domingo, diciembre 28, 2014

El Resplandor

Sin duda, y para mi gusto, "El Resplandor" es una de las mejores películas del Kubrick en color.

El principal hallazgo de la película es la progresiva irrupción del horror en un entorno normal y cotidiano que, poco a poco, Kubrick convierte en amenazador mediante la introducción de una serie de decisiones técnicas brillantes.

Por un lado, la fotografía de los espacios con un objetivo gran angular cuyo principal atractivo es el ofrecer una vista panorámica de aquello que se quiere mostrar. Desde un punto de vista narrativo, el uso de la vista panorámica permitió a Kubrick mostrar a los actores dentro de un espacio en el que todo tiene el mismo nivel de importancia.

El actor es un elemento más de un paisaje que conforme el terror va haciéndose más evidente lo envuelve y se convierte en un protagonista más de la historia desde el momento en que la mirada del espectador lo escrutina en busca de una nueva amenaza.

Por otro lado, el uso de la steadycam, invento tecnológico que permitía el rodaje cámara en mano sin transmitir a la imagen la incómoda vibración propia del movimiento del brazo que la sustenta.

La steadycam fue el complemento perfecto de la metafísica expresada a través del gran angular puesto que permitió a Kubrick y al espectador seguir con incertidumbre a los actores en su avanzar e internarse por ese espacio amenazador en busca del terror.

Nadie que haya visto "El Resplandor" puede olvidar los paseos en triciclo del niño protagonista, esa visión casi subjetiva proyectada hacia una profundidad de campo dentro de un espacio que encierra desconfianza para la mirada.

Y finalmente el uso dramático de la música.

Las partituras de Berlioz, Bartok, Ligeti y Penderecki aportan el necesario nivel de turbiedad a los espacios tan iluminados, tan inicialmente poco terroríficos del hotel.

En este sentido, la música es un personaje más en "El Resplandor", un personaje que con su presencia aporta el oculto y/o transparente nivel de lo que no se dice y/o lo que no se ve.

Hay un texto subyacente a las imágenes que se nos muestran que la música interpreta convertida casi en la amenazante voz del hotel y los fantasmas que lo habitan.

La confluencia de estos tres aspectos genera esa inevitable y adictiva sensación de desasosiego que acompaña la visión de "El Resplandor", una película en la que lo que no se ve es mucho más importante que lo que el espectador ve.

Y ahí está para mi gusto el principal éxito de "El Resplandor": en buscar la sensación de horror en el espectador no sólo dentro de la pantalla sino también, y lo que es más importante, en la mente del espectador.

Nada queda explicado, cerrado de alguna tranquilizadora manera racional, lo único evidente es la radical e incomprensible exigencia de ese espacio maldito hacia los personajes que lo habitan.

Extraordinaria.




sábado, diciembre 27, 2014

No es verdad que seamos egoístas por naturaleza…

“Su investigación contradecía la afirmación de Hardin de que todo procomún estaba condenado a la ruina a causa de los ventajistas, y ponía en entredicho el dogma tan repetido por los economistas –desde los tiempos de Adam Smith- de que los seres humanos miran únicamente por su interés personal e inmediato en el mercado.
Al contrario, Ostrom encontró que al gestionar recursos comunes –pastos para ganado, zonas de pesca, sistemas de irrigación, bosques, etcétera- lo más frecuente era que cada persona antepusiera el interés de la comunidad a su interés personal, y que priorizara la conservación a largo plazo del recurso común frente a sus circunstancias personales, aunque fueran muy difíciles”

Los Siete Samurais

Siempre se dice que Akira Kurosawa es el maestro japonés más influenciado por la cultura occidental. En un alarde occicentrista se considera que éste es un viaje que implica un camino de un sólo sentido, pero una de las cosas que me ha quedado claro en mi nueva revisión de "Los Siete Samurais", uno de sus más grandes clásicos, es que hay un segundo sentido: el de vuelta, de Japón para Occidente.

No tengo la menor duda que directores del nuevo Hollywood como Peckinpah o Penn encontraron en el maestro japonés un coadyuvante esencial para la constitución del propio estilo y de la propia voz. Desde aspectos tácticos como el uso de la cámara lenta para las escenas de violencia, algo que es seña de identidad en el cine de Peckinpah hasta un concepto más amplio y nihilista que define la posición del héroe dentro de la historia y que los samurais que protagonizan esta película encarnan de manera paradigmática.

