domingo, agosto 30, 2015

Podemos... después del verano

Recomiendo muy encarecidamente la visión en youtube del programa "El proyecto europeo" de la tertulia política "Fort Apache" que modera el líder de Podemos Pablo Iglesias.

Publicado el pasado 8 de agosto, el programa claramente conjuga el nuevo posicionamiento de la formación de izquierdas tras la enorme hostia recibida a través de Tsipras antes del verano.

El resultado es bastante triste.

Después de todo el objetivo va a ser disputar la hegemonía de la izquierda a los socialdemócratas para conseguir instaurar una suerte de nueva socialdemocracia, la que se tiene que llevar ahora, la que asume que no se puede vivir fuera del euro, la que tiene claro que les convertiría en perdedores cualquier medida que supiese el cierre de los cajeros, la que considera que hay que ganar tiempo para acumular poder aunque ello suponga firmar el peor rescate de la historia moderna de Grecia.

En definitiva, patético.

En pocas palabras, aceptar las reglas del juego y reformar lo que los que mandan permitan mientras con el tiempo el sistema les transforma y alguno de ellos consigue dentro de treinta años hacerse la foto que se hizo Felipe Gonzalez fumandose un puro en la cubierta de un yate mientras una rubia en bikini les masajea la espalda.

Planazo!

Pero lo peor no es lo que se lee en las líneas que el propio Pablo Iglesias recita con el mismo convencimiento con el que antes del verano recitaba la posibilidad de lo que ahora considera radicalmente imposible. Lo peor es lo que se puede leer entre ellas y todo absolutamente relacionado con esa vieja política contra la que dicen estar.

Por un lado, el miedo implícito a cualquier acción que pueda provocar situaciones como en Grecia que deterioren la vida cotidiana de los ciudadanos con lo que reconocen que en realidad esa transversalidad de la que dicen ser portavoces no existe.

Teniendo en cuenta la línea de los grandes movimientos de la historia supongo que esa gente. entre la que yo ya no me encuentro, debería seguirles hasta el fin del mundo. Toda esa sociedad que quiere un cambio les respaldaría en ese esfuerzo si realmente son sus portavoces y tienen su apoyo.

Pero ellos ya cuentan con el hecho incontrovertible de que, según lo que se proponga y las consecuencias que esas propuestas conlleven, ese apoyo desaparecerá.

Con pavor afirman que determinadas acciones les llevaría a perder las elecciones, cosa que parece ser lo más relevante sin que parezca interesarles en la misma medida el valor real de su presencia en el gobierno.

Pero esto tampoco es lo peor.

Lo peor es la total renuncia a la construcción de una relación basada en la verdad con su electorado.

Lo peor es la absoluta renuncia a la didáctica de los costes, a la explicación sincera de lo que podría suponer para las personas que les apoyen. Simplemente, y como cualquier político que critican, asumen que cualquier medida complicada les llevaría a enfrentarse con su pueblo y a la pérdida consiguiente de la popularidad de las elecciones.

Y no es que renuncien a la posibilidad de una relación adulta con su electorado, algo que sin duda les diferenciaría de la vieja política, sino que admiten el infantilismo de sus electores. Renuncian a explicarles los costes y los esfuerzos, renuncian a la posibilidad de construir una mayoría consciente de los sacrificios y lo deberes que exigen determinadas posiciones políticas, porque ya dan por sentado que van a ser rechazados.

En definitiva Podemos aspira a construir una relación con sus electores basada en los mismos mimbres que utilicen los partidos de la política tradicional: Nada de problemas y sólo buenas palabras.

Por supuesto sin perder las elecciones.

Así, el objetivo no es otro que desplazar al PSOE manejando con conveniencia la esperanza de un cambio que por supuesto no supondrá ningún coste para aquellos que lo buscan.

La derecha cambia de pareja de baile pero el vals no se detiene.

Y llama la atención que unos profesores de ciencias políticas esperen que los que ocupan el poder cedan por las buenas aquello que durante treinta años han ido arrebatando a la gente.

Y no llama menos la atención el hecho de que pretendan ejercer una acción de ideas y política aceptando como axiomas planteamientos que son esenciales en la construcción del punto de vista del contrincante, es decir, aceptando aspectos de una realidad de la que estos son propietarios.

Así, la prolongación de la derrota esta asegurada, cosa que no parece importar demasiado a estos aventureros sin escrúpulos, capaces de jugar con lo poco que tienen algunos para sabe dios qué pero seguro que no será para transformar esta sociedad.

Como digo, yo ya no confío en Podemos.

El sistema se reinventa para captar los descontentos a través de ellos.

Es la vieja historia de siempre: esperar a transformar al sistema mientras poco a poco el sistema te transforma.

Ni siquiera la izquierda es capaz de entender y aplicar esta lección que le ofrece su propia historia.

Y con esa elemental falta de visión no es que se pueda ir demasiado lejos, tanto como los amos de esta realidad quieran.

El que avisa no es traidor.

Es muy sencillo. Ellos saben que cambiar exigirá sacrificios, pero eso no es lo más importante. También saben que no estamos dispuestos al menor de los sacrificios. Queremos que todo cambie pero que al mismo tiempo siga igual.

Y la nueva izquierda está dispuesta a trabajar en esa delirante e ilusoria dirección.

Nos va a negar la terrible visión de los costes en los que podemos incurrir luchando por la libertad y lo cierto es que tienen razón: las probabilidades de que una mayoría social se venga abajo enfrentada a los costes de las políticas que desea.

Pero, y en cualquier caso, nos vendría bien que se nos diera esa oportunidad y que esa oportunidad nos la diese un partido que estuviese dispuesto a perder antes que construir una relación artificial con su electorado basada en ganar a cualquier precio.

