El lince Ramón...
domingo, diciembre 27, 2009
STREET KINGS
Ya casi al final de la historia, el detective Ton Ludlow (Keanu Reeves) le pregunta a su amigo el capitán Jack Wander (Forest Whitaker) por el verdadero sentido de lo que el considera la esencia de su trabajo como policía. Le pregunta qué ha sido de aquella vieja idea de que los chicos buenos meten en la cárcel a los malos. La contestación de Wander es rotunda y clara. Le contesta que todos ellos son malos.
Ésta es la esencia que en todo momento muestra "Street kings", la esencia del gran James Ellroy, escritor y guionista de este "thriller" policial en el que casi todos los personajes, buenos y malos, son miembros del departamento de policía de la ciudad de Los Ángeles.
El descarnado pesimismo de Ellroy está ahí y es prácticamente lo único diferencial que ofrece esta vibrante historia de policías corruptos que dirige David Ayer, el guionista de Training Day.
"Street Kings" no ofrece nada nuevo pero lo ofrece con corrección y esa mirada oscura de Ellroy sobre las personas y las cosas confiere a la historia la personalidad justa como para que no resulte del todo rutinaria e insustancial, un ladrillo más en el muro del "thriller" sobre policías corruptos.
Las tribulaciones del detective Tom Ludlow intentando desentrañar el intrincado ovillo en el que él mismo se encuentra metido hasta el cuello resultan entretenidas y con la estolidez propia de los últimos héroes de acción del cine norteamericano Ludlow es encarnado con corrección por la estrella Keanu Reeves quién lleva sin ningún problema el peso de la película sobre sus espaldas... que no es demasiado grande como digo.
Entretenida.
sábado, diciembre 26, 2009
ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO
... Y venga a buscarte y te devuelva al lugar donde debes estar.
A veces, no siempre, hay grandes películas que tienen un gran titulo que las resume y éste es el caso de esta historia que combina de forma magistral el "thriller" con el drama psicológico y familiar.
Andy y Hank son dos hermanos que, por diferentes circunstancias que tienen que ver con errores personales en el modo de vivir, se ven obligados a conspirar para robar la joyería de sus padres. Las cosas no saldrán de acuerdo con lo previsto y el fracaso del golpe hará salir a la luz los trapos sucios de la familia Hanson.
"Antes que el diablo sepa que has muerto" es una película oscura y terrible cuyos personajes se encuentran al borde del principio -cuando no cayendo-, una historia sobre la desesperación y el fracaso que el veterano Lumet dirige con su habitual pulso descarnado para el drama.
En torno al incidente del atraco, se construye una espiral narrativa que, de forma ordenada y sin despistar al espectador, va avanzando y retrocediendo en el tiempo mostrando cada vez más rango del desolado panorama que pretende describir. Y en este sentido, la película resulta atractiva en el modo puzzle en que se presenta al espectador.
Poco a poco vamos conociendo las raíces de la desesperación que lleva a los dos hermanos a planear el robo a la joyería de sus padres, raíces que se clavan en un baldío terreno de sueños rotos y evidentes fracasos personales de cuya alargada sombra ambos intentan escapar. Poco a poco vamos conociendo el asfixiante entramado de envidias y reproches sobre el que ambos hermanos edifican una relación que es puesta a prueba por el fracaso del robo... Y con maneras shakesperianas todo revienta en mil pedazos.
Imprescindible.
jueves, diciembre 24, 2009
AVATAR
No sería justo con "Avatar" si dijera lo que me pide el cuerpo, que por detrás del circense espectáculo tecnológico de Avatar apenas hay nada que la sustente. Lo cual es cierto, pero no sería entender la verdadera esencia de esta película que es precisamente el modo espectacular en que cuenta y en este sentido "Avatar" es un arrolladora presencia visual que secuestra la mirada del espectador de principio a fin... pero sólo eso.