¿Cómo concretar ese concepto?

La irrupción de un sentido absurdo de la vida, un absurdo a cuya luz la acción que emprende el héroe y que compone la troncalidad de la historia cobra un valor más oscuro, menos luminoso.

Los samurais de Kurosawa son un antecedente claro de todos esos héroes errantes y desencantados que protagonizaran las grandes películas del western convertido en un género revisado por esa nueva generación de directores procedentes de la televisión.

Héroes oscuros y románticos enfrentados a los límites de su esfuerzo por imponer un criterio a un mundo complejo y con tendencia al absurdo, límites que siempre implican la muerte física o la social, el eterno errar por los caminos.

En ese maravilloso final en el que los samurais sobrevivientes consideran que es una derrota lo que aparentemente es una victoria está el germen de ese anti-heroe profundo y poético que protagonizará grandes películas como "Grupo Salvaje" o "El Zurdo".

Y al final toda acción que intenta oponerse al natural fluir del mundo, un natural fluir que no siempre está relacionado con algo tan racional como la justicia, está encaminada a largo plazo al fracaso que implica un coste siempre para el héroe que, obligado por esa misma condición, no puede evitar ejercerlas.

Un sentimiento que se resume en una frase muy repetida en el cine de Peckinpah: los tiempos cambian pero yo no.

Por otro lado, "Los siete samurais" es una buena prueba de que en el cine no es necesario hablar. Es más. El buen cine implica comunicar a través de la imagen, sin recurrir a la pornografía de la palabra.

En este sentido, hay un par de secuencias formidables, secuencias que tienen el carácter de prueba irrefutable.

Una es el encuentro de Kanbei, el samurai que organiza la partida, con Kyuzu, el samurai cuya única obsesión es el perfeccionar constantemente su técnica.

Kanbei presencia el modo en que Kyuzu intenta no pelear con otro samurai fanfarrón.

El modo en que Kanbei mira la escena que el espectador presencia en un magistral juego de planos y contraplanos en que la mirada de Kanbei parece mirar aquello que sólo un experto samurai puede apreciar en la actitud de Kyuzu define el final de la secuencia y al mismo tiempo la aprobación de Kyuzu por parte de Kanbei.

Magistral, como escribo.

En definitiva, "Los siete samurais" es una de esas películas que de pronto uno se encuentra disfrutándola y deseando que no acabe nunca.

No sucede demasiadas veces esa sensación ante una obra maestra cinematográfica que encierra la riqueza de un texto casi literario.

Y esta vez no es ni la primera ni la segunda ni la tercera que la veo.

De obligatoria visión.

jueves, diciembre 25, 2014

The Hunger Games

Como decirlo... Todo lo que no es la historia del follón en que la protagonista Katniss se mete por proteger a su hermana pequeña me resulta interesante en "The Hunger Games".

Panem, la distopía en que sucede la historia tiene mucho atractivo: un mundo cruel y desigual en el que unos pocos disfrutan de lo mucho que tiene sumidos en una sociedad opulenta, basada en el espectáculo y los muchos se las arreglan para sobrevivir en entornos que recuerdan a la sociedad de la Gran Depresión.

Por otro lado, está la televisión y ese juego, un verdadero reality en el que la vida está en juego que se convierte en la primera fuente de legitimación ideológica y política del sistema político que vertebra Panem, un sistema que es una mezcla interesante entre una sociedad aristocrática de corte clásico y nuestras democracias de consumo.

Todo tiene su punto, pero, y aunque se cuenta muy bien, la película funciona perfectamente como mecanismo narrativo, la historia que se nos cuenta es demasiado raquítica y previsible.

No es demasiado sorprendente lo que sucede.

El héroe hace lo que se le supone y tanto los coadyuvantes como los oponentes aparecen en el momento justo para cumplir con sus respectivos papeles facilitadores o dificultadores... y tampoco es que resulte demasiado emocionante porque la historia, siendo coherente con su carácter de producto, opta por el sentimentalismo en cuanto tiene la ocasión.

