sábado, octubre 04, 2014

Monica de Oriol

Tiene su punto que Monica de Oriol, esa señora que simbólicamente hace que la boca y el culo se confundan, sea la Presidenta del Circulo de Empresarios.

Su compañía Seguriber se dedica a prestar servicios basados en el uso extensivo de la fuerza de trabajo. Ahora mismo, y sin ir más lejos, en la web de su empresa, hay una oferta de vigilante jurado en Palma de Mallorca.

Sólo una. No vayamos a emocionarnos todos con la vida.

Y, como digo, tiene su punto que la empresa de la presidenta de nuestros empresarios no pertenezca a las nuevas tecnologías o a la biogenética sino al sector de los seguratas, empresas que están sacando gran ventaja de esta nueva legislación laboral que está consiguiendo que tener trabajo no sea suficiente para ganarse la vida.

En este sentido, la dueña de Seguriber no puede decir cosas diferentes de las que dice.

La estupenda Monique con su look tan Telva moderno nos dice la verdad.

El mundo de Seguriber es así y el mundo laboral por extensión quiere llegar a ser así

Bárbaro, duro y cruel... sobre todo para sus trabajadores.

Por eso, Monica es su presidenta, porque ella está donde todos los demás quisieran estar.

Por eso, y teniendo en cuenta ésta realidad, yo la dejaría hablar, querría que no se callase nunca porque sus palabras nos dan la exacta medida del mundo insensato pero tan encantado de haberse conocido que estamos construyendo.

Un mundo en el que los canallas ya ni se molestan en disimular que lo son.

Un mundo en el que la medida de todas las cosas es lo instrumental y, como encarnación máxima de ese valor, el dinero.

Bienvenidos al fin del mundo

Lo reconozco.

"Bienvenidos al fin del mundo" es una tontería, pero me gusta.

Reconozco que tiene gracia que el final de la civilización tal y como lo conocemos, abocando a los humanos supervivientes a una dura vida en un apocaliptico mundo madmaxiano, tenga su origen en la ocurrencia de un loser descerebrado, perdido para siempre en la juventud perdida en los ochentas del siglo pasado.

Y esa ocurrencia no es otra cosa que reunir a su vieja pandilla de amigos del instituto para, en un perdido y triste pueblo del campo inglés, terminar algo inacabado por ellos en su momento: una runta por los doce pubs del pueblo, ruta que termina para cerrar el circulo en un pub llamado "El fin del mundo".

Esta es la idea que Gary King, interpretado por el siempre estupendo Simon Pegg, lleva hasta las últimas consecuencias en todos los sentidos de la palabra "últimas".

Lo que King y sus amigos descubrirán en Newton Heaven, lugar donde se encuentra esa milla dorada de doce pubs, será algo que excederá a sus limitadas y progresivamente alcoholizadas expectativas, algo misterioso y siniestro que no es que amenace el destino de la humanidad sino que muy al contrario la tutela.

Como digo, lo reconozco.

Desde "Shaun of the dead" soy muy fan total de los proyectos que en las Islas Británicas lleva a cabo Simon Pegg con la ayuda de su colega Nick Frost.

Sobre un mecanismo tradicional de la parodia, la mezcla de géneros y la profundización en las virtudes y defectos de los planteamientos narrativos de cada uno de ellos, Pegg construye historias que siempre se basan en muy buenas ideas, llenas de gracia e ironía que siempre consigue aprovechar en un correspondiente despliegue narrativo en el que la fina ironía y el humor más grueso y directo conviven en una cierta y a veces increíble armonía.

Memorable especialmente es esa escena en la que el enloquecido y borracho King sella el destino final de la tierra con una torpe y estereotípico discurso tabernario sobre el ser humano y su derecho a la libertad.

Pegg y Frost nunca me decepcionan.

"Bienvenidos al fin del mundo" está en la línea.

Divertida y recomendable.

viernes, octubre 03, 2014

La isla mínima

Hay lugares donde las cosas terminan, lugares fronterizos entre la nada y el algo que se convierten en improvisada costa donde van a amanecer los interminables restos de mil y un naufragios.

Estos lugares son de geografía mínima y esencial, espacios donde lo superfluo desaparece y sólo queda el contorno de lo esencial dibujándose desde su condición de algo sobre la nada inmensa que le sirve de escenario.

La elocuencia silenciosa de lo no dicho, de lo que no se dice nunca, no puede hacer otra cosa que resaltar como un heideggeriano dasein en ese espacio infinito entre la tierra y el cielo donde la silueta del hombre, lo único que queda cuando todo lo demás acaba, se dibuja expresiva, convertida en abandonada metáfora del deseo convertido en las historia que ha llevado a ese ser hasta allí, al naufragio convertido en una de las bellas artes.

