QUE VIVA MÉJICO
Hollywood también tentó al maestro del cine soviético, de orígen letón, Serguéi M. Eisenstein.
A finales de la década de los treintas del siglo pasado, Eisenstein estuvo trabajando en Hollywood con su operador de cámara favorito, Eduard Tissé, bajo contrato de la Paramount..
Ninguno de los proyectos cuajó entre otras cosas por la presión contraria que ejerció el Comité de Actividades Antimaericanas del estado de California... y el contrato de Eisenstein con la major terminó por ser denunciado unilateralmente por la productora
Decepcionado con su aventura americana, decidió aceptar la invitación del novelista Upton Sinclair para visitar Méjico. Allí, tras un inicial episodio de encarcelación de él y todo su equipo, Einsenstein estuvo rodando material durante dos años bajo el patrocinio económico de Sinclair.
Cuando el dinero terminó, la película estaba inconclusa.
Eisenstein se había propuesto contar una suerte de historia simbólica y emocional de Méjico a partir de varios episodios que versan sobre diferentes aspectos de la cultura mejicana.
El prólogo presenta imágenes alegóricas al México prehispánico. El episodio "Sandunga" recrea los preparativos de una boda indígena en Tehuantepec. "Fiesta" desarrolla el ritual de la fiesta brava, "Maguey" escenifica la tragedia de un campesino victimado por rebelarse en contra de su patrón. "Soldadera" (episodio no filmado) presentaría el sacrificio de una mujer revolucionaria. El epílogo, también conocido como "Día de muertos", se refiere al sincretismo de las distintas visiones que coexisten en México alrededor del tema de la muerte.
Einsenstein había rodado casi sesenta mil metros de película y la paradoja es que, siendo reconocido como un maestro del montaje, el cineasta letón jamás pudo realizar el montaje final del material filmado que pasó a manos de Sinclair. En este sentido, "Que viva Méjico" ha tenido más de cinco montajes y en ninguno de ellos Einsenstein, enfrentado al productor, ha estado implicado.
Siempre se pone énfasis en el montaje cuando se habla de Eisenstein, pero tengo que decir que su capacidad para crear imágenes impactantes y poderosas está, por lo menos, a la misma altura que su habilidad para relacionarlas mediante el llamado montaje de atracciones. "Que viva Méjico" es un magnífico ejemplo del talento de Eisenstein para revelar un mundo desde la fotografía, un mundo visual que luego serviría de inspiración a grandes maestros del cine mejicano como Gabriel Figueroa y el Indio Fernández.
En el transcurrir de "Que viva Méjico" el espectador encuentra una imagen maravillosa detrás de otra, imágenes fascinantes, casi sagradas, en las que se revela ese peculiar talento que Einsenstein tenía para jugar con la profundidad de campo, el picado y el contrapicado a la hora de mostrar.
Puede decirse que Eisenstein consigue en su incompleto proyecto la transfiguración de esa idea llamada Méjico a través de un incomparable espectáculo visual, lleno de imágenes poderosas, elocuentes y verdaderas; un espectáculo que se escenifica sobre puras anécdotas y muy pocas palabras, pero que no necesita más para resultar atractivo y convincente.
Puro cine mudo en la época del sonoro.
En un momento en que tan de moda están las marcas nacionales, hay que decir que buena parte del imaginario de la marca de eso que llamamos Méjico fue codificado en imágenes por un sabio letón de pelo rebelde y mirada vívida.
Fascinante obra maestra.
Hollywood también tentó al maestro del cine soviético, de orígen letón, Serguéi M. Eisenstein.
A finales de la década de los treintas del siglo pasado, Eisenstein estuvo trabajando en Hollywood con su operador de cámara favorito, Eduard Tissé, bajo contrato de la Paramount..
Ninguno de los proyectos cuajó entre otras cosas por la presión contraria que ejerció el Comité de Actividades Antimaericanas del estado de California... y el contrato de Eisenstein con la major terminó por ser denunciado unilateralmente por la productora
Decepcionado con su aventura americana, decidió aceptar la invitación del novelista Upton Sinclair para visitar Méjico. Allí, tras un inicial episodio de encarcelación de él y todo su equipo, Einsenstein estuvo rodando material durante dos años bajo el patrocinio económico de Sinclair.
Cuando el dinero terminó, la película estaba inconclusa.
Eisenstein se había propuesto contar una suerte de historia simbólica y emocional de Méjico a partir de varios episodios que versan sobre diferentes aspectos de la cultura mejicana.
El prólogo presenta imágenes alegóricas al México prehispánico. El episodio "Sandunga" recrea los preparativos de una boda indígena en Tehuantepec. "Fiesta" desarrolla el ritual de la fiesta brava, "Maguey" escenifica la tragedia de un campesino victimado por rebelarse en contra de su patrón. "Soldadera" (episodio no filmado) presentaría el sacrificio de una mujer revolucionaria. El epílogo, también conocido como "Día de muertos", se refiere al sincretismo de las distintas visiones que coexisten en México alrededor del tema de la muerte.
Einsenstein había rodado casi sesenta mil metros de película y la paradoja es que, siendo reconocido como un maestro del montaje, el cineasta letón jamás pudo realizar el montaje final del material filmado que pasó a manos de Sinclair. En este sentido, "Que viva Méjico" ha tenido más de cinco montajes y en ninguno de ellos Einsenstein, enfrentado al productor, ha estado implicado.
Siempre se pone énfasis en el montaje cuando se habla de Eisenstein, pero tengo que decir que su capacidad para crear imágenes impactantes y poderosas está, por lo menos, a la misma altura que su habilidad para relacionarlas mediante el llamado montaje de atracciones. "Que viva Méjico" es un magnífico ejemplo del talento de Eisenstein para revelar un mundo desde la fotografía, un mundo visual que luego serviría de inspiración a grandes maestros del cine mejicano como Gabriel Figueroa y el Indio Fernández.
En el transcurrir de "Que viva Méjico" el espectador encuentra una imagen maravillosa detrás de otra, imágenes fascinantes, casi sagradas, en las que se revela ese peculiar talento que Einsenstein tenía para jugar con la profundidad de campo, el picado y el contrapicado a la hora de mostrar.
Puede decirse que Eisenstein consigue en su incompleto proyecto la transfiguración de esa idea llamada Méjico a través de un incomparable espectáculo visual, lleno de imágenes poderosas, elocuentes y verdaderas; un espectáculo que se escenifica sobre puras anécdotas y muy pocas palabras, pero que no necesita más para resultar atractivo y convincente.
Puro cine mudo en la época del sonoro.
En un momento en que tan de moda están las marcas nacionales, hay que decir que buena parte del imaginario de la marca de eso que llamamos Méjico fue codificado en imágenes por un sabio letón de pelo rebelde y mirada vívida.
Fascinante obra maestra.
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