Algunos ya echan de menos una guerra... y por supuesto las correspondientes oportunidades de ganar dinero haciéndola o reconstruyendo lo destruido...
Por lo visto nunca se gana el suficiente dinero, triste realidad que algún día acabará con occidente, el guardián de una civilización que sólo en según qué casos se aplica, y quién sabe si se llevará por delante el resto del mundo de paso.
La historia de Crimea es interesante y es un claro ejemplo de los demonios que asolan Rusia desde su oscuro pasado soviético.
Perteneció al imperio ruso desde finales del siglo XVIII, cuando se la arrebataron al Imperio Otomano derrotándoles a ellos y a los tártaros, que eran la base étnica del territorio.
El acontecimiento importante en la historia de Crimea viene después de la Segunda Guerra Mundial, lo que los soviéticos llamaron Gran Guerra Patriótica. Los tártaros apoyaron a los invasores nazis viendo en esta invasión una posibilidad de independencia del yugo soviético que para los tártaros siempre fue una extensión del Imperio Ruso.
Tras la derrota nazi, Stalin reaccionó como se esperaba de él, deportando al Asia Central a los tártaros y aboliendolos oficialmente como pueblo en un alarde de esas cosas chungas que sólo pudo hacer Stalin en el pasado siglo.
El vacío dejado por los tártaros fue llenado por una repoblación de rusos y ucranianos, pero fundamentalmente los rusos son la etnia dominante en la Crimea actual.
Crimea fue asignada a Ucrania como República Autónoma en 1954, pero dentro de una estructura superior que era la Unión Soviética y en la que, estoy seguro, nunca se contempló el problema que supondría Crimea en caso de disolución del estado al ser una de las pocas salidas decentes que tiene Rusia al mar.
Con la disolución de la Unión Soviética en 1991, Crimea se reveló como el problema que siempre pudo ser entre la naciente Ucrania y la nueva Rusia.
Ucrania insistió en retener un territorio de mayoría rusa, con una mayoría de partidos favorables a la anexión a este segundo país y que tenía en su territorio una de las más importantes bases navales para la flota rusa... Aquí la débil Rusia de Yeltsin, empeñadas sus nuevas oligarquías en enriquecerse, cedió el territorio cometiendo otro de esos grandes errores que han hecho de Yeltsin un personaje amable y popular en Occidente, con mucha menos mala prensa que Putin que está mucho menos por la labor de dejarnos hacer.
A partir de entonces, los enfrentamientos entre las autoridades ucranianas y las crimeanas fueron constantes hasta el punto de que su constitución está anulada y el territorio llegó a estar bajo la autoridad directa del presidente ucraniano.
Básicamente, la cesión a Ucrania se hizo en contra de la voluntad de la mayoría del pueblo crimeano. Sin duda por causa de ésto, la constitución ucraniana de 1996 concede a Crimea gran autonomía dentro del ordenamiento legal ucraniano.
Conociendo todo ésto sorprende que cuando el legalmente elegido y prorruso presidente de Ucrania es expulsado del poder, Crimea pudiera permanecer tranquila y mucho menos Rusia que tiene que vivir con el error cometido por la alcoholizada administración Yeltsin.
Los que defienden los intereses estratégicos rusos tienen derecho a defenderlos y a dudar de que lo sucedido en Kiev sea bueno para aquellos.
Ucrania es un estado compuesto de dos sensibilidades, quizá no nacionalidades, que convierten al país en un campo de batalla simbólico entre intereses occidentales y rusos. No hay nada natural aquí, sólo posiciones e intereses de los dos bandos.
Y si los prooccidentales tomaron un parlamento en el que no eran mayoría a sangre y fuego en un golpe de estado suave, los prorrusos tienen todo el derecho a dudar y a intentar defender una posición que, desde la mala gestión histórica, se ha convertido en un problema para ellos.
Porque, en realidad, Crimea es más rusa que ucraniana, pero sin esa península un país como Ucrania que es el segundo más grande de Europa quedaría sin una salida decente al mar, como mínimo tendría que inventarla.
Esa es la cuestión.
Y al final, en la respuesta del Oriente de Ucrania y de Rusia, en un gesto tan rotundo como es la toma del parlamento ucraniano, un gesto que en nuestros periódicos se ha llenado de esa vacía retórica democrática que en occidente utilizamos contra nuestros enemigos, cobra su verdadera dimensión de acto de parte dentro de un todo en el que hay otras partes que tienen su fuerza y su propio punto de vista.
Nosotros, Europa y Estados Unidos, apoyan a una parte y ellos, Rusia, a la otra.
¿Por qué creemos que tenemos razón?
Sólo por el poder político de las imágenes... Individuos cayendo derribados por disparos mientras intentan entrar en un parlamento defendido por unas fuerzas orden, la revivificación del eterno relato de lucha contra un pode opresor.
Combate desigual, pero también descontextualizado, presentado por sí mismo, sin rigor, eficazmente desconectado para que cumpla su función comunicativa de justificar una acción de parte concediéndole un valor universal de lucha de opresor contra oprimido.
Porque, y si no supiéramos nada de la II Guerra Mundial, qué pensaríamos si viéramos imágenes de niños y ancianos alemanes defendiendo un puente de los ataques de un pelotón de soldados norteamericanos.
No hay imágenes inocentes.. y no precisamente porque mientan sino porque utilizan su valor de verdad, su valor referencial para jugar un papel decisivo transmutando una mentira más global en verdad.