A lo mejor es lo que la sociedad demanda ahora de un partido de izquierda.

No alguien dispuesto a ganar sino alguien dispuesto a perder a cambio de decir la verdad sobre los posibles costes de una victoria.

Alguien que tenga la autoridad moral de decir las cosas claras y que no tenga miedo a marcharse a cada si la sociedad no la respalda,

Alguien que cumpla el papel de agitador y que le diga al público que no siempre tiene la razón uno de los grandes males de nuestra época, y que con carisma sea capaz de convencer demostrándolo.

Mephisto

Dirigida en 1981 por el hungaro Istvan Tsabo, "Mephisto" se basa en la novela homónima publicada en 1936 por Klaus Mann.

Hijo de Thomas Mann, una de las grandes glorias de la literatura alemana de principios del siglo XX, Klaus también se dedicó a la escritura siendo además uno de los más destacados intelectuales alemanes que se opusieron al nazismo desde el exilio.

Su novela "Mephisto" se inscribe en este contexto y es fundamentalmente una crítica bastante afilada, incluso satírica, hacia la cultura alemana que prefirió quedarse en Alemania a lidiar con el nazismo.

Su protagonista. Hendrik Hoftgen, es un actor con talento que encuentra en el ascenso del nazismo una magnifica oportunidad para desarrollar lo único que le preocupa: su vocación como actor.

Todo lo demás es secundario.

Unas veces engañándose a sí mismo, otras veces engañando a los demás, Hoeftgen se las arregla para maniatar su conciencia desarrollando un discurso individualista de realización personal que se aleja de cualquier planteamiento político y social.

Sobrestima el valor y la influencia que la excelencia de su trabajo tiene sobre los jerarcas nazis.

Victima de sí mismo, Hoeftgen sobrevalora su posición hasta el punto de no darse cuenta de que no es más que un títere al servicio del poder.

En la novela de Klaus Mann subyace una profunda crítica al mundo de la cultura de la República de Weimar, incapaz de ver el peligro nazi perdido como estaba en un laberinto narcisista y autocomplaciente en el que lo cultural es una realidad auto-suficiente, perfecta excusa para un sobredimensionado desarrollo del individualismo.

Hoeftgen es la expresión simbólica de todo ese mundo cultural que, en opinión de Mann, dió soporte de legitimidad al nazismo, pensando que podría manejar a quienes en realidad les estaban utilizando a ellos.

El cineasta húngaro Istvan Tsabó pone en imágenes el texto de Mann y es lo suficientemente inteligente como para no estropearlo haciendo de "Mephisto" una película más que estimable que describe de manera muy transparente los rincones más oscuros de la mente del arribista, siempre escondiendo las vergüenzas y flaquezas bajo el dorado manto de la gran misión de realización del artista, su gran responsabilidad de realizarse sin importar demasiado el dónde y el cómo.

Como escribo una película más que estimable que se las arregla para salir adelante pese al gran lastre de la presencia del insoportable y excesivo hasta la histeria actor austriaco Klaus Maria Brandauer.

"Mephisto" da que pensar.




sábado, agosto 29, 2015

Leviathan

El leviatán es una criatura mítica marina que aparece en la Biblia para simbolizar el arrasador poder y la fuerza bruta del mal.

A propósito de este tema he encontrado en la red unos versículos pertenecientes al libro de Job que me llevan a entender perfectamente porque esta película rusa se titula con el nombre de esta criatura:

"¿Sacarás tú al leviatán con anzuelo,
O con cuerda que le eches en su lengua?
¿Pondrás tú soga en sus narices,
Y horadarás con garfio su quijada?"

Porque al final la película va de esto.

"Leviathan" nos cuenta la tragedia que vive un hombre pequeño llamado Kolia. Tragedia que tiene que ver con encontrarse en medio del objeto del deseo del alcalde de su localidad, encarnación máxima de un poder autocrático, desconsiderado y absoluto, todo un leviatán.

Este alcalde quiere su casa y está dispuesto a cualquier cosa para conseguirla.

Y precisamente la tragedia surge cuando Kolia intenta controlar a ese monstruo con la ayuda de un amigo abogado procedente de Moscú.

Como bien dice el libro de Job, Kolia intenta poner una soga en sus narices y horadar con garfio su quijada. Se enfrente a él, buscando someterlo a la ley.

"Leviathan" nos cuenta ese esfuerzo por someter al alcalde y las consecuencias que esto tiene para Kolia y su familia.

Se trata de una película bastante interesante, seguramente un poco larga (quizá le sobran veinte minutos) y también un poco disgresora en el sentido de que se pierde un poco en el detalle costumbrista de la vida diaria de los personajes, aspecto que hace que el espectador se despiste un poco con las tribulaciones familiares de Kolia y se distancie con respecto al desarrollo troncal de la narración con lo que la historia pierde concentración y fuerza de cara a su desenlace final.

"Leviathan" insiste demasiado en mostrar la compleja situación personal y familiar de Kolia. Algo que el espectador a la hora de película a ciencia cierta sabe y quizá la eliminación de esos veinte minutos de insistencia habrían dado mayor solidez, contundencia y densidad a la historia.

No obstante, y como digo, se trata de una película más que interesante.

Pese a su localismo en la autocrática Rusia de Putin, "Leviathan" ofrece un mensaje universal porque presenta la tragedia del individuo frente al poder en nuestras sociedades.

Y la tragedia está en la inmensa distancia que separa al legalista discurso de derechos y deberes con la realidad del peso que tiene ese discurso cuando hay un interés de por medio.

