SAFARI CALLEJERO
Por si a alguien le cabía alguna duda...
jueves, marzo 24, 2011
miércoles, marzo 23, 2011
EL RITO
Que conste que soy de esa minoría que cree que los mejores momentos de "El Exorcista" son todas las secuencias iniciales, antes de que el demonio efectivamente posea a la niña; momentos llenos de misterio en los que el director, a través de la mirada del padre Karras, consigue transmitirnos una sensación entre tensa y morbosa al presentarnos una realidad que de pronto se muestra como un territorio donde el mal es posible, porque tiene terreno donde crecer.
Y lo mejor que puede decirse de "El rito" es que en sus planteamientos iniciales y en buena parte de su desarrollo consigue transmitir esa misma sensación entre misteriosa y oscura que de pronto se muestra como habitando las cosas; un indefinido sentimiento inquietante que termina diluyéndose como un azucarillo cuando el mal toma forma en el enfrentamiento definitivo del esforzado sacerdote con el avieso y retorcido principe maligno.
En este sentido, "El rito" es una película que va perdiendo fuerza conforme avanza y en cuyo desarrollo se ve lastrada por la tibia presencia un protagonista que no consigue transmitir demasiadas cosas al espectador, que se diluye en una nada inexpresiva ante la magia con piloto automático de un Anthony Hopkins tan mórbido y magnético como siempre.
En cualquier caso, daba para mucho más el personaje de Hopkins, su relación casi diaria con ese mal en el que nadie cree y la película desaprovecha esa línea narrativa optando por un curso más convencional sobre las clásicas dudas de fe. Cosa que no se entiende muy bien, porque Hopkins es la estrella de la película y hubiera estado bien aprovechar las capacidades sobradas del actor galés para mostrarnos su resquebrajamiento y posterior posesión en un ejercicio casi de terror psicológico. No obstante, la película prefiere centrarse en un anodino protagonista teniendo las clásicas dudas de fe de siempre.
En fin... Aceptable.
¿NO A LA GUERRA?
Pues claro que nadie quiere una guerra, pero se nos olvidan un par de conceptos muy obvios:
1.- La guerra es un acto social y ésto quiere decir que requiere por lo menos de dos individuos o grupos para que se produzca. De lo que se deduce que aunque uno diga no a la guerra, el otro la puede declarar perfectamente y con toda tranquilidad.
Puedes salir a su encuentro e intentar convencerle de algo también obvio, de las bondades intrinsecas de una vida en paz, como hizo el papa Leon I El Magno cuando salió al paso de las huestes de Atila, el rey de los Hunos, y le convenció para que se retirase, pero estadísticamente estas cosas no suelen pasar (por eso recordamos este episodio mágico de la historia)... Como digo, puedes salir a su encuentro e intentar convencerle, pero una negociación, y no digamos la toma de una resolución conjunta, también son actos sociales y dependen para su efectiva ocurrencia la concurrencia de por lo menos dos personas o colectivos. Y puede darse el caso de que el otro no esté por la labor, de que esté a la guerra pese a todo. Las razones pueden ser múltiples y van desde una mala defensa de una postura intrinsecamente buena hasta que el otro crea en la guerra del mismo modo que el otro cree en la paz. En cualquier caso, no podemos ocupar simbólicamente el pensar ni emocionalmente el sentir del otro. Puede tener sus razones. Puede querer la guerra... ¿Y entonces qué? ¿No a la guerra también?
2.- El segundo y más importante punto es que uno, si las circunstancias le obligan, debería estar dispuesto a defender lo que cree y a los suyos hasta las últimas consecuencias, que pueden implicar cualquier clase de enfrentamiento desde una pelea de callejón hasta una conflagración mundial. También forma parte de la vida, de la naturaleza humana y el que no quiera darse por enterado tiene los libros de historia para trabar conocimiento con nuestra alargada sombra de especie.
Hay algunas ideas y algunas personas por las que deberíamos estar dispuestos a ponerlo todo sobre el tapete, llegando hasta las últimas consecuencias si fuera preciso.
Resumiendo y a mi entender, estar de forma sistemática en contra de la guerra sólo puede obedece a cuatro razones:
- O bien no se cree en nada o no se quiere lo suficientemente a nadie
- O bien no se es lo suficientemente valiente como para afrontar la posibilidad extrema de defensa de lo que se quiere.
