domingo, abril 04, 2010

Magnífico artículo de antropología hispánica actual (una vez más) a cargo de Javier Marías... El país que perdió el humor...

"Es sorprendente, así pues, que en esta época mucho más afortunada y menos sombría esté proliferando un tipo de español solemne, envarado, ceñudo, poseído de su rectitud, que no sólo no tolera una chanza ni una exageración, sino que parece incapaz de detectarlas."
(Leer más)
LOS VIKINGOS

No había visto en pantalla grande esta película dirigida en 1955 por el hábil artesano Richard Fleischer, pero durante estas vacaciones he tenido ocasión de hacerlo en el ciclo que la Filmoteca del Circulo de Bellas Artes le dedica.

Rodada en Cinemascope y magnificamente fotografiada por el maestro Jack Cardiff, "Los Vikingos" es un relato de aventuras en toda la extensión de la palabra. Hay un héroe, Eric (Tony Curtis) convertido en esclavo y borrado del mundo y de su derecho a heredar la corona del reino de Northumbria y serán los vikingos, aquellos que la han esclavizado quienes le ayudarán a recuperar su destino y con él a la mujer que ama.

Por encima de todo, los vikingos es una película atmosférica, en el que el paisaje es protagonista principal... Los inmensos fiordos de paredes cortadas a pico deben resultar espectaculares vistos en el Cinemascope original... Y dentro de ese paisaje lo que se nos muestra es a esos vikingos cuyo nombre da título a la película como los principales y auténticos protagonistas de la historia. Su modo de ser, su modo de hacer, su manera de juzgar las cosas...

Desde la ficción, la película busca un cierto componente documental. Mostrar al ojo curioso del espectador el estilo de vida de ese terrible pueblo del Norte y para ello utiliza como eje vertebrador la historia de Eric y su enfrentamiento con el impulsivo y brutal Einar (Kirk Douglas).

La historia reúne los elementos básicos para funcionar. Se mueve dentro del cliché, pero lo hace una forma adecuada: Hay un héroe que tiene un destino y en el camino que le lleva a él van apareciendo una serie de coadyuvantes y oponentes que crean la tensión precisa para que los esfuerzos del protagonista tengan la mínima emoción y el mínimo interés como para que la mirada del espectador se sostenga sobre la pantalla.

No olvidemos que se trata de cine de aventuras mainstream, similar a cualquier buena película que hoy pudieran hacer Michael Mann, Steven Spielberg o Michael Bay y, aunque el paso del tiempo tiende a convertir cualquier objeto en una magdalena proustiana, no hay que perder la perspectiva... "Los Vikingos" no deja de ser un producto industrial de entretenimiento (el de nuestros padres y abuelos), mucho más cercano al producto de calidad que al clásico del cine concebido como arte.

Y como tal también tiene sus limitaciones que principalmente tienen que ver con la falta de profundidad en la carne de muchos personajes, que se limitan a reposar sobre su carácter arquetípico esperando que el público ponga lo que falta y, si quiere, se implique en sus emociones más o menos intensas, así como con un desarrollo mecánico, ajustado y funcional del relato. Ambas cosas impiden que, con las shakesperianas posibilidades de sus mimbres, la película trascienda y emocione más de lo imprescindible. Siendo precisamente estas carencias las que colocan a "Los vikingos" un paso por detrás de verdaderos clásicos de aventuras como "El Mundo en sus manos" de Raoul Walsh o "Tierra de faraones" de Howard Hawks.

Medalla de Plata.

sábado, abril 03, 2010

SOL RUIZ & LA MONGOOSE BAND

Wrecking ball...











THE WEST WING

Termino de ver la séptima y última temporada de "The west wing" y si hay algo que tengo claro es que se trata de una obra monumental, una de las mejores series de la mejor época que este género ha vivido en la historia de la ficción en televisión.

