"Il Divo" es una película oscura y turbadora pero al mismo tiempo maravillosamente cristalina en su afán por ofrecernos un retrato del cuarto oscuro de la verdadera política.
Sin seguir una línea narrativa clara y específica, el italiano Paolo Sorrentino nos hace un retrato conceptual de ese misterio llamado Giulio Andreotti, un auténtico superviviente de la escabechina casi diaria que fue la política italiana en el último cuarto del siglo pasado.
Un fragmentado panorama multipartidista que las sucesivas elecciones nunca terminaban de resolver generaba una situación volátil en la que presidentes de gobierno y de la república iban y venían como consecuencia de una espuma cuántica en eterna efervescencia de alianzas y distancias.
Y por si todo ésto ya no fuese complicado de por sí, este panorama tan mutable devino poco a poco en superficie bajo cuya incesante marejada sucedía un oscuro y abisal fondo de intereses y corrupción en el que la Mafia se daba la mano con los intereses económicos y los geoestratégicos dentro de una dinámica propia de la todavía vigente Guerra Fría.
Dentro de este panorama que no hacía más que cobrarse victimas tanto mortales como simplemente profesionales, Andreotti fue un auténtico superviviente en el que la propia supervivencia por si sola ya le otorgaba una posición preeminente conociendo las verdaderas historias de todo.
Siempre he pensado que desde un punto de vista holístico, como intuición, la propia longeva supervivencia de Andreotti en un escenario tan peligroso y contaminado ya hacía de él culpable, pero esa es otra historia.
En cualquier caso, Sorrentino nos presenta un retrato satírico y un tanto inquietante de un Andreotti que merced a las talentosas capacidades camaleónicas de ese gran actor llamado Tony Servillio nos recuerda a ese ingrávido y casi transparente Nosferatu de Murnau. Un ser impenetrable y oscuro, casi una sombra que termina por resultar un sorprendente extraño incluso para sus más allegados.
Y este retrato se convierte en una brillante metáfora para explicar la política en las democracias de mercado occidentales.
La necesidad de mantener a toda costa un orden del que se extrae siempre un beneficio que resulta transparente para la ciudadanía. Unos extraen beneficios económicos y otros, como Andreotti, el beneficio de detentar una posición de poder desde la que hacer y deshacer, ocupando esa delicada posición de interfaz entre esa trama oculta de intereses que constituyen el poder real y esa superficie pública donde se desarrolla la política tal y como la conocemos.
Un nivel no puede existir sin el otro.
Y en este sentido "Il Divo" se convierte en el retrato del político perfecto, alguien para el que los intereses de la ciudadanía son una variable más y no precisamente de las más relevantes, porque lo importante siempre es el mantenimiento de un orden, de un status quo cuya existencia tiene prioridad sobre cualquier bella idea o sentimiento.
Brillante.
Sin seguir una línea narrativa clara y específica, el italiano Paolo Sorrentino nos hace un retrato conceptual de ese misterio llamado Giulio Andreotti, un auténtico superviviente de la escabechina casi diaria que fue la política italiana en el último cuarto del siglo pasado.
Un fragmentado panorama multipartidista que las sucesivas elecciones nunca terminaban de resolver generaba una situación volátil en la que presidentes de gobierno y de la república iban y venían como consecuencia de una espuma cuántica en eterna efervescencia de alianzas y distancias.
Y por si todo ésto ya no fuese complicado de por sí, este panorama tan mutable devino poco a poco en superficie bajo cuya incesante marejada sucedía un oscuro y abisal fondo de intereses y corrupción en el que la Mafia se daba la mano con los intereses económicos y los geoestratégicos dentro de una dinámica propia de la todavía vigente Guerra Fría.
Dentro de este panorama que no hacía más que cobrarse victimas tanto mortales como simplemente profesionales, Andreotti fue un auténtico superviviente en el que la propia supervivencia por si sola ya le otorgaba una posición preeminente conociendo las verdaderas historias de todo.
Siempre he pensado que desde un punto de vista holístico, como intuición, la propia longeva supervivencia de Andreotti en un escenario tan peligroso y contaminado ya hacía de él culpable, pero esa es otra historia.
En cualquier caso, Sorrentino nos presenta un retrato satírico y un tanto inquietante de un Andreotti que merced a las talentosas capacidades camaleónicas de ese gran actor llamado Tony Servillio nos recuerda a ese ingrávido y casi transparente Nosferatu de Murnau. Un ser impenetrable y oscuro, casi una sombra que termina por resultar un sorprendente extraño incluso para sus más allegados.
Y este retrato se convierte en una brillante metáfora para explicar la política en las democracias de mercado occidentales.
La necesidad de mantener a toda costa un orden del que se extrae siempre un beneficio que resulta transparente para la ciudadanía. Unos extraen beneficios económicos y otros, como Andreotti, el beneficio de detentar una posición de poder desde la que hacer y deshacer, ocupando esa delicada posición de interfaz entre esa trama oculta de intereses que constituyen el poder real y esa superficie pública donde se desarrolla la política tal y como la conocemos.
Un nivel no puede existir sin el otro.
Y en este sentido "Il Divo" se convierte en el retrato del político perfecto, alguien para el que los intereses de la ciudadanía son una variable más y no precisamente de las más relevantes, porque lo importante siempre es el mantenimiento de un orden, de un status quo cuya existencia tiene prioridad sobre cualquier bella idea o sentimiento.
Brillante.