que le lleva a ser siempre voluntario en las situaciones donde nadie está obligado a hacer más.

Mathei es diferente, permanece atento y esa atención le llevan a ponerse en un camino diferente en base a una serie de casualidades que se convierten en las piezas de un puzzle que, poco a poco, empiezan a encajar en su mente.

Ninguno de sus compañeros le escuchará. Ya no se hacen más preguntas. Han encontrado ya a un estupendo culpable que cumple con los requisitos circunstanciales para ser tal. No hay por qué ir más allá. Pero el compromiso de Mathei con los padres de la niña muerta le hará continuar por su cuenta con la investigación posponiendo la investigación.

Y es aquí donde la historia se pone más interesante, porque del mismo modo que los compañeros de Mathei hacen todo lo posible para encontrar un culpable, el inspector hará lo mismo. Ambos comparten la misma ética de medios para conseguir sus fines.

El fin justifica los medios y, del mismo modo que sus compañeros convierten a un inocente en culpable, Mathei utilizará a una niña como cebo para atrapar al asesino.

La sencillez de la historia que se nos cuenta en "El cebo" sólo es aparente. Bajo ella palpitan planteamientos de envergadura que atañen a la justicia como ideal y la material corporeidad de los hombres encargados de aplicarla, una material corporeidad que les lleva a utilizar métodos dudosos para conseguir el objetivo final.

Del mismo modo que en "La visita de la vieja dama" los habitantes del pueblo encuentran una razón para asesinar al viejo amor de la dama a cambio de la riqueza que ella les ofrece, los policías de "El cebo" encuentran justificación en conductas que convierten a los inocentes en medios para conseguir determinados fines, en este caso el esclarecimiento de una serie de crímenes.

La preocupación de Dürrenmatt por la justicia abarca no solo los fines sino también los medios que se utilizan para conseguirlos y el modo en que se disfraza el interés propio en racionalizaciones que sirven como coartada.

Y sólo nos parece que el inspector es mejor que el criminal al que persigue por la bondad del fin que aquel persigue. Pero, y como Dürrenmatt sugiere en el cuento, imaginémonos por un momento que no hay un final feliz para esta historia... El proceder de Mathei no nos parecería tan bueno.

En Dürrenmatt el animal humano aparece en lugares donde el sueño de la razón moderna no le supone estar ni tampoco le espera.

En "El cebo" una obsesión atrapa a otra y la razón que revista de respetabilidad al funcionamiento de las instituciones se convierte en una mascara que oculta deformados grises en huecograbado.
INOLVIDABLE

La balada de Cable Hogue...


Patt Garrett & Billy the Kid...



IF THEY MOVE KILL'EM!

La principal sensación que me deja la lectura de esta biografía del director de cine norteamericano Sam Peckinpah es la de un hombre cuya actitud vital bien podía pasar perfectamente por los modos y las formas de los personajes que protagonizan sus películas.

Como en todo creador que se precie hay mucho de él en el Pike Bishop de "Grupo Salvaje" o en el Billy el Niño y en el Pat Garrett de "Pat Garrett y Billy the kid"... Todos y cada uno de esos personajes, con su conflicto ante un mundo que les rebasa, se convierten en proyecciones idealizadas de la propia personalidad compleja y atormentada de Peckinpah. Y son ideales principalmente porque verbalizan los motivos que subyacen en ese conflicto que les llevan a desesperadas batallas por una causa perdida que es la propia.

En un principio, y por origen, hijo de un prestigioso abogado de la costa Oeste, Peckinpah no tenía ningún motivo para convertirse en un "outsider" pero, y de algún modo que el libro de Waddle no consigue presentar de una forma clara (seguramente porque nadie ni el propio Peckinpah tenga una explicación), la biografía del director norteamericano no es otra cosa que un largo viaje hacia la noche en el que la descomposición de un ser humano es la principal protagonista.

Felizmente casado, escritor de éxito, prestigioso realizador televisivo, gran promesa del cine de la década de los sesentas con la fulgurante aparición de "Duelo en la Alta Sierra"... pero nada de éso pareció significar nada para un Peckinpah que se perdía en los pliegues de su propia oscuridad cada vez que repicaban las campanas de su propia medianoche, escapando y enfrentando a sus propios y personales fantasmas.

Al mismo tiempo que crece un exitoso Peckinpah emerge, en paralelo, un oscuro anti-Peckinpah que destruye todo cuanto toca y especialmente la propia carrera con proyectos que siempre resultaban demasiado caros, que siempre se convertían en demasiado difíciles y complejos por mor de un perfeccionismo creativo casi enfermizo, un perfeccionismo que, por ejemplo, le llevó en "Grupo Salvaje" a exigir que el sonido de los disparos de cada arma que se usaba fuera el propio, personal e intransferible.