Y no sólo por el interés y emoción de las historias, por la profundidad y atractivo de los personajes, por la calidad de la puesta en escena, sino también por la idea que representa. Porque el principal atractivo del "Ala Oeste" es habernos mostrado durante siete temporadas la maravilla de la política, de la gestión de la cosa pública, cuando es llevada a cabo por aquellos que en verdad son los mejores de nosotros. Y en este sentido, los personajes resultan demasiado perfectos, demasiado buenos y el exceso, como apunté en algún post anterior, me produce un cierto rechazo. Pero tengo que reconocer que ese rechazo debe quedar subsumido bajo el peso de un bien mayor, el sentido moral del DEBER SER.

No hay sistema que funcione sin personas de calidad que los hagan funcionar. Individuos que de forma natural actúen como el inagotable libro de la teoría exige que hagan, incluso una vez se ha cometido el error.

Las sociedades no sólo necesitan palabras, sino también y fundamentalmente ejemplos, acciones que encarnen esas palabras y las conviertan en la verdad que ya eran antes, aunque sólo de forma potencial.

Ninguna palabra es real hasta el momento que, de una forma u otra, se convierte en hechos que la respaldan. Y en este momento siempre recuerdo la frase que pronunciaba el viejo Jean Marais en la pelicula de Bernardo Bertolucci "Belleza robada"... "No existe el amor, sólo actos de amor". No existen palabras con valor si no hay acciones que las respaldan ni tampoco acciones que merezcan la pena si el sentido de unas palabras pronunciadas no las respalda.

Todo lo demás es ruido y furia, el animal humano tomando posesión de nuestro actuar en el mundo.

Como escribe Aristóteles:

"Y la razón por la que el hombre es un animal político (zôon politikón) en mayor grado que cualquier abeja o cualquier animal gragario es evidente. La naturaleza, en efecto, según decimos, no hace nada sin un fin determinado; y el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales -ya que su naturaleza se ha desarrollado hasta el punto de tener sensacones de lo que es penoso o agradable y de poder significar esto los unos a los otros-; pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, el ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad-estado."
(Política, Aristóteles)

La verbalización de lo que es justo o bien no conlleva otra cosa que su realización. Y la política no es otra cosa que la gestión de lo social desde esa perspectiva de lo que se considera bueno y correcto.

Nada más importante ni más sagrado... al menos en su teoría que luego la realidad llega siempre con sus apremiantes imperfecciones que jamás nos hacen estar a la altura.

Pero los ejemplos deben existir en su inalcanzable condición apolínea y "The west wing" no hace otra cosa que mostrarnos personajes empeñados en la realización de lo que cada uno de ellos considera correcto, idealizando,en un mundo donde cada vez se toman con distanciamiento cínico más cosas, uno de los aspectos más esenciales para su gestión.

Y la política por encima de un puesto de trabajo es una vocación y un servicio. Concebirla como un trabajo más y pensar que el político es uno más entre nosotros es otro síntoma a añadir al cuadro clínico de nuestra decadencia como sociedad.

viernes, abril 02, 2010

DIOS Y LA NUEVA FÍSICA

Ya he escrito en alguna ocasión las sorprendentes coincidencias, en el sentido con que Jung convertía a las casualidades en afinidades electivas, que suceden entre la física y la religión.

Un ejemplo de la existencia de estas afinidades electivas es "Dios y la nueva física" escrito por el físico australiano Paul Davies.

El objetivo de Davies es ambicioso... Pasar revista al panorama de la física actual buscando el lugar que la idea de Dios puede ocupar en la nueva imagen del mundo que se deduce del trabajo de aquella.

Interesante propósito, entre otras cosas, por invertir la dirección de la relación entre ciencia y religión. Ya no se trata de cómo encaja la ciencia en un mundo definido por la religión sino cuál puede ser lugar de la religión en un mundo definido por la ciencia.

Interesante propósito, entre otras cosas, por no pagar a la religión con la misma moneda con la que ésta ha venido pagando el trabajo de los científicos.

El libro se estructura en 17 capítulos cada uno de ellos centrados en aspectos claves de la investigación científica: le génesis del universo, el origen de la vida, la estructura fundamental de la materia, los agujeros negros, el fin del universo... Y todos ellos desde la perspectiva de encontrar un lugar en todo el aparataje de hipótesis y teorías que ha venido generando la física para una explicación holística y finalista como la religiosa.

