La historia en que se basa esta producción norteamericana está inspirada en hechos reales, si bien, y como casi siempre, no se sabe muy bien donde termina la historia y donde empieza la leyenda.
En cualquier caso, y lo que es un hecho es que los samuraís que protagonizan la historia existieron y están enterrados en el templo de Sengaku-ji junto a Asano su señor por lo que algo con toda seguridad sucedió.
(Los dragones y los monstruos, no... Lo digo para los admiradores de la nave del misterio que no han superado los desastres del sistema educativo español).
Pero, y antes de hablar de la película, no puedo resistirme a hablar de la historia...
La leyenda de los 47 ronin ocupa un lugar relevante en la memoria sentimental del pueblo japonés y lo hace porque en ella, como en ninguna otra, se muestra el modo tan trágico y dramático en que el ordenado y equilibrado sistema estamental japonés resolvía las injusticias.
En el riguroso sistema estamental japonés de la era Tokugawa, la virtud era un supuesto esencialmente asociado a aquel que ocupaba una posición superior y la obediencia ciega era la condición imprescindible que se suponía a quienes ocupaban una posición superior con respecto a aquella.
No obstante, y cuando se producían situaciones injustas que implicaban un uso no virtuoso del poder y de la posición, su denuncia suponía un esfuerzo sobrehumano a aquellos que las sufrían puesto que para denunciar un crimen se veían obligados a cometer otro: la ruptura de la línea de obediencia base del orden feudal.
En este sentido, no eran poco comunes las condenas de denunciante y de denunciado puesto que ambos quebraban el orden establecido.
Todo muy raro e incomprensible para muestra mentalidad no educada en el rigor de una sociedad estamental, pero también muy raro y muy épico también puesto que la denuncia por parte de las victimas suponía también para ellas un coste con casi toda seguridad, un coste tan elevado que podía implicar hasta la pérdida de la propia vida como fue el caso de los 47 ronin.
El origen de la leyenda es una disputa palaciega entre los egos de un señor feudal, Asano, y un chambelán de palacio llamado Kira. El segundo debía enseñar al primero aspectos de protocolo palaciego y aparte de no llevarse muy bien existía una disputa entre ambos acerca de si los servicios de Kira debían ser pagados por Asano o no.
El caso es que Kira, buen conocedor de la etiqueta del palacio Tokugawa, no perdía ocasión de humillar a Asano hasta que este no aguantó más y desenvainó su katana para atacar a Kira y herirle casi de muerte.
Este acto era un gran crimen teniendo en cuenta la tradición violenta y guerracivilista del Japón. Emplear la violencia en la misma casa de la dinastía pacificadora era una gran falta de respeto, cuando no un desafío directo a la autoridad del shogun.
El resultado de tal gesto fue que Asano perdió su razón con aquel gesto y condenado a una muerte honrosa mediante seppukku.
Todas sus propiedades fueron confiscadas y sus samurais, al quedarse sin señor, pasaron a ser ronin. Convertirse en ronin era una consecuencia de la pérdida del lugar asignado en la férrea sociedad estamental japonesa. La persona se convertía en un vagabundo que dependía de la mendicidad puesto que a un samurai no le estaba permitido ganar su sustento de otra manera que defendiendo a su señor.
En lugar de morir defendiendo el castillo, los samurais hicieron caso a Oishi, uno de los servidores más antiguos de la casa Asano, y decidieron desaparecer pasando a la condición de Ronin a la espera de que la vigilancia en torno a Kira se disipase.
Sólo pasado un año, Oishi y el resto pudieron consumar su venganza atacando el palacio de Kira y dándole muerte.
La acción de los samurais supuso un interesante conflicto juridico puesto que los samurais habían actuado de conformidad a su código de honor, pero, y al mismo tiempo, habían desobedecido el mandato expreso de no seguir su código y tramar venganza, lo que implicaba el grave delito de haber alterado el orden establecido que se encarnaba en la voluntad expresa del shogun.
Hubo un gran debate a favor y en contra, pero al final primó el principio superior de mantenimiento del orden establecido lo que implicaba penar con la muerte la desobediencia de los mandatos del shogun, sin embargo, y como a su señor, se les dió la oportunidad de tener una muerte honrosa mediante seppuku, como Asano su señor.
Todo muy raro, todo muy trágico.
Seguro que se han hecho muchas más, pero la única versión cinematográfica que recuerdo es la que en 1941 el maestro Kenji Mizogouchi realizara poniendo énfasis en la perspectiva de la salvaguarda del honor que los samurais llevaron a cabo de manera metódica.
Ahora, Hollywood estrena uno de sus productos cinematográficos inspirados en esta leyenda histórica y lo hace en esa línea hiperbólica y sublimante que ya iniciara en "300" de Zach Snyder; una línea que mezcla lo fantástico con lo real y que sin duda alguna permite que la tecnología digital sea explotada en mayor medida que un enfoque eminentemente realista.
Tengo que decir que me mantengo en lo que comenté apropósito de la película de Snyder, que esta manera hiperbólica me gusta porque recoge el espíritu de esas narraciones orales a la luz de una hoguera en la que lo malvado adquiere las condiciones de monstruoso en la imaginación de los que escuchan y por eso mismo el esfuerzo del trabajo de la bondad y la justicia se sublima.
No obstante, considero que, aun resultando entretenida, la historia que nos cuenta esta "47 ronin" opta demasiado por lo sentimental, quedando bastante diluido el componente trágico y épico de la asunción de un destino por parte de Oishi y los suyos, sentimiento quizá demasiado elaborado para un espectáculo que sólo busca entretener y que ha encontrado en esa vieja leyenda del Japón feudal terreno en el que mostrar su poderoso músculo digital.
Y hasta cierto punto el resumir esta historia sobre el honor en una historia de amor supone una traición al espíritu de la leyenda pero no me voy a poner tan estupendo. La película es entretenida, incluso más que la media de productos cinematográficos, especialmente por el trabajo actoral compuesto por grandes actores como Hiroyuki Sanada o Rinko Kikuchi cuyo talento para expresar verdad contribuye a que la historia resulte más emocional y por lo tanto creíble para el espectador.
Entretenida.