Recuerdo que Oscar Wilde definía a los sentimentales como los cínicos del corazón y en "The Hunger Games" abunda la ambición de emocionar, aspecto que resulta incomodamente evidente en la aparición de esa concursante pequeña que desde que el espectador la ver intuye que está ahí para intentar arrancarle una lagrimita más adelante.

En este sentido, se le ven bastante las intenciones a "The Hunger Games" y uno intuye que debajo de la experiencia que se propone hay un mecanismo, hay un producto dispuesto a funcionar ya sea por lo civil, ya sea por lo penal.

Se le transparentan las intenciones.

No obstante, y si uno se olvida de la trampa y el cartón, la propuesta que ofrece "The Hunger Games" se mueve mucho tiempo dentro de lo entretenido.

Aceptable.

miércoles, diciembre 24, 2014

Magic in the moonlight

La imagen que me queda de "Magic in the moonlight" no procede de la película en sí.

Es la imagen de un cine repleto que, después de lo que se supone es un mágico final romántico, reacciona con confusa torpeza cuando las luces se encienden. Intentando procesar en un espeso y pesado silencio el bodrio que acaba de ver, componiendo una especie de improvisado velatorio del talento de Woody Allen, preocupados ya por intentar sacar algo bueno del desastre sin paliativos al que acaban de enfrentarse y sin saber demasiado por dónde empezar.

De la cuidadosa observación de ese silencio casi de tanatorio que profesaban mis compañeros espectadores en una infausta tarde de Invierno saqué la conclusión de que no estaba sólo: acababa de ver una auténtica mierda.

Nadie salía recordando con una sonrisa o una carcajada algún chiste o momento afortunado, que la película alguno tiene. No demasiados, casi ninguno, pero alguno tiene.

Nada.

Cero.

Y es comprensible porque estoy convencido de que "Magic in the moonlight" jamás habría salido a la luz de no estar amparada por el nombre de Woody Allen.

Todo es manifiestamente mejorable en una historia en la que Allen se mueve con evidente torpeza entre las claves de comedia burguesa de Noel Coward y el cinematográfico melodrama romántico que gente como Mitchell Leisen pudiera haber rodado en la época clásica de Hollywood.

De hecho, el titulo se me antoja muy Mitchell Leisen y uno se imagina que ese mago al que tan tibiamente da vida un Colin Firth, que parece no creerse nada de lo que tiene que decir, bien pudiera ser el estupendo Charles Boyer.

En fin, con el crédito ya agotado en los Estados Unidos, poco a poco Allen empieza a agotar su crédito en Europa perpetrando bodrios como este, con cero autocrítica, ligeramente pedantes e incluso mal planificados: ausencia total de planos medios en las interminables escenas de diálogo que quedan reducidas a un esclerótico juego de plano-contraplano en el que parece que los actores no se dirigen a nadie... ni siquiera el público.

Por no hablar del inmotivado giro hacia el amor que pega el personaje protagonista que pasa, en un alarde de bipolaridad, de la criticona desconfianza hacia la medium a convertirse en un enamorado profesor Higgins (quizá las líneas de diálogo en esta frase sean lo mejor de la película) pasando por un enloquecido momento de euforia por el descubrimiento de lo mágico... El espectador no sabe ni cuando se enamora ni por qué, falta algún plano sutil, una palabra precisa, cine de verdad; simplemente el personaje se enamora porque sí, quedando la historia desprovista de uno de sus mayores puntos de interés porque el que se pretende emocionante y mágico final se basará en ese amor.

Y podría seguir.

Los buenos momentos, que los tiene, no compensan este absurdo general en el que Allen también demuestra que tampoco tiene nada nuevo que contar sobre la vida y la muerte o, por lo menos, nada que Corin Tellado no supiera.

En definitiva, no hay por donde coger "Magic in the moonlight", que afortunadamente no es demasiado larga ahorrando al espectador mayores sufrimientos.

Hasta de pena ver el trailer.

Ni magic ni moonlight ni in the.

El rey está desnudo.

Mala y punto.

martes, diciembre 23, 2014

El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos

Teniendo en cuenta que la primera película de las dos trilogías, "El señor de los anillos" se estrenó en 2001, puede uno escribir sin temor a equivocarse que Peter Jackson y su compañía del anillo Fran Walsh, Philippa Boyens o Howard Shore) llevan por lo menos metidos quince años en la Tierra Media.

