PATRICK BRUEL
Pour la vie..
miércoles, diciembre 01, 2010
"Sin embargo, la sincronicidad es un poco parecida a la llama de una vela cuando se compara con la luz del sol, pues la visión científica de la naturaleza ahora ya ha penetrado en cada aspecto de la vida en occidente. Basada fuertemente en conceptos antiguos del determinismo, causalidad y el desarrollo lineal del tiempo, lleva a la creencia de que toda dificultad se puede resolver a través de un proceso de análisis que permite el control o la reorganización. Se cree que la naturaleza y la sociedad se pueden comprender reduciendo problemas complejos a elementos más simples.
El resultado ha sido una ciencia que ha dado pasos considerables para explicar, pronosticar y controlar el mundo material. Por otro lado, estas explicaciones científicas a veces no captan la esencia de la experiencia real, pues no pueden aplicarse a nuestras reacciones subjetivas acerca de la naturaleza. Por lo tanto, a pesar de su poder de moldear el mundo moderno, la ciencia tiene poco que decir sobre la vida cotidiana de la gente, de las relaciones, de la experiencia del amor, del nacimiento y de la muerte, de los valores, y de las respuestas creativas a nuevas situaciones."
(Sincronicidad, David Peat)
El resultado ha sido una ciencia que ha dado pasos considerables para explicar, pronosticar y controlar el mundo material. Por otro lado, estas explicaciones científicas a veces no captan la esencia de la experiencia real, pues no pueden aplicarse a nuestras reacciones subjetivas acerca de la naturaleza. Por lo tanto, a pesar de su poder de moldear el mundo moderno, la ciencia tiene poco que decir sobre la vida cotidiana de la gente, de las relaciones, de la experiencia del amor, del nacimiento y de la muerte, de los valores, y de las respuestas creativas a nuevas situaciones."
(Sincronicidad, David Peat)
"Desde un rincón el viejo gaucho estático, en el que Dahlmann vio una cifra del Sur (del Sur que era suyo), le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies. Era como si el Sur hubiera resuelto que Dahlmann aceptara el duelo. Dahlmann se inclinó a recoger la daga y sintió dos cosas. La primera, que ese acto casi instintivo lo comprometía a pelear. La segunda, que el arma, en su mano torpe, no serviría para defenderlo, sino para justificar que lo mataran. Alguna vez había jugado con un puñal, como todos los hombres, pero su esgrima no pasaba de una noción de que los golpes deben ir hacia arriba y con el filo para adentro. No hubieran permitido en el sanatorio que me pasaran estas cosas, pensó.
-Vamos saliendo- dijo el otro.
Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.
Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura."
(El Sur, Jorge Luis Borges)
Hicieron falta los siglos
para cuajar este relámpago,
un lento trabajo sordo y ciego,
esfuerzo brutal de raíces y cieno,
nacido para existir, pasar
y regresar al oscuro olvido
de cuyo profundo seno
un día brotaron
derramando verdades y certezas
hasta quedar exhaustos.
Hicieron falta los siglos
para llegar a este hermoso espanto.
que con total impunidad
llamamos tiempo.
para cuajar este relámpago,
un lento trabajo sordo y ciego,
esfuerzo brutal de raíces y cieno,
nacido para existir, pasar
y regresar al oscuro olvido
de cuyo profundo seno
un día brotaron
derramando verdades y certezas
hasta quedar exhaustos.
Hicieron falta los siglos
para llegar a este hermoso espanto.
que con total impunidad
llamamos tiempo.
lunes, noviembre 29, 2010
"La civilización occidental ha estado en decadencia desde los tiempos de Eduardo VII, esto es, desde 1910. Ésa fue la cumbre de la civilización grecorromana europea. Entonces vino la Primera Guerra Mundial, el comienzo del final, y desde entonces todo ha sido decadencia para Occidente. Sin embargo, desde el punto de vista triunfalista norteamericano, nuestra sorprendente revolución electrónica ha querido mostrarse como el estandarte de una maravillosa civilización. Fui invitado a un programa de televisión hace un par de años y el periodista me preguntó: “¿Qué se siente aparecer en uno de los principales medios del país? No es frecuente que los poetas lleguen a estos medios”. Era una especie de pregunta condescendiente. Respondí: “Bueno, creo que éstos son los medios más populares, la cultura popular, pero no los medios principales, que siguen siendo la alta cultura intelectual: escritores, lectores, editores, libreros, profesores, artistas, críticos de arte, poetas, novelistas, y la gente que reflexiona. Ellos son la cultura principal, aunque ustedes sean la cultura popular”. Por eso creo que estamos del lado equivocado de la revolución mundial. Lo que quiero decir con esto es que la revolución mundial es la revolución de la gente. Estamos en el lado equivocado. No estamos del lado de la gente."
(El último detective salvaje: Una entrevista con Lawrence Ferlinghetti, Jesse Tangen-Mills)
(El último detective salvaje: Una entrevista con Lawrence Ferlinghetti, Jesse Tangen-Mills)
domingo, noviembre 28, 2010
JUNIOR BONNER
No es descubrir nada el escribir que en el cine de Sam Peckinpah hay un componente elegíaco, de canto a un estilo de vida que desaparece, que tiene que dejar lugar a los nuevos tiempos y a los nuevos modos de ser y de estar que traen consigo.
