SANTA BASURA
sábado, febrero 02, 2008
"Y el análisis descubre el mal en el punto de partida mismo de la modernidad. El ideal de ésta, tal como lo definieran F. Bacon y R. Descartes, era lograr que el hombre llegara a ser dueño y señor de la naturaleza. Se trataba de un ideal de dominación, expropiación y explotación que instrumenta la naturaleza al servicio del hombre. Al depositar toda su energía en éste proyecto, la razón moderna se ha concebido a sí misma, en el plano teórico y en el práctico, cada vez más exclusivamente como señoría y dominación. Ser racional se convirtió en sinónimo de analizar, organizar, manipular, controlar, determinar los medios eficaces y seguros, los medios más económicos y productivos. Desgraciadamente, al universalizarse, este enfoque que originariamente apuntaba a los objetos naturales terminó por incluir en su consideración a los sujetos humanos y la sociedad en su conjunto. Para explotar la naturaleza hacen falta conocimientos seguros y técnicas, pero también hombres que pongan en fucnionamiento unos y otras. Es menester organizar la división del trabajo de manera más eficaz. Esta organización implica jerarquías, la dominación del hombre sobre el hombre y, en definitiva, la objetivación e instrumentalización dels er humano"
(La escuela de frankfurt: teoría crítica y filosofía de la comunicación. Gilbert Hottois)
(La escuela de frankfurt: teoría crítica y filosofía de la comunicación. Gilbert Hottois)
miércoles, enero 30, 2008
UNA MENTE MARAVILLOSA
Siempre me resulta placentera la visión de esta maravillosa y emocionante historia de superación personal.
La prodigiosa mente de Nash era capaz de ver sentido incluso allá donde no existía. Del mismo modo que descubre para el Pentágono la clave numérica que delata a una operación soviética de espionaje, también es capaz de percibir sentido en la combinación de palabras y letras de los periódicos y revistas.
Esa es la raíz de su locura.
En el cielo estrellado su inteligencia le permite descubrir la forma de una paraguas o de un pulpo. Y en cierto sentido, una hoja escrita se asemeja a ese cielo estrellado. Encierra formas, sentidos, que Nash descubre y asocia a incesantes conspiraciones soviéticas.
Cada letra es un punto de luz susceptible de ser conectado con otros. Es el grado cero del sentido. Donde todo es susceptible de significar cualquier cosa.
La mente de Nash se convierte así en una incontrolable máquina generadora de relatos, de significados que acaban apoderándose del propio creador con su aplastante lógica descubierta. Y en la inconsciente fuente generadora de ese sentido subyace la irracionalidad de todos los traumas y miedos de un ser diferente en un mundo de iguales.
Como a veces sucede a los héroes de las historias de siempre, su principal poder se convierte en su principal debilidad. Pero Nash, haciendo gala de esa heroica condición, consigue superar esas circunstancias utilizando su propia mente.
Primero, comprendiendo que la niña no puede ser real porque no envejece.
Finalmente, ignorando a esos fantasmas. Convirtiéndose en un loco para sus propias alucinaciones que le seguirán de por vida sin dar crédito.
Maravillosa mente la de Nash.
Ante el logro de conseguir que los demonios te persigan asombrados y en silencio, todas sus teorías palidecen y se desvanecen en el cielo.
domingo, enero 27, 2008
LA PROPUESTA
Todo un descubrimiento este western rodado en el años 2005 sobre un guión del cantante Nick Cave en los desiertos del interior de Australia.
De una forma intensa y excesiva, entran en colisión un capitan de policía británico (Ray Winstone) que quiere llevar la civilización a las salvajes tierras del interior y una familia de tres hermanos forajidos, uno de cuyos integrantes (Guy Pearce) recibirá por parte del capitán la propuesta de salvar la vida del hermano más joven a cambio de la vida del peligroso hermano mayor (Danny Huston).
A partir de ahí, "La promesa" se constituye en un relato descarnado y brutal, donde la violencia excesiva campa a sus anchas. Una historia asfixiante y sin ninguna concesión, que sucede bajo la onmipotente luz de un sol que todo lo consume.
Ante un inmenso atardecer, Arthur Burns (Danny Huston) le comenta a su hermano que ya piensa en matarle que allí, donde están, termina todo. No puede haber nada más hacia delante. Han ido demasiado lejos. Han llegado al final del mundo.
