(Vida y destino, Vasili Grossman)
sábado, julio 18, 2009
"Peckinpah often told interviewers that all his dramas were morality plays. But his films and television shows were not simpleminded lectures on right and wrong or good and evil, for he knew that such comforting black and white demarcations were an illusion. Instead they were open-ended existential inquiries, a search for morality in a land where it appears to have evaporated. In each episode Blassingame is confronted with a difficult, ambiguous situation that calls for tough decisions without the presence of God or a set of tangible social laws or values to guide him. He must choose who he is, what he stands for, what he can live with and what he can't, and through te decisions he makes he defines himself."
("If they move... kill'em!. The life and times of Sam Peckinpah", David Waddle)
PERDICIÓN
Cuando los talentos se juntan es difícil que resten. "Perdición" es un buen ejemplo. Basada en la novela de James M. Cain, sobre un guión de Raymond Chandler y Billy Wilder, quién la dirigió, y protagonizada por grandes actores como Barbara Stanwyck, Fred McMurray o Edward G. Robinson... El resultado es una intensa historia de muerte, engaño y traición en la que las bajas pasiones se hacen con el control de altas pasiones como el amor o la honradez.
En cierto modo, la intensidad dramática que hace grande al cine negro procede de ese contraste entre el ambicioso ser deseante de sus protagonistas y la moral del deber ser que aquellos quiebran una y otra vez persiguiendo la escurridiza sombra de su deseo. Sus protagonistas son los anti-héroes que se atreven ir más lejos, incluso más allá de lo que está socialmente aceptado y permitido, para conseguir aquello que buscan o quizá no sepan lo que quieren pero, y como decía Johnny Rotten, no saben lo que quieren pero saben cómo conseguirlo.
El personaje de Phyllis Dietrichson, magnificamente encarnado por Barbara Stanwyck, es un magnífico ejemplo de esa calculada escalada en pos de ese oscuro ideal que hace ya tiempo ha dejado atrás el punto de no retorno, de la consecución del ideal burgués de felicidad sin reparar en los medios. Primero seducirá a su marido y, psoteriormente, seducirá a Walter Neff, un avispado vendedor de seguros, también magnificamente encarnado por Fred McMurray, para eliminar al marido y cobrar una doble indemnización de un seguro de vida.
Como siempre las cosas se complicarán porque basta sólo con mostrar el heterodoxo espectáculo del ser humano en el apogeo de su oscuridad, entregado a su individualidad más allá de aquello que el buen sentido de lo social aconseja.
Lo que se desea siempre pertenece a otro y uno no puede cogerlo sin encomendarse a Dios... pero ¿y al diablo?
La sala de máquinas de lo negro está ahí.
Sus autores nos cuentan historias en donde viven personajes que se atreven a ir mucho más lejos, que no tienen tiempo que perder y a quienes les estorba la moral para poder llegar a ser y estar donde quieren. Y su tragedia es no poder ganar porque la supervivencia del orden social depende de su fracaso.
Hay un límite siempre para el deseo... pero la tentación siempre está ahí, latiendo en las tinieblas de lo inconfesable. Forma parte de la materia que están hechos nuestros sueños.
Y este carácter trágico se remarca en el modo en que comienza la película. Un herido Walter Neff conduce por las calles vacías de Los Ángeles hasta su oficina donde nos relatará la historia de su fracaso...
Y conocer el final no le quita valor a la historia. Esa es una de las genialidades de los guionistas... Lo importante es el cómo, el modo en que las cosas no han salido. Porque el espectador ya sabe que los protagonistas no pueden salirse con la suya.
A diferencia de las historias de misterio o de detectives en las que prima el espectáculo racional de deducción que lleva al descubrimiento de un ladrón o un asesino, en "Perdición" importa mucho más el sombrío caldo emocional en que las cosas se ponen en marcha y casi siempre terminan por fracasar. No hay razones. Sólo inexplicables emociones como ese sexto sentido, encarnado en el estómago, que le dice al sabueso Keyes (Edward G. Robinson) que algo anda mal en la muerte de Dietrichson.
De todo modo, lo que perdición saca a la luz a lo largo de sí misma como historia es el funcionamiento del mecanismo del fracaso. El espectáculo de la duda, el amor, la desconfianza, los celos, la culpa... El factor humano que convierte el más perfecto de los planes en imperfecto.
viernes, julio 17, 2009
INOLVIDABLE
Network...
Uno de los grandes momentos del cine de los 70, el genio del guionista Paddy Chayefsky y el talento de William Holden para interpretar este monólogo-diálogo de despedida a una mujer y de bienvenida a toda una nueva época de la que somos hijos... la banalidad de la sociedad de consumo en la que todo tiene el mismo valor de cambio en un interminable sistema de modas, gustos y preferencias de la que el mundo de la televisión es perfecta metonimia.
En el mismo minuto se habla de un tsunami catastrófico y de un bebe panda que ha nacido en el zoo de la ciudad.
Y aunque lo estamos pasando muy bien, esa banalidad nos está haciendo un daño irremediable a todos.
El fugaz encuentro.
Lo que alguna vez pudo ser,
lo que definitivamente ha sido
y la inmensa distancia que separa
en apenas unos pocos centímetros.
Irremediable nostalgia de aquel futuro
que se desvaneció en el aire
como enrevesados jirones de blanco humo.
Fisica insuficiente en los espacios,
nostalgia inevitable en los tiempos.
jueves, julio 16, 2009
El nuevo día es una silenciosa conspiración,
una larga marcha hacia la noche
que lentamente avanza,
a su espalda,
escondida tras la recta línea candente del horizonte.
