domingo, octubre 25, 2009














DON'T COME KNOCKING

La obsesión por el nomadismo y el viaje como metáfora de la vida misma es una constante en la cinematografía del alemán Wim Wenders. Desde "En el curso del tiempo" o "Alicia en las ciudades" hasta ésta más que aceptable (brillante teniendo en cuenta obras anteriores de Wenders) "Don't come knocking" la obra del cineasta alemán se erige como un monumento a la metafísica del viaje, al constante impulso al movimiento tanto interno como el externo que lleva a sus adolescentes protagonistas a una tierra de nunca jamás en donde todo es constante y continuamente posible porque el acabamiento, como una especie de muerte, está siempre en el llegar.
Y el viaje para Wenders es una metáfora de la vida misma.
No es de extrañar que le fascinara el libro de relatos y poemas "Crónicas de motel" de Sam Shepard. Después de todo, la desarraigada voz que escribe y que fecha las historias en distintos lugares y distintos tiempos es la voz del eterno y constante viajero.
De ese encuentro que fue casi un flechazo surgió la necesidad de colaborar entre ambos y de esa necesidad surgió la maravillosa "Paris-Texas"... La historia de Travis, alguien que regresa a poner orden a una vida abandonada, pero cuyo regreso no es más que una etapa más de un interminable viaje en el que ya sólo hay lugar para él, un viaje que le conducirá hasta incluso el olvido de sí mismo.
Casi treinta años después, Shepard y Wenders vuelven a colaborar en un proyecto que, si bien carece de la inigualable intensidad poética de "Paris-Texas", encierra suficientes atractivos como para que no resulte desdeñado.
Shepard escribe e interpreta las andanzas de Howard Spence, un desarraigado actor en decadencia que, como Travis, decide regresar a un momento de su pasado buscando una cierta paz.
Sin saber por qué Howard escapa de un rodaje montado en su caballo y esa escapada es el comienzo de un viaje que le llevará a recobrar aspectos de su vida que en su inagotable locura adolescente jamás debió olvidar... una mujer y un hijo olvidados en un perdido pueblo de Montana.
Wenders con su habitual exquisito sentido para la planificación (que a veces resulta demasiado protagonista por su virtuosismo) nos muestra la odisea de este Ulises moderno en busca de un hogar completando y cerrando su metáfora del viaje en el sentido de que no existe el viaje sino hay un lugar al que regresar.
De algún modo, Spence percibe, al final de sus dias, la acuciante necesidad de saberse llegando a alguna parte y construye su Itaca particular en base a una serie de olvidadas fotografías en blanco y negro que su madre le pone ante los ojos en un gran e inmenso acto de amor.
Y hará lo que esté en su mano por intentar recuperarla... aunque las relaciones humanas nunca hayan sido lo suyo.

Me gusta "Don't come knocking".



Wenders y Shepard... dos space cowboys que regresan

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