Tengo que decir que todos los capítulos han tenido para miel mismo nivel de interés, si bien el atractivo del libro de forma general es incuestionable... aunque sólo sea, si uno no busca a Dios y prefiere que Dios le busque a él (como es mi caso), por la atractiva composición del paisaje de la Física actual, incluyendo nuevas tendencias y desafíos.

En cuanto a Dios y su presunta capacidad creadora, el libro arroja pasmosos planteamientos que podrían llegar a explicar incluso ideas tan aparentemente poco cientíticas como la creación de algo desde la nada (que nunca es tal si uno hace caso a la física cuántica):

"Según este original argumento, el Cosmos entero surge de la nada, en completo acuerdo con las leyes de la física cuántica, y crea sobre la marcha toda la materia y la energía necesarias para construir el Universo que vemos en la actualidad. Explica, por tanto, la creación de todas las cosas físicas, incluyendo el espacio y el tiempo. En lugar de postular una singularidad desconocida para poner en marcha al Universo (ver capítulo 2), el modelo del espaciotiempo cuántico intenta explicar todas las cosas dentro del contexto de las leyes de la física. Se trata de una hipótesis impresionante. Estamos acostumbrados a la idea de "dar para recibir", pero la idea de obtener algo a cambio de nada (o a partir de nada) nos resulta extraña. Sin embargo, el mundo cuántico produce rutinariamente algo a cambio de nada. La teoría nos dice que gracias a la gravedad cuántica podríamos obtener todas las cosas a cambio de nada. Hablando sobre el tema, el físico Alan Guth señaló: «Se dice a menudo que "en el fondo nadie regala nada". El Universo, sin embargo, es un regalo genuino.»"
(pp, 186)

Y en este aspecto, las cosas tal y como las conocemos no necesitan en su origen de una voluntad creadora que con su palabra haga que todo sea lo que es.

Otra cosa muy diferente de la acción que supone la concreción en acto de lo que es sólo potencia, es la definición de esa propia potencialidad.

Porque la gran pregunta que queda pendiente de la lectura del libro de Paul Davies es porqué el universo se rige por estas leyes y no otras:

"Pero ¿qué podemos decir de las leyes? Deben estar "ahí' al comienzo para que el Universo pueda surgir. La física cuántica debe existir (en algún sentido) a fin de que una transición cuántica pueda generar el Cosmos. Muchos científicos creen que preguntarse por qué las leyes de la física son las que son no tiene ningún sentido, o al menos no es una pregunta que pueda responderse en términos científicos. Otros han razonado "antrópicamente", sosteniendo que las leyes deben ser tales que admitan observadores. Sin embargo, existe otra posibilidad más remota. Quizá las leyes (o la superley definitiva) emergerán de un único principio físico lógicamente posible"

Sin afirmarlo taxativamente Davies deja abierta la posibilidad de una posible organización de las leyes que rigen nuestro mundo tras la cual se esconda una inteligencia creadora. No se cierra en banda a la posibilidad de intentar intuir la naturaleza y extensión de todo el bosque en lugar de internarse en él identificando la naturaleza de cada árbol.

Y esas explicaciones holísticas, son afirmaciones que poco difieren en su naturaleza de lo que un creyente pueda firmar de la naturaleza de un mundo que, como decía el escritor, es ancho y ajeno.

jueves, abril 01, 2010

DAVID BOWIE

Memory of a free festival...





INDIGÈNES

Cómo empezar...

Uno de los grandes inconvenientes de enterrar a Marx (como también se ha enterrado el pensar de personajes tan lúcidos como Nieztsche o Freud) bajo la duda de la mayor o menor adecuación de su pensamiento a los nuevos tiempos de este ahora totalitario y consumista mundo es olvidar el gesto esencial que supone su obra por encima de los detalles y rigores de su pensamiento.

Con mayor o menor acierto en el despliegue de la obra de cada uno de ellos, la principal moraleja que nos legaron estos pensadores es la necesidad de cuestionar la realidad en la que vivimos en sus aspectos más esenciales y estructurales.

La realidad siempre es una realidad para algo. Nunca existe porque sí.