Por el momento, ésta "La batalla de los cinco ejércitos" pone fin a  la aventura de la compañía que Jackson ha formado y lo hace manteniendo los estándares de calidad que caracterizan a la saga.

En este sentido, y sin alcanzar los niveles de excelencia que caracterizaban a "El Retorno del Rey", la película que ponía espectacular colofón a la primera trilogía, "La batalla de los cinco ejércitos" ofrece un grandioso espectáculo cinematográfico que en absoluto decepcionará al espectador.

La espectacularidad de las grandes escenas de combates magníficamente planificados y rodados, la emocionalidad de las relaciones entre los personajes, la composición casi pictórica de muchos de los planos (algo de lo que algún día alguien debería hablar), la épica de las decisiones sublimes... Nada falta en "La batalla de los cinco ejércitos" que un espectador no espere encontrar en alguna de las películas que componen estas dos trilogías.

En cualquier caso, esta película supone una clara mejora con respecto a su predecesora, sin duda la principal damnificada del esfuerzo por sacar de ·El Hobbit", un libro claramente de menor ambición y tamaño el mismo partido que Jackson sacó de la trilogía literaria de "El señor de los anillos".

Y sin duda el principal éxito de Jackson es conseguir clonar la experiencia que para el espectador supuso ver "El retorno del rey" en esta "La batalla de los cinco ejércitos" que tiene todo lo bueno que tienen las buenas copias de magníficos originales.

Pero no esperes encontrar nada más... ni nada menos.

Será tu problema si no tienes suficiente con todo este "demasiado".

Excelente.


Piketty y Stiglitz se unen:

“El dinero que se regala a los de arriba no sólo no se dedica necesariamente a la creación de puestos de trabajo y a la innovación; una parte de ese dinero se dedica a distorsionar nuestra política… Lo que hemos presenciado muy claramente es que un uso frecuente de la riqueza es conseguir ventajas en la búsqueda de rentas y perpetuar las desigualdades a través del proceso político” 

lunes, diciembre 22, 2014

American Hustle

Basada en hechos reales, "American Hustle" nos cuenta la historia de un timador llamado Irving Rosenfeld y el modo en que este se ve implicado en un complejo asunto de corrupción política del que forma parte la Mafia.

Atrapado en unos de sus timos por Richie DiMasso un policía con muchas ganas de promocionar, Rosenfeld tendrá que servir de cebo para proporcionar a Di Masso algunas de piezas de caza mayor a las que procesar. Como consecuencia de esto, acabarán implicados con la Mafia y la administración norteamericana en una operación para volver a llevar el juego a Atlantic City gracias a los petrodólares que proporcionará un jeque de pega.

Por encima de todo, "American Hustle" nos muestra la piscina de pirañas en que la ambición y el dinero pueden transformar cualquier aspecto de la vida humana, esa jungla de asfalto descrita de manera descarnada y desenfrenada.

En "American Hustle" se presenta una guerra por la supervivencia en donde, y como en todas las guerras, la verdad es la primera victima. Todos y cada uno de los personajes intentan manipular a los demás para conseguir sus respectivos y diferentes objetivos, algunas veces coincidentes, otras veces contrapuestos, y siempre recurriendo a la distancia más corta, una línea recta que atraviesa la división entre lo que está mal de lo que está fatal.

El resultado es una piscina de pirañas, una jaula de monos, una carrera de ratas, un retablo de ruido y furia en el que lo peor de la naturaleza humana forman parte del orden del día y mantener la cordura supondrá a los protagonistas una gran esfuerzo casi nunca recompensado por el éxito.

Y todo por conseguir el primer premio, sea el que sea, diferente para cada uno respectivamente sumido en un ensimismado delirio en el que los demás son sólo variables dependientes, elementos para usar y tirar que no dan más que problemas por resistirse, por tener su propio plan.

"American Hustle" es un retrato irónico del mundo descompuesto del capitalismo de consumo, de su desorden esencial: un mundo en el que, y como comenta el Rosenfeld que Christian Bale interpreta con eminencia, cada uno cree en lo que quiere creer.

La utopía del neoliberalismo es pensar que de esa multiplicidad de intereses contrapuestos puede surgir algo muy diferente a un caos en el que el animal que todos llevamos dentro se encuentra como pez en el agua.