Y nosotros reflexionando con Operación Palace.
Por lo visto nunca se gana el suficiente dinero, triste realidad que algún día acabará con occidente, el guardián de una civilización que sólo en según qué casos se aplica, y quién sabe si se llevará por delante el resto del mundo de paso.
La historia de Crimea es interesante y es un claro ejemplo de los demonios que asolan Rusia desde su oscuro pasado soviético.
Perteneció al imperio ruso desde finales del siglo XVIII, cuando se la arrebataron al Imperio Otomano derrotándoles a ellos y a los tártaros, que eran la base étnica del territorio.
El acontecimiento importante en la historia de Crimea viene después de la Segunda Guerra Mundial, lo que los soviéticos llamaron Gran Guerra Patriótica. Los tártaros apoyaron a los invasores nazis viendo en esta invasión una posibilidad de independencia del yugo soviético que para los tártaros siempre fue una extensión del Imperio Ruso.
Tras la derrota nazi, Stalin reaccionó como se esperaba de él, deportando al Asia Central a los tártaros y aboliendolos oficialmente como pueblo en un alarde de esas cosas chungas que sólo pudo hacer Stalin en el pasado siglo.
El vacío dejado por los tártaros fue llenado por una repoblación de rusos y ucranianos, pero fundamentalmente los rusos son la etnia dominante en la Crimea actual.
Crimea fue asignada a Ucrania como República Autónoma en 1954, pero dentro de una estructura superior que era la Unión Soviética y en la que, estoy seguro, nunca se contempló el problema que supondría Crimea en caso de disolución del estado al ser una de las pocas salidas decentes que tiene Rusia al mar.
Con la disolución de la Unión Soviética en 1991, Crimea se reveló como el problema que siempre pudo ser entre la naciente Ucrania y la nueva Rusia.
Ucrania insistió en retener un territorio de mayoría rusa, con una mayoría de partidos favorables a la anexión a este segundo país y que tenía en su territorio una de las más importantes bases navales para la flota rusa... Aquí la débil Rusia de Yeltsin, empeñadas sus nuevas oligarquías en enriquecerse, cedió el territorio cometiendo otro de esos grandes errores que han hecho de Yeltsin un personaje amable y popular en Occidente, con mucha menos mala prensa que Putin que está mucho menos por la labor de dejarnos hacer.
A partir de entonces, los enfrentamientos entre las autoridades ucranianas y las crimeanas fueron constantes hasta el punto de que su constitución está anulada y el territorio llegó a estar bajo la autoridad directa del presidente ucraniano.
Básicamente, la cesión a Ucrania se hizo en contra de la voluntad de la mayoría del pueblo crimeano. Sin duda por causa de ésto, la constitución ucraniana de 1996 concede a Crimea gran autonomía dentro del ordenamiento legal ucraniano.
Conociendo todo ésto sorprende que cuando el legalmente elegido y prorruso presidente de Ucrania es expulsado del poder, Crimea pudiera permanecer tranquila y mucho menos Rusia que tiene que vivir con el error cometido por la alcoholizada administración Yeltsin.
Los que defienden los intereses estratégicos rusos tienen derecho a defenderlos y a dudar de que lo sucedido en Kiev sea bueno para aquellos.
Ucrania es un estado compuesto de dos sensibilidades, quizá no nacionalidades, que convierten al país en un campo de batalla simbólico entre intereses occidentales y rusos. No hay nada natural aquí, sólo posiciones e intereses de los dos bandos.
Y si los prooccidentales tomaron un parlamento en el que no eran mayoría a sangre y fuego en un golpe de estado suave, los prorrusos tienen todo el derecho a dudar y a intentar defender una posición que, desde la mala gestión histórica, se ha convertido en un problema para ellos.
Porque, en realidad, Crimea es más rusa que ucraniana, pero sin esa península un país como Ucrania que es el segundo más grande de Europa quedaría sin una salida decente al mar, como mínimo tendría que inventarla.
Esa es la cuestión.
Y al final, en la respuesta del Oriente de Ucrania y de Rusia, en un gesto tan rotundo como es la toma del parlamento ucraniano, un gesto que en nuestros periódicos se ha llenado de esa vacía retórica democrática que en occidente utilizamos contra nuestros enemigos, cobra su verdadera dimensión de acto de parte dentro de un todo en el que hay otras partes que tienen su fuerza y su propio punto de vista.
Nosotros, Europa y Estados Unidos, apoyan a una parte y ellos, Rusia, a la otra.
¿Por qué creemos que tenemos razón?
Sólo por el poder político de las imágenes... Individuos cayendo derribados por disparos mientras intentan entrar en un parlamento defendido por unas fuerzas orden, la revivificación del eterno relato de lucha contra un pode opresor.
Combate desigual, pero también descontextualizado, presentado por sí mismo, sin rigor, eficazmente desconectado para que cumpla su función comunicativa de justificar una acción de parte concediéndole un valor universal de lucha de opresor contra oprimido.
Porque, y si no supiéramos nada de la II Guerra Mundial, qué pensaríamos si viéramos imágenes de niños y ancianos alemanes defendiendo un puente de los ataques de un pelotón de soldados norteamericanos.
No hay imágenes inocentes.. y no precisamente porque mientan sino porque utilizan su valor de verdad, su valor referencial para jugar un papel decisivo transmutando una mentira más global en verdad.
Y nosotros reflexionando con Operación Palace.