Y hoy nadie cuestiona la realidad en la que vivimos. Desde un punto de vista del pensamiento, el fin de la historia es real. La crítica se ha convertido en un mero reformismo progresistas que, desde lo tecnocrático, busca pulir detalles, sin atacar causas esenciales.

No hay un cuestionamiento global del mundo en que vivimos... Y esta conclusión puede que aparentemente no tenga mucho que ver con una película que narra las injustamente olvidadas peripecias de los soldados magrebíes que lucharon en el ejército francés durante la II Guerra Mundial, pero sí lo tiene.

Al mostrar la injusticia del no reconocimiento del sacrificio que esos hombres hicieron por la que era entonces su madre patria, "Indigènes" está mostrando de forma clara la existencia de una realidad compleja cuyo intrincado entramado incluye estructuras de dominación que se manifiestan única y exclusivamente como modos de injusticia y explotación.

Sospechar de la realidad es la principal responsabilidad de la crítica política y social... sospechar de la palabra patria y de aquellos que la pronuncian antes de mandar a los soldados magrebíes a luchar por una bandera y un estilo de vida que no les respeta (pero que les necesita), pero también sospechar, ahora, de la palabra democracia y de aquellos que la pronuncian con demasiada frecuencia.

Si hay algo que Marx nos enseña es que en todas las épocas ha habido dominadores y dominados, que en todas las épocas los dominadores configuran las estructuras sociales y políticas sobre la base de su poder real para sacar ventaja del resto, que se convierte en simples piezas de la maquinaria.

Y las enmiendas no sólo atañen a concretas y determinadas partes.

La sociedad de consumo en que vivimos es la más perfecta estructura de dominación que vieron los siglos y lo es porque traslada la dominación al interior del propio individuo y lo es porque todos nos pasamos los unos a los otros el papel del víctima y el papel de verdugo y lo es porque, aunque casi siempre perdamos, siempre existe la posibilidad de ganar.

El campo de batalla se traslada de lo sociológico a lo psicológico. Al animal que todos llevamos dentro se le brinda la posibilidad se sentirse seguro, tranquilo y a salvo... y esa posibilidad siempre está ahí, aunque no se cumpla pendiente de la ficción de que el esfuerzo sincero y verdadero siempre será premiado... como el esfuerzo de los soldados magrebíes que, al final, terminan siendo utilizados por una estructura de dominación que utiliza las más hermosas palabras para halagar su deseo: la lejana e inaccesible Francia os necesita a vosotros pequeños agricultores del interior de Argelia. Y lo cierto es que, cuando las cosas se ponen complicadas, siempre hay clases. Al final, siempre hay un abajo y en ese abajo están los mismos de siempre, los humillados y los ofendidos cuyos zapatos siempre están manchados de barro... Pero esa es otra historia...

Volviendo a la película, "Indigènes" es un estupendo relato que cumple la función de salvar del olvido la contribución que aquellos humillados y ofendidos hicieron para el restablecimiento de un sistema que, en contrapartida, jamás ha querido reconocerles el esfuerzo de carne y sangre que sobre los campos de batalla de Africa y Europa hicieron.

Narrada desde la diferentes perspectiva de cuatro soldados de origen magrebí, "Indigènes" es el relato sobrio y ajustado de un drama que, de forma irónica, sucede en el mismo corazón de una epopeya, la de la lucha de las democracias contra el fascismo. Y, en este sentido, queriendo o sin quererlo, resulta pasmosamente reveladora.

Como si de una parábola bíblica se tratara, fascismo y comunismo absorbieron sucesivamente (y no sin razón) todos los pecados del siglo XX, permitiendo la erección de una imagen límpida y pura de las democracias occidentales capitalistas que ha hecho imposible toda crítica estructural sobre un determinado estilo de vida. Con la caída del muro de Berlín, Occidente desesperadamente ha corrido en busca de un antagonista y lo ha encontrado en las extensiones extremas del Islam. Necesitamos constantemente evocar a los comunistas y a los fascistas, especialmente a estos últimos, y probablemente lo hacemos porque contra ellos vivíamos mucho mejor, sin tener que asomarnos al espejo de nuestras propias contradicciones por estar constantemente ocupados en defender tanto en la teoría como en la práctica las bondades de nuestro estilo de vida frente a aquellos que acechan entre las sombras.