Parafraseando al escritor Paul Bowles, la ley es el azul cielo protector que esconde a nuestra mirada la gran oscuridad de los intereses creados. La ley hace posible un ámbito de tranquilidad y orden sobre el que construir una vida pero de nada sirve cuando hay un interés por medio.

Y precisamente esa es la tragedia de Kolia.

Está en medio de un vector de interés.

Se interpone entre un deseo y su objeto. Es más y peor, lo posee.

Su suerte está echada.

El interés es mucho más poderoso que la ley y esto es así en la Rusia de Putin, en los Estados Unidos de Obama o en la España de Rajoy.

El cielo protector desaparece y el oscuro abismo que todo ese tiempo ha estado mirándole terminará devorándole.


jueves, agosto 27, 2015

I origins

No termina de convencerme "I origins" aunque reconozco que su planteamiento es más que interesante.

"I Origins" nos cuenta la historia de un científico, el doctor Ian Gray, a quién la investigación científica le llevará al encuentro con lo místico e inefable.

Este planteamiento tiene una base real.

Los avances en la física cuántica sitúan a muchos científicos en la frontera que separa lo que se puede contar (en todos los sentidos de la palabra) de aquello que no se puede contar, seguramente sentir y experimentar de una manera mística como intuiciones de totalidad.

Un buen ejemplo es el norteamericano David Bohm a quién sus investigaciones en física cuántica le llevaron a sentarse con el hindú Krishnamurti, pero hay más.

Sobre este planteamiento, el director Mike Cahill despliega una historia que no termina de interesarme demasiado, por demasiado obvia y previsible, pero que tiene algún momento muy bueno. Especialmente, el modo en que Gray encuentra la pista que le llevará a encontrar a la mujer de la que se ha enamorado.

Puro azar y jungiana sincronicidad magníficamente contado en una brillante sucesión de planos en el que los ojos de la mujer son el único punto de enlace.

Esta parte está muy bien, pero apenas son unos minutos dentro de un conjunto narrativo, como digo, bastante previsible en el que los ojos se presentan como una especie de documento espiritual de indentidad (DEI) del alma.

En los ojos hay una mirada que inexplicablemente recuerda cosas que en teoría están mucho más allá de esa mirada.

Buena idea, aunque no demasiado bien desarrollada.

No me voy a poner demasiado estupendo, pero como obra de ciencia ficción metafísica "I Origins" está demasiado lejos de grandes obras como "Solaris" de Andrei Tarkovski o "2001, una odisea del espacio".

En cualquier caso, una propuesta mucho más estimulante que cualquier programa de Tele 5.

Aceptable.

“Este proceso de penetración de las relaciones capitalistas de producción, iniciado a comienzos de siglo e incrementado a partir de los años cuarenta, va a transformar a la sociedad en un vasto mercado en el que se crean sin cesar nuevas «necesidades» y en el que más y más productos del trabajo humano son transformados en mercancías. Esta «mercantilización» de la vida social destruye relaciones sociales anteriores, que reemplaza por relaciones mercantiles a través de las cuales la lógica de la acumulación capitalista penetra en esferas cada vez más numerosas. Hoy no es solamente en tanto que vendedor de su fuerza de trabajo que el individuo está subordinado al capital, sino también en cuanto está inscrito en otras múltiples relaciones sociales: la cultura, el tiempo libre, la enfermedad, la educación, el sexo e incluso la muerte. No hay prácticamente ningún dominio de la vida individual y colectiva que escape a las relaciones capitalistas.”

miércoles, agosto 26, 2015

Mr. Holmes

Las películas con niño son peligrosas.

La tendencia a caer en la ñoñería o en la sensiblería se multiplica con la presencia infantil que convertida en fuente de pureza, y de verdad, sirve para contrastar posiciones adultas y ponerlas en su relativo lugar.

Y "Mr. Holmes" es una película con niño.

Nos presenta a un nonagenario y al borde de la senilidad Sherlock Holmes viendoselas para poner punto final a sus aventuras literarias. Para ello se las desea para recordar su último caso, el que según esta historia le retiró para siempre, pero los achaques de la edad se lo impiden.

Como no puede ser de otra forma habiendo niños por medio, la ayuda del hijo del ama de llaves será fundamental.

"Mr. Holmes" tiene puntos interesantes pero tiene un inicio torpe, dando excesivo peso a líneas narrativas como la ilustración del viaje a Japón, que resultan anecdóticas dentro del general curso de la historia. Por en medio, conforme Holmes recuerda, se pone interesante, pero, al final, no puede evitar caer en la sensiblería, la pornografía de las emociones, con un final que quiere ser catárquico y se queda a medio camino de todo y con todos los protagonistas siendo felices y comiendo perdices.

No obstante, lo mejor de "Mr. Holmes" es el sobrecogedor y tremendo retrato de una vejez sin esperanza que Iac McKellen compone con su magnífico talento como actor.

Para mi gusto, su interpretación está por encima de la historia y, aunque evidentemente basada en lo que propone el argumento, McKellen presenta una línea narrativa autosuficiente y sustancial que muestra los últimos días de Holmes como una desgarradora experiencia inconsolable de pérdida.

Da miedo envejecer viendo al Holmes de McKellen.

Así, "Mr. Holmes" transpira pequeñas gotas de venenoso desasosiego que poco a poco van envenenando la mirada del espectador, un desasosiego que el siempre conveniente y necesario final feliz no logra disipar en absoluto.

Con "Mr. Holmes", su director, Bill Condon, regresa a la inquietante línea que inauguró "Dioses y Monstruos", su primera película.

