A Marhuenda no hay que decirle las cosas. Por eso no hay nada que le irrite más que se le acuse de ser una terminal mediática del Partido Popular.
El tema es mucho más sutil y eficiente: Si Marhuenda está ahí es precisamente porque no hay que decirle nada. Sólo dice lo que sabe que tiene que decir, incluso a veces sin saberlo.
Ese es su valor, el de la falsa autenticidad del hombre unidimensional cuya verdad es la verdad del sistema que le hace ser lo que es.
Así, uno de los principales atributos del poder hoy en día precisamente es saber elegir en este sentido.
El poder en las democracias de consumo se comporta así.
Ya no estamos en el siglo XX.
En el siglo XXI todo el mundo es consciente de lo que está en juego y, si quiere jugar, el que quiere jugar sabe que hay unas reglas que seguir y respetar.
En nuestros días, el poder puede adoptar un comportamiento blando, difuso que enmascare su pura y dura realidad coercitiva para adaptarlo a la más amable realidad de las democracias de consumo.
El poder se enmascara dentro de un civilizado consenso corrupto sobre aquello que se debe y no se debe hacer.
Amablemente las consignas se transmiten a través de los medios de comunicación que son los primeros que saben su lugar y el papel esencial que se les reserva: el FMI respeta la decisión que los griegos puedan adoptar en el próximo referendum pero insinúa que existen opciones incorrectas, el ministro de Guindos nos dice que ahora los españoles han perdido el miedo a perder el trabajo... Constantemente, el sistema nos ofrece los discursos que componen esa zona de confortabilidad que define el lugar que debe ocupar la voluntad pòpular dentro de este sistema corrupto llamado democracia de consumo.
Discursos que traslucen la subordinación de la voluntad popular y de las personas que la componen a la gran lotería diaria en que se ha convertido lo económico.
Y ese lugar tiene que ver con no hacer olas, con no molestar ni estropear la fiesta de aquellos para los que verdadera y únicamente va a ser con toda seguridad el 2015 un año feliz e indudablemente mejor que el anterior.
Los demás, los que nos deseamos un 2015 mejor en el que indudablemente, y si hacemos lo que nos dicen que hagamos (no votar a Syritza o no tener miedo a perder el trabajo), contribuiremos a que el 2015 sea efectivamente un año muy feliz para ellos, tendremos que conformarnos con que la lotería de la tranquilidad nos siga tocando sin saber por cuanto tiempo, sabiendo como Marhuenda cuál es nuestro lugar dentro de esta tragicomedia llamada democracia de consumo, alimentando con nuestro tiempo y nuestra sangre a la bestia que quizá durante este 2015 que comienza nos devore.
El viaje de la modernidad termina aquí, en la Saló de Pasolini.
La orquesta del Titanic regresa desde el fondo del oceano para tocar para nosotros cada año nuevo.
¿Feliz 2015?
¿Es que no escuchas las carcajadas que llegan desde arriba cada vez que lo deseas?
Esto no va a ir a mejor, por lo menos no como antes de una manera más igualitaria que nos permitía a todos beneficiarnos como sociedad del progreso económico.
Ahora toda va a ser más injusto, más desigual.
Y dentro de ese contexto, a los de arriba siempre les va a ir bien, especialmente si sabes cuál es tu lugar y haces y dices lo que se espera de tí que hagas y digas, pero, a ti... bueno, te deseo lo mejor en esa lotería diaria de la supervivencia que será el 2015.
El tema es mucho más sutil y eficiente: Si Marhuenda está ahí es precisamente porque no hay que decirle nada. Sólo dice lo que sabe que tiene que decir, incluso a veces sin saberlo.
Ese es su valor, el de la falsa autenticidad del hombre unidimensional cuya verdad es la verdad del sistema que le hace ser lo que es.
Así, uno de los principales atributos del poder hoy en día precisamente es saber elegir en este sentido.
El poder en las democracias de consumo se comporta así.
Ya no estamos en el siglo XX.
En el siglo XXI todo el mundo es consciente de lo que está en juego y, si quiere jugar, el que quiere jugar sabe que hay unas reglas que seguir y respetar.
En nuestros días, el poder puede adoptar un comportamiento blando, difuso que enmascare su pura y dura realidad coercitiva para adaptarlo a la más amable realidad de las democracias de consumo.
El poder se enmascara dentro de un civilizado consenso corrupto sobre aquello que se debe y no se debe hacer.
Amablemente las consignas se transmiten a través de los medios de comunicación que son los primeros que saben su lugar y el papel esencial que se les reserva: el FMI respeta la decisión que los griegos puedan adoptar en el próximo referendum pero insinúa que existen opciones incorrectas, el ministro de Guindos nos dice que ahora los españoles han perdido el miedo a perder el trabajo... Constantemente, el sistema nos ofrece los discursos que componen esa zona de confortabilidad que define el lugar que debe ocupar la voluntad pòpular dentro de este sistema corrupto llamado democracia de consumo.
Discursos que traslucen la subordinación de la voluntad popular y de las personas que la componen a la gran lotería diaria en que se ha convertido lo económico.
Y ese lugar tiene que ver con no hacer olas, con no molestar ni estropear la fiesta de aquellos para los que verdadera y únicamente va a ser con toda seguridad el 2015 un año feliz e indudablemente mejor que el anterior.
Los demás, los que nos deseamos un 2015 mejor en el que indudablemente, y si hacemos lo que nos dicen que hagamos (no votar a Syritza o no tener miedo a perder el trabajo), contribuiremos a que el 2015 sea efectivamente un año muy feliz para ellos, tendremos que conformarnos con que la lotería de la tranquilidad nos siga tocando sin saber por cuanto tiempo, sabiendo como Marhuenda cuál es nuestro lugar dentro de esta tragicomedia llamada democracia de consumo, alimentando con nuestro tiempo y nuestra sangre a la bestia que quizá durante este 2015 que comienza nos devore.
El viaje de la modernidad termina aquí, en la Saló de Pasolini.
La orquesta del Titanic regresa desde el fondo del oceano para tocar para nosotros cada año nuevo.
¿Feliz 2015?
¿Es que no escuchas las carcajadas que llegan desde arriba cada vez que lo deseas?
Esto no va a ir a mejor, por lo menos no como antes de una manera más igualitaria que nos permitía a todos beneficiarnos como sociedad del progreso económico.
Ahora toda va a ser más injusto, más desigual.
Y dentro de ese contexto, a los de arriba siempre les va a ir bien, especialmente si sabes cuál es tu lugar y haces y dices lo que se espera de tí que hagas y digas, pero, a ti... bueno, te deseo lo mejor en esa lotería diaria de la supervivencia que será el 2015.