Y, en este sentido, resulta reveladora por paradójica la historia de estos soldados magrebíes a los que la Francia responsable de uno de los grandes hitos generadores del modo de vida occidental ignora en la larga cena de las recompensas y los elogios.

Extraordinaria.
La ciudad está llena de oficinistas
que interminablemente se palpan los bolsillos
en busca de la moneda que siempre les falta
para pagar el envenenado precio asequible
que según la fría mecánica
de los coeficientes y las tablas
se supone deben pagar.

miércoles, marzo 31, 2010

THE FOUR TOPS

MacArthur Park...




PUNTO DE FUGA

INOLVIDABLE

Orfeo negro...


SILVER BRICK ROAD...


Me gusta leer a Montaigne.
Después de terminado uno de esos estériles debates televisivos en los que los participantes se limitan a calificar el propio planteamiento y descalificar el de los otros, recuerdo el largo capítulo que en sus Ensayos dedica a la educación. En un momento del mismo, el francés apela a la calidad de las personas para el buen funcionamiento de una sociedad y de un sistema político.
Sin personas de calidad ningún sistema es posible y esa calidad pasa principalmente por una buena educación, entre otras cosas proporcionando a quienes la tienen el buen sentido de no anteponer el interés propio a cualquier precio. Saber dónde está el límite de aquello que uno defiende, conocer el límite razonable del propio interés y entender aquello del otro que debe ser asumido buscando encontrar puntos de acuerdo, lugares incuestionables a cuya solidez regresar de las magmáticas arenas movedizas de la lucha retórica en el ágora público.
Ya sucedió algo parecido en la antigua Grecia, cuando imperaba la escuela de los sofistas que en su decadencia terminó en una especie de esgrima retórica destinada a encontrar el argumento victorioso para defender la propia postura a cualquier precio.
Y al final, el esfuerzo de ponerlo todo en cuestión buscando el triunfo en el debate por la consecución del triunfo mismo afectó a la credibilidad de los discursos de unos y de otros.
Porque no había un lugar al que regresar y reconocer como incuestionable y cierto, un lugar que legitimara con su existencia la calidad de los concurrentes en el debate.
Los extremos se unían y daba lo mismo que algo fuera cierto o incierto. Sólo se trataba de vencer, pero tras ese triunfo no había nada más que una legitimación procedente de la mayor o menor habilidad para derrotar al adversario, una legitimación metodológica que nada tenía que ver con el valor de verdad del argumento de cara para su aplicación al mundo.
Irresponsablemente se había vencido y con lo único con que se contaba, una vez terminado el fragor de la lucha, era un argumento que solo servía para vencer y que, al salir del agora, quedaba calcinado como un vampiro bajo la arrasadora luz práctica de las cosas.
Algo parecido sucede ahora.
No hay nada incuestionable en el perfecto opuesto a la habermasiana acción comunicativa en que se ha convertido la vida pública.
En la arena pública y en su metonimia de los medios de comunicación los que concurren lo hacen única y exclusivamente para sacar adelante su planteamiento.
Y en lo que respecta a su valor de verdad, las opiniones se anulan unas a otras porque la puesta en escena contribuye a proyectar la sombra de la sospecha de que en el fondo no hay ninguna verdad.
Sólo técnicas, mecánicas, artes empleadas en mayor o menor medida para acreditar y desacreditar.
Se confunden los términos y la discrepancia se convierte en fin, cuando debiera siempre ser un medio para llegar a alguna clase de acuerdo.
Incluso durante la II Guerra Mundial las potencias del eje y los aliados mantuvieron canales más o menos regulares de comunicación a través de países neutrales como Suiza, Portugal o Suecia. Me viene a la memoria la participación de Nordling, el consul del país nórdico, en los sucesos que precedieron a la liberación de París.
No se trata de negociar, sino de contar con la certeza de la existencia de lugares que permitan hablar, que permitan transmitir al otro incluso la existencia de planteamientos firmes e inflexibles.
Forma parte del conflicto civilizado que el enemigo no tenga la sensación de sentirse acosado, de evitar generar en él la desesperación de sentirse entre la espada y la pared, sentimiento que puede llevar a planteamientos mucho más extremos que incrementen el precio del éxito mucho más de lo imaginado.
Con la independencia de la bondad o maldad ética de la causa, predicar la aniquilación total del otro es un error propio de bárbaros... No es una postura ni civilizada ni inteligente porque la desesperación suscitada en el otro puede conducir a planteamientos de terminales situaciones extremas que pueden implicar un triunfo que suponga un inesperado coste mayor... aunque, como el vencedor siempre escribe la historia, terminarán engrosando la ya interminable columna del debe del derrotado.
Y todo porque mucho más importante que las victimas sucedidas, y siendo muy importante su pérdida, todavía lo es mucho más el asunto de las victimas que aún no han sucedido y pueden evitarse. Cualquier otro planteamiento implica que las propias directrices están gobernadas por la oscuridad y la destrucción.
Teniendo siempre los límites claros, sin traicionar a la propia causa, los canales de comunicación, si son posibles, siempre son necesarios. Incluso para que sólo estén ahí y jamás sean utilizados.
Confundir negociación con comunicación es un planteamiento muy poco civilizado.
No me gusta que se practique esta confusión con el problema vasco.
No hay luz ni oscuridad sin los pequeños instantes de grisura que preceden a los atardeceres y amaneceres.

