martes, junio 18, 2013

DOS CONCEPTOS DE LIBERTAD

Nacido en Letonia, Isaiah Berlin es uno de los grandes teóricos del pensamiento liberal del siglo XX y uno de los intelectuales más relevantes de la época.

Profesor de teoría política y social en Oxford, su obra es fundamentalmente dispersa y se compone de artículos, disertaciones, conferencias en los que analiza el tempestuoso siglo XX desde el punto de vista de la historia de las ideas y la ciencia política.

Su texto más relevante es "Dos conceptos de libertad", el contenido de una clase inaugural en la que Berlin proporciona dos conceptos clave mediante los cuales entender el pasado, el presente y futuro de nuestra sociedad desde la perspectiva liberal.

No es mi fuerte la teoría política, pero lo que Berlin hace en "Dos conceptos de libertad" es identificar dos modos de entender la organización de los individuos dentro de la sociedad.

Por un lado está la libertad positiva que hasta cierto punto es una libertad estratégica, basada en la existencia de un valor absoluto cuya realización implica la movilización de todo el colectivo, la organización del mismo y la cesión de libertades individuales para la generación de una unidad de destino.

La libertad positiva implica la generación de un ordenamiento, de una serie de leyes que organizan y regulan la vida de ese colectivo dirigido a la realización de un valor absoluto y, lo que es más importante, implica siempre un mayor o menor grado de coacción de la otra libertad, la negativa.

La libertad positiva presupone la existencia de la razón en el sentido caartesiano, de una razón que puede llegar al sentido último de las cosas y definir de manera objetiva qué es lo esencialmente bueno y justo y ante ésto no hay argumento que pueda oponerse, En torno a la libertad positiva se organizan los grandes relatos, la sociedad sin clases, la modernidad y el progreso, que dieron sustento y sentido a naciones y colectivos.

Frente a la libertad positiva que implica siempre una realización al mas alto nivel, el control del propio destino, Berlin opone un concepto de libertad más modesto, más táctico: el concepto de libertad negativa.

La libertad negativa es menos compleja, simplemente supone la ausencia total de coacción externa para que el individuo realice lo que considera debe hacer.

La libertad negativa presupone la existencia de tantos valores absolutos como individuos y niega la posibilidad de existencia de un valor absoluto que esté por encima de los otros valores y que, por tanto, obligue a todos a reconocer su verdad y generar un modo de libertad positiva que implique priorización y coacción.

Para Berlin, y como liberal que es, la libertad positiva encarna toda la capacidad coercitiva que puede tener una organización política y, de hecho, está en la base de ese contrato social rousoniano por el que se crea un estado: los individuos deciden ceder una parte de sus derechos y libertades como individuos para la consecución de un todo conjunto que, por un lado, les limita, pero, por otro, les permite llegar más lejos.

Este concepto de libertad permite la coacción por el propio bien del coaccionado, coacción en nombre de esa verdad última que se considera buena para todos los hombres

La libertad negativa obedece más al concepto de libertad expresado por los teóricos liberales, es decir, la libertad que se ejerce sin injerencias de ninguna autoridad con el suficiente poder como para impedirla.

En la libertad negativa no hay coacción más que el propio autocontrol del individuo a la hora de tomar decisiones de lo que es justo y bueno, e incluye la presunción contraria a la presunción sobre la que se funda: que nadie se equivoca al desear lo que es bueno y justo para él mismo.

Esta categorización de Berlin suministra una nueva munición al pensamiento político liberal de la segunda mitad del siglo XX en su polémica frente a las modalidades de pensamiento que defienden la existencia de un intervencionismo estatal sobre la sociedad, desde el keynesianismo hasta las visiones de los países socialistas.

Asimismo, la libertad negativa proporciona sostén ideológico a todos los planteamientos ideológicos que hermanaron el cortoplacismo político de Clinton o Blair con la sociedad de consumo trasladando la metáfora del mercado, en donde cada persecución individual del bien propio es positiva y redunda en el bien común, al mundo del consumo.

De polvos como aquellos vienen los lodos en los que actualmente estamos enfangados.

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