La oscura palabra de los prodigios y presagios
le habla por primera vez con claridad:
bandadas de pájaros negros sobre el panteón,
palomas con las entrañas muertas,
recién nacidos que no dejan de llorar,
extrañas sombras abrazando su estuatua...
Su significado es adverso,
como casi siempre.
No es la primera vez
ni tampoco será última
en que todo parece en contra,
como en Farsalia o Alesia.
Por eso César da la espalda al destino,
confía en sus fuerzas,
en su capacidad para dominarlo,
para reconducirlo,
mientras su engendro le susurra al oido
que sigue siendo humano,
inutilmente.
miércoles, julio 15, 2009
"Lo que está mal en la sociedad en que vivimos -dijo Cornelius Castoriadis- es que ha dejado de cuestionarse a sí misma. Es un tipo de sociedad que ya no reconoce ninguna alternativa a sí misma y por ello se cree exenta del deber de examinar, demostrar, justificar (y no digamos probar) la validez de todo lo que da por sentado expresa y tácitamente"
(La sociedad individualizada, Zygmunt Bauman)
martes, julio 14, 2009
"Indudablemente, el mensaje transmitido hoy con gran poder de persuasión por los medios culturales más eficaces, el mensaje que leen fácilmente sus destinatarios con el trasfondo de su propia experiencia, es el mensaje de la esencial indeterminación y blandura del mundo: en este mundo puede pasar cualquier cosa y se puede hacer cualquier cosa, pero no se puede hacer nada de una vez y para siempre, y sea lo que fuera que sucede viene sin anunciarse y se va sin avisar. En este mundo, los lazos humanos están divididos en diferentes encuentros, las identidades en máscaras que uno lleva sucesivamente, la historia de la vida en una serie de episodios que duran solo en una memoria igualmente efímera. Nada se sabe con seguridad, y lo que se sabe puede saberse de maneras diferentes; una manera de saber es tan buena o tan mala (y desde luego tan precaria o volátil) como cualquier otra. La apuesta es ahora la regla donde antaño se buscaba la certidumbre, mientras la asunción de riesgos reemplaza a la obstinada persecución de objetivos. Y así hay en el mundo pocas cosas que podamos considerar firmes y fiables, nada que recuerde un grueso lienzo en el que podíamos tejer el itinerario de nuestra propia vida."
(La sociedad individualizada, Zygmunt Bauman)
domingo, julio 12, 2009
"Qué sensación penosa y tremenda era levantarse de cuerpo entero ante la muerte, no esconderse ya de ella sino correr a su encuentro. Qué espantoso es morir joven.¡Vivir, ganas de vivir!. No existe en el mundo deseo más intenso que el de salvar una vida joven, una vida apenas vivida todavía. Ese deseo no vive en los pensamientos, es más fuerte que el pensamiento; existe en la respiración, en las aletas de la nariz, en los ojos, en los músculos, en la hemoglobina de la sangre que devora ávida el oxígeno. Es un deseo de tal magnitud que no se puede comparar con nada, cualquier medida es inadecuada. El miedo. El miedo antes del ataque..."
(Vida y destino, Vasili Grossman)
(Vida y destino, Vasili Grossman)
sábado, julio 11, 2009
WALL-E
Una de las imágenes más tristes que recuerdo en una película proviene de "Naves misteriosas" (1971). Es la primera película del director de efectos especiales Douglas Trumbull, y en ella, se nos habla de un futuro en el que la vida vegetal ha desaparecido de la tierra y lo poco que queda se mantiene en tres naves-invernadero que se mantienen en órbita alrededor de Saturno. Estas naves son mantenidas por unos pocos humanos y unos robots, parecidos a Wall-e.
Al final, y por una serie de circunstancias achacables a los humanos, dos de las tres naves se destruyen y la tercera es proyectada al espacio quedando a su cargo el único robot sobreviviente que continúa realizando ciegamente la labor para la que ha sido programado.
La imagen de ese robot realizando sus labores rutinarias, alejandose más y más de la humanidad y como consecuencia de ello del sentido que motiva todas sus acciones, pero obedeciéndo aunque los humanos ya no estén más a su lado para mandarle, me llena de melancolía.
Aún hoy lo hace.
La palabra, la acción, separada de los labios que la pronuncian, prolongándose en el tiempo, eternamente. El impulso manteniéndose fiel, siguiendo la dirección hacia la que ha sido disparado. Desempeñando la tarea por muy absurda o muy imposible que esta sea. Esperando una orden de detención que jamás llegará.
En"Wall-e" hay mucho de esa pequeña joya triste y melancólica de la ciencia-ficción cinematográfica llamada "Naves misteriosas". Pero la diferencia más importante es que el pequeño robot amarillo es capaz de salvar a sus creadores. No hay final abierto. El circulo se cierra por el lado más débil y pequeño, el que representa este pequeño y entrañable robot-limpiador que todos los días y desde hace cientos de años acomete en solitario la imposible tarea de limpiar un planeta tierra convertido en un basurero y que todas las noches desea la humana capacidad de amar.
De algún modo, las máquinas conservan la humanidad del individuo que las ha creado, aunque sólo sea el simple y mero cumplimiento de unas órdenes cuya ejecución motiva su existencia misma. Son nuestros instrumentos y mientras existen nosotros y nuestros propósitos continúan existiendo.
Hay poesía en Wall-e, la de una luz que se enciende todas las noches a la espera de unos improbables ojos que puedan verla.
Fantástica.
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