lunes, marzo 29, 2010

THE PACIFIC

Pedazo de intro!


TREME

Después de The wire...



domingo, marzo 28, 2010

"El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede y número dos del Vaticano, ha dicho esta semana que un "anticristianismo radical y demencial se está difundiendo por Europa de una forma rastrera". El grito desesperado ante las informaciones de los escándalos de pederastia que la Iglesia ha ocultado en el pasado (Alemania, Austria, Estados Unidos) revela la angustia de la Curia ante la crisis de credibilidad generada por la plaga de la pederastia."
(Leer más)

Con respecto al tema de la pederastia, creo que la iglesia católica se equivoca defendiéndose como una institución cualquiera, de este mundo.
Opinando sobre la realidad de los hechos, hablando de complots, relativizando sus incidentes de pederastia dentro de la totalidad, recurriendo a la retórica y a la aprobación de los propios para salvaguardar su posición sólo empeorará las cosas. Como Zapatero defendiéndose de Rajoy o Rajoy defendiéndose de Zapatero... Y en ésto como en otras tantas situacioness muestra cuál es el verdadero lugar y condición de su reino.
Una institución que en teoría obtiene su autoridad de un determinado posicionamiento moral no debe rebajar su nivel de comunicación descendiendo a la arena donde se reparten los navajazos a discreción. Y en este sentido su posicionamiento público supone un reto para su personal de comunicación y mas si se tiene en cuenta que hay hechos que a estas alturas resultan incontrovertibles:

1. - Han habido abusos que son delito en el código penal
2.- Esos abusos se han resuelto de forma interna sin tener en cuenta nada más que el punto de vista canónico y no el de la sociedad civil del que sacerdotes abusadores y niños abusados forman parte.
3.- Esos abusos se han resuelto teniendo en mayor consideración al sacerdote abusador que al niño abusado.

No voy a entrar en más detalles. Ya es suficiente con ésto.

Y por supuesto que la iglesia tiene enemigos, pero lo que no debe hacer es proporcionar verdades a sus enemigos para que estos las utilicen en su contra. Los enemigos hacen lo que hacen los enemigos... atacar, intentar destruir... pero lo que uno jamás debe hacer es proporcionarles material para que estos hagan su parte a favor de viento.

Y si una institución define su participación en la vida pública desde la defensa moral de un estilo de vida, si aspira a decirle a los demás cómo debe ser vivida la vida, está más obligada que ninguna otra a que su imagen pública sea impecable. Nadie les ha obligado a ser portadores de esa verdad y tampoco nada nos obliga a creerles como los verdaderos portadores de esa verdad si el ejemplo público que se da no está a la altura del río de palabras pronunciadas.

