Por muchas vueltas que se de al tema, ningún político puede ser imputado.
Después de todo, un imputado no es otra cosa que una persona a la que se le atribuye la participación o comisión de un delito y lo que es inaceptable desde el punto de vista de la responsabilidad política es que las actividades de un político le coloquen en la situación de que existan indicios de los que se deduzca una hipotética participación en la comisión de un delito.
A mi entender este es el tema: un político ni puede ni debe estar cerca del delito, lo suficiente como para que exista la posibilidad de ser imputado.
Y lo terrible es que en este país hay la suficiente corrupción como para que nuestro umbral de hábito haya quedado muy por delante de este evidente concepto. .
La suficiente corrupción también como para que el propio sistema de casta política haya desactivado el propio concepto de imputación convirtiéndolo en poco más que un trámite de lo más normal.
Como contaba Paul Bowles en su maravilloso cuento "Te en el Sahara" en el que unas niñas, poco a poco, duna a duna, acaban perdidas en el desierto buscando el mejor lugar desde el que tomar el te, la sociedad española hace ya mucho tiempo que en este tema ha rebasado la raya y se encuentra muy lejos de lo que es honesto.
Porque no, no es normal que las acciones de un representante de la ciudadanía le lleven a la proximidad de ser sospechoso de la comisión de un delito.
Las cosas están así de viles.
Después de todo, un imputado no es otra cosa que una persona a la que se le atribuye la participación o comisión de un delito y lo que es inaceptable desde el punto de vista de la responsabilidad política es que las actividades de un político le coloquen en la situación de que existan indicios de los que se deduzca una hipotética participación en la comisión de un delito.
A mi entender este es el tema: un político ni puede ni debe estar cerca del delito, lo suficiente como para que exista la posibilidad de ser imputado.
Y lo terrible es que en este país hay la suficiente corrupción como para que nuestro umbral de hábito haya quedado muy por delante de este evidente concepto. .
La suficiente corrupción también como para que el propio sistema de casta política haya desactivado el propio concepto de imputación convirtiéndolo en poco más que un trámite de lo más normal.
Como contaba Paul Bowles en su maravilloso cuento "Te en el Sahara" en el que unas niñas, poco a poco, duna a duna, acaban perdidas en el desierto buscando el mejor lugar desde el que tomar el te, la sociedad española hace ya mucho tiempo que en este tema ha rebasado la raya y se encuentra muy lejos de lo que es honesto.
Porque no, no es normal que las acciones de un representante de la ciudadanía le lleven a la proximidad de ser sospechoso de la comisión de un delito.
Las cosas están así de viles.