Teniendo en cuenta tal y como está el tema del Islam, la visión de esta "Mahoma, el mensajero de dios" podría caracterizarse como de experiencia contracultural.
Puesta en marcha por Moustapha Akkad, un sirio de esa tan escasa clase media de comerciantes del oriente medio, la autentica esperanza de una versión meramente cultural y laica de lo musulmán que la historia del siglo XX literalmente ha pulverizado, ofrece una visión de lo que era el Islam antes de que se convirtiera el nuevo y declarado enemigo de nosotros, las fuerzas del bien.
Y por paradójico e incomprensible que resulte cuando tantas cosas han pasado y otras tantas se han escrito, el Islam en su momento tuvo precisamente un posicionamiento contrario al actual con su visión igualitaria de comunidad.
Un Islam al que no tuvo ningún problema en convertirse un personaje tan carismático como el recientemente fallecido Muhammad Ali.
En este sentido, y solo por eso, es recomendable la visión de esta película que recoge los origenes del Islam, centrándose en la pugna de Mahoma y su prédica sobre un único dios verdadero con la aristocracia gobernante de la politeista La Meca.
Sin duda alguna el propio Islam ha sufrido un proceso de progresiva abyección consistente fundamentalmente en su politización y, como consecuencia directa, en la desaparición de una influencia llamemosla ilustrada de la que un hombre como Moustapha Akkad es un magnífico ejemplo.
No hay una versión laica de la cultura musulmana o por lo menos capaz de generar una voz que se escuche en el desierto de violencia en que el mundo se ha convertido.
La clase media que podría haber sustentado una interpretación más en la línea con la cultura occidental apenas existe devorada por una visión popular fundamentalista y politizada que es uno de los principales monstruos que ha engendrado Occidente.
Para muestra, la muerte del propio Akkad, asesinado junto a su hija en un atentado de Al-Quaeda; un muerte convertida por otro lado en la metafora de una imposibilidad radical y total: la de la cordura de los hombres buenos.
Pero esto, vuelvo a escribir, es lo más interesante de esta "Mahoma, el mensajero de Dios", la absoluta constancia de la posibilidad del Islam como religión de producir un discurso más en la línea de lo occidental y que lo aleja de esa continua fuente de inspiración para el terrorismo en que también e incuestionablemente se ha convertido.
En este sentido, "Mahoma, el mensajero de dios" debería ser de obligada visión para aquellos que creen que la fuente de todo mal está en las líneas del Corán.
Una experiencia contra-tendencia y contra-cultural que dejará sorprendidos a las personas con la mente abierta.
Toda una prueba contra los prejuicios y en favor de la buena voluntad.
La posibilidad de luz entre tanta oscuridad; una luz cada vez más imposible conforme crece y espesa la oscuridad que engendran los intereses creados y la mentira.
Puesta en marcha por Moustapha Akkad, un sirio de esa tan escasa clase media de comerciantes del oriente medio, la autentica esperanza de una versión meramente cultural y laica de lo musulmán que la historia del siglo XX literalmente ha pulverizado, ofrece una visión de lo que era el Islam antes de que se convirtiera el nuevo y declarado enemigo de nosotros, las fuerzas del bien.
Y por paradójico e incomprensible que resulte cuando tantas cosas han pasado y otras tantas se han escrito, el Islam en su momento tuvo precisamente un posicionamiento contrario al actual con su visión igualitaria de comunidad.
Un Islam al que no tuvo ningún problema en convertirse un personaje tan carismático como el recientemente fallecido Muhammad Ali.
En este sentido, y solo por eso, es recomendable la visión de esta película que recoge los origenes del Islam, centrándose en la pugna de Mahoma y su prédica sobre un único dios verdadero con la aristocracia gobernante de la politeista La Meca.
Sin duda alguna el propio Islam ha sufrido un proceso de progresiva abyección consistente fundamentalmente en su politización y, como consecuencia directa, en la desaparición de una influencia llamemosla ilustrada de la que un hombre como Moustapha Akkad es un magnífico ejemplo.
No hay una versión laica de la cultura musulmana o por lo menos capaz de generar una voz que se escuche en el desierto de violencia en que el mundo se ha convertido.
La clase media que podría haber sustentado una interpretación más en la línea con la cultura occidental apenas existe devorada por una visión popular fundamentalista y politizada que es uno de los principales monstruos que ha engendrado Occidente.
Para muestra, la muerte del propio Akkad, asesinado junto a su hija en un atentado de Al-Quaeda; un muerte convertida por otro lado en la metafora de una imposibilidad radical y total: la de la cordura de los hombres buenos.
Pero esto, vuelvo a escribir, es lo más interesante de esta "Mahoma, el mensajero de Dios", la absoluta constancia de la posibilidad del Islam como religión de producir un discurso más en la línea de lo occidental y que lo aleja de esa continua fuente de inspiración para el terrorismo en que también e incuestionablemente se ha convertido.
En este sentido, "Mahoma, el mensajero de dios" debería ser de obligada visión para aquellos que creen que la fuente de todo mal está en las líneas del Corán.
Una experiencia contra-tendencia y contra-cultural que dejará sorprendidos a las personas con la mente abierta.
Toda una prueba contra los prejuicios y en favor de la buena voluntad.
La posibilidad de luz entre tanta oscuridad; una luz cada vez más imposible conforme crece y espesa la oscuridad que engendran los intereses creados y la mentira.