Mucho menos si es evidente que se aplican a si mismos una diferente vara de medir... Y está claro, por las propias acciones de la iglesia, que las vidas de las mujeres que se ven obligadas a abortar o las vidas de los africanos que no se ponen un condón merecen menos cuidado que las de sus propios funcionarios sacerdotales, cuidados y protegidos en su delito.

Y ante esta evidencia, como siempre, la iglesia sólo opone palabras y más palabras.

"El Pontífice, que ha presidido en la plaza de San Pedro el rito que abre la Semana Santa, ha manifestado que el hombre puede elegir seguir a Jesús hundirse en la ciénaga de la mentira y de la indecencia. "Jesús nos conduce hacia lo que es grande, puro. Nos lleva hacia el aire salubre de las alturas, hacia la valentía que no nos deja amedrentarnos de las murmuraciones de las opiniones dominantes, hacia la paciencia que soporta y sostiene al otro", ha afirmado, con voz fuerte, ante varias decenas de miles de fieles que han asistido al acto en El Vaticano."
THE GHOST WRITER

La muerte en extrañas circunstancias del escritor encargado de escribir las memorias de Lang, un ex primer ministro británico, deja una vacante que un nuevo escritor debe ocupar. Este retomara el trabajo de su predecesor hasta el mismo peligroso lugar lleno de comprometedores secretos donde quedó.

Las atmósferas opresivas y amenazantes son un elemento recurrente dentro del cine de Polanski. En casi todas sus películas, sus protagonistas son portadores de una mirada inocente que es introducida en lugares y situaciones que parecen esconder mil y una amenazas...

La mansión de "cu-de- sac", el castillo de "El Baile de los vampiros" o el edificio de "El inquilino"... Los lugares son como enormes telas de araña que atrapan al inocente protagonista en una perversa dinámica de consunción de la inocencia, dinámica
que siempre es consecuencia de un trágico e inevitable proceso de descubrimiento de la verdad alimentado por la propia forma de ser de los personajes. La curiosidad, la sospecha, la duda siempre terminan conduciéndoles a finales dramáticos.

Para Polanski siempre hay algo amenazante en la aparente inocencia de una realidad cuya apariencia es una estructura tramposa que esconde, no puede evitar esconder completamente, el peligroso secreto de una infraestructura kafkiana que, como las plantas carnívoras, esconde su verdadera condición devoradora bajo una apariencia anodina y sospechosa de cotidianidad.

En este sentido no es extraño que la parte esencial de la historia se desarrolle en la moderna mansión que en un invernal Cape Cod tiene el político Lang. Allí es donde, con su polanskiana inocencia de cordero que será degollado, el escritor toma contacto con esa tela de araña que poco a poco irá atrapándole en un juego de verdades y mentiras con la alta política internacional como fondo.

Para Polanski, la verdad no libera, sólo destruye.

De algún modo, su obra presenta la alienada debilidad del individuo frente a una estructura mayor, omnipotente y omnisciente que le utiliza y sobrepasa. Y seguramente su formación humana y profesional en la Polonia comunista de la década de los 50 del siglo pasado ha debido contribuir en gran medida a la formación de esa percepción intrínsecamente perversa de la relación que los individuos tienen con la realidad que les rodea, una realidad que esconde su verdadera trama y que, como la hidra, destruye a todos aquellos que osan enfrentarla frente a frente.

Y en este sentido, resulta extraño que Polanski nunca hubiera filmado un genero que parece hecho tan a su medida como el "thriller" político hasta este "Ghost writer" que, finalmente y una vez superados los problemas del director con la justicia que complicaron el desarrollo del proyecto, se estrena en los cines de nuestro país.

Seguramente porque las reglas no escritas del género obligan al espectador a la sospecha y Polanski se siente más cómodo en entornos dramáticos menos definidos, más susceptibles a una orfandad en la mirada del espectador que potencia los efectos desasosegadores de la propuesta del director polaco.

En cualquier caso, el mundo de Polanski está muy por encima del argumento que le proporciona la novela de Thomas Harris en que se basa la película. Falta grosor, carne, entidad que engorde esa salsa compleja que es el principal ingrediente de los platos que Polanski gusta servir a su público sobre la pantalla blanca.