En este sentido, y aunque parezca ridículo, "Avatar" guarda un cierto parecido con "Spanish Movie" porque lo mejor que se puede decir de ella es también lo peor, porque "Avatar" se olvida pronto. El soporte argumental es demasiado esquemático y endeble, su alma es demasiado leve como para permanecer el suficiente tiempo en la retina del espectador e impresionarle con algo más que la propia retórica superficial de las imágenes. Así, "Avatar" se me aparece como una enorme, carísima y espectacular demo de una nueva tecnología, de un nuevo modo de contar historias que, paradójicamente, vehiculiza una narración endeble e insustancial. Algo parecido a aquella película de 1952 llamada "Esto es cinerama", documental en el que se nos mostraba las virtudes de ese formato brutal para la época que ampliaba la experiencia del espectador en una pantalla envolvente de 146 grados y que anticipaba al IMAX y en el que todo lo que se contaba aparecía porque permitía mostrar las espectaculares posibilidades de la nueva tecnología.
El protagonismo no lo tiene la historia sino la tecnología y en este sentido, y dentro de la filmografía de James Cameron que, como Robert Zemeckis, se caracteriza por el alto componente tecnológico que tienen sus trabajos, "Avatar" es con mucho la película donde el desequilibrio entre lo tecnológico y lo narrativo, en favor del primero, es mayor... y, personalmente, creo que se nota para mal.
"Avatar" deja demasiado frío y además, otra cosa que me incomoda, visualmente se parece demasiado a un videojuego sellando la dependencia de este tipo de cine, y del cine como tal, con respecto a la nueva forma de ocio predominante en nuestro tiempo. Y eso tampoco me gusta. Porque por el exceso de tecnología el cine está perdiendo identidad en un desesperado intento por recuperar el terreno perdido como negocio. Y ese no creo que sea el camino porque la diferencia nunca ha estado en la forma, en el modo de contar historias, sino en el fondo, en lo que se cuenta, en las historias.
La única capacidad de interacción que tiene el cine es la de poder llegar a tocar el corazón del espectador haciéndose inolvidable.
A lo largo de su historia, las tecnologías han pasado, pero la única capacidad de trascendencia del séptimo arte ha estado en la potencia de sus historias. Confiar en lo tecnológico ha sido, es y será construir las casa por el tejado, aunque y como he dicho al principio de todo, "Avatar" resulte una casa espectacular.
Impactante.
La audiencia provincial considera como falsedad calumniosa las acusaciones que una conocida actriz había vertido contra su ex-marido buscando, por medio de su propia hija, conseguir la separación. En su momento se habló de abusos sexuales y así salió en todas las televisiones de ese país haciendo un daño irreparable a la imagen de este señor que, y para más inri, ni siquiera era una figura pública.
¿Y ahora qué?
La violencia de género y la demonización de todos los hombres está siendo utilizado como moneda de cambio en litigios de familia buscando la razonable y amoral ventaja que da la ley, intentando debilitar la posición de una parte pero, y para ello, penetrando en complicados territorios que, para mi gusto, implican consecuencias más graves de destrucción del otro por la búsqueda del propio beneficio a toda costa.
Desde luego es monstruoso ejercer la violencia contra una mujer pero estas conductas ventajistas no se quedan muy atrás.
En un mundo perfecto, la fiscalía actuaría de oficio y pondría a cada uno en su lugar.
Todos tenemos derecho a equivocarnos. Incluso podría tener todo el sentido que, en estos momentos de crisis, un empresario con problemas intentará conducir a los suyos en esta travesía del desierto... Pero ésto es una cosa y otra muy diferente que un empresario que lleva sin pagar la nómina a sus empleados desde agosto sea la cara del cartel de la CEOE. Como siempre una cosa es una cosa y otra, otra; pero, y por interés, los protagonistas consideran que todo es lo mismo, que todo vale con tal de permanecer en el puesto.