Magnífica.



domingo, diciembre 21, 2014

Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo

Hace poco escribí con motivo de otra película la enorme dificultad que tiene la comedia para ser entendida desde la excelencia.

Desde los griegos, el drama parece ser el vehículo adecuado para expresar la trascendencia y, por lo tanto, su conexión con la excelencia es directa, mientras la comedia queda relegada a lo táctico, a las apariciones puntuales que sirven de contrapunto que hace más soportable con su levedad el poderoso peso de los grandes temas y de las grandes palabras.

En este sentido, el nuevo intento de Javier Fesser para trasladar a la imagen en movimiento las aventuras de "Mortadelo y Filemon" quizá sea una de las mejores películas que nuestro cine ha producido en este muy buen año. Sin embargo, tenderemos a dar más peso en nuestra memoria de calidades a la trascendencia que desde el género aporta "La Isla Mínima" que a esta intrascendente por comparación, pero excelente en todos los sentidos película de animación.

Resumiendo, "Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo" me parece una de las mejores películas que he visto en este año y no sólo por sí misma como artefacto cómico que funciona a la perfección desde un fantástico slapstick que recuerda lo mejor del cine mudo sino también como caso de éxito de traslación a otro canal del peculiar mundo parido por el dibujante Ibañez.

Desde la autoridad que me da el haberme criado leyendo los comics que protagonizan estos dos agentes secretos castizos, puedo decir que la traslación es perfecta. Fesser consigue dar vida en las tres dimensiones ese complejo y socarrón mundo de Ibañez que, a través de las aventuras de estos dos agentes secretos, nos presenta el espíritu de la colmena española en pleno trance de desarrollismo.

Ibañez es sociología pura de lo español enfrentado a la modernidad y el progreso, materialziado en esa agencia de investigación que intenta reproducir aspiraciones patrones sofisticados de modernidad como puede y a su manera.

En este sentido, y dentro de esa polémica entre castizos e ilustrados que protagoniza la cultura de nuestro país desde sus comienzos, el mundo de Ibañez nos muestra un genial procesado de lo moderno desde el más puro casticismo.

Todo este espíritu está presente en la película de Fesser, que recoge hasta el último detalle todo el imaginario y la representación que Ibañez incluía en sus historias.

Perfecto,

Pero, y además, "Mortadelo y Filemón" funciona perfectamente como artefacto narrativo constituyendo sin duda y para mi gusto uno de los mejores trabajos de Fesser como director de películas.

El preciso y perfecto ritmo desenfrenado, la selvática abundancia de gags, la perfecta dosificación de los mismos...

Brillante.

Por no hablar del impresionante 3D "Made in Spain" en que está contada la película; impresionante desde lo técnico, pero también desde la conceptualización pùesto que conceptualmente se viste como un guante la peculiar imaginería de Ibañez..

Extraordinario.

En definitiva, "Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo" es un perfecto homenaje y una gran película.


lunes, diciembre 15, 2014

Red Tails

Tiene su gracia "Red Tails".

Es una película actual pero su alma es de hace 70 años, porque si la miras en blanco y negro "Red Tails" destila el espíritu hagiográfico del cine bélico que la industria cinematográfica norteamericana produjo como principal y esencial contribución para el mantenimiento de la moral de sus ciudadanos tanto en el frente como en retaguardia.

Contrapicados planteamientos hagiográficos que convierten a sus protagonistas en auténticos héroes apolíneos, portadores de los mejores valores que deben aspirar a aquellos que verdaderamente realizan el esfuerzo bélico.

Y películas inolvidables como "Bataan", "Objetivo Birmania", Wake" o "They were expendables", generadoras de toda una mitología de lo americano que constituye todo un ejemplo, poco investigado pòr cierto, de ese carácter ideológico que el cine siempre ha tenido.

"Red Tails" pone por obra una vez más todo ese viejo mecanismo de representación y lo hace para reivindicar la participación de los hombres de color en la II Guerra Mundial.

En este sentido, "Red Tails" es una película coral que nos presenta personajes de una pieza, capaces de derrotar lo peor de sí mismos y posteriormente a los alemanes, héroes poderosos como el Errol Flynn de "Objetivo Birmania" o el Robert Taylor de "Bataan", ejemplos y carne para la aspiración de los ojos que desde la sala a oscuras les espían por ese ojo de cerradura que siempre es la pantalla cuando la habitan imágenes.