Y la película se resiente por ahí, en la insustancialidad de una anécdota que en muchos momentos se ve incapaz de soportar el tremendo peso de la opresiva atmósfera que el director polaco pretende crear en torno a Lang y su secreto.

Aceptable.


THE HIDDEN BLADE

Tras "The twilight samurai", esta segunda entrega de la trilogía sobre samurais del director Yoji Yamada se mueve en dos niveles narrativos. Por un lado la historia de amor entre el samurai Katagari y la sirviente Kie, un amor que la rígida sociedad feudal hace imposible y por otro la presentación de la decadencia de esa misma sociedad.

"The hidden blace" sucede en el final de los más de doscientos años de shogunato Tokugawa... la capital del Japón todavía es Edo, pero, y por muchas cosas que suceden a lo largo de la historia, las sombras de la inevitable y revolucionaria época Meiji que está por llegar se proyectan por todas partes.

Principalmente, por la forma en que el modo de vida feudal entra y sale de las vidas de los personajes abocándoles siempre a situaciones y decisiones que resultan injustas porque van en contra de su voluntad.

La modernidad parece surgir por todas partes, con la naturalidad con que surge el imposible amor entre los dos protagonistas y, contra esa naturalidad, el viejo sistema se defiende... la obligatoriedad de separarse de Kie que, desde arriba, será impuesta. Katagiri será obediente y disciplinado, aceptará la realidad que la educación y el decoro les exigen, pero, y al mismo tiempo, comprobará que sus superiores no tienen ese mismo sentido del orden y usarán con corrupción las ventajas que les proporciona la rígida sociedad estamental para obtener beneficios que van más allá de los aceptable.

Hay una constante sensación de decadencia y corrupción alrededor de Katagiri en todo lo que no tiene que ver con su relación con Kie... Los viejos samurais lamentan el uso de las armas de fuego, sus superiores utilizan el poder en beneficio propio obligándole a respetar unas normas que ellos mismos no respetan.

Hasta cierto punto "The twilight samurai" y "The hidden blade" se parecen. En ambas hay un protagonista que con estoicismo padece el conflicto entre su deseo y la rigidez de la sociedad estamental en la que vive, un conflicto que tiene que ver con el amor romántico que siente por una mujer, un amor que contraviene los usos, las costumbres y las normas de etiqueta y que le conduce a un exilio interior del que sólo saldrá en el momento conveniente para hacer justicia a aquellos corruptos que desde su posición de poder se aprovechan de los débiles de acuerdo con un moderno sentido de lo que es justo o no lo es.

La resolución de esa situación se convierte en catarsis que permite al protagonista liberarse y reconducir su vida por los caminos de la heterodoxia social.

Situado en el umbral entre dos mundos, el samurai se convertirá en héroe por sacrificar su posición en ese mundo para seguir los dictados de su entendimiento y de su corazón, unos dictados que inevitablemente le conducen al enfrentamiento con una sociedad que por los rigores mismos de su decadencia ha devenido en injusta.

En ambas historias, los dos protagonistas son testigos de una línea argumental sobre cuyo protagonista, la mujer de un amigo, cae a plomo toda esa injusticia obligándoles a ellos, silenciosos e impotentes espectadores durante la práctica totalidad de su desarrollo, a tomar una postura drástica y definitiva; un gesto que busca equilibrar esa balanza que parece que para siempre va a estar desequilibrada. En el caso de Katagiri, utilizar el arte de combate del filo oculto, del que toma titulo la película contra un alto cargo administrativo de su clan.

Interesante y emocionante.


sábado, marzo 27, 2010

"Sorprende, por una parte, la facilidad con la que, en el caso de la interrupción voluntaria del embarazo, la jerarquía eclesiástica establece la relación directa entre pecado y delito exigiendo las consiguientes sanciones penales para las mujeres y sus colaboradores, y, por otra, la dificultad a la hora de hacer lo mismo con los abusos sexuales cometidos por personas consagradas a Dios..."
(Leer más)