Este diálogo me parece clave a la hora de entender esta historia que, contra todo riesgo, se mueve en el filo de la navaja de muchos límites.
La civilización queda muy lejos, a miles de kilómetros a sus espaldas. Allí, entre la tierra quemada y la hierba seca, sólo quedan hombres a solas con sus propios demonios, los mismos que les han llevado tan lejos.
Todo un descubrimiento este western rodado en el años 2005 sobre un guión del cantante Nick Cave en los desiertos del interior de Australia.
De una forma intensa y excesiva, entran en colisión un capitan de policía británico (Ray Winstone) que quiere llevar la civilización a las salvajes tierras del interior y una familia de tres hermanos forajidos, uno de cuyos integrantes (Guy Pearce) recibirá por parte del capitán la propuesta de salvar la vida del hermano más joven a cambio de la vida del peligroso hermano mayor (Danny Huston).
A partir de ahí, "La promesa" se constituye en un relato descarnado y brutal, donde la violencia excesiva campa a sus anchas. Una historia asfixiante y sin ninguna concesión, que sucede bajo la onmipotente luz de un sol que todo lo consume.
Ante un inmenso atardecer, Arthur Burns (Danny Huston) le comenta a su hermano que ya piensa en matarle que allí, donde están, termina todo. No puede haber nada más hacia delante. Han ido demasiado lejos. Han llegado al final del mundo.
Este diálogo me parece clave a la hora de entender esta historia que, contra todo riesgo, se mueve en el filo de la navaja de muchos límites.
La civilización queda muy lejos, a miles de kilómetros a sus espaldas. Allí, entre la tierra quemada y la hierba seca, sólo quedan hombres a solas con sus propios demonios, los mismos que les han llevado tan lejos.
SWEET CHARITY
Si el cine ha producido una película con un final mágico, emocionante y potente, de esos que uno nunca olvida si el corazón le sigue vivo en el pecho, ésa es "Sweet Charity".
Después de haber pasado una amarga noche de soledad y derrota, entre las ruinas de sus esperanzas desvanecidas, unos hippies la despiertan deseándola un buen día y amor.
Poco a poco, en un crescendo musical, Charity comienza a vivir el nuevo día. Ese deseo de buen día y amor es justo lo que ella necesita. El sol, la mañana y la belleza del parque hacen el resto del trabajo para devolver la sonrisa a su rostro.
Lentamente, Charity vuelve a ser ella misma, la incorregible soñadora llena de esperanzas. Quizá, y después de la terrible cadena de decepciones que han sucedido sobre ella, para cualquier otra persona no sería una buena idea... Pero ella no puede evitarlo.
Así es ella.
Seguramente, y para su aparente desgracia, el amor por la vida es siempre mucho más fuerte
La música crece y crece. Se convierte en metáfora del torbellino de ilusiones desesperadamente recuperadas al paso de su marcha.
Cuando se incorpora a la ciudad que tan mal la ha tratado, la cámara la abandona. Asiste a su marcha, calle arriba, en busca del boulevard, mientras se eleva hacia el cielo para enmarcar su cada vez más pequeña figura entre las verdes copas de los árboles.
Y uno piensa que nada bueno hay para ella en esa ciudad, pero enseguida la grandeza de ese recalcitrante gesto de firmeza en el error que a veces uno mismo es le llega. Le arrasa el corazón como una huracanada ráfaga que llega a todos los rincones, que todo lo revuelve y descubre bajo el polvo papeles amarillos y fotografías viejas.
El terrible y titánico esfuerzo que supone la felicidad y la voluntad nuestra materia.
Después de todo, Charity desea por encima de todo ser querida pero, y aunque tiene todos los inconvenientes desde un punto de vista moral convencional para no serlo, está dispuesta a intentarlo una vez más.
En este sentido, Charity se muestra como una suerte de personaje arquetípico, simbólico de la ciega locura de no perder la esperanza, de no dejarse doblegar por el mundo, de negarse a ser el otro que las circunstancias a veces te obligan a ser.
La princesa de todos los heterodoxos.
Si el cine ha producido una película con un final mágico, emocionante y potente, de esos que uno nunca olvida si el corazón le sigue vivo en el pecho, ésa es "Sweet Charity".