Imagino que George Lucas ha querido homenajear en fondo y forma a estos negros norteamericanos haciéndoles protagonizar una película de las de antes, como las que protagonizaron los blancos Gary Cooper y John Wayne.

Y para mi esta es la gracia de "Red Tails", el homenaje no sólo es dar luz y vida a su historia sino permitir a esos personajes ocupar un escenario, una narrativa hasta el momento sólo ocupada por blancos.

En "Red Tails", Wayne, Cooper o Flynn son negros.

Esto por un lado.

Por otro, la deslumbrante acción con que los efectos digitales son capaces de recrear las batallas aéreas.

Sin duda tiene que ser espectacular contemplarlas en pantalla grande.

No obstante, algo falla en "Red Tails".

Por un lado, creo que salvo el estupendo Terrence Howard hay una evidente falta de carisma en el reparto coral de pilotos. Desgraciadamente, ninguno de ellos es lo suficientemente Denzel Washington o Forest Whitaker como para imponerse a la tecnología y traspasar la pantalla con la emocionalidad de sus actitudes y miradas.

Y además el guión no es demasiado bueno. Todo es demasiado convencional, demasiado sumario. Faltan líneas de diálogo que den soporte a la posibilidad de la aparición de esa emocionalidad. Se confía demasiado en la evidencia de los hechos, las muertes, los encuentros, pero estos no se preparan convenientemente..

Los personajes carecen de la necesaria carga estática. No tienen demasiado terreno para desarrollarse. Resultan demasiado planos.

Aquellas películas clásicas también tenían buenos escritores detrás, algunos grandes como Alvah Bassie. Escritores capaces de concentrar en una sola frase el espíritu de la acción que se desarrolla.

Por eso, y pàra mi gusto "Red Tails" nunca termina de despegar aunque tenga su gracia.

Carece precisamente de uno de los principales activos de aquellas películas a las que pretende resucitar, películas que se construían a partir de las miradas y los gestos de unos actores cuyas bocas siempre tenían algo relevante que decir. Sólo entonces el resto, el contexto, la guerra y el combate tenían su lugar.

"Red Tails" como buena parte del mal cine industrial empieza la casa por el tejado.

Cualquier otro camino reduce el cine a la condición de espectáculo de feria.


domingo, diciembre 14, 2014

Periodistas que preguntan a los entrevistados si no temen las consecuencias de expresarse libremente...

Violencia y fútbol

Los fenómenos sociales son complejos.

Nunca hay una causa específica que aplicar para explicar una realidad que además es cambiante, comprometiendo siempre en su evolución las fiabilidad de las explicaciones que han funcionado con anterioridad.

Centrándonos en el tema de la violencia en el fútbol, no hay que dejar de lado las explicaciones que convierten la violencia en síntoma que manifiesta una determinada enfermedad social.

No estoy diciendo nada nuevo.

En Inglaterra, uno de los templos por antonomasia de las aficiones violentas es importante no olvidar que el creciente holiganismo que empieza a manifestarse en la década de los setentas está directamente relacionado con la decadencia del modelo estatalista e intervencionista que caracterizo a la economía británica desde la postguerra.

Los problemas sociales que generó esta decadencia tuvieron su expresión en el futbol, decadencia que implicó el paso de ese modelo intervencionista a un modelo de índole neoliberal conducido por el Thatcherismo. Y es entonces cuando se produce la verdadera expresión del holiganismo, con acuñación del término incluído.

Los quejidos de una fractura social se manifestaron de manera esencial en el futbol que por aquel entonces todavía era el pasatiempo por antonomasia de la clase obrera.

En este sentido, los recientes incidentes de violencia ultra sucedidos en nuestro país deben ser entendidos de esta forma.

La realidad irrumpe arrolladora sobre el discurso virtual que contamina los medios de comunicación inundando su equilibrada racional impostada con la irracionalidad de los gestos extremos.

La sociedad está fracturada y se queja y una de los principales maneras de expresión de ese conflicto es la expresión marginal mediante el delito y la violencia.

Los delincuentes sienten que nada le deben a una sociedad que les niega las oportunidades, incluso la posibilidad de seguir vivos.