Imagino que en todo ésto, y cosas similares, estaban en la cabeza de Alberto Rodríguez cuando decidió llamar "La Isla Minima" a su historia.

En tal escenario extremo, mínimo por tan cercano a la nada Rodríguez quiere poner en valor el perfil de la transición española a través de unos personajes y una historia que como no podía ser de otra manera resaltan en toda su complejidad contra un paisaje árido, desprovisto, el de las marismas del Guadalquivir que tan bien pintara Carmen Lafón, en el que la tierra empieza a confundirse con la nada vacía del mar.

Y el resultado es espectacular.

"La Isla Minima" es un thriller denso y profundo, sobre cuya superficie flota la desaparición de unas niñas investigada por dos policías a principios de la década de los ochentas del siglo pasado; pero una superficie que como ese cielo protector del que hablara Bowles oculta toda una profunda complejidad.

La complejidad de una desigual sociedad agraria casi decimonónica que somete a la mayoría de sus miembros a una explotación de la que precisamente las jóvenes asesinadas intentan escapar, pero también complejidad cruel porque sobre esa desesperada necesidad un asesino psicópata ha construido su tela de araña mortal.

Y sobre esta realidad sobrevolando la alargada sombra de la transición, espacio también fronterizo en el que conviven los dos policías protagonistas, magníficamente interpretados por Raúl Arévalo y Joaquín Gutierrez, uno a cada lado del puente que esa transición pretende salvar y en los dos la vida uniéndoles en el enfrentamiento a la injusticia y el horror.

Magnífica.



jueves, octubre 02, 2014

Los politicos honestos juegan un papel esencial en los sistemas corruptos: con sus silenciosas presencias anónimas hacen posibles los discursos que niegan lo sistémico y las generalizaciones.
Mientras haya un político honesto los demás siempre podrán negar que son un sistema.

miércoles, octubre 01, 2014

“El afán de lucro no es algo «natural» al hombre. ≪Uno de los rasgos característicos de la economía primitiva es la ausencia del menor deseo de sacar beneficio, ya sea de la producción, ya sea del intercambio≫ (Thurnwald, Economics in Primitive Com-munities, 1932, p. XIII. ≪Otra noción que conviene desacreditar, de una vez por todas, es la del hombre económico primitivo que se encuentra en algunos manuales de economía política≫ (Malinowski, Ar-gonauts of the Western Pacific, 1930, p. 60)”
“Hay algo que tienen en común esta mentalidad y estas situaciones: son los sentimientos de los seres que se saben oprimidos por los imperios blancos desde hace siglos. Este mundo nuestro de la gran moratoria, de la libertad frente al temor y la miseria, no tiene nada que ver con ellos; no confían en él ni un ápice, porque sus fundamentos se hunden en los huesos de los pueblos de color. Consideran que nuestro parloteo sobre los derechos humanos e suna hipocresía descarada; lo que se les hizo a los judíos, afirman, responden a los modos usuales de dominación de los blancos en los cuatro continentes”.

lunes, septiembre 29, 2014

Referendum

¿Cómo se abordan las peculiaridades en una democracia?

Recordemos que en las últimas elecciones generales del 2011, el porcentaje de votantes a partidos en favor del referendum fueron más o menos los mismos que los votos de los partidos en contra de ese derecho a decidir. Y no hablemos de los resultados de las últimas elecciones autonómicas.

De esta distribución de voto debería deducirse que la distribución de ese deseo a decidir en Cataluña es diferente de manera consistente a la distribución de ese deseo en el resto de España.

En una sociedad abierta, la mayoría debería tener en cuenta el deseo de esa consistente peculiaridad local y, como mínimo, permitir su expresión.

La calidad de la democracia está también en el modo en que ésta tiene en cuenta la voluntad de las minorías a las que un tema atañe de manera más clara y directa que el resto de la colectividad y que expresan con consistencia una diferencia.

No se trata de un capricho sino de la voluntad de una buena parte de los más directamente afectados.

Por eso, tendría todo el sentido que el Congreso Español, atendiendo a lo peculiar de la especificidad del deseo de los catalanes, permitiera ese referendum y ayudase a llevarlo a cabo.

No se trata de que las minorías se impongan a las mayorías sino permitir que las minorías se expresen y, lo que es más importante, que demuestren que son tal.

Por eso, no es un tema de respeto a la ley.

Hay una clara voluntad de expresar una idea contraria escondiéndose bajo la máscara del respeto a la ley, porque cuando hay acuerdo las leyes no son un problema. Se cambian.