- O bien no se tiene la suficiente estima por lo que se piensa o siente que se prefiere ceder antes de llegar al enfrentamiento
- O bien se es lo suficientemente soberbio como para pensar que todo el mundo puede ser convencido, como para no contemplar la posibilidad del desacuerdo.
Como el amor, la guerra es cosa de dos. Y no se es peor persona por reconocer la posibilidad siempre latente del conflicto ni se es un monstruo por aceptar ese conflicto cuando, y pese a todos los esfuerzos razonables por evitarlo, éste sucede. A veces, uno tiene que plantarse y defender hasta las últimas consecuencias aquello en lo que cree y aquellos a los que quiere.
Todo lo demás es debilidad y neurosis.
Estoy en contra de un genérico "No a la guerra", porque entre otras cosas quién no hubiera ido a la guerra contra la Alemania de Hitler.
Estoy a favor de estar en contra de esta o aquella guerra, guerras concretas, que son injustas, pero negarnos la posibilidad de la guerra como concepto total es un acto neurótico consistente en no aceptar nuestra sombra, nuestro lado oscuro como especie.
Habla solo Jeckyll.
Hyde calla, pero cuando se le llama, porque no se puede evitar que aparezca, siempre se muestra para hacer su trabajo sucio y posteriormente desaparecer entre las sombras para, cuando llega la luz, volver a ser negado mientras se disfruta impunemente de los efectos de su inconfesable trabajo.
La hipocresía social y colectiva convertida en enfermedad mental.
martes, marzo 22, 2011
¿Por qué Libia sí y Birmania no?
Porque es el país más fácil (la tecnología militar brilla en las superficies casi planas del desierto), el más accesible (está al otro lado del Meditarráneo), el más débil de todos (es una república tribal inhabilitada para comprar las armas que realmente cuentan) y cuyo lider es el que tiene la imagen más aquilatada de villano contra el que nuestros líderes pueden erigirse en más o menos hábiles estrategias de comunicación como superhéroes de la libertad.
lunes, marzo 21, 2011
domingo, marzo 20, 2011
"Probablemente el primer tramo del siglo XXI será visto algún día como un periodo de particular ceguera, arrogancia y fatuidad. Hace poco hablé, ya digo, de las ínfulas de quienes se permiten suprimir de los textos de Mark Twain las palabras que hoy consideran “inconvenientes”, o de las consejerías andaluzas que deciden eliminar la legendaria frase de la madre de Boabdil (“No llores como mujer, etc”) porque menoscaba, según ellas, a todo el sexo femenino. Pero la plaga de engreimiento -es engreimiento y soberbia enmendarles la plana a los muertos, tachar lo que otros escribieron, modificar y falsear los hechos para adecuarlos a nuestro gusto- va mucho más lejos, y alcanza cotas ilusas para mí casi inconcebibles."
(Estaré con el mundo hasta que éste muera, Javier Marias)
Amén!
(Estaré con el mundo hasta que éste muera, Javier Marias)
Amén!
2010
"Me encontraba en una explanada de unos treinta metros de profundidad. En alguna ocasión había sido lisa, demasiado lisa para ser natural, pero los impactos de los meteoritos habían mordido y cribado su superficie a través de incontables eones. Y había sido nivelada para poder sostener una estructura translúcida, burdamente piramidal, de dos veces la altura de un hombre, encajada en la roca como una gigantesca gema facetada"
Desde el momento de su publicación, este relato ha formado parte de varios libros de relatos de su autor, uno de los grandes de la ciencia ficción, Arthur C. Clarke y en una de sus publicaciones atrajo la atención de Stanley Kubrick. De él nace una de sus películas más famosas, "2001: una odisea en el espacio", y para mi gusto no una de las mejores.
En 1948, Arthur C. Clarke publicó un relato corto, de apenas 5 páginas, llamado "El centinela". En él, y en primera persona, un científico reflexiona sobre el sentido del artefacto que la humanidad ha encontrado en la Luna, un artefacto que según parece pertenece a una raza extraterrestre que lo ha dejado allí hace millones de años.