Lo dicho: inquietante.

lunes, agosto 24, 2015

Las vacaciones de Carmena

No me preocupa tanto lo que escriba cierta prensa o digan los políticos sobre las vacaciones de la alcaldesa de Madrid.
Ya no espero nada ni de la prensa ni de los políticos.
Lo que me preocupa es el hecho incontrovertible de que sus argumentos imposibles, que no resisten el menor esfuerzo de pensamiento, calen entre la gente y una tarde tenga que compartir un café con alguna recién lavada y bien vestida bestia que haya hechos suyos semejantes planteamientos.
Me preocupa la alarmante falta de criterio, una alarmante falta de criterio que empieza a convertir a las personas en terminales mediáticas y que transforma el pensamiento en el mero recuerdo memorístico de consignas.
Y este es un mecanismo de control social eminentemente totalitario que sólo es posible cuando las personas por incapacidad renuncian a los inconvenientes de la individualidad, uno de los cuales con toda seguridad es no comprender y discrepar.
Vivimos en una realidad mucho más totalitaria de lo que parece y cada vez lo es más.

domingo, agosto 23, 2015

Beau Geste

Es una pena que William A. Wellman se quedara fuera de la lista de directores de cine clásico que los críticos y directores de cine de la Nouvelle Vague francesa reivindicaron como maestros.

Los méritos de Wellman no le dejan demasiado lejos de esa santísima trinidad cinematográfica que formaron John Ford, Howard Hawks y Raoul Walsh. Y seguramente que Wellman habría merecido estar orque, en mi conocimiento de su obra, es de esos artesanos de la época de los estudios que no tiene una película mala.

Desde la muda "Wings" hasta las últimas "Escrito en el cielo" o "El infierno blanco" pasando por "Ha nacido una estrella", "Cielo Amarillo" o la inolvidable y tremenda "Fuego en la nieve", Wellman ofrece una trayectoria de trabajos potentes, casi siempre inclasificables pese a su general adscripción a un género.

No en vano John Wayne, que sabía mucho de trabajar con grandes directores, le eligió para dirigir las más importantes películas de su productora en la década de los cincuentas del siglo pasado.

Filmada en 1939, "Beau Geste" es un clásico del cine de aventuras, pero es mucho más. También es un clásico del cine de misterio porque pocas películas empiezan como comienza "Beau Geste".

Un destacamento de la legión extranjera francesa acude demasiado tarde a socorrer uno de sus puestos avanzados. Lo que encuentran es un fuerte fantasma, lleno de cadáveres y desde el que, sin embargo, alguien les dispara.

Sobre este comienzo en el que el espectador sabe lo mismo que el oficial que encabeza el destacamento, se construye toda la película que no es más que el camino que el espectador sigue para comprender el misterioso secreto que esconde el fuerte y uno de sus soldados cuyo nombre da titulo a la película.

"Beau Geste" es una tremenda y fascinante muñeca rusa que esconde una serie de tramas que se alimentan unas a otras. Es un relato de aventuras y una historia de misterio, también un relato de heroísmo y caballerosidad en el que el honor de toda una familia está en juego y, a más a más, una historia de sacrificio y redención.

"Beau Geste" plantea un misterio al inicio y ofrece una solución que no decepciona al espectador que ha tenido tiempo de imaginar cualquier cosa; una solución en la que está implicado el terrible, sanguinario y amoral sargento Markoff, un personaje inolvidable de la historia del cine a quién dio vida ese gran actor secundario llamado Brian Donlevy.

La calidad de "Beau Geste" no es mensurable porque su valor, como cualquier gran clásico, entronca con lo sentimental.

Imprescindible.

sábado, agosto 22, 2015

A most violent year

Antes de que el tema de la deuda se internacionalizara, vivió poderosos episodios de destrucción social dentro de los Estados Unidos.

En la década de los setentas del siglo pasado, la ciudad de Nueva York rozó la bancarrota el año 1975 y la rozó como consecuencia de un presupuesto desequilibrado, muy en la línea de los presupuestos keynesianos para la administración de lo público que vinieron sucediéndose en occidente desde la segunda guerra mundial.

La crisis del petróleo de 1973 junto con alguna mala decisión en la gestión de los dineros de la ciudad generó una situación extrema que requirió el apoyo del gobierno federal. Fue entonces cuando el entonces presidente Ford dijo aquello de "Ford to City: Drop dead".

Y el resultado fueron una serie de recortes brutales que afectaron a la gestión del día a día de la ciudad: policias, barrenderos, bomberos... Fue entonces cuando apareció esa ciudad terrible, casi fantasma, llena de edificios en ruina y abandonados, con altisimas tasas de criminalidad... La ciudad que filmó Scorsese en "Taxi Driver" y que en algunos lugares, con sus solares y edificios en semiruina, o directamente en ruina. recordaba a una ciudad europea bombardeada en la guerra mundial.

Finalmente, todo ese proceso de ajuste presupuestario se produce en 1981, precisamente el año donde se sitúa esta interesantisima "A most violent year". Una historia que precisamente nos cuenta los problemas que tiene un hombre fuerte, que quiere hacer las cosas honradamente y por derecho, en el caliente caldo de violencia y corrupción en que se convirtió la ciudad de Nueva York.

"A most violent year" no es una película amable y simpática.

Toda ella transparenta una intensa dureza que es la implacable atmósfera donde un hombre honrado, Abel Morales, intenta luchar por su supervivencia.

"A most violent year" sucede en la ciudad donde sucedían historias como "Fort Apache, The Bronx", "Taxi Driver" o, no nos pongamos estupendos, cualquiera de los exploits de vengadores justicieros que en su momento protagonizara Charles Bronson.