Y si bien es cierto que una de las formas en que se expresa la democracia es el respeto a la ley, no es menos cierto que reducirlo todo al inflexible respeto a la ley implica un importante tic autoritario porque, y como digo, cuando conviene y hay acuerdo, las ayer inflexibles e inamovibles leyes, hoy se cambian.

Una vez más el debate político es hipócrita.

Las voluntades se esconden tras las formalidades y los temas se confunden y mezclan equiparando el derecho a expresarse con la definitiva expresión.

Subyaciendo además el definitivo tic autoritario que reduce el derecho a expresión directa a unas elecciones cada cuatro años, elecciones precedidas de quince días de campaña electoral en los que se promete cualquier cosa a cualquier precio, campañas basadas en un programa que pocas veces se cumple y contra esas mentiras e incumplimientos el ciudadano se encuentra indefenso una vez que firma el cheque en blanco de su voto.

Durante esos cuatro años el ciudadano no puede expresar su acuerdo o desacuerdo en puntuales temas críticos cuya decisión queda en manos de sus representantes.

Y todo esto estaría bien si, al depender esos cuatro años, de esos quince días de campaña electoral, los partidos quedasen legalmente obligados a cumplir lo hablado o prometido, pero ni eso.

Por ahora quieren tenerlo todo.

Por ahora lo tienen.

Y por lo visto ni los matices ni las peculiaridades son relevantes en una democracia.

domingo, septiembre 28, 2014

La Casa de Bambú

Dirigida en 1955 por el norteamericano Samuel Fuller, "La Casa de Bambú" es una de las películas mas sobresalientes de su filmografía.

Remake de una película de segunda fila titulada "La calle sin nombre" de 1948, "La Casa de Bambú" muestra todas las virtudes de Fuller como nerrador: la simplicidad pulp de un argumento de sección de sucesos convenientemente envuelto en un atractivo envoltorio de violencia y sexo.

La violencia es omnipresente en el cine de Fuller: una violencia que no sólo se manifiesta en su manera habitual, a través de la acción, sino también en la actitud de los personajes y el modo en que se relacionan entre si, siempre desde el cinismo, la manipulación y la desconfianza, convertidos en animales que luchan por la supervivencia en el cruel día a día de la jungla de asfalto.

Y el sexo también.... En el cine de Fuller y en consonancia con su planteamiento sensacionalista y pulp, siempre hay mujeres que existen en un mundo de hombres convertidas en objeto del deseo...

Pero, y en cualquier caso, lo más atractivo de "La Casa de Bambú" es el mundo que muestra en poderosas imágenes filmadas en Cinemascope y ese mundo no es otro que el Japón ocupado por los Estados Unidos a principios de la década de los 50's.

En la línea de muchos titulos contemporáneos del cine negro rodados completamente en exteriores, como "La Ciudad Desnuda" de Jules Dassin "La Casa de Bambú" traslada ese modelo realista desde la ciudad de Nueva York al desconocido Japón para la mayoría del público norteamericano y mundial.

Asi, Fuller rueda las calles del Japón con el mismo pulso con que Dassin fotografiará la ciudad de Nueva York en la antes mencionada "La Ciudad Desnuda" o Paris en "Rififi". Calles y callejones, paisajes cotidianos donde la gente tiende la ropa o hace la compra, espacios urbanos comunes donde se desarrollan historias de vida normales y corrientes, ajenas al oropel aspiracional del cine clásico.

En este sentido, "La Casa de Bambú", ambientada en el mercado negro que se desarrolla alrededor de la ocupación norteamericana, ofrece un complementario interés casi documental y seguramente pocas películas, incluidas las propias japonesas, han pulsado ese existir cotidiano del Japón urbano de la década de los cincuentas.

En ese escenario sucede una pequeña historia de rateros protagonizada por una violenta banda de criminales norteamericanos que buscan hacer dinero al criminal modo americano en las calles japonesas. Sus andanzas se cruzaran con los pasos perdidos de un vagabundo llamado Eddy Spanier (Robert Stack) que ha llegado a Japón siguiendo la llamada de un amigo, miembro de la banda.

Una vez en Japón, Spanier se encontrará sin amigo y con lo puesto viéndose obligado a sobrevivir haciendo lo que mejor sabe y llamando la atención de Sandy Dawson (Robert Ryan), el jefe de la banda.

El resultado es una película de acción entretenida en todo momento y que reúne todos los grandes elementos del cine negro a partir de la relación de fascinación mutua que establecerán Dawson y Spanier.

Ninguno será lo que parece ser: Ni Dawson tan duro ni Spanier tan vagabundo.

El cine de Fuller siempre es entretenido.


sábado, septiembre 27, 2014

El corredor del laberinto

Hay estructuras narrativas muy eficaces, que siempre funcionan.