Da la impresión que el cuerpo y el alma de Peckinpah son el campo de una batalla sin concesiones entre los impulsos destructivos y constructivos, una batalla que duró mientras Peckinpah vivió y en la que nadie que estuviera a su alrededor podía permanecer neutral. Resulta muy gráfica la escena que Waddle cuenta de Peckinpah encerrado en la habitación de su hotel durante el rodaje de "Traiganme la cabeza de Alfredo García" disparando una y otra vez contra su imagen reflejada en el espejo... Ni siquiera su propio reflejo resultaba indemne y quizá, en opinión del director norteamericano, fuese el principal culpable.

No se si es una virtud o defecto del libro, pero Peckinpah se nos muestra como un fascinante misterio capaz de herir, incluso a los que más ama, pero también de crear en el sentido más amplio de la expresión una experiencia artística basada en ese magma emocional que día a día le destruía conminándole en una cada vez más espesa jaula de impenetrable soledad.

Y aunque parezca mentira, la escena final de "Grupo Salvaje", ese momento de locura en el que Pike Bishop decide disparar y disparar dejándose llevar por un primario impulso de violencia tiene mucho de la actitud autodestructiva ante la vida del propio Peckinpah, un impulso que paradójicamente le llevó a construir unas cuantas obras maestras memorables y a dejar un imborrable recuerdo, no precisamente de odio, entre aquellos que le padecieron y conocieron.

Como escribió Jung:

"El hombre creador es un enigma que podríamos dilucidar de varias maneras, aunque siempre sería en vano...
El arte es una especie de impulso innato que se apodera de un ser humano y lo hace su instrumento. El artista no es una persona dotada de libre albedrío que busca sus propios fines, sino que permite al arte realizar sus propios fines por su intermedio. Como ser humano podrá tener caprichos, voluntades y objetivos personales, pero como artista es un hombre en el sentido más elevado, un hombre colectivo, aquel que lleva y moldea la vida psíquica inconsciente del género humano. Para realizar este difícil destino es necesario sacrificar a veces la propia felicidad y todo aquello que hace a la vida digna de ser vivida para el ser humano común...
La vida de un artista sólo puede ser una vida de conflictos, porque en su interior hay dos fuerzas en pugna, por un lado el anhelo natural de felicidad, de satisfacción y seguridad en la vida, por el otro una pasión avasalladora de crear, que puede ir muy lejos, hasta sobrepasar todo deseo personal. La vida del artista, por regla general, es altamente insatisfactoria - por no decir trágica -en el aspecto humano. Difícilmente hay excepciones a la regla de que una persona debe pagar caro el don divino del fuego creador..."
(El hombre moderno en busca de su alma, Carl Gustav Jung)

Jung parecía pensar en Peckinpah cuando escribió estas líneas... Y de algún modo todos los que le conocieron y cuyas opiniones figuran en el libro también tenían la triste sensación de estar ante algo terrible, pero al mismo tiempo se sentían seducidos de forma irremediable ante la bruta manifestación de un talento que, en su pugna por emerger, destruía al propio vehículo de transmisión... su propia vida... su propia persona. Y ese magnetismo impregna de principio a fin toda su obra. Yo mismo siento esa fuerza cada vez que regreso a ella, una obra que con enloquecida lucidez ahonda en las profundidades que constituyen ese complejo misterio llamado ser humano.

Sam Peckinpah es un artista mayor. No me cansaré de decirlo.

El poder de su obra va más allá del cine... Se hunde en la levedad de un ser humano sometido al tremendo efecto destructor que sus propias contradicciones le infringen en un mundo demasiado ancho y demasiado ajeno, dentro de un tiempo que pasa demasiado pronto, que aun así no se cansa de perseguir su propia sombra y que incluso, cuando ya no hay nada que perseguir, la rutina de la propia acción de perseguir termina convirtiéndose en la única, precaria y desesperada seña de identidad.

Lo principal en Peckinpah es telúrico. La conmoción que las imágenes producen porque vehiculizan significados inpronunciables como en la secuencia final de "La balada de Cable Hogue" cuando el coyote bebe en el arroyo y la cámara se aleja para enmarcar la soledad de un espacio vacío.

Acabado para la industria, el propio Peckinpah terminó sus días persiguiendo la posibilidad de una última película aun cuando está quizá no fuese a existir nunca.

Sólo persiguiendo.