sábado, febrero 09, 2008
La figura del pistolero errante es una figura relevante dentro del altar iconográfico del western.
"Raíces profundas", dirigida por George Stevens en 1953, ha contribuido como ninguna otra en la generación de este personaje que siempre llega de ninguna parte para regresar a esa misma nada de la que un día surgió como un espectro.
En la figura de este personaje late el lado oscuro del sueño americano, que reta al individuo a dar lo mejor de sí mismo en el afán de ser el mejor, de conseguir triunfar y hacerse un lugar en el mundo.
No hay paz tampoco en el éxito.
Una vez que el pistolero consigue llegar arriba a golpes de revolver y la fama le precede, ésta se convierte en su más infatigable y cruel perseguidora. El pistolero se convierte en el rival a batir porque todos saben que derrotando al número uno se accede a ese lugar de forma natural.
La sucesión está clara.
Así, todos quieren ser el hombre que consiguió matar al hombre más rápido del territorio y la vida se convierte en un continuo e interminable duelo en el que el pistolero defiende su lugar en la cumbre... Y será cuestión de tiempo el que aparezca alguién más rápido y todo acabe con la misma rapidez con que empezó.
Así, el pistolero errante deviene como Shane en un vagabundo que escapa de su propia fama en busca de un lugar donde pueda encontrar esa paz.
Shane incluso intentará cambiar de vida en ese valle perdido donde los primeros colonos sufren las iras de los ganaderos, pero las cosas no funcionarán. Terminará comprendiendo la más triste lección de todas, que no se puede dejar de ser tan fácilmente quién es.
Seguramente, cuando era adolescente Shane soñaba con ser la pistola más rápida del territorio. Se propuso serlo y lo consiguió, pero, y como escribe Truman Capote, a veces no hay nada peor que una plegaria atendida.
Quizá ya es demasiado tarde para cambiar y Shane se encuentra definitivamente atrapado en sus propias circunstancias de modo, tiempo y lugar
"Raíces profundas" es mucho más que un western.
Una pesadillesca sombra de existencialismo arrojada sobre la inagotable luz idealista que emana del sueño americano.
Las mismas botellas que otros abrieron para saciar el insoportable dolor con el cálido aliento del encerrado licor son ahora las mismas cuyas últimas gotas él apura como si estuviera sediento.
Sabe que no se terminará nunca.
Sin ir más lejos, y de la mano de su personal e intransferible dolor nuevo de hoy, otras nuevas no tardarán en ser abiertas.
viernes, febrero 08, 2008
Tampoco estaba mal "All that jazz".
Sobre todo esta apoteósica secuencia final que escenifica en todos los sentidos la muerte del protagonista, un "alter ego" del propio Fosse que por aquel entonces ya estaba sumido en una intensa espiral vital que no tardaría en acabar con él.
Fosse ya había sufrido algún que otro problema coronario y el genial coreógrafo se encontraba en una encrucijada. Su cuerpo ya no podía seguirle en un brutal ritmo vital y profesional. De esa asumida angustia y de una decisión tomada de continuar adelante hasta donde su cuerpo le llevase, surge "All that jazz" con todo su poder de desesperado nihilismo.
Joe Gideon: To be on the wire is life. The rest is waiting.
Gideon como Fosse decide seguir.
No quiere sentarse a esperar entre medicinas y médicos, prefiere hacer que las cosas le sucedan y una de esas cosas que llegarán será su propia muerte encarnada en esa apoteósis de música y baile.
No debe ser tan terrible morirse si la gente que te quiere está ahí para aplaudirte, Ben Vereen está ahi para bailar y animar el cotarro, la banda sabe tocar y la muerte te sonríe al final del tunel... o, al menos, éso era lo Fosse creía.
"Al menos ya no tendré que mentirte nunca más", le dice Joe Gideon en la apoteósis de la despedida a su pareja.
Joe Gideon: [Joe is dying] Hey, at least I won't have to lie to you any more.
El brutal nihilismo de "All that jazz" se hace hermoso en un par de brillantes segundos que revelan la magia del cine en toda su intensidad.
Fosse era también un autor y, a su entender, el espectáculo estaba terminando para él. Y nadie mejor que el genio de Fosse para saber cómo hacer que una obra termine... Ese glorioso baile de Ben Vereen y sus dos orgánicas birmettes es un buen comienzo.
Muchas cosas tiene en su contra este último trabajo del checo-americano Milos Forman y, a mi entender, la principal de ellas es no estar en absoluto a la altura de su muy ambicioso propósito.
En "Los fantasmas de Goya" el protagonista no es el pintor, sino los seres que habitan sus cuadros. El objetivo es situar al autor en su época y entre sus personajes para convertirlo en un progresivamente desesperanzado espectador de su destino.
De alguna parte han tenido que salir las brutales imágenes que pueblan los cuadros del pintor aragonés. Cuando no enteras, sí fragmentos, oscuros destellos, que la mente del creador pueda combinar para producir sus obras maestras.