Cualquier persona que hubiera accedido a ese cargo (y a cualquiera) para servir y no para servirse de él tendría que entender lo mismo si el sentido común no fuera el menos común de los sentidos, porque, y con independencia de la buena voluntad (que me cuesta mucho presumir), existen efectos colaterales incontrolables de imagen pública del colectivo por no hablar de, en una situación potencialmente conflictiva como ésta que vivimos, los posibles discursos cuestionantes, críticos y deslegitimadores que otros colectivos y agentes sociales pueden construir, de necesitarlos, contra los empresarios a costa de vergonzantes realidades que en cualquier momento se pueden producir... por ejemplo, la persona que demanda abaratar el despido no paga a sus empleados... ¿y encima quiere despedirlos de una forma más rápida y barata?.
Por no hablar de otra cuestión de aún mayor sentido común... que una persona que personalmente tiene tantos problemas en su casa tenga el suficiente tiempo y capacidad para resolver al mismo tiempo los suyos y los de los demás.
Pero Diaz Ferrán también quiere mantener ese puesto de trabajo que ha generado el clientelista aparato político-social-administrativo perversamente parido de la bien intencionada Constitución de 1978.
Parafraseando a McLuhan cuando decía que el medio era el mensaje, en este caso, el cargo es el mensaje
¿Qué tendrá cuando sólo muy pocos se atreven a dejarlo?
miércoles, diciembre 23, 2009
lunes, diciembre 21, 2009
APPALOOSA
La revisión de este western dirigido e interpretado por Ed Harris me ha llevado al mismo sentimiento de decepción que experimenté tras terminar de verla por primera vez. "Appaloosa" es una película que va perdiendo fuerza conforme avanza. Como si fuera disolviéndose en sí misma, en su propio impulso hasta llegar exánime a un final que debiera emocionar mucho más de lo que emociona.
La sublime decisión de Everett Hitch que quizá implique su perdición, el último acto de amistad realizado hacia su compañero Virgil Cole tiene bastante del sacrificio altruista de Ethan Edwards en "Centauros del desierto"... El sacrificio de los que se saben estrellados para con los que, a su entender, tienen estrella... Pero "Appaloosa" resulta demasiado fría, carente de la poética minimal de "Sin perdón" o "Centauros del desierto".
Los personajes no llegan, se quedan dentro de sí mismos, mientras la película se fragmenta y se desvanece a su alrededor en una dinámica acelerada que no está a la altura de lo que "Appaloosa" promete (y da) durante buena parte de su metraje.
La película no llega hasta su final. Aguanta perfectamente hasta el tiroteo con los Shelton en que Everett y Virgil resultan heridos. Después se descontrola. No hay pausa ni introspección para que los personajes respiren, se expliquen mediante gestos precisos y palabras adecuadas.
No se molesta en explicarse y termina por resultar antipática en su atropellada confusión por terminar.
Decepcionante.
La paradoja irresoluble, por el momento, del cambio climático descansa en el comportamiento neurótico del mundo desarrollado... Por un lado, el discurso evidente de la necesidad de salvar al planeta de la voracidad de la raza humana y, por otro, las limitaciones evidentes que el intento de poner en obra ese discurso trae consigo en lo que respecta a llegar a acuerdos que materialicen de forma real esa intencionalidad puesta de manifiesto en el virtual nivel de lo discursivo.
La imposible cuadratura del circulo de conciliar los actuales niveles de desarrollo y de producción de los países desarrollados con la profecías apocalípticas del cambio climático lleva a la demonización de los países en desarrollo a los que, y reconociendo implícitamente la culpabilidad, se les intenta negar desde el mundo desarrollado la capacidad de contaminar que el mundo industrializado ya tiene con lo que ello implica de alcanzar los niveles de desarrollo y consumo de las sociedades más opulentas.
Como no podía ser de otra forma, el problema son los otros... En este caso, China... país que no es tan problemático a la hora de comprar deuda pública norteamericana como si fueran cromos y mantener el chiringuito del dólar.
Seguramente, a medio y largo plazo, el ser humano, mediante la investigación científica, la innovación y el desarrollo, encontrará modos menos drásticos que añadan de forma endógena tecnología e innovación a los procesos de producción o que, de forma exógena, actúen sobre el C02 una vez ha sido producido, pero el problema es el corto plazo, un corto plazo en el que sólo hay un modo de producción y de vida altamente contaminante al que sólo se le puede combatir mediante medidas como las cuotas.