Después de haber pasado una amarga noche de soledad y derrota, entre las ruinas de sus esperanzas desvanecidas, unos hippies la despiertan deseándola un buen día y amor.
Poco a poco, en un crescendo musical, Charity comienza a vivir el nuevo día. Ese deseo de buen día y amor es justo lo que ella necesita. El sol, la mañana y la belleza del parque hacen el resto del trabajo para devolver la sonrisa a su rostro.
Lentamente, Charity vuelve a ser ella misma, la incorregible soñadora llena de esperanzas. Quizá, y después de la terrible cadena de decepciones que han sucedido sobre ella, para cualquier otra persona no sería una buena idea... Pero ella no puede evitarlo.
Así es ella.
Seguramente, y para su aparente desgracia, el amor por la vida es siempre mucho más fuerte
La música crece y crece. Se convierte en metáfora del torbellino de ilusiones desesperadamente recuperadas al paso de su marcha.
Cuando se incorpora a la ciudad que tan mal la ha tratado, la cámara la abandona. Asiste a su marcha, calle arriba, en busca del boulevard, mientras se eleva hacia el cielo para enmarcar su cada vez más pequeña figura entre las verdes copas de los árboles.
Y uno piensa que nada bueno hay para ella en esa ciudad, pero enseguida la grandeza de ese recalcitrante gesto de firmeza en el error que a veces uno mismo es le llega. Le arrasa el corazón como una huracanada ráfaga que llega a todos los rincones, que todo lo revuelve y descubre bajo el polvo papeles amarillos y fotografías viejas.
El terrible y titánico esfuerzo que supone la felicidad y la voluntad nuestra materia.
Después de todo, Charity desea por encima de todo ser querida pero, y aunque tiene todos los inconvenientes desde un punto de vista moral convencional para no serlo, está dispuesta a intentarlo una vez más.
En este sentido, Charity se muestra como una suerte de personaje arquetípico, simbólico de la ciega locura de no perder la esperanza, de no dejarse doblegar por el mundo, de negarse a ser el otro que las circunstancias a veces te obligan a ser.
La princesa de todos los heterodoxos.
"La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no tenían principio ni fin. Los escribía en los ásperos pergaminos que le regalaba Melquiades, en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en todos aparecía Remedios transfigurada: Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor del pan al amanecer, Remedios en todas partes y Remedios para siempre"
(Cien años de soledad, Gabriel García Márquez)
... Y sigo leyendo...
(Cien años de soledad, Gabriel García Márquez)
... Y sigo leyendo...
LOS CRIMENES DE OXFORD
Muy decepcionante.
Sobre el papel resultaba interesante la combinación de la novela de misterio con temas reservados a los silenciosos y apartados pasillos de la filosofía de la ciencia y la ontología científica.
¿Existe el asesinato perfecto? ¿Existe un conocimiento que podamos considerar verdadero?
Dos grandes preguntas a cuya altura no se encuentra esta película de Alex de la Iglesia que en ciertos momentos resulta hasta aburrida.
Muchos nombres de filósofos y matemáticos, algunos enunciados teóricos encajados con calzador, pero muy poca sustancia... La película a mi entender precisaba de un guión mucho más sólido y estructurado (cualidades siempre ausentes en casi todas las películas de Alex de la Iglesia). Las murder mistery movie, si algo tienen, es precisamente una historia sólida escrita de forma inteligente y trufada de dialogos precisos y perfectos.
De todo ello carece casi totalmente esta historia que te deja entre aburrido y frio, que ni intriga ni fascina y en la que de una forma casi funcionarial van sucediéndose los twists narrativos que terminan llevándonos a un desenlace final que se pretende sorprendente y que no es más que otro tópico más.
Eso en cuanto al muy poco estimulante fondo.
En cuanto a la forma... La película parece ficción rodada para televisión, con una fotografía muy básica, que quiere resultar gélida pero que se queda a mitad de camino de su propósito como otras tantas cosas de esta película a todas luces fallida.
En nada ayuda a la película, sino que incluso contribuye a rebajarla aún más hasta el punto de asemejarla a aquellas producciones de la década de los 60 y los 70 con algún nombre de actor norteamericano en horas bajas.
Nada de nada.
Me da pereza hasta escribir de ella.
Muy decepcionante.
Sobre el papel resultaba interesante la combinación de la novela de misterio con temas reservados a los silenciosos y apartados pasillos de la filosofía de la ciencia y la ontología científica.