Una de ellas es enfrentar una historia compleja, de diversas implicaciones, desde la perspectiva finalista y micro de un sujeto individual que padece las consecuencias de aquello todavía no descubierto, no narrado.

Hitchcock utilizó esta estructura en muchas de sus películas.

Sus protagonistas siempre irrumpen o son victimas de situaciones que les superan, que les atrapan y que aquellos deben desentrañar para escapar.

Como el Roger Thorndike de "North by Northwest", sus protagonistas experimentan la fuerza ciega y en apariencia imparable de una situación que encierra la complejidad de una narración; una situación que, de un minuto a otro, les convierte en sorprendidas victimas en trance de ser aplastadas y cuyo misterio por narrar deben resolver para escapar.

Así, el escapar, la acción que el héroe despliega, se convierte en la pura narración, una narración en la que se ignora lo que está delante, que siempre es una amenaza, y cuya principal atractivo es ese proceso de descubrimiento en sí.

"El corredor del laberinto" reproduce esta fórmula de una manera bastante acertada, por lo menos, en sus comienzos donde el espectador tiene la misma información que el protagonista enfrentado a una realidad en la que de pronto se encuentra inmerso de manera fortuita y que desconoce.

Y la película funciona porque funciona ese mecanismo de descubrimiento, de desenmascaramiento de esa realidad sobrevenida, que le rodea incomprensible y amenazadora.

No funciona tanto conforme la película avanza y las preguntas que la propia historia plantea han de ser respondidas.

De siempre es sabido que, si bien es difícil hacer un planteamiento interesante, mucho más complicado es dar con un desenace que esté a la altura de la fascinación que las preguntas sin respuesta han produdico mientras han sobrevolado como presencias fantasmales la narración.

En este sentido, la resolución que además se plantea en diferido a lo Cospedal termina pinchando el globo decantándose por una de las opciones más prosaicas de entre las que quién les escribe había barajado y sospechado mientras los protagonistas buscaban la salida al laberinto que da titulo a la película.

En cualquier caso, ésto último no deja de ser una opinión, debiendo predominar una valoración positiva basada en una historia de acción que mantiene el suspense de manera convincente, con esa credibilidad basada en la verosimilitud, en el efecto de verdad, que siempre es mano de santo en la narración cinematográfica.

"El corredor del laberinto" funciona como producto, pero también, y lo que es más importante, como película franquicia que inicie una saga de películas que sin duda no se harán esperar.

Entretenida.

viernes, septiembre 26, 2014

“Pero lo que enmudeció en las primeras décadas tras 1945, sofocada por el miedo apocalíptico de la bomba, fue la voz de la crítica elemental de la civilización. Los que elogiaban el milagro económico con sus montañas de mantequilla y sus despieces masivos no percibieron ni política ni emocionalmente que el bienestar de las llamadas naciones avanzadas sólo era posible gracias a una ingente aceleración de la obtención de recursos y mediante la expansión de un imperio energético y de materias primas global. Esta libertad frente al temor y la miseria se compró mediante la apropiación de los recursos de los vecinos más débiles y del futuro de nuestros hijos y nietos”.
“El socialismo es ante todo la tendencia inherente a una civilización industrial para transcender el mercado autorregulador subordinandolo conscientemente a una sociedad democrática. El socialismo es la solución que surge directamente entre los trabajadores, quienes no entienden por qué no ha de estar la producción directamente regulada, ni por qué los mercados no han de ser un elemento útil, pero secundario, en una sociedad libre. Desde el punto de vista de la comunidad en su conjunto, el socialismo es simplemente una forma de continuar el esfuerzo para hacer de la sociedad un sistema de relaciones realmente humanas entre las personas que, en Europa occidental, ha estado siempre asociado a la tradición cristiana”.

domingo, septiembre 21, 2014

The normal heart

Basada en la obra teatral del mismo nombre escrita por Larry Kramer, "The Normal Heart" es una película de la HBO para televisión que nos cuenta la desgarradora y autobiográfica experiencia de Kramer enfrentado a los estragos que el SIDA.

"The Normal Heart" se centra en el periodo que va de 1981 a 1984, más o menos el tiempo que tuvo que emplear la comunidad médica para generar un posicionamiento común con respecto a la enfermedad.

En ese periodo de tiempo, la enfermedad campó a sus anchas afectando a la comunidad gay de Nueva York de la que Kramer convertido en su alter ego Ned Weeks (magníficamente interpretado por Mark Ruffalo) formó parte.