El asunto de la película es intentar mostrar a esos fantasmas existiendo justo en el momento en que con su presencia inquietante debieran dejar la necesaria huella en la mente del pintor.
El problema es que las buenas intenciones no culminan en unos hechos que lleguén a mostrarlas en todo su teórico interés.
La posible fuerza de la película se diluye en el transcurrir de una historia muy previsible y también demasiado ambiciosa por querer también convertirse en el retrato de una época, una historia que quizá hubiera necesitado de un punto de vista más concentrado y exhaustivo a la hora de construir el guión.
Los fantasmas debieran haber sido lo primero.
Nuestros ojos debieran haber asistido al espectáculo de su materialización ante los ojos del pintor.
Los cuadros o fragmentos de los cuadros debieran haber desfilado ante nuestra mirada espectadora como piezas de un puzzle que el genial aragonés más adelante debiera componer.
Este hubiera sido el atractivo poder de una pélícula que por contra y tímidamente se queda a demasiado camino de muchas cosas. Y los fantasmas terminan por palidecer con la misma intensidad con que se desvanece la imagen del propio Goya, todos perdidos en un relato que no se sabe muy bien qué es lo que quiere contar.
Una pena.
jueves, febrero 07, 2008
(Leído en Mondo Brutto)
M-A-R-A-V-I-L-L-O-S-O
Ni Jack Kerouac en sus mejores momentos de escritura automática.
Dios bendiga este virus que me ha hecho perder cuatro kilos, pero que me ha permitido volver a ver Band of Brothers en toda su emocionante inmensidad.
La compañía Easy como metáfora de la amistad me mantiene alucinadamente despierto, ahogándome una y otra vez en todo el mar de sugerencias maravillosas que encierra.
Por encima de todo, "Rumble Fish" es un lírico y nihilista canto sobre la adolescencia entendida, no como una necesaria etapa en la vida, sino como una forma de ser, de entender aquella.
Declararse eternamente adolescente quizá sea una forma extrema de rebeldía, una trágica batalla perdida de antemano contra el tiempo, una locura tan loca como pretender controlar los azares de la vida y construir un proyecto de estar en el mundo.... Pero, algo especial tiene ese momento. Según dicen los científicos, y conforme nos vamos haciendo mayores, los recuerdos más vívidos son precisamente ésos, los de esa época en que todas las cosas nos pasan por primera vez.
Allí terminamos quedándonos pensemos lo que pensemos, digamos lo que digamos, hagamos lo que hagamos... Y una tarde, mojando una magdalena en el café, nos descubrimos sintiendo qué es mucho más real el sabor de cualquiera de aquellos recuerdos que el inmediato y presente sabor de la magdalena.
En este sentido, el Chico de la Motocicleta que reina eternamente en ese barrio de ninguna parte donde sucede Rumble Fish es una suerte de oscuro Peter Pan que aguarda con triste tranquilidad el castigo por su osadía de rebelarse contra el tiempo.
Y cualquiera que lleve leyendo este blog un cierto tiempo ya sabrá que para mi en ese aspecto de rebeldía reside lo esencialmente humano.
Los animales nacen, crecen, se reproducen, envejecen... En cada momento de su vida hacen lo que se supone que deben hacer, pero sólo el hombre guiado por los fantasmas, dioses y demonios que habitan su conciencia decide saltarse esa cadena y decidir quedarse a luchar contra el tiempo y la propia naturaleza en alguna colina perdida de su vida.
Se llama locura y es el ámbito más propio del hombre. En la mitología griega los seres humanos debían aceptar el precario dictado de unos dioses también demasiado humanos (como Nieztsche escribía), pero a veces unos pocos se negaban a aceptarlo... y sólo aquellos recalcitrantes que se revelaban eran tenidos por héroes.
Por eso el Chico de la Motocicleta debe reinar siempre... para recordarnos quiénes somos y, lo que es más importante, la locura que siempre podríamos ser.
Como bien dice el personaje que interpreta Dennis Hopper en la película:
"Father:Every now and then, a person comes along, has a different view of the world than does the usual person. It doesn't make them crazy. I mean... an acute perception, man... that doesn't, that doesn't make you crazy.
Rusty James: Could you talk normal?
Father: However sometimes... it can drive you crazy, acute perception. "
Así, y como un Icaro cuyas alas se derriten por el frio calor de los neones de la ciudad que le vió ser lo único que es, el Chico de la Motocicleta es un cansado heterodoxo que duda de la propia verdad del camino que ha seguido. Sus espaldas se quiebran por el peso de la propia leyenda en que se ha convertido, que duda lleno de tristeza (otra gran cualidad intrínseca al ser humano) y que no quiere ser el cliché de nadie.
Lo que queda de su vida se ha convertido en un silencioso diálogo con el propio fracaso que, para su desgracia, solo él puede escuchar.