¿Existe el asesinato perfecto? ¿Existe un conocimiento que podamos considerar verdadero?
Dos grandes preguntas a cuya altura no se encuentra esta película de Alex de la Iglesia que en ciertos momentos resulta hasta aburrida.
Muchos nombres de filósofos y matemáticos, algunos enunciados teóricos encajados con calzador, pero muy poca sustancia... La película a mi entender precisaba de un guión mucho más sólido y estructurado (cualidades siempre ausentes en casi todas las películas de Alex de la Iglesia). Las murder mistery movie, si algo tienen, es precisamente una historia sólida escrita de forma inteligente y trufada de dialogos precisos y perfectos.
De todo ello carece casi totalmente esta historia que te deja entre aburrido y frio, que ni intriga ni fascina y en la que de una forma casi funcionarial van sucediéndose los twists narrativos que terminan llevándonos a un desenlace final que se pretende sorprendente y que no es más que otro tópico más.
Eso en cuanto al muy poco estimulante fondo.
En cuanto a la forma... La película parece ficción rodada para televisión, con una fotografía muy básica, que quiere resultar gélida pero que se queda a mitad de camino de su propósito como otras tantas cosas de esta película a todas luces fallida.
En nada ayuda a la película, sino que incluso contribuye a rebajarla aún más hasta el punto de asemejarla a aquellas producciones de la década de los 60 y los 70 con algún nombre de actor norteamericano en horas bajas.
Nada de nada.
Me da pereza hasta escribir de ella.
viernes, enero 25, 2008
EL BUEN PASTOR
La segunda visión de esta estupenda película de Robert de Niro me ha resultado tan estimulante como la primera.
De eso se trata, de que las cosas no mueran la primera vez que son usadas. Quizá, ésa es la principal cualidad que distingue la obra de arte del producto... Pero a quién le importan ya esas cosas. En fin... ¿Hay alguien a quién le importe de verdad algo? Tengo mis dudas y mis dudas, como siempre, me condenan.
Pero ésa es otra historia.
Vamos a centrarnos
1
El personaje del Dr. Fredericks que tan maravillosamente interpreta Michael Gambon se me antoja esencial. Después de todo, su presencia no es otra cosa que una anticipación del destino que el jóven Edward Wilson, sobrevaloradamente interpretado por un estólido Matt Damon, ha elegido para sí. Igual no. Sólo expreso mi opinión, pero lo único cierto es que siempre me han fascinado los personajes que quizá no hayan sabido vivir, pero saben aprovechar la última oportunidad y alcanzan una cierta redención porque saben morir.
Personalmente, encuentro fascinante el tema de saber cuándo dejarlo. No durar, por durar... Y por éso, y a la fuerza, alguién que sabe cuándo dejarlo debe ser un gran tipo, alguién que como mínimo se ha encontrado lo suficientemente cerca de la verdad como para ser consumido por ella, por su pavoroso fuego ígneo tan potente como mil millones de soles.
También cuentro fascinante la remota posibilidad de que la verdad tenga tanto que ver con la mentira como para que ambas sean las misma cosa. Profundizaré sobre ello cuando esté más sobrio. Me lo apunto.
¿Me fascina o simplemente me interesa creer en ello?
Da igual. Se trata de más de lo mismo. Mentira y verdad en el origen de un punto de vista.
2
Otro aspecto interesante es la sugerencia de que la poderosa Unión Soviética en realidad fuera una invención del complejo militar-industrial norteamericano.
En definitiva, que la Guerra Fría en realidad y en el fondo fuera un inmenso negocio armamentístico de carácter global.
Me gusta la idea.
3
También me resulta fascinante la siguiente idea: Cuanto más sabes, más sólo estás.
George Smiley tendría también mucho que decir la respecto.
4
Por último, last but not least, en toda la historia palpita un discurso sisífico que ata a los padres con los hijos en una destructiva espiral de pecados asumidos como propios que determina el futuro de éstos últimos.
Después de todo, esa carta de suicidio nunca leída es el primer secreto que Edward Wilson aprende a guardar y de alguna forma le convierte en perfecto candidato para continuar ese Gran Juego en el que todas y cada una de las piezas están hechas del mismo delicado material que compone esa carta.