Esta cualidad no es específica de Peckinpah, pero forma parte esencial de su imaginario personal, un mundo de hombres puestos a prueba, principalmente, por sus propias contradicciones, pero también, y como consecuencia directa de esa actitud individualista, obstinada y autodestructiva, por un entorno que casi siempre suele implicar unos nuevos tiempos.
Me viene oportuno a la memoria el diálogo que sostienen Billy El Niño y Pat Garrett en "Pat Garrett y Billy El Niño". El segundo le transmite al primero su impresión de que los tiempos están cambiando y aquel contesta a éste que puede que lo estén haciendo, pero él no lo va a hacer
¿Cambiar? ¿Por qué? ¿Sólo por el simple hecho de que quizá sea más fácil todo?
En los personajes de Peckinpah siempre bulle esa tensión esencial y el conflicto siempre surge de la constante colisión de esa identidad con un entorno en el que ya no encaja. Parecen empeñados absolutamente en lo que parece un error para una mayoría que se adapta, que quiere sobrevivir aunque para hacerlo tengan que dejar atrás lo mejor de si mismos y convertirse en una especie de carcasa vacía en constante búsqueda de justificación.
En este sentido, el personaje de Pat Garrett es un absoluto ejemplo de esa vaciedad que hasta cierto punto implica un determinado nivel de cobardía en el sentido de no haber querido llevar hasta las últimas consecuencias una determinada manera de ser.
Curly Bonner, el hermano de Junior, en gran medida es el homólogo de Garrett en "Junior Bonner". Convertido en un empresario de éxito reprocha a su hermano Junior el hecho de que prefiera seguir trabajando en el circuito de rodeos en lugar de trabajar para él. Le dice que él ya ha ganado su primer millón de dólares mientras él todavía sigue intentando resistir ocho segundos encima de un caballo. Le echa en cara una obstinación que le resulta incomprensible.
De todo modo, Curly representa ese nuevo mundo que se abre paso de forma inexorable.
Y a diferencia de otras historias de Peckinpah, "Junior Bonner" no es una película donde la violencia consecuencia de esa tensión entre opuestos tenga un peso esencial. "Junior Bonner" es por encima de todo un retrato melancólico y tranquilo de una derrota consumada. Una vuelta de tuerca más en un proceso de modernización del viejo far-west que ya no es cuestionado de forma explícita y que convierte a vaqueros como Bonner en personajes inexplicables.
Y como parte de esa victoria el nuevo mundo utiliza al viejo como parte de su retórica, de su discurso, consumiéndolo definitivamente... En este sentido, resultan memorables varias escenas del principio de la película. El modo en que las excavadoras de Curly derriban la vieja casa de Ash Bonner, filmada y montada por Peckinpah como si se tratara de una secuencia de acción, con mucho plano contrapuesto y cámara lenta, o las jaulas donde varios animales característicos de la fauna salvaje del medio oeste (lobos, coyotes, aguilas...) están encerrados y expuestos a las miradas de los presuntos compradores que acuden al negocio de Curly.
"Junior Bonner" culmina de una forma hermosa y melancólica ese planteamiento evolutivo, crítico y desmitificador del western. Se sitúa a si misma y a sus personajes en un lugar inhóspito, en donde las viejas casas se derriban o venden, que alguna vez fue un hogar.
Esos personajes cuyas vidas parecen transcurrir a espaldas de unos tiempos que les han dejado atrás, pero que como pueden continúan adelante, bien cayendo en un loco mundo de fantasía como hace Ash (un espectacular Robert Preston), bien consagrándose ciegamente a una tarea, al mundo de los rodeos, el único punto de encuentro posible entre pasado y presente, como hace Junior (un brillante Steve McQueen).
Irracionalismo y existencialismo.
Why not?
Magnífica.
sábado, noviembre 27, 2010
THE WRESTLER
Si uno lo piensa bien tiene que llegar a la conclusión de que no es la primera vez que ve "The wrestler" aunque en realidad esté viéndola por primera vez.
La trama del boxeador acabado que se resiste a estarlo, el resurgimiento épico de las propias cenizas es casi un subgénero transversal a más de un género cinematográfico. Desde la estupenda "Más dura será la caída" hasta la no menos estupenda "Fat city" el largo viaje hacia la noche y en caída libre de un protagonista cuya épica se basa en intentar marcar la agenda de su destino por encima de unas más que inevitables circunstancias ha terminado por marcar una pauta narrativa que uno de cuando en cuando encuentra en las historias que le salen al paso de la mirada.
En este sentido, "The wrestler" puede verse con los ojos cerrados, pero hay que decir que una de las mayores virtudes de esta película de Darren Aronofsky es proporcionar al espectador un acceso privilegiado a la intimidad de las emociones que subyacen y alimentan el cliché. La película consigue emocionar. Las lágrimas del estupendo Mickey Rourke se intuyen de algún modo auténticas. Su trayectoria descendente afecta, interesa, implica... Pese a que el espectador imagina lo que aguarda en el siguiente recodo del camino, en la siguiente secuencia, en el siguiente plano.
La sorpresa no radica en un innovador giro narrativo, en lo que sucede, sino en las palabras pronunciadas, en el modo en que los actores las pronuncian mientras lo en mayor o menor medida previsto sucede.
Magnífica.
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