La historia nos muestra los esfuerzos por organizarse de la propia comunidad gay para defenderse de la enfermedad así como las sucesivas muertes de alguno de sus miembros, centrándose especialmente en la pareja del propio Weeks, pero el punto central es el enfrentamiento entre dos maneras de entender esa lucha: la del propio Weeks, que busca un perfil alto y el enfrentamiento directo con una sociedad asustada y discriminante que les da la espalda y el del resto de compañeros, centrados en un perfil más bajo, buscando no hacer demasiadas olas y, asumiendo las inevitables razones de ese rechazo, priorizando lo posible frente a lo probable y corporeizandolo en una manera de luchar que pasa por aceptar un statu quo que les relega a una condición secundaria, siguiendo unas reglas de juego que Weeks rechaza.

El autor no ha buscado una crónica puntual del momento sino una crónica emocional, siguiendo los acontecimientos desde su propia y experiencia y punto de vista, sin duda alguna buscando convocar sus demonios y mostrarlos en un esfuerzo por mostrarse en su manera de ser, quizá buscando algún tipo de explicación ante aquellos que le desaprobaron... Seguramente, sigue sin estar de acuerdo con aquel perfil bajo que sus compañeros quisieron seguir, sin duda una postura razonable teniendo en cuenta que poco se podía hacer ante una enfermedad que estaba aún por concretar.

En este sentido, Kramer no hace demasiado por explicar la postura conservadora que adoptaron sus compañeros, mezclándola con los habituales (y ciertos) discursos de discriminación, haciéndolos pasar por, como mínimo, timoratos y olvidando que por mucha ayuda que hubieran recibido las muertes no hubieran podido ser evitadas ya que, entre 1981 y 1984, la causa ni siquiera estaba identificada.

Por el contrario, y ante la contención de sus compañeros, Kramer/Weeks se presenta ante el espectador en una tremenda y constante Cabalgata de las Walikirias de emocionalidad en la que su sentir ante los terribles acontecimientos que ha de vivir es lo único que importa y cuenta, pareciendo toda la obra un nuevo intento de discutir que el incorregible Kramer/Weeks lanza a quien quiera escucharle.

No me queda claro que el tiempo haya ayudado a Kramer a entender la posición de sus compañeros reducidos a lo único que podían ser en aquel momento: coadyuvantes en el dolor y circunstancialmente enterradores de aquellos infortunados que el virus se llevaba por delante.

Y me parece que se esconden grandes historias en los silencios de muchos de esos compañeros que discrepan con la manera de hacer de Kramer empeñado en una revolución imposible en lo más profundo de la conservadora era Reagan, una revolución con el objetivo imposible de salvar las vidas de los afectados.

Así, "The Normal Heart" se me presenta como la historia de una enrabietada impotencia, procesada constructivamente por algunos y destructivamente por otros, frente a un destino inevitable que en forma de enfermedad mortal e incurable se cernió sobre la comunidad gay neoyorquina.

En cualquier caso, "The normal heart" es una película apasionante, llena de fuerza y emocionante como pocas.

La siempre desgarrada perspectiva de las victimas.

Absolutamente recomendable.

viernes, septiembre 19, 2014

El hombre más buscado

Uno de los grandes talentos de John le Carré como escritor es su enorme capacidad de saltar de lo macro, los intereses creados que mueven a sus personajes, a lo micro, los efectos casi siempre melancólicos y de pérdida que tiene para las vidas de aquellos el excesivo protagonismo que sobre sus vidas tiene su papel de jugadores dentro de ese gran juego que practican en sus papeles de alfiles o peones.

"El hombre más buscado" se basa en una novela de John le Carré quién, una vez terminada la guerra fría, busca acomodar a la nueva realidad mundial su mundo de fieles servidores de una causa que les arrebata el alma.

La novela tiene lugar en la ciudad de Hamburgo y sigue las andanzas de Gúnther Bachmann, un agente de inteligencia alemán dedicado al trabajo de sucio de infiltrarse en la comunidad musulmana para combatir el terrorismo islamista.

Su radar detectará la presencia en la ciudad de Isaa Karpov, un checheno de oscuros orígenes que representará para Bachmann una extraordinaria oportunidad para tejer una nueva tela de araña.

En torno a la historia que enlaza a Bachmann con Karpov se darán una cita toda una serie de personajes que compondrán uno de esos paisajes corales que tanto gustan a Le Carré.

Personajes cuyos destinos se unen para componer un complejo entramado de necesidades, intereses y aspiraciones; entramado que siempre está gobernado de una manera fatalista por una mecánica determinista, casi darwinista, en el que siempre el más fuerte lleva todas las de ganar explotando la debilidades de los perdedores; debilidades que siempre encuentran su procedencia en los vicios privados y en absoluto en las virtudes públicas.

Así, "El hombre más buscado" es un típico hijo del universo Le Carré.