Desde el momento de su publicación, este relato ha formado parte de varios libros de relatos de su autor, uno de los grandes de la ciencia ficción, Arthur C. Clarke y en una de sus publicaciones atrajo la atención de Stanley Kubrick. De él nace una de sus películas más famosas, "2001: una odisea en el espacio", y para mi gusto no una de las mejores.
Posteriormente, Arthur C. Clarke noveló el guió y publicó un libro del mismo titulo en 1968, el año de estreno de la película. Y quizá fuera esta doble aparición un primer ejemplo rupestre de la actual cultura del ocio multicanal... pero esa es otra historia.
Posteriormente, en 1982, Clarke publicó una continuación: "2010: Odisea 2", que tuvo aún dos secuelas más durante la década de los años ochentas. Este libro atrajo la atención del hoy olvidado director Peter Hyams, un tipo con gran talento para contar historias y el resultado es esta "2010: The year we make contact"
Y tengo que decir que "2010" es una de esas películas que sólo le gustan a uno, que forman parte del patrimonio emocional de las personas. Puedo entender que no guste, pero a mi me gusta... Lo sigue haciendo todavía.
La película carece de la metafísica, a veces vacua y grandilocuente, de "2001", pero mantiene el sentimiento de misterio de su predecesora.
El viaje hacia Júpiter que hacen los astronautas de la nave "Leonov" en busca del secreto que, como una telaraña mantiene atrapada a la nave "Discovery" es un viaje hacia lo desconocido, hacia el monolito que de nuevo les aguarda oscuro, callado y perfecto, convertido en perfecta metáfora de todo aquello que como especie el ser humano aún desconoce.
La película quizá se ha quedado antigua porque el contexto de guerra fría en que se desenvuelve tiene un cierto peso dentro de la historia, pero mantiene intacto todo su misterio planteando al mismo tiempo un interesante discurso de responsabilidad del ser humano hacia las herramientas que produce, que le hacen más listo y más poderoso, encarnadas en el superordenador Hal 9000. Súbitamente revelado como víctima y como depositario de una pureza casi infantil que le convierte en una máquina demasiado perfecta incluso para ser humana.
"¿Soñaré?", pregunta Hal.
Yo a veces también me lo pregunto.
sábado, marzo 19, 2011
RETORNO AL PASADO
Tragedia y cine negro están relacionados de modo directo e íntimo.
En la tragedia, los personajes que la protagonizan y siempre padecen se ven abocados hacia un desenlace inevitable y casi siempre fatal, que otros han llamado de forma muy poética la fuerza del destino.
Los hombres viven de acuerdo con su criterio e instinto, actúan y toman decisiones que siempre generan consecuencias que más tarde o más temprano regresan convertidas en cuentas que deben ser pagadas. Como bien se dice en "True Grit", la última película de los Hermanos Cohen, nada es gratis en esta vida (salvo la Gracia de Dios).
Y eso que llamamos fatalidad no es otra cosa que el regreso de las cuentas pendientes, un regreso que el protagonista del cine negro acepta sin pestañear porque de algún modo comprende que mientras se está vivo pasado, presente y futuro existen formando una estructura irrompible de sentido que configura la propia vida, la propia identidad.
En "Retorno al pasado", Jeff Bailey (magníficamente interpretado por un pétreo Robert Mitchum) tampoco puede escapar a la alargada sombre de sus cuentas pendientes. Estas le encontrarán regentando una gasolinera bajo otro nombre y en medio de ninguna parte y le devolverán a un pasado en el que Catie Moffet (Jane Greer), uno de los personajes de mujer fatal por excelencia de toda la historia del cine negro, es la abeja reina de una colmena de intereses creados, muerte, dinero y perdición.
Bailey regresará de mala gana y descubrirá, como escribe Ruben Blades, que las cuentas del alma siempre son las más duras de pagar.
Obra maestra.
viernes, marzo 18, 2011
LOS HERMANOS KARAMAZOV
Para mi gusto el ruso Fiódor Dostoyevski es uno de los más grandes escritores que ha dado la literatura desde que el mono se creyó hombre. Su capacidad para llegar más lejos y más hondo en las profundidades del alma humana es reconocida por todos.