Pero sobre todo, "A most violent year" es una de esas películas que, aunque están rodadas en color, su alma es en blanco y negro.  Un alma que recuerda a aquellas últimas películas americanas de Fritz Lang o de Jules Dassin que nos hablan de la ciudad como una maquinaria devoradora de hombres a la que los vencedores de la lucha diaria deben presentar el correspondiente sacrificio humano cada mañana.

Un mundo difícil y cruel donde Abel Morales se convierte en justiciero de su propia causa de moralidad, una causa que poco a poco va revelándose como imposible y desesperada.

En este sentido, nos presenta el drama natural de la lucha por la supervivencia representado en lo que entonces era la capital del mundo, seguramente la más grande y peligrosa jungla de asfalto que el hombre había conseguido construir.

Entre la tensa seriedad de "El Padrino" y los enloquecidos estallidos de violencia del primer Scorsese. "A most violent year" se presenta como una película llena de personalidad y de interés que consigue elevarse a la categoría desde a anécdota que narra para mostrar la pesadilla para todos que está siendo el nuevo mundo neoliberal que ya por entonces estaba cimentando la total victoria que ahora disfruta.

No en vano 1981 es también el primer año de la era Reagan.

Oscar Isaac está eminente dando vida al atribulado Abel Morales.

Magnífica.

Tsipras y la responsabilidad

El interés deshonesto lo trastoca todo.

Por definición, el pensamiento de izquierda siempre ha tenido un carácter transformador de la realidad. Una realidad que hay que transformar porque es injusta y desigual.

De ahí viene esa superioridad moral que la derecha detesta tanto de la izquierda: mientras la derecha, por interés, se pone pragmáticamente del lado de una realidad hecha a imagen y semejanza de su concepción del mundo, la izquierda se pone del lado de su plan transformador, de sus ideas para un mundo mejor.

Por eso, nunca ha habido, hasta ahora y por interés, en la política un único sentido de la responsabilidad.

La responsabilidad de la derecha siempre ha sido con la realidad mientras la responsabilidad de la izquierda siempre ha estado del lado de sus ideas.

La una es pragmática y la otra es idealista.

Forma parte del ADN de las dos maneras de sentir y pensar las cosas.

Por eso, la responsabilidad de un hombre que se dice de izquierda nunca puede ser para con la realidad y mucho más si su discurso se construye sobre la base de la condena de una sociedad desigual.

Ser responsable para con la realidad, convertirse en pragmático es aceptar la lógica de la realidad misma y por lo tanto perpetuarla.

Y en el caso de Tsipras es volverse un político más que quiere estar en misa y repicar al mismo tiempo. Querer seguir siendo de izquierdas y al mismo tiempo legitimar desde la implícita aceptación que el sentimiento de responsabilidad supone esa realidad que tanto daño hace a los que le votan.

No hay otro camino para la izquierda que la responsabilidad respecto con las propias ideas.

La realidad social y política es obra del hombre. Su naturaleza no es tan inmutable como la naturaleza de la ley natural.

Lo que es irrevocable lo es desde un argumento de poder.

Y a un poder sólo hay que anteponerle un poder más poderoso. Sólo mientras esto no sucede el poder puede permitirse confundirse con una realidad natural, que es lo que ahora está sucediendo.

Y si algo demuestra todo esto es la total derrota de una izquierda que para empezar no sabe lo derrotada que ya está y que se empeña, desde la política, en utilizar unas armas que ya se han mostrado hasta la saciedad ineficaces y que reproducen la misma derrota una y otra vez.

Pura neurosis narcisista.

Confundiendo la verdad con el consumo compulsivo de su propio reflejo.

Como ese caballero negro de la vieja película de los Monty Python que sin brazos ni piernas todavía quiere pelear.

Mientras todo siga así, las cosas van bien.

Los que mandan saben dos cosas que les hacen ganadores: la primera es que aun no sabemos que hemos perdido y  la segunda es que, por eso mismo, y para derrotarnos solo tienen que cerrarnos un mes los cajeros.

Y lo peor de todo es que, aunque creamos que sí, aun estamos muy lejos de tener un sistema de ideas que podamos oponer a la sociedad de consumo con eficacia y eficiencia.

Por eso es inviable cambiar el sistema por dentro, desde la política.

Ir a ese guerra sin la protectora armazón de un sistema de pensamiento es como ir a la guerra con una cucharilla de café y lo más probable que el que quiere cambiar la sociedad desde dentro acabe transformado por esa manera de pensar que quiere cambiar y se le aparece con apariencia de ley natural e inmutable.

Tsipras es el último narciso que acaba ahogado en el estanque persiguiendo la belleza de su propio reflejo,

lunes, agosto 17, 2015

The man from U.N.C.L.E

Empieza muy bien "The man fron U.N.C.L.E" y lo hace con una de las canciones más groovy de ese estupendo disco de Roberta Flack llamado "First Cut" publicado en 1969, su primer disco.

No necesito más para estar más que interesado.

La película ya me está lanzando un guiño sexy desde el otro lado de la barra que no puedo rechazar.

Y lo demás sucede por sí solo y eso que sucede es el aquilatado talento de Guy Ritchie para contar historias de una manera diferente, visual y elegante.

"The man fron U.N.C.L.E" funciona muy bien y lo hace porque el talento de Ritchie para narra a su estupenda manera tiene terreno para desarrollarse y ese terreno se lo da un estupendo guión que por encima de todo está magníficamente escrito.

Porque da gusto escuchar todo lo que los diferentes personajes se dicen a los otros con una inteligente y elegante ironía muy sexy.