No obstante, la adaptación cinematográfica del fotógrafo devenido a cineasta Anton Corbijn resulta manifiestamente mejorable, especialmente en la precisa y ajustada proporción entre lo macro y lo micro.

A Corbijn se le va un poco la mano en lo micro y el ritmo de la película se resiente, resultando con su énfasis en la psicología de los personajes un tanto torpe y morosa en su desarrollo, siendo además esa psicología demasiado plana y/o evidente en bastantes casos.

El resultado es una narración que dedica demasiado tiempo a mostrar cosas que resultan obvias y evidentes por sí mismas, especialmente la relación (un poco tonta) entre Karpov y la abogada que lastra la película con una simplicidad que Corbijn intenta complicar o trascendentalizar sin terminar de conseguirlo tampoco.

En resumidas cuentas, "El hombre más buscado" no estará nunca entre las mejores adaptaciones cinematográficas de textos de John Le Carré, pero cuenta con la presencia estelar de Phillip Seymour Hoffmann quién da vida al atormentado Bachmann con su habitual talento de siempre.

Aceptable.



lunes, septiembre 15, 2014

“Durante semanas me abrumó la pena, que se había posado sobre mí como un gran pájaro que empollara a sus crías. Y luego, un buen día, sencillamente, emprendió el vuelo. Así aprende uno los límites del amor, los límites del dolor”
(El Intocable, John Banville)

El diablo de las aguas turbias

Sin duda alguna Samuel Fuller es uno de los directores más pulp del cine norteamericano clásico.

En sus películas predomina la acción sobre el diálogo, la pura fisicidad de una acción directa, desábrida, en bastantes ocasiones despiadada en el que los matices y la pausa no tienen demasiado lugar.

En buena medida la experiencia de Fuller como periodista de sucesos, primero, y la posterior experiencia como combatiente durante la II Guerra Mundial, le inspiraron a la hora de orquestar esa afilada agilidad para contar que caracteriza a su transparente estilo de artesano en el mejor sentido de la palabra.

No es de extrañar que los jóvenes airados de la nouvelle vague europea reivindicaran sus películas, convertidas en un lugar para la esperanza frente al pesado cine que llamaban de qualité y que no era otro que el cine convertido en un escenario donde desplegar los arpegios y floripondios de la gran cultura.

Sin ellos, y especialmente sin Godard o Wenders, que le eligieron para participar como actor en alguna de sus pèlículas, Fuller sería probablemente uno más en la larga lista de buenos profesionales a la hora de contar historias con imágenes.

Con la Guerra Fria como fondo, "El diablo de las aguas turbias" es un estupendo thriller de aventuras y espionaje en el que los tripulantes de un submarino fletado por una organización filantrópica de científicos se introducirán en las fauces de la China Comunista para descubrir una criminal conspiración que, por supuesto, amenaza la seguridad del mundo libre.

Todo resultaría aburrido y previsible de no ser por ese toque afilado que Fuller siempre supo dar a sus historias y que aquí brilla por su presencia, especialmente por la cínica y descreída presencia de Jones estupendamente interpretado por un Richard Widmark capaz de conferir a sus personajes un interesante toque inestable y peligroso que siempre los hace parecer poco de fiar.

El resultado es más que aceptable, un clásico dentro de ese subgénero del cine bélico que tienen como protagonista a los submarinos y lo mal que lo pasan quienes van dentro de ellos.

Entretenida.

sábado, septiembre 13, 2014

Al contrario de lo que se cree, es al revés: no hay miseria sin capitalismo…

“Las consecuencias de la institucionalización de un mercado de trabajo resultan patentes hoy en los países colonizados. Hay que forzar a los indígenas a ganarse la vida vendiendo su trabajo. Para ello es preciso destruir sus instituciones tradicionales e impedirles que se reorganicen, puesto que, en una sociedad primitiva, el individuo generalmente no se siente amenazado de morir de hambre a menos que la sociedad en su conjunto se encuentre en esa triste situación. En el sistema territorial de los cafres (kraat), por ejemplo, ≪la miseria es imposible; resulta impensable que alguien no reciba ayuda si la necesita≫. Ningún kwakiutl ≪ha corrido nunca el menor riesgo de padecer hambre≫. ≪No existe hambre en las sociedades que viven en el límite del nivel de subsistencia≫… Como si se tratase de una ironía del destino, la primera contribución del hombre blanco al mundo del hombre negro fue esencialmente hacerle conocer el azote del hambre. Fue así como el colonizador decidió derribar los arboles del pan, a fin de crear una penuria artificial, o impuso un impuesto a los indígenas sobre sus chozas, para forzarlos a vender su fuerza de trabajo. En ambos casos, el efecto es el mismo que el producido por las enclosures de los Tudor con sus estelas de hordas vagabundas. Un informe de la Sociedad de Naciones menciona, con el horror consiguiente, la reciente aparición en la sabana africana de ese personaje inquietante característico de la escena del siglo XVI europeo: ≪el hombre sin raíces≫… Ahora bien, lo que el blanco practica aun hoy coyunturalmente en tierras lejanas, concretamente la demolición de las estructuras sociales para obtener mano de obra, lo han hecho también los blancos en el siglo XVIII sobre poblaciones blancas con los mismos objetivos”.

