sábado, julio 29, 2006

POSEIDÓN

En 1972, Irwin Allen produjo "La aventura del Poseidón" inaugurando con el éxito obtenido uno de los géneros más típicos de la década de los setentas: el cine de catastrofes.

La película se basaba en un libro homónimo de Paul Gallico publicado el año 1969, quién a su vez se inspiró en la leyenda marina de las grandes olas y en un suceso que vivió viajando por el Atlántico en el "Queen Mary": El barco fue golpeado de forma inesperada por una gran ola que hizo tambalear el barco hasta el extremo de llevarle a pensar en la posibilidad de volcar.

El proyecto costó cinco millones de dólares y cosechó, sólo en los Estados Unidos, cuarenta y dos.. El filón estaba abierto y fue explotado con producciones como "El coloso en llamas" o "Terremoto", proyectos que combinaban desastres de todo tipo con un reparto lleno de estrellas (muchas de las cuales acababan estrelladas durante el metraje).

"La aventura del Poseidón" es, a mi entender, una buena película. Es una de mis favoritas y, para mi gusto, la mejor dentro del género que inauguró.

Ahora, Hollywood ha decidido revisitar este clásico para pasarlo por el tamiz de los efectos especiales digitales y el resultado es "Poseidón", una película -para entendernos- mucho mejor de lo que se dice y comenta pero que - en mi opinión- está por debajo de su predecesora principalmente en los aspectos de historia e interpretación.

En general, la película funciona. Hay tensión y se pasa mal rato. En la sesión a la que asistí la gente se mordía las uñas e incluso llegaba a taparse los ojos en ciertos momentos culminantes de la película. Aspectos todos que hablan de una narración eficaz y convincente, apoyada en unos efectos especiales brillantes y en una historia que en líneas generales ya mostró eficacia en su momento... y que sigue funcionando.

Y que sigue funcionando... aunque la desaparición del airado sacerdote, que con tanto brio interpretaba Gene Hackman en la primera versión, rebaja un tanto el sentido de la historia.
No olvidemos que "La aventura del Poseidón" es principalmente -y por increíble que parezca- la historia de un hombre que no se resigna.
Una vez el buque ha volteado el relato, mediante el personaje del reverendo Frank Scott, plantea la disyuntiva de esperar a ser rescatados o de hacer algo más. El inconformismo de Scott ante un destino que parece escrito de antemano y pronunciado por el capitán genera una fractura en el grupo de supervivientes: los que se quedan y los que deciden moverse, hacer que las cosas pasen:

"We're cut off from the rest of the world. They can't get to us. Maybe we can get to them".

No en vano, y esa misma mañana, Scott pronuncia un sermón en el que expone sus heterodoxas ideas:

"So what resolution should we make for the new year? It's to let God know that you have the guts and the will to do it alone. Resolve to fight for yourselves, and for others, for those you love."

La historia creada por Gallico es algo más que una catástrofe.
Es un camino barco arriba en busca de la salvación, de la luz, como bien se muestra al final de la misma.

"La aventura del Poseidón" habla de las decisiones que se toman y de las consecuencias que trae el tomarlas, de la absoluta ausencia de certezas y garantías externas al convencido interior del hombre mismo, de la soledad ante la incertidumbre del destino asumido (¿es más correcto esperar? ¿es mejor marcharse?), de la perseverancia como principal forma de supervivencia y último refugio del individuo constantemente cuestionado por el azar y la duda.

"La aventura del Poseidón" habla de la eterna soledad que acompaña cada decisión que se toma, del constante asedio de la incertidumbre y de la firme convicción como desesperado asidero, último refugio de nuestra levedad.

Todos estos aspectos desaparecen en la nueva versión, más orientada al hecho puro y duro de la evasión contra reloj. La película pierde la fuerza vital que la anima, animando a sus personajes y queda reducida a un mero mecanismo hueco de entretenimiento... que funciona.

"Poseidón" no pasará a la historia del cine, ni siquiera será recordada entre las mejores películas del año, pero seguro que proporcionará a todos aquellos que la vean un "buen" mal rato.

Aunque yo, personalmente, me quedo con la versión de 1972 y el reverendo Scott sacrificando su propia vida en el altar de la certidumbre, agotándose como héroe hasta el extremo de llegar a desaparecer.

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