Después de todo, el hijo de Wilson en la desesperada búsqueda del definitivo abrazo del distante padre decide entrar también en la CIA.
Ambos desencadenan su propia desgracia iluminados y conducidos por una negra luz que les llega del pasado... y que ambos confunden con la luz del sol.
Su vida pudo ser otra, pero los pecados de los padres les condicionan, les hacen ser lo que son, les hacen dejar de ser aquello que por sí mismos más adecuadamente debieran ser... incluso, y directamente, les hacen dejar de ser.
Tanto para lo bueno como para lo malo, el hombre es un ser social.
Como escribe el recientemente fallecido poeta Ángel González en el primer poema de su primer libro, Aspero Mundo, al final uno es "el éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento" proyectada en el tiempo.
La segunda visión de esta estupenda película de Robert de Niro me ha resultado tan estimulante como la primera.
De eso se trata, de que las cosas no mueran la primera vez que son usadas. Quizá, ésa es la principal cualidad que distingue la obra de arte del producto... Pero a quién le importan ya esas cosas. En fin... ¿Hay alguien a quién le importe de verdad algo? Tengo mis dudas y mis dudas, como siempre, me condenan.
Pero ésa es otra historia.
Vamos a centrarnos
1
El personaje del Dr. Fredericks que tan maravillosamente interpreta Michael Gambon se me antoja esencial. Después de todo, su presencia no es otra cosa que una anticipación del destino que el jóven Edward Wilson, sobrevaloradamente interpretado por un estólido Matt Damon, ha elegido para sí. Igual no. Sólo expreso mi opinión, pero lo único cierto es que siempre me han fascinado los personajes que quizá no hayan sabido vivir, pero saben aprovechar la última oportunidad y alcanzan una cierta redención porque saben morir.
Personalmente, encuentro fascinante el tema de saber cuándo dejarlo. No durar, por durar... Y por éso, y a la fuerza, alguién que sabe cuándo dejarlo debe ser un gran tipo, alguién que como mínimo se ha encontrado lo suficientemente cerca de la verdad como para ser consumido por ella, por su pavoroso fuego ígneo tan potente como mil millones de soles.
También cuentro fascinante la remota posibilidad de que la verdad tenga tanto que ver con la mentira como para que ambas sean las misma cosa. Profundizaré sobre ello cuando esté más sobrio. Me lo apunto.
¿Me fascina o simplemente me interesa creer en ello?
Da igual. Se trata de más de lo mismo. Mentira y verdad en el origen de un punto de vista.
2
Otro aspecto interesante es la sugerencia de que la poderosa Unión Soviética en realidad fuera una invención del complejo militar-industrial norteamericano.
En definitiva, que la Guerra Fría en realidad y en el fondo fuera un inmenso negocio armamentístico de carácter global.
Me gusta la idea.
3
También me resulta fascinante la siguiente idea: Cuanto más sabes, más sólo estás.
George Smiley tendría también mucho que decir la respecto.
4
Por último, last but not least, en toda la historia palpita un discurso sisífico que ata a los padres con los hijos en una destructiva espiral de pecados asumidos como propios que determina el futuro de éstos últimos.
Después de todo, esa carta de suicidio nunca leída es el primer secreto que Edward Wilson aprende a guardar y de alguna forma le convierte en perfecto candidato para continuar ese Gran Juego en el que todas y cada una de las piezas están hechas del mismo delicado material que compone esa carta.
Después de todo, el hijo de Wilson en la desesperada búsqueda del definitivo abrazo del distante padre decide entrar también en la CIA.
Ambos desencadenan su propia desgracia iluminados y conducidos por una negra luz que les llega del pasado... y que ambos confunden con la luz del sol.
Su vida pudo ser otra, pero los pecados de los padres les condicionan, les hacen ser lo que son, les hacen dejar de ser aquello que por sí mismos más adecuadamente debieran ser... incluso, y directamente, les hacen dejar de ser.
Tanto para lo bueno como para lo malo, el hombre es un ser social.
Como escribe el recientemente fallecido poeta Ángel González en el primer poema de su primer libro, Aspero Mundo, al final uno es "el éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento" proyectada en el tiempo.
domingo, enero 20, 2008
En uno de estos imposibles debates políticos, que de cuando en cuando se nos aparecen en televisión tan ruidosos como la banda de Pancho Villa y tan inútiles como una revolución socialista en Mónaco, basados en el "y tú también" y el "y tu más" que tan bien caracteriza a la sofisticada retórica de nuestros políticos, escucho por fin algo interesante.