Gravity

Las pretensiones no le vienen nada bien al actual cine comercial basado en la espectacularidad y los efectos especiales.

La necesidad de tener que contar una historia, describir personajes creíbles, desarrollar vínculos y situaciones se convierte en la necesidad neurótica de ser algo más de aquello que se es: un espectáculo industrial de entretenimiento.

Y se pierde demasiada energía en encontrar anclajes en territorios próximos a la ficción vestida con los esplendidos ropajes que proporciona el arte, cuando en realidad debiera caminar desnuda mostrándose como puro espectáculo de la acción,

Porque al final ese espacio que se dedica de manera aspiracional a la historia se convierte siempre en un lastre para el propio proyecto ya que la realidad se impone y nunca termina de haber espacio suficiente para desarrollar de manera convincente esa coartada que intenta hacer pasar al producto meramente de entretenimiento por algo más profundo y serio.

Cuarón parece haberlo entendido perfectamente y en esta espectacular "Gravity" convierte una situación en la historia que da soporte a la película y cuando escribo ésto quiero escribir que en "Gravity" no hay nada más que lo que sucede.

A diferencia de otras películas pertenecientes al género de catastrofes al que "Gravity" sin duda pertenece no hay espacio para las historias, sabemos lo justo de los personajes que la protagonizan, lo suficiente porque lo importante es lo que les sucede, la situación que viven con el espectador de manera exigente y arrolladora.

La situación que nos cuenta "Gravity" es la que vive la doctora y astronauta Ryan Stone
(Sandra Bullock), superviviente de un accidente espacial,  y protagonista de un agónico esfuerzo por encontrar abandonada en el espacio a un planeta Tierra que siempre está al alcance de su mano.

Como digo, la historia que soporta "Gravity" es algo tan anecdótico y pequeño como ese esfuerzo extremo de supervivencia que, perseguida por la muerte, despliega la doctora Stone en la órbita del planeta Tierra.

No hay nada más, ni tampoco nada menos.

Y el resultado es sencillamente espectacular.

"Gravity" genera tanta tensión y suspensa en el espectador que "de facto" es un thriller sucediendo sobre las convenciones del género de catástrofes.

Muy, muy interesante como concepto.

Muy, muy recomendable como espectáculo.

Fargo

En el momento en que escribo no recuerdo muy bien la película de los Hermanos Cohen en que se inspira esta serie de diez capítulos para la televisión.

Sólo recuerdo algo que la serie mantiene: el feeling inhóspito y solitario que transmite el frío paisaje del medio oeste norteño norteamericano, un paisaje que resume de manera poética un contenido que la serie transmite, a mi entender, con brillantez.

Se me aparece omnipresente en "Fargo" la nostalgia de una arcadia perdida, la nostalgia de una pérdida de valores que el comportamiento criminal de Lorne Malvo y Lester Nygaard, magníficos respectivamente Billy Bob Thornton y Martin Freeman,despliegan a lo largo de la historia convertidos en una suerte de maléficos Tom y Jerry .

Toda esa violencia, toda esa sangre impactan de manera demoledora sobre la mirada de personajes como el sheriff Oswalt o la oficial Solveson quienes desde el asombro intentan lidiar con una manera de ser y entender la vida que no tiene nada que ver con el deber ser que debería regir el comportamiento del individuo en una comunidad como la suya.

En ellos, hay siempre un punto de superación y desborde con respecto al mal que sucede en la puerta misma de sus casas, un mal contra el que parecen indefensos refugiados en la melancolía de una pérdida mientras al mismo tiempo, y como pueden, intentan combatirlo.

Este aspecto queda muy bien reflejado en esa historia que la oficial Solveson cuenta a un Nygaard que, por supuesto, es incapaz de entenderla. La historia de alguien que pierde un guante cogiendo un tren y ante la imposibilidad de recuperarlo decide tirar el otro con la esperanza de que quien encuentre el primer guante pueda encontrar los dos.

Este altruismo y esta generosidad brilla por su ausencia en una realidad que, en lugar de ser el escenario de esa utopía comunitaria de convivencia, es una jungla donde diariamente se celebra una deshábrida y fria ceremonia de persecución de intereses y necesidades que acerca a los humanos a la degradante condición de animal.