Los personajes de Dostoyevski son en realidad campos de batalla donde sentimientos e impulsos antagónicos se manifiestan: racionalidad vs. irracionalidad, fe vs. ciencia... Y a mi entender esta visión conflictiva, explosiva del ser humano se acerca bastante a la realidad. No en vano el filósofo Nieztsche consideraba que el escritor ruso era el único psicólogo del que se podía aprender algo.
Y esta profunda carga psicológica confiere a sus obras de una densidad brutal, una densidad que siempre ha hecho difícil la adaptación al cine de los textos del autor ruso. No obstante, la adaptación de "Los hermanos karamazov" que Richard Brooks llevó a cabo en 1958 es un buen ejemplo de que es posible convertir en imágenes buena parte del contenido filosófico del autor ruso generando una historia que tiene vida propia, una vida cuya energía procede de la palpitante potencia de su referente literario.
"Los hermanos Karamazov" es la historia de un parricidio, pero, y sobre todo, es la historia de una familia destrozada y del modo en que los cuatro hermanos procesan su difícil, cuando no imposible, relación con el padre. Y la película pone énfasis especial en Dimitri (Yul Brinner), el hermano que aparentemente se encuentra más perdido de los cuatro y que encontrará en el a primera vista imposible amor por Grushenka una tabla de salvación que le conducirá a la redención.
Corriendo hacia, lo que el mismo define, como el callejón sin salida de Grushenka Dimitri convivirá con su propio desastre y de ese conflicto surgirá un hombre nuevo dispuesto a afrontar las consecuencias de sus propios actos sin perder nunca más la cara.
Todo un clásico.
jueves, marzo 17, 2011
FUKUSHIMA
We few, we happy few, we band of brothers;
For he to-day that sheds his blood with me
Shall be my brother"
"Pero, ¿por qué arriesgan su vida? Probablemente su educación para sacrificarse por los demás sea una de las razones, como apunta un experto nuclear estadounidense que señala que en trabajos de este tipo "se desarrolla un sentido para la lealtad y el compañerismo cuando se entrena durante años junto con otros"."
(La batalla de los 'héroes de Fukushima')
(La batalla de los 'héroes de Fukushima')
Es curioso.
En 1959, un doctor en filosofía que había sido combatiente en la II Guerra Mundial, J. Glenn Gray publicó "Guerreros: Reflexiones del hombre en la batalla".
Este libro, prologado por Hannah Arendt, era la consecuencia de años de reflexión, lectura y relectura de los diarios que el propio Gray había escrito durante la guerra. Demasiado religioso en algunos momentos para mi gusto, pero siempre espiritual y verdadero, "Guerreros" interesa por lo que muestra de la naturaleza humana en situaciones extremas y por los efectos que la guerra tiene sobre aquella.
Y leer este texto sobre la tragedia de Fukushima me recuerda a este libro porque en un momento determinado Gray reflexiona sobre la valentía, sobre la razón que lleva a los soldados a permanecer en su puesto, aun cuando quedarse signifique su propia muerte y, sin generalizar, Gray afirma que en muchos casos es la solidaridad con el compañero lo que le lleva a permanecer. El saber que la posición que se ocupa de algún modo se ocupa en conjunto con otros y sentir que el éxito es un premio colectivo que depende de cada esfuerzo propio les lleva a permanecer.
Nadie quiere dejar de hacer su parte y espera de los otros que hagan lo mismo en un acto de confianza y entrega absoluto cuya intensidad sólo aquellos que han combatido conocen, pero que Gray compara con el amor.
La lealtad y el compañerismo de Fukushima entronca directamente con este sentimiento colectivo de grupo y es esa realidad de grupo la que hace que se hagan las cosas o dejen de hacerse. No hay patria ni bandera, solo compañeros hundidos hasta el barro en la misma mierda. Y en circunstancias tan extremas nadie permite al otro que haga la parte que en justicia les corresponde.
Nadie dimite de su responsabilidad última.
Todos se quedan porque la posibilidad de la muerte une tanto a los seres humanos como la posibilidad del amor. Y en Fukushima hay mucha muerte ahora mismo.
"From this day to the ending of the world,
But we in it shall be remember'd;We few, we happy few, we band of brothers;
For he to-day that sheds his blood with me
Shall be my brother"
(Henry V, William Shakespeare)
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