Uno ya sabe lo que va a pasar.

Después de todo, "The man from U,N.C.L.E" es el nuevo intento de la industria por generar una franquicia, una nueva marca que permita producir el mayor número de productos bajo su seno, pero eso es lo de menos.

Lo importante es el camino.

Y seguramente este es el principal acierto de Ritchie: el estilo.

Un estilo tan elegante como un sólo de piano de Dave Brubeck o como la propia voz de Roberta Flack que inicia la película puntuando de manera clara la clase de rollo que "The man from U.N.C.L.E." ofrece.

Por debajo de una historia de buenos y malos funciona una sofisticada comedia en la que abundan las réplicas inteligentes y afiladas junto a momentos llenos de humor que extraen su energía del contraste dandy entre la más cruda violencia y el más elegante distanciamiento de quienes la ejercen de manera profesional, sin motivos personales.

Basada en una homónima serie de televisión emitida entre 1964 y 1968 y que tuvo el olfato de encarnar en la industria del ocio el periodo de distensión de la Guerra Fría que precisamente empezó en 1964 tras la caída del sanguíneo y colérico Nikita Kruschev y el nombramiento de una troika de la que posteriormente terminaría por emerger el liderazgo de Leonidas Breznev en el gobierno del PCUS soviético.

Aunque el personaje de Napoleon Solo (Robert Vaughn) tenía su punto, el verdadero éxito se lo llevó el más rudo Ilya Kuriakin (David McCallum), un agente soviético que todas las semanas entraba en los hogares norteamericanos para hacer equipo con el cínico e individualista Solo.

Todo un éxito.

Serie histórica y mítica en cuyos orígenes cuenta la leyenda que estuvo implicado en propio creador de James Bond, Ian Fleming y que Ritchie retoma con talento y gracia.

Todo un acierto.




domingo, agosto 16, 2015

The Congress

Directamente y por ganado a pulso derecho "The Congress" entra en el nada selecto grupo de películas que parten de una buena idea que no termina de ser bien desarrollada.

Hay muchos interesantes guiños de sentido: la virtualización como forma de control social, la relación de los actores con la digitalización, qué diablos ha hecho Robin Wright con su carrera... Supongo que bastante de ellas proceden de la novela del polaco Stanislaw Lem en que se basa, una novela que ya adelanto no ne leído, pero lo cierto es que "The Congress" no termina de funcionar.

Su principal lastre para mi gusto es la parte de la animación cuya presencia está exagerada, resulta demasiado larga aportando una y otra vez la misma idea de mundo alternativo que posibilita a las personas la fantasía de realizarse como sueño.

Precisamente, a ese congreso que da titulo a la película le sobran diez o quince minutos, un lapso de tiempo que se basta para engordar y hacer demasiado pesada a la historia, despistando al espectador en una serie de sucesivos guiños visuales que le apartan de lo esencial de la historia que no es otra cosa que la contraposición entre el mundo real y el fantásico.

Grave error.

Además, no creo que estén demasiado bien ensambladas la parte que sin duda tiene que proceder de la novela de Lem con la parte de cosecha propia que tiene que ver con las andanzas de Wright desposeída de sí misma y de su yo digital.

Hay un momento en que la historia salta de una a otra y lo hace sin más, porque sí y sin duda los guionistas se lo merecen.

Las peripecias de Wright, sus conflictos con su personaje digital, dejan de importar y de pronto el espectador se encuentra en una distopía en que lo virtual se ha convertido en una válvula de escape, de control social.

Las sensaciones que me producen "The Congress" no son demasiado buenas: excesiva e innecesaria complejidad, desequilibrio, desestructuración y, sí, una cierta pesadez como consecuencia de una incontinente repetición de lo mismo.

Y no deja de tener gracia que "The Congress" sea otra mala elección de la real Robin Wright siendo este el argumento que en la película se utiliza para convencer a un personaje que se llama Robin Wright y que interpreta Robin Wright para que ceda sus derechos digitales.

Las malas elecciones de proyectos cinematográficos en lo real y en lo virtual se confunden para Robin Wright.

Mucho ruido y pocas nueces ofrece "The Congress".

sábado, agosto 15, 2015

Mision Imposible: Nación secreta

No sé si es posible decir que una nueva edición del producto Misión Imposible es mejor que otra. A mi entender, sería como malgastar el tiempo en pensar si una Pepsi es mejor que otra.

 Es puro desenfoque.

Los productos no tienen que ser mejores ni peores, tienen que parecerse entre sí.

Supongo que esa idea de la excelencia es una nostalgia de lo cultural con lo que cada vez tiene menos que ver ese eterno retorno de lo mismo en que se ha convertido el ocio en nuestras sociedades.

Luego están los matices.

Si el paladar es capaz de detectar si esta Pepsi tiene más o menos gas o azúcar que la anterior.

En cualquier caso, esta nueva entrega de la franquicia ofrece lo que uno imagina que va a consumir cuando lo compra: acción trepidante, secuencias arriesgadas y espectaculares en muy diferentes lugares del mundo, tecnología curiosa, coches y motos espectaculares y una misión a la altura del talento para hacer posible lo imposible del equipo que la protagoniza.

No recuerdo las ediciones anteriores para comparar... ni pienso verlas para formarme un juicio sobre algo tan vacuo y anecdótico.

Imagino que será suficiente decir que el producto está a la altura de las expectativas y que además ofrece algunos interesantes puntos de atracción.

La secuencia de la persecución por las carreteras de Marruecos introduce la interesante novedad de una serie de acojonantes planos subjetivos que la hacen aún más impactante... No quiero imaginar cómo será verla en 3D.

