Con un gran peso de acontecimientos de su vida personal, Evelyn Waugh escribió "Retorno a Brideshead", una de sus grandes obras, con una ambigua doble intención, entre melancólica y edificante.
Esta ambigüedad es la que también encarna el adictivo misterio que para su protagonista, Charles Ryder, representan todos y cada uno de los miembros de la familia Marchmain.
Remordimiento y nostalgia componen, a mi entender, ese concreto y muy definido sentimiento de ambigüedad que a mi entender se transparente omnipresente a lo largo de las páginas del libro.
Porque si algo es "Retorno a Brideshead" es el largo viaje que Ryder hace desde el ateísmo hacia la conversión, una viaje en el que las desgracias de la familia Marchmain se convierten en el interpretante que el protagonista necesita para, primero, entender todo su sufrimiento y las decisiones que, por ejemplo, Sebastian y Julia toman para, posteriormente, entender, como figura escrito en el famoso cuadro "Finis Gloriae Mundi" del genio del barroco español Juan de Valdés Leal que todas las glorias del mundo son vanas y transitorias.
Al final, el resultado de ese viaje que Ryder hacer por el amor, la pasión y el mundo en compañía de la familia Marchmain es una nostálgica nada cargada de recuerdos en el que el sufrimiento de Sebastian, Julia o Lord Marchmain se convierten en puntos que una vez unidos a través del recuerdo en su inesperado regreso a Brideshead como consecuencia de la guerra le muestran un significado confortante y de orden mayor.
"Retorno a Brideshead" es un magnífico texto que vehicula una determinada sensibilidad con la que no conecto demasiado, sin embargo tengo que reconocer que es una historia que tanto en texto como en imagen, fundamentalmente la maravillosa adaptación realizada por la británica ITV en 1981, sigue atrapándome.
Y si no lo hace desde lo edificante, indudablemente lo hace desde esa mirada melancólica con la que Ryder revisa su relación con la familia Marchmain, inmersa por naturaleza en el mismo centro de ese conflicto entre la vanidad de las cosas y la necesidad de un sentido, por así llamarlo, más trascendente.
A través de su amor por Sebastian, Ryder se verá absorbido por ese misterio herido de la familia Marchmain para terminar siendo devorado finalmente por ello con el final de la relación con Julia. Un proceso que, como comento, en realidad supondrá la deconstrucción completa de su ateismo y la inauguración de un vacío que lo trascendente terminará por llenar.
A lo largo del texto subyace la esencial perversión con la que la sensibilidad católica se enfrenta al mundo. Al final siempre hay un cansancio ante las cosas, como si fuese connatural al ser humano ese hastío y al final nada terminase de ser satisfactorio sin la presencia de lo trascendente como elemento ensamblador de la experiencia del mundo y de las cosas.
Sobre esta premisa, basada sin duda en el lento trabajo del mecanismo del pecado y de la culpa, funciona la tensión dramática que inspira a todos y cada uno de los personajes principales de la obra.
Por naturaleza, mientras hay juventud y fuerza, se busca el mundo y la vida. Se peca y se puede tolerar la culpa. Pero, conforme se envejece, las fuerzas disminuyen y los fracasos como consecuencia de llevar una vida desordenada se acumulan. Es entonces cuando la debilidad y el miedo empiezan a imponer otro modo de entender las cosas.
Este aspecto está muy bien captado por la serie que progresivamente va oscureciéndose partiendo de la luminosidad del primer verano de Ryder en Brideshead hasta el último invierno, húmedo y oscuro que el protagonista vive en la casa familiar
Es en ese invierno donde se produce la fundamental conversión en el lecho de muerte de Lord Marchmain. El arrepentimiento que nunca mostró en vida aparece en el último momento, en la debilidad de las debilidades, unos segundos antes de morir.
Esta conversión será epifánica para Julia Flyte que entenderá lo terrible del gesto último de su padre y, a través de él, comprenderá la futilidad de toda su vida lejos de la fe. Entendimiento que le llevará a romper su pecaminosa y extra-marital relación con Ryder.
En definitiva, "Retorno a Brideshead" es un magnífico texto que conecta muy bien con lo telúrico del sentimiento católico y lo hace desde un maravilloso y adictivo sentimiento de impotente melancolía ante el inevitable naufragio de todas las cosas.
El resultado de haber jugado en los campos del señor siempre es el mismo.