Y todo antes de desvanecerse en la nada a la que, por mucho que nos cueste asumirlo, pertenece y pertenecemos.
Maravilloso personaje.
Maravillosa película.
lunes, febrero 04, 2008
domingo, febrero 03, 2008
PARTIDAZO
El partido ya prometía desde el día anterior.
El entrenador neozelandés del equipo galés había hecho un planteamiento testosterónico. Nada de pizarras ni de sistemas. Pura fuerza bruta contra el equipo de la rosa.
La más perfecta y descarnada invocación del flamente y embarrado espíritu de la épica. Una invocación que surtió efecto de una forma pasmosa porque ayer la épica estuvo presente en Twickenham vestida con los colores rojos de Gales.
En la primera parte, la potente y guapa Inglaterra pasó por encima de los galeses cuyo ataque apenas existió limitándose a contener como mejor pudo a un equipo lleno de músculo y capaz de un rugby muy versatil (juego al pie, a la mano, drops, ....).
La delantera galesa se las vió y se las deseó para contener una y otra vez los poderosos ataques de su contrincante y el partido tenía toda la pinta de convertirse en un paseo triunfal para el equipo de la rosa... pero los dragones aguantaron al filo del abismo marchándose con un resultado de 16-6 que, y a la vista del juego exhibido por los ingleses, pudo haber sido mucho peor.
Nadie esperaba nada de la segunda parte... salvo el equipo galés cuya delantera exhibió un talante diferente, casi enloquecido, lanzándose a muerte contra el muro inglés y consiguiendo derribarlo en una remontada histórica.
Nada de táctica, nada de estrategia.
Inexplicablemente la delantera inglesa fue desfondándose ante los continuos embates galeses y por si ésto fuera poco los jugadores de su defensa cometieron un par o tres de errores críticos (el fallo de Balshaw en el despeje fue el peor de todos) que pusieron a los dragones muy arriba en el marcador. Errores en su mayoría forzados por el entusiasmo de los dragones cuyos jugadores siempre estaban lo suficientemente cerca como para salir beneficiados.
2o años llevaban los galeses sin ganar en Inglaterra y terminaban haciendolo con un 19-26 en el marcador. 3-2o en el parcial de la segunda parte.
Inglaterra se borró del partido, quizá se creyeron un miserable equipo de fútbol y se pensaron que ya lo tenían todo hecho, pero ante ellos tenían un auténtico y puro equipo de rugby que les dió una lección de sangre y sudor.
Estas derrotas hacen daño y los ingleses deberían hacerselo mirar.
EN EL VALLE DE ELAH
Una llamada telefónica cambiará la vida del veterano de guerra Hank Deerfield (Tommy Lee Jones). Su hijo Mike, también soldado, no se ha presentado en su unidad cuando debía hacerlo.
La investigación de Deerfield en busca de su hijo se convertirá para éste en un descenso a los infiernos del nihilismo y la aniquilación moral del individuo producida por la guerra que pondrá a prueba las firmes creencias de aquel.
"En el valle de Elah" es una película intensa y emocionante que se sigue en todo momento con interés.
Deerfield es un representante sociológico de la américa de las convicciones profundas en su propio credo de democracia y libertad. El progresivo descubrimiento de la verdad que se esconde tras la desaparición de su hijo irá prendiendo en su convencido ánimo de acero un profundo sentimiento de duda y culpa.
En un determinado momento, Deerfield le cuenta al hijo de la detective Sanders (Charlize Theron) la historia del enfrentamiento de David contra Goliath en el valle de Elah. Allí, el enorme Goliath se lanzó contra el pequeño David dispuesto a destrozarle.
David aguantó. Afrontó ese demonio el tiempo suficiente como para lanzarle una piedra y abrirle la cabeza.
El nuevo demonio que Deerfield deberá afrontar será el de su hijo enbrutecido y animalizado por la guerra, convertido en un desconocido para su propio padre, un David destrozado en lo más profundo por el Goliath de la guerra
Será entonces cuando para Deerfield cobren sentido aquellas desesperadas llamadas telefónicas desde Irak.
Será entonces cuando se introduzca la palabra "miedo" en ese relato del enfrentamiento de David contra Goliath, la intra-historia de esa bíblica hazaña bélica que Deerfield jamás ha contado a sus propios hijos enviando a ambos entre las ensangrentadas fauces del monstruo de la guerra.
Pero será ya demasiado tarde.
Para Deerfield, ahora sólo resta la amarga culpa de no haber dicho toda la verdad, de haber repetido las mismas cosas que a él mismo le dijeron cuando marchó a la guerra de Vietnam.
Porque la verdad que no se cuenta siempre está allí, esperando en el valle de Elah a todos los que alegremente descienden sus laderas con la cabeza llena de grandes palabras.
Nada es gratis en la vida.
Magnífica película.
sábado, febrero 02, 2008
(La Escuela de Fráncfort: Teoría crítica y filosofía de la comunicación. Gilbert Hottois)