El momento más complicado en la vida de un partido es el momento en que se elaboran las listas electorales.
Todavía sigo preguntándome si ese momento tan trascendental no debería ser aquel en que se elabora el programa electoral y acaloradamente se discute sobre si dedicar más peso a la educación a la ayuda exterior. Si las grandes discusiones no debieran producirse porque se da demasiada importancia a un aspecto cuando en realidad se considera que debiera darse a otro que se considera más relevante.
Es cierto que la auténtica política se hace en el Congreso, pero esas políticas ¿en qué se basan?
Inocentemente supongo que en lo que se escribe en los programas electorales. Por lo tanto, deduzco, que por lo menos debiera ser igual de importante definir las políticas como definir las personas. Sin embargo, los debates que siempre traspasan a la opinión pública -y entiendo que traspasan por su intensidad- son los que se centran en las listas electorales.
No recuerdo dimisiones ni debates irreconciliables suscitados por la inclusión o no de algún tema en los programas electorales en ningún partido.
Gallardón, por ejemplo, no se siente derrotado porque Madrid no exista en elprograma electoral de su partido, sino porque él ha sido borrado de las listas.
Para nuestros políticos lo importante es aparecer, colocarse en el congreso, habitar las comisiones, ascender profesionalmente o, por lo menos, estar en disposición de hacerlo.
Salir en la foto o no salir.
Esa es la cuestión.
Y aún así lo peor no es que las cosas sean de este modo, sino que sucedan de una forma tan impune ante nuestros ciegos ojos.
El momento más complicado en la vida de un partido es el momento en que se elaboran las listas electorales.
Todavía sigo preguntándome si ese momento tan trascendental no debería ser aquel en que se elabora el programa electoral y acaloradamente se discute sobre si dedicar más peso a la educación a la ayuda exterior. Si las grandes discusiones no debieran producirse porque se da demasiada importancia a un aspecto cuando en realidad se considera que debiera darse a otro que se considera más relevante.
Es cierto que la auténtica política se hace en el Congreso, pero esas políticas ¿en qué se basan?
Inocentemente supongo que en lo que se escribe en los programas electorales. Por lo tanto, deduzco, que por lo menos debiera ser igual de importante definir las políticas como definir las personas. Sin embargo, los debates que siempre traspasan a la opinión pública -y entiendo que traspasan por su intensidad- son los que se centran en las listas electorales.
No recuerdo dimisiones ni debates irreconciliables suscitados por la inclusión o no de algún tema en los programas electorales en ningún partido.
Gallardón, por ejemplo, no se siente derrotado porque Madrid no exista en elprograma electoral de su partido, sino porque él ha sido borrado de las listas.
Para nuestros políticos lo importante es aparecer, colocarse en el congreso, habitar las comisiones, ascender profesionalmente o, por lo menos, estar en disposición de hacerlo.
Salir en la foto o no salir.
Esa es la cuestión.
Y aún así lo peor no es que las cosas sean de este modo, sino que sucedan de una forma tan impune ante nuestros ciegos ojos.
sábado, enero 19, 2008
CONTEXTUALIZANDO
"Allí donde pudo asomar una historia verdadera, fue desmantelada por la leyenda que, en contínuo crecimiento, cubría todas las hendiduras por donde peligraba la invasión de lo exacto. Y aún lo real que penetró y se sostuvo, fue proseguido y elaborado míticamente; lo histórico mismo fue sometido a las leyes de una prolongada tradición oral y poética. Cuando se transmite una genealogía auténtica, se halla mezclada de genealogías inventadas, obra generalmente de posteriores arqueólogos locales; lo mismo ocurre con testimonios geográficos fidedignos, que los hallamos mezclados con pueblos fabulosos, como el de los Centauros y los Lapitas....
Los recuerdos de grandes hechos históricos, si se exceptúan algunas batallas, cuya memoria se mantiene viva por los sepulcros de los caídosapenas si existen; a nadie le preocupaba por dónde habrían andado Solón, Pericles o Demóstenes; mientras que se perseguía el menor rastro en lo que se refiere a los sitios clásicos del tiempo fabuloso"
(Jacob Burckhardt, Historia de la cultura griega)
Los griegos preferían publicar la leyenda y a ello sin duda contribuye la escasa penetración de la cultura escrita.