Se hace necesario llegar a acuerdos, aportar soluciones, aunque sólo sea por la radicalidad de los discursos con los que los propios políticos se producen buscando, en el nuevo filón que han encontrado para seducir a sus electores, aparecerse como personas responsables y fiables en las que el ciudadano contaminante depositará la confianza de su voto.
El debate se ha situado en el límite de lo irreversible, pero, y para los políticos que participaron en la cumbre de Copenhague, es claro que, a la hora de la verdad que siempre suele ser la hora del compromiso, habían cosas más importantes que el fin del mundo. De lo que, considero, se pueden deducir dos cosas: O bien las cosas no están tan mal como se nos cuenta, o bien aquellos que nos cuentan que las cosas están tan mal son peores personas de lo que ya nos imaginamos y lo que verdaderamente pertenece al viento son sus palabras.
viernes, diciembre 18, 2009
LA CORTE DE CARLOS IV
El segundo capítulo de la primera serie de los Episodios Nacionales nos sitúa a Gabriel, su protagonista, unos años después de la derrota de Trafalgar, en el Madrid castizo y al servicio Pepita, una famosa actriz de los escenarios de la capital.
A través de su circulo íntimo de amistades, muchos de ellos cortesanos de palacio, Gabriel tendrá la oportunidad de conocer de primera mano los sucesos que llevaron a la detención, ordenada por Carlos IV, de su propio hijo, el príncipe heredero Fernando, como responsable de un intento de conspiración contra los reyes y su primer ministro, Godoy.
El principal atractivo que para mi gusto tiene "La corte de Carlos IV" es la interesante descripción que Galdós hace del intrigante y decadente ambiente cortesano que rodeaba a los reyes borbones. Resultan memorables los pasajes en los que algunos personajes, como la cortesana Amaranta, desacreditan el mérito en favor de la clientela como principal modo de ascenso social en un entorno lleno de intereses y dobleces.
Hay un poder dar que directamente faculta al que lo tiene con la capacidad de poder pedir... si es que se desea recibir algo a cambio. Asi, la corte del rey se convierte en un pomposo y atildado mercado persa en el que constantemente se intercambian dones por favores, en una engrasada maquinaria de intereses que, por su propia condición ambiciosa, siempre resultan contrapuestos a otros; tan contrapuestos que incluso llegan a enfrentar a padres con hijos en el propio seno de la familia real y que plantean un escenario de descomposición y debilidad, ya apuntado en "Trafalgar", que hará inevitables desastres posteriores.
Como otros tantos, el joven e inexperto Gabriel se verá tentado por el dulce sabor de la tentación las dulces promesas de prebendas y concesiones y, como consecuencia de ello, un episodio de la historia de la España del siglo XIX sucederá a su alrededor.
"La tierra no pertenece a nadie, salvo al viento"
Es hermoso ¿no?.
¿Y el mar? ¿Pertenece también al viento?
No estoy seguro, lo que tengo absolutamente claro es que si algo pertenece al viento son esas palabras que nuestro inefable presidente pronunció con mística rotundidad... aunque con una enorme e invisible nariz de payaso roja que le sentaba como un guante.
Me sorprende que no nos recordara que madre sólo hay una buscando una difícil, complicada y poco vista analogía entre la madre humana y la madre terrestre... Seguramente, cuando revisaba el discurso, no escuchaba la canción de Disney adecuada.
Yo, para mi gusto, prefiero una frase de Obama, ese estadista al que nuestro presidente quiere parecerse pintándose la cara de negro... "El mundo debe llegar a un acuerdo, aunque sea imperfecto"... También tiene poesía... una poesía adulta basada en el esfuerzo humano en superar las limitaciones y que es evocadora porque conecta con una realidad clara y evidente; una poesía minimal y sin adornos en el que el significado es puro protagonista y que pone en primer lugar la necesidad de actuar, no de hablar.
