Igual me vuelve a empezar a apetecer escribir ¡Quién sabe!
El presente por el presente es la pura descontextualización y esa pura descontextualización es la base de la forma más perfecta de dominación que es esta sociedad de consumo que lentamente va consumiendo lo poco que de seres humanos nos va quedando.
Sin un pasado del que responsabilizarse y un futuro en el que enmarcarse en este eterno posible todo es posible y ese todo no es otra cosa que la fantasía adictiva que la sociedad de consumo. El reino estructural de la diferencia, un paraíso artificial en donde todo es posible, donde nadie se debe a nada ni nada se debe a nadie.
No hay un anclaje en algo que pueda llamarse real, algo ajeno, no amoldable al deseo individual que a todos nos consumo y contra el que podamos medir el grado de nuestra locura.
Es el reino de los signos, de la pura diferencia, donde impera el valor de cambio, las meras y simples relaciones basadas en la repetición y en la diferencia.
La moda convertida en ontología que nos explica.
Sin pausa, sin límites, el animal que todos llevamos dentro campa a diestro y siniestro.
Convertidos en el embrutecido amo de la dialéctica hegeliana del amo y esclavo, esperando que la historia continúe a pesar de nosotros, por encima de nuestro deseo, que ciego ya cree que todas las cosas están disponibles en el mercado y pueden comprarse, incluso las que nunca podrán estar y nunca podrán comprarse.
Es una pena que ya no exista un afuera del que algún día pueda llegarnos los ecos de la triste canción de nuestra decadencia.
(Aunque seguro que no la escucharíamos definitivamente convertidos en un moderno Narciso perdido en el laberinto de todos los infinitos reflejos posibles)
El presente por el presente es la pura descontextualización y esa pura descontextualización es la base de la forma más perfecta de dominación que es esta sociedad de consumo que lentamente va consumiendo lo poco que de seres humanos nos va quedando.
Sin un pasado del que responsabilizarse y un futuro en el que enmarcarse en este eterno posible todo es posible y ese todo no es otra cosa que la fantasía adictiva que la sociedad de consumo. El reino estructural de la diferencia, un paraíso artificial en donde todo es posible, donde nadie se debe a nada ni nada se debe a nadie.
No hay un anclaje en algo que pueda llamarse real, algo ajeno, no amoldable al deseo individual que a todos nos consumo y contra el que podamos medir el grado de nuestra locura.
Es el reino de los signos, de la pura diferencia, donde impera el valor de cambio, las meras y simples relaciones basadas en la repetición y en la diferencia.
La moda convertida en ontología que nos explica.
Sin pausa, sin límites, el animal que todos llevamos dentro campa a diestro y siniestro.
Convertidos en el embrutecido amo de la dialéctica hegeliana del amo y esclavo, esperando que la historia continúe a pesar de nosotros, por encima de nuestro deseo, que ciego ya cree que todas las cosas están disponibles en el mercado y pueden comprarse, incluso las que nunca podrán estar y nunca podrán comprarse.
Es una pena que ya no exista un afuera del que algún día pueda llegarnos los ecos de la triste canción de nuestra decadencia.
(Aunque seguro que no la escucharíamos definitivamente convertidos en un moderno Narciso perdido en el laberinto de todos los infinitos reflejos posibles)