Y por otro lado, hay un par de personajes tratados con el suficiente cariño como para resultar interesantes.

Tanto el despiadado asesino Salomon Lane (Sean Harris) como la nada fiable Ilsa Faust (Rebeca Ferguson) ofrecen algo más que la mera fachada, especialmente el personaje de Iilsa, una suerte de agente doble que debe añadir a las habituales complejidades que genera su posición una capa más de complejidad como consecuencia de la atracción que sobre ella inevitablemente, ya que se trata de "la chica", ejerce el personaje de Ethan Hunt.

Tanto ella como Salomon Lane, el malo de la historia, al que el estupendo Sean Harris da vida con una sobrecogedora frialdad entre administrativa y psiquiátrica, ofrecen puntos de atracción a los que la mirada y la atención del espectador puede agarrarse si es que gusta fijarse en los detalles en lugar de quedarse colgado de las luces, sonidos y colores que van y vienen sobre la pantalla mientras pone el cerebro en "stand by"

¿Podemos decir que esta quinta edición de las aventuras imposibles de Ethan Hunt es mejor o peor que las anteriores?

Quizá sí, pero me da pereza.

No creo que merezca tanto la pena.

Sí creo que se puede decir que es una buena copia de ese original que no está en ninguna parte. Y eso, no nos equivoquemos, también tiene su mérito.




viernes, agosto 14, 2015

Explicaciones

Ha sido una experiencia fascinante, casi religiosa, escuchar al ministerio del interior del reino de españa, todo con minúsculas explicar la presencia del acusado rato, también con minúsculas, en su despacho.

Apenas una historia más propia de un adolescente de 16 años para excusar ante sus padres el retraso nocturno con respecto a la hora de llegada acordada.

Poco más.

Increíble y desesperada.

Un hombre como Rato que ha vivido en las altas esferas de la política nacional e internacional preocupado de repente por 400 twits.

Seguro que Rato ha tenido días peores en las redes sociales, pero eso no cuenta.

Lo importante es cumplir.

Comparecer diciendo cualquier cosa para luego poder decir que ya se ha comparecido.

La forma frente al fondo.

El ministro podría haber eructado de manera ininterrumpida durante 45 minutos y para algunos el ministro habría cumplido.

Bueno... No hay demasiada diferencia entre estas inanes explicaciones y eructar.

La política cada vez más cerca de la mierda.

Y no sé por qué se quejan.

Que dejen paso a los profesionales de la mierda, que dejen paso a tipos como Trump.

domingo, agosto 09, 2015

Inside out

En un nuevo alarde de creatividad, cosa nada extraordinaria en las historias de la factoría de animación Pixar, nos llega "Inside Out".

"Inside Out" nos cuenta lo que sucede dentro de la cabeza de una niña, Riley, cuando debe afrontar el primer acontecimiento traumático dentro de su recién estrenada vida: una mudanza con el consiguiente y completo cambio de vida.

Esta situación supondrá un desafío para su centro de mando mental, ocupado las emociones: alegría, tristeza, miedo, asco e ira.

En absoluto puede decirse que la película no sea curiosa e imaginativa.

Cinco voces componen y configuran la conducta de una Riley en cuya vida, y hasta el momento, la alegría ha llevado una voz predominante, una alegría a la que encuentro demasiado controladora y manipuladora para mi gusto.

Y la película me ha gustado más por lo que me ha hecho pensar que por sí misma, lo cual no es nada habitual en una manifestación de ocio que precisamente está hecha para lo contrario.

Además de ese carácter manipulador y controlador de la alegría, otras dos cosas me han llamado poderosamente la atención de esta nueva película de Pixar: por un lado, el poco peso que se le da al pensamiento en la configuración de la conducta y por otro, la visión constructiva que se presenta de la tristeza.

Para empezar es curioso la poca presencia que tiene el pensamiento, como vehículo de lo racional, tiene en ese centro de mando.

Algo tan importante como el pensamiento tiene un rango secundario, casi de herramienta que las emociones utilizan para conseguir sus propósitos. Y resulta interesante esta visión en que las emociones gobiernan por tender a producir un modelo de conducta pulsional, de satisfaccion inmediata porque si hay algo que las emociones no pueden hacer es controlarse. Para eso está lo racional, el pensamiento que nos dice que seguramente lo mejor es esperar o renunciar, que nos plantea dilemas sobre la responsabilidad y el efecto que nuestra conducta puede tener sobre terceros.

Todo este tipo de conductas son las que hacen posible la complejidad de lo social y sin embargo quedan fuera de relevancia en la visión de "Inside out" que no es otra que el soporte ideal para la jusitificación del comportamiento del consumidor ocupado y preocupado en la satisfacción inmediata del menor de los deseos.

No hay en "Inside Out" un espacio para la verdadera preocupación por los demás sino por uno mismo, lo cual resulta un adoctrinador discurso legitimador del mundo de individuos separados los unos de los otros en que vivimos.

Por otro lado, el personaje clave en la resolución del conflicto de Riley es la tristeza.

Aunque la alegría es el personaje conductor de la historia, quien pretende mantener un orden establecido basado en su hegemonía, el giro definitivo se produce cuando aquella comprende que la tristeza, a la que en un principio considera un molesto estorbo, tiene un papel constructivo y definitivo que jugar en la resolución del conflicto.

Y, de hecho, lo resuelve.

En este sentido, y frente a un planteamiento en el que la tristeza es algo a evitar, "Inside Out" nos presenta una visión constructiva de la tristeza que me produce sentimientos ambivalentes.