Al final las grandes mayorías cuando son olvidadas muestran su verdadero poder: el de imposibilitar la paz social que hace que los que tienen puedan disfrutar sus vidas en paz.,

Al final, una de las grandes realidades de estas sociedades tan desiguales a las que el desfalleciente capitalismo de consumo nos aboca es al final de la paz social, algo a los que los europeos no estamos demasiado acostumbrados.

Y esa realidad de frustración y sentimiento de revancha puede ser procesada de muchas maneras: desde la más constructiva que no es otra que plantear otro modelo de sociedad hasta la más destructiva que es la mera expresión pulsional y difusa de un instinto una mañana de Domingo.

Seríamos unos ilusos si pensásemos que no existe una relación directa entre el aumento de desigualdad y el aumento de la delincuencia y el conflicto.



A matter of life and death

Se me sigue quedando un poco antigua esta película rodada en 1945 por el maravilloso dúo creativo formado por Michel Powell y Emeric Pressburger, fundamentalmente en todo lo que tiene que ver con esa visión tan infantil del amor romántico: ese sentimiento salvador que todo lo puede.

En cualquier caso, y con esta salvedad, "A matter of life and death" es otro de sus prodigiosos y fascinantes trabajos.

Al término de la II Guerra Mundial, Peter Carter, un piloto de RAF en situación desesperada contacta con June quien desde la torre de control de su aeródromo intenta que Carter no se estrelle. Estos instantes de comunicación en los que el piloto sabe que no tiene salvación generan un vinculo sentimental poderoso entre ambos, vinculo que se estrecha aun más cuando inexplicablemente Carter sobrevive a una muerte segura.

Y es aquí donde entra lo fantástico.

La entidad destinada a guiar a Carter a la vida eterna lo pierde entre la niebla de modo que en la diaria contabilidad de la muerte hay un descuadre que debe ser arreglado.

Esta es la base sobre la que pasmosamente y con gran cierto "A matter of life and death" se convierte en un relato que. a su vez, es una puerta giratoria entre lo real y lo fantástico.

Los intentos del guía por hacer entrar a Carter en razón para que renuncie a la vida prorrogada por error se convierten en alucinaciones que justifican una arriesgada intervención quirúrgica a vida o muerte.

Y por si esto no fuera bastante, la historia se complica y enriquece con un par de giros narrativos más que confieren a la película de un creciente interés.

Además, en "A matter of life and death" Powell y Pressburger encuentran terreno para desplegar otro de sus grandes fuertes: la creatividad a la hora de contar; y, en este sentido, la película está llena de planos, escenas y secuencias resueltos de manera brillante, especialmente las transiciones entre realidad y fantasía o el uso de la visión subjetiva para resolver otras situaciones.

En definitiva, que esa visión ñoña del amor es lo de menos.

Estamos otra obra maestra de ese dúo excepcional formado por Powell y Pressburger.

Absolutamente recomendable.

sábado, diciembre 13, 2014

Exodus

En general, Ridley Scott nunca termina de hacer una película redonda.

Siempre que veo alguna de sus películas épicas, basadas en grandes temas y de larga duración, recuerdo a David Lean, un legendario compatriota suyo que tenía el don de hacer películas largas y redondas.

Está claro que, y siempre para mi gusto, Scott todavía está lejos de Lean.

Sus películas siempre tienen un bache narrativo, algún momento complicado en que la historia pierde el pulso. En este caso, en "Exodus", Scott espera al final para perpetrar un extraño batiburrillo en el que pretende contarnos en un par de secuencias todo lo que le sucedió a Moisés después de que las aguas del Mar Rojo se juntaran sobre el ejército del faraón Ramsés.

La historia pierde mucho gas por ahí, una vez que ha puesto toda la carne en el asador con la espectacular secuencia de unas aguas que remansan con el regreso de Moisés y los suyos al pueblo de su mujer Séfora, que parece tomarse muy a bien que después de diez años su marido llegue a casa con doscientos mil familiares a cenar.

En fin... La sonrisa de Maria Valverde puede con todo eso y más.

En cualquier caso, todo lo demás sobraba... si no quieres hacer una película de tres horas en lugar de la que has hecho. una película de dos horas y media.

Creo que el espectador se queda un poco frío con una película que hasta el momento funcionaba en su discurso entre épico y espectacular como en las mejores de Scott