Yo sólo me apunto a esa melancolía.
Imprescindible.
Esta ambigüedad es la que también encarna el adictivo misterio que para su protagonista, Charles Ryder, representan todos y cada uno de los miembros de la familia Marchmain.
Remordimiento y nostalgia componen, a mi entender, ese concreto y muy definido sentimiento de ambigüedad que a mi entender se transparente omnipresente a lo largo de las páginas del libro.
Porque si algo es "Retorno a Brideshead" es el largo viaje que Ryder hace desde el ateísmo hacia la conversión, una viaje en el que las desgracias de la familia Marchmain se convierten en el interpretante que el protagonista necesita para, primero, entender todo su sufrimiento y las decisiones que, por ejemplo, Sebastian y Julia toman para, posteriormente, entender, como figura escrito en el famoso cuadro "Finis Gloriae Mundi" del genio del barroco español Juan de Valdés Leal que todas las glorias del mundo son vanas y transitorias.
Al final, el resultado de ese viaje que Ryder hacer por el amor, la pasión y el mundo en compañía de la familia Marchmain es una nostálgica nada cargada de recuerdos en el que el sufrimiento de Sebastian, Julia o Lord Marchmain se convierten en puntos que una vez unidos a través del recuerdo en su inesperado regreso a Brideshead como consecuencia de la guerra le muestran un significado confortante y de orden mayor.
"Retorno a Brideshead" es un magnífico texto que vehicula una determinada sensibilidad con la que no conecto demasiado, sin embargo tengo que reconocer que es una historia que tanto en texto como en imagen, fundamentalmente la maravillosa adaptación realizada por la británica ITV en 1981, sigue atrapándome.
Y si no lo hace desde lo edificante, indudablemente lo hace desde esa mirada melancólica con la que Ryder revisa su relación con la familia Marchmain, inmersa por naturaleza en el mismo centro de ese conflicto entre la vanidad de las cosas y la necesidad de un sentido, por así llamarlo, más trascendente.
A través de su amor por Sebastian, Ryder se verá absorbido por ese misterio herido de la familia Marchmain para terminar siendo devorado finalmente por ello con el final de la relación con Julia. Un proceso que, como comento, en realidad supondrá la deconstrucción completa de su ateismo y la inauguración de un vacío que lo trascendente terminará por llenar.
A lo largo del texto subyace la esencial perversión con la que la sensibilidad católica se enfrenta al mundo. Al final siempre hay un cansancio ante las cosas, como si fuese connatural al ser humano ese hastío y al final nada terminase de ser satisfactorio sin la presencia de lo trascendente como elemento ensamblador de la experiencia del mundo y de las cosas.
Sobre esta premisa, basada sin duda en el lento trabajo del mecanismo del pecado y de la culpa, funciona la tensión dramática que inspira a todos y cada uno de los personajes principales de la obra.
Por naturaleza, mientras hay juventud y fuerza, se busca el mundo y la vida. Se peca y se puede tolerar la culpa. Pero, conforme se envejece, las fuerzas disminuyen y los fracasos como consecuencia de llevar una vida desordenada se acumulan. Es entonces cuando la debilidad y el miedo empiezan a imponer otro modo de entender las cosas.
Este aspecto está muy bien captado por la serie que progresivamente va oscureciéndose partiendo de la luminosidad del primer verano de Ryder en Brideshead hasta el último invierno, húmedo y oscuro que el protagonista vive en la casa familiar
Es en ese invierno donde se produce la fundamental conversión en el lecho de muerte de Lord Marchmain. El arrepentimiento que nunca mostró en vida aparece en el último momento, en la debilidad de las debilidades, unos segundos antes de morir.
Esta conversión será epifánica para Julia Flyte que entenderá lo terrible del gesto último de su padre y, a través de él, comprenderá la futilidad de toda su vida lejos de la fe. Entendimiento que le llevará a romper su pecaminosa y extra-marital relación con Ryder.
En definitiva, "Retorno a Brideshead" es un magnífico texto que conecta muy bien con lo telúrico del sentimiento católico y lo hace desde un maravilloso y adictivo sentimiento de impotente melancolía ante el inevitable naufragio de todas las cosas.
El resultado de haber jugado en los campos del señor siempre es el mismo.
Yo sólo me apunto a esa melancolía.
Imprescindible.