Por un lado, encuentro tremendamente positiva una visión tan constructiva de algo tan inevitable como la tristeza en el mundo en que vivimos. Sería fantástico que se hiciese lo mismo con el fracaso.

Por otro, me resulta muy sintomática esta visión reivindicadora de la tristeza como parte de un discurso ideológico legitimador de un presente y de una sociedad cuyas terminales mediáticas empiezan a reconocer que este mundo quizá ya no pueda hacernos felices  como pensamos.

Si esto es así puede que todo sea mucho más complejo de lo que parece y la felicidad, la alegría, por sí misma sea algo a matizar cuidadosamente.

La tristeza bien puede empezar siendo admirable y "cool" frente a una alegría que no siempre es demasiado realista.

En definitiva, "Inside Out" es una película interesante... si te apetece leer entre imágenes.

sábado, agosto 08, 2015

St. Vincent

No sé qué diablos pinta Bill Murray en un horror como "St. Vincent".

Imagino que tendrá muchas facturas que pagar porque, de lo contrario, no entiendo qué pinta un tipo como Murray en una película que más parece un episodio de aquella serie televisiva que protagonizara Michael Landon llamada "Autopista hacia el cielo".

"St. Vincent" es un buen ejemplo de un tipo de películas que detesto.

Abusando de eso que se llama "buenos sentimientos" hasta la sobredosis, utiliza el personaje de un niño para reivindicar la figura del personaje que protagoniza Bill Murray quién pasa de ser un misantropo y borrachín patito feo a heroico cisne de la vida por obra y gracia de ese estereotipo de pureza que se atribuye a la mirada infantil.

Y, por supuesto, al final quiere hacernos llorar.

Será la guinda que coronará este estragante pastel de azúcar llamado "St. Vincent" en el que, al final, "tó er mundo e guenísimo"

Un punto menos para Bill Murray.

(Naomi Watts está estupenda y hace creíble su imposible personaje de prostituta eslava)


Mr. Turner

Tengo que confesar que pertenezco a esa minoría que en absoluto está interesado en conocer a las personas que se encuentran detrás de los genios.

Al final, la naturaleza humana es siempre a misma y las personas cultas también tienen sus revistas de cotilleos y sus "salvame de luxes", "Mr. Turner" es un buen ejemplo.

Bajo la conseguida apariencia de una película culta, se esconde la más absoluta frivolidad.

A mi entender no hay ninguna diferencia en la evidente obsesión de "Mr Turner" en describir de manera minuciosa y sensacionalista la personalidad del genio, destacando por supuesto los aspectos más escabrosos de una personalidad que sin duda fue compleja y acentuando ese estereotipo de novelita romántica del artista encerrado en el laberinto de sus propias obsesiones... Como escribo, no hay en realidad ninguna diferencia entre este tratamiento de Turner, que tan decepcionantemente hace un tipo tan interesante como Mike Leigh, con el tratamiento que Jorge Javier Vazquez da a la vida de Belen Esteban.

Pero ninguna.

La diferencia sólo está en el ego del que mira.

Y lo que es más importante, la narración en ningún momento muestra una conexión entre esa personalidad y su obra, aspecto que justificaría contar la mayoría de las cosas que se cuentan.

En absoluto.

"Mr. Turner" ofrece al espectador el morbo de descubrir el monstruo que se esconde tras el genio envolviéndolo en el papel celofán de una magnífica recreación de época, en el que incluyo además el estupendo acabado de algunas imágenes que directamente recuerdan a algunos cuadros de Turner.

Y precisamente este es para mi el aspecto más bárbaro de una película que, aunque no lo parece, es bastante bárbara.

Porque es como si esos colores estuvieran ya allí y el bueno de Turner sólo hubiera tenido el talento de reproducirlos como si se tratase de un "ploter" humano, obviando la capacidad transformadora de la subjetividad del artista, aspecto que una película tan bárbara como ésta en absoluto se atreve a cubrir.

Y en esto le arrebata a Turner su principal valor como precedente de una diferente manera de pintar. Lo cual resulta curioso ya que en definitiva se trata de una película que gira alrededor de un pintor al que, por contra, caricaturiza y desnaturaliza.

Decepcionante.


Ant Man

Aunque en este asunto de los superhéroes siempre se trata de la misma historia, se agradece que en el caso de "Ant Man" se trate de una historia que verdaderamente se propone contar lo mismo de una manera diferente.

Decía el poeta Paul Valery que no había nada más profundo que la piel.

Y hay mucha piel, mucha superficialidad como no podía ser de otra forma en el relato que se nos cuenta en "Ant Man" porque en el fondo se nos cuenta la misma historia de buenos y malos pero lo cierto es que, desde la acumulación de elementos en la superficie de la narración, "Ant Man" se las arregla para parecer diferente y dar el pego.

Todo el tema de la pequeñez y de las hormigas resulta curioso, pero, para mi gusto, el principal punto diferencial es el humorístico desenfado con que se nos cuenta la historia.

En "Ant Man" hay sentido del humor, pero también un total ausencia de esa solemnidad y engolamiento que caracteriza a algunos super-héroes, aspecto que seguramente se ha exagerado en bastantes de sus sus correspondientes adaptaciones cinematográficas, como si eso que se llama grandes temas pudieran ser ventilados a través de los disfraces y los antifaces. Aunque, y por lo que a mi respecta, no termine de ver a Bruce Wayne/Batman dentro de una película de Bergman.

Este efecto está muy conseguido.

En el fondo "Ant Man" parece no tomarse demasiado en serio y el que escribe le agradece esa falta de pretensiones a la hora de contarme una historia que ya he escuchado cien veces.

Curiosa y entretenida.