La frase de Obama es la que cualquier hombre podría pronunciar, sabiendo las circunstancias de sus interlocutores y de la situación en la que se encuentra, mientras que la de Zapatero es la de un adolescente que, con la voz frágil y granos en la cara, clama por el amor verdadero en medio de la carnal orgía de la Conferencia de Copenhague.
Y lo más relevante de la frase de Zapatero es que le retrata con todas sus vergüenzas, como ese poeta adolescente que nada sabe de la vida salvo lo que su inexperiencia curricular le permite intuir y que le lleva a pronunciar sin el menor sonrojo diálogos de western de serie B.
Es hermoso ¿no?.
¿Y el mar? ¿Pertenece también al viento?
No estoy seguro, lo que tengo absolutamente claro es que si algo pertenece al viento son esas palabras que nuestro inefable presidente pronunció con mística rotundidad... aunque con una enorme e invisible nariz de payaso roja que le sentaba como un guante.
Me sorprende que no nos recordara que madre sólo hay una buscando una difícil, complicada y poco vista analogía entre la madre humana y la madre terrestre... Seguramente, cuando revisaba el discurso, no escuchaba la canción de Disney adecuada.
Yo, para mi gusto, prefiero una frase de Obama, ese estadista al que nuestro presidente quiere parecerse pintándose la cara de negro... "El mundo debe llegar a un acuerdo, aunque sea imperfecto"... También tiene poesía... una poesía adulta basada en el esfuerzo humano en superar las limitaciones y que es evocadora porque conecta con una realidad clara y evidente; una poesía minimal y sin adornos en el que el significado es puro protagonista y que pone en primer lugar la necesidad de actuar, no de hablar.
La frase de Obama es la que cualquier hombre podría pronunciar, sabiendo las circunstancias de sus interlocutores y de la situación en la que se encuentra, mientras que la de Zapatero es la de un adolescente que, con la voz frágil y granos en la cara, clama por el amor verdadero en medio de la carnal orgía de la Conferencia de Copenhague.
Y lo más relevante de la frase de Zapatero es que le retrata con todas sus vergüenzas, como ese poeta adolescente que nada sabe de la vida salvo lo que su inexperiencia curricular le permite intuir y que le lleva a pronunciar sin el menor sonrojo diálogos de western de serie B.
jueves, diciembre 17, 2009
CÓMO ROBAR UN MILLÓN Y...
Nicole (Audrey Hepburn) tiene un padre cuya principal hobby es la falsificación de obras de arte, que de cuando en cuando dan salida en el mercado. El stock de obras falsas que la familia almacena en su palacete falsifica a su vez a su familia como importantes coleccionistas de arte. Esta fama atrae a Simon (Peter O'toole), un ladrón de guante blanco a quién Nicole sorprende una noche dentro de su casa... Además de esto, la familia de Nicole, en un incomprensible alarde de locura, cede su falsa Venus de Cellini para una importante exposición. Una consecuencia colateral de esa cesión es la inspección de la estatua por un famoso profesor especializado en autenticidades y falsedades... Buscando evitar la desgracia para su familia, la desesperada Nicole recurrirá a las artes de Simon pidiéndole que planee el robo de la estatua valorada en un millón de dólares.
"Cómo robar un millón y..." está en la línea de las comedias románticas que en la década de los sesentas del siglo pasado rodaron con gran éxito directores como Blake Edwards, Stanley Donen o Richard Quine.
Todas comparten un mismo tronco argumental... Como consecuencia de una determinada situación, en muchos casos criminal ("Charada"), un hombre y una mujer entran en contacto de forma azarosa, viéndose por algún ardid del destino impelidos a resolver esa situación de forma conjunta. Durante ese proceso, emergerá en paralelo una segunda línea argumental basada en la relación romántica que se establece entre ellos.