"Fargo" ahonda en un sentimiento de pérdida y destila una suerte de resignada melancolía ante lo inevitable del mal que relega al bien a una indefensa y precaria condición siempre amenazada, siempre en peligro.

Y tiene un punto de cuento terrible que un predicador podría bramar ante las nobles, buenas y humildes gentes de su parroquia, gente como la oficial Solveson y el sheriff Oswaldt, buenos hijos de dios obedientes y temerosos.

Brillante



jueves, septiembre 11, 2014

"I cannot compete with the news..."


domingo, septiembre 07, 2014

Austerlitz

La batalla de Austerlitz es una de las grandes victorias militares de Napoleón Bonaparte.

Librada a principios de diciembre de 1805 en lugares que hoy pertenecen a la República Checa, en Austerlitz el moderno y móvil ejército napoleónico pulverizó a los ejércitos de una nueva alianza de las monarquías tradicionales, en este caso austriacos y rusos.

Inferiores en número las tropas francesas hicieron de la necesidad virtud basándose en una estrategia de su comandante en jefe que se dedicó a alentar las creencias y prejuicios de austriacos y rusos con respecto a lo incontestable de su superioridad numérica.

Puede decirse que con astucia Napoleón ofreció a sus enemigos lo que más deseaban, su derrota, incluyendo además una manera de hacerlo.

El punto central del campo de batalla era una ligera meseta que ocupaban los rusos y desde la que dominaban las posiciones francesas teniendo ventaja estratégica y táctica, Napoleón se mostró débil y dubitativo, deseoso de retirarse ofreciendo a sus enemigos el concepto estratégico de una deseada retirada hacia Viena y el concepto táctico de mostrar un flanco débil por el que sus enemigos pudieran atacarle para precisamente cortar esa deseada retirada.

El secreto objetivo de Napoleón era hacer que su enemigo se moviese hacia sus flancos dejando libre el centro donde se encontraba la meseta de Platzen y desde la que podría dominarles. La rapidez y movilidad de sus fuerzas haría que fuese siempre demasiado tarde para sus enemigos en el caso de que esto sucediese así.

En este sentido, todo sucedió tal y como Napoleón planeó.

Las tropas monárquicas cayeron en la trampa y fueron pulverizadas en posición de ventaja por la artillería y la caballería napoleónica en una huida en desbandada por una zona pantanosa desfavorable.

Austerliztz marca el cénit del talento de Napoleón como personaje histórico y el cineasta francés Abel Gance para quién el emperador siempre fue un personaje importante especialmente teniendo en cuenta su monumental e inacabada "Napoleón" (1927) encontró en este episodio de la historia una manera de terminar su retrato del emperador francés.

En 1960 y en el final de su carrera Gance rueda esta "Austerlitz" como una manera de contar su visión de Bonaparte, por éso lo principal de la película no es la batalla sino el personaje histórico magnificamente interpretado por Pierre Mondy.

"Austerlitz" nos cuenta quién era Napoleón según Gance centrándose en un único momento esencial de su vida.

"Austerlitz" es ese momento que puede dar cuenta del todo porque lleva en sí mismo la impronta total del personaje..

Una de las cosas que se hecha en cara a esta infravalorada película es su carácter teatral y el poco partido que se le saca a la batalla desde un punto de vista cinematográfico. Todo lo contrario de lo que haría unos años más tarde el director ruso Sergei Bondarchuk con su "Waterloo": una película deacción, llena de panorámicas de grandes movimientos de tropas sobre el campo de batalla; porque en "Austerlitz" Gance no nos muestra la batalla. Nos muestra lo que realmente tiene importancia para él, un admirador incondicional del corso. su talento estratégico para definir la batalla y su gestión carismática del estado mayor y por extensión de su ejército.

Y así la larga secuencia de la noche anterior a la batalla es uno de los momentos más memorables de la película. En un crescendo de tensión Gance nos muestra al emperador dando ordenes y gestionando desde su cabeza la victoria que se producirá.

El Napoleón de Gance, interpretado de manera directa y arrolladora por Mondy resulta atractivo y fascinante, todo un líder al que es inevitable no seguir con la guinda final de una maravillosa humanización que deja al espectador indefenso ante tanta seducción: Napoleón se retira una hora a dormir y encuentra a su asistente dormido en su camastro, lejos de despertarle el emperador coge una silla para dormir junto al catre.

Maravilloso.

Para Gance, Napoleón era pueblo, un verdadero hijo de la revolución: el autoritario puño en que ésta se transforma como consecuencia de la necesidad de combatir a sus enemigos.

La necesidad hecha virtud y lo que Gance hace con talento es mostrarnosla con éxito.

Me ha gustado mucho "Austerlitz".