La palabra es siempre libre en los labios que la pronuncian; cuando la escribimos queda de alguna forma atrapada en el papel que se convierte en punto de referencia, vara de medir, de un significado o un suceso.
Cientos de voces rememorando un mismo acontecimiento tienden poco a poco a variarlo. No hay un punto de referencia escrito al que se pueda recurrir para derimir disputas: la memoria, la capacidad de generar verosimilitud.
Así, una cultura basada en la palabra tiende por definición a ser poética, a publicar la leyenda y termina generando un entorno cultural lleno de magia y prodigios. Por eso, y por ejemplo, la visión que Frank Miller transmite en su "300" de la batalla de las Termópilas es más real de lo que parece.
Los recuerdos de grandes hechos históricos, si se exceptúan algunas batallas, cuya memoria se mantiene viva por los sepulcros de los caídosapenas si existen; a nadie le preocupaba por dónde habrían andado Solón, Pericles o Demóstenes; mientras que se perseguía el menor rastro en lo que se refiere a los sitios clásicos del tiempo fabuloso"
(Jacob Burckhardt, Historia de la cultura griega)
Los griegos preferían publicar la leyenda y a ello sin duda contribuye la escasa penetración de la cultura escrita.
La palabra es siempre libre en los labios que la pronuncian; cuando la escribimos queda de alguna forma atrapada en el papel que se convierte en punto de referencia, vara de medir, de un significado o un suceso.
Cientos de voces rememorando un mismo acontecimiento tienden poco a poco a variarlo. No hay un punto de referencia escrito al que se pueda recurrir para derimir disputas: la memoria, la capacidad de generar verosimilitud.
Así, una cultura basada en la palabra tiende por definición a ser poética, a publicar la leyenda y termina generando un entorno cultural lleno de magia y prodigios. Por eso, y por ejemplo, la visión que Frank Miller transmite en su "300" de la batalla de las Termópilas es más real de lo que parece.
Tiranos persas de altura extraordinaria, verdugos con hachas en lugar de manos, sacerdotes deformados y animalescos, inmensas flotas, enormes ejércitos, enemigos de aspectos temibles e inhumanos...
Tanto la historia como la película, incluye en su bagaje de imágenes, personajes y situaciones la presencia de ese leyenda que tan profundamente se imbricaba en la propia realidad para los griegos, tan profundamente que eran incapaces de distinguirla en el hipotético caso de que quisieran hacerlo.
Y seguramente los griegos de aquella época no se relatarían los unos a los otros la batalla de las Termópilas de una forma diferente. De hecho, la historia tiene un narrador. Es un contemporáneo de aquella época, un superviviente, quién nos lo cuenta.
La experiencia de la leyenda.
ALIEN VS. PREDATOR
Mejor de lo que a priori uno puede presuponer resulta la segunda parte de este refrito/pastiche que combina a dos personajes esenciales en la ciencia ficción cinematográfica.
Insustancial, ligeramente previsible, pero, y no obstante, resulta entretenida de alguna extraña forma que no acierto a comprender del todo. Quizá, porque soy fan de la saga de Alien, el 50% de esta suerte de Tom & Jerry galáctico en el que los depredadores persiguen a los alien viajando de planeta y planeta.
¡Qué le voy a hacer! Algún defecto tengo que tener.
En el caso de la película que nos ocupa, la eterna lucha entre una y otra especie se ventila en una pequeña (y paradisiaca al siniestro estilo norteamericano) localidad de Colorado que literalmente termina pulverizada junto a la mayoría de sus habitantes.
La historia no es nada del otro mundo. Un simple soporte argumental para una gran escabechina de humanos que está narrada de una forma correcta y eficaz.
Todo sucede sin prisa, pero sin pausa y en el tiempo justo, aspecto que quizá resulte clave para que la película no acabe aburriendo.
Ajustada duración y ajustado tempo.
En este sentido, y como producto de entretenimiento, la segunda parte de Alien Vs. Depredador no defrauda.
Entretenimiento sin pretensiones.
Cine comercial.
Producto
Pero nada de alma. Practicamente ya le he olvidado. Ni siquiera recuerdo quién de los dos gana. Pondré una equis en la quiniela.
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