"Cómo robar un millón y..." está claramente en esa línea si bien uno tiene la sensación de que la historia podía dar más de sí resulta evidente. La película no es ni demasiado graciosa ni demasiado romántica ni demasiado emocionante. En todo momento resulta poco enérgica, como anémica y termina pasando con más pena que gloria ante los ojos del espectador confundiendo estilo con sosería.
Seguramente su director, William Wyler, uno de los grandes directores clásicos de Hollywood, no se sentía cómodo dentro de la comedia... y lo demuestra desaprovechando las grandes posibilidades argumentales y empleándolas para narrar una historia que no traspasa, que no llega, que se queda en ese limbo de historias perdidas que se abre entre la pantalla y el espectador.
Seguramente su protagonista, Peter O'toole, en el apogeo de su carrera, se sentía más cómodo protagonizando tragedias y dramas... y lo demuestra resultando demasiado frío, desaprovechando una y otra vez las mágicas sonrisas y miradas de Audrey Hepburn, que como siempre se mueve como pez en el agua en este terreno de la comedia romántica. Cada vez que aparece O'toole tengo al impresión de que está deseando que acabe la toma para irse a tomar unas cervezas con Oliver Reed y acabar durmiendo la mona en cualquier mesa de billar.
En cualquier caso, algo falla.
La historia lo tiene todo, incluido un sorprendente giro final, pero hay algo rutinario y funcionarial en el modo de entenderla y plasmarla que la perjudica, como si la simple combinación de una buena historia y los talentos de Wyler, O'toole y Hepburn se bastarán para obrar el milagro con su mera presencia mágica y catalizadora. Y no es así. La película, desde luego, se ve con agrado pero le falta ese algo especial que la convierte en la materia de la que están hechos nuestros sueños.
Desaprovechada.
miércoles, diciembre 16, 2009
"Haidar lamentó que las potencias mundiales ejerzan sobre ella múltiples presiones para concluir su huelga de hambre "que deberían ejercer sobre Marruecos", al tiempo que se mostró determinada a continuar su protesta.
"Mi resolución es firme. Me he dado cuenta desde que he comenzado esta huelga del predominio de los intereses económicos. Éstos últimos son decididamente superiores a los ideales sagrados de los derechos humanos", dijo, aunque añadió que mantiene una "total confianza" en la solidaridad internacional."
"Mi resolución es firme. Me he dado cuenta desde que he comenzado esta huelga del predominio de los intereses económicos. Éstos últimos son decididamente superiores a los ideales sagrados de los derechos humanos", dijo, aunque añadió que mantiene una "total confianza" en la solidaridad internacional."
(Más)
Las verdaderas victimas en este mundo nuestro son las que nada pueden poner sobre la mesa en una negociación en que sólo importa lo que se puede recibir, lo que se puede ofrecer. Ante éso, presuntas verdades basadas en derechos e integridades nada tienen qué hacer. Mientras los saharauis no encuentren petróleo o la cura contra el cáncer o el mismo cuerno de la abundancia, su causa será siempre una causa perdida. No tendrán nada que ofrecer, con lo que interesar a un mundo en el que, se diga lo que se diga, sólo importa lo material y que sostiene su complicado equilibrio en una intrincada trama de intereses creados o por crear.
Las ideas y las palabras que las vehiculizan siempre vienen luego, después del banquete, cuando los estómagos están llenos y con los mismos efectos calmantes y tranquilizadores de un gran puro o una copa de cognac, sostenernos civilizados en nuestra animal digestión de todo lo devorado.
Las cosas no han cambiado en lo que para algunos era el fin de la historia. Al cambio, un ideal moral que se vive como una incontrovertible verdad sigue valiendo bien poco comparado con
Es triste comprobar que la verdadera lógica que sostiene el funcionamiento de las cosas puesta en evidencia por gestos extremos como el de Haidar sigue siendo la misma de siempre, la de los intereses creados, y también me resulta mucho mas triste comprobar que personajes tan presuntamente románticos como Haidar acaban igual de desesperados con su destino de perdedores, lo suficientemente desesperados como para poner sobre la inflexible balanza de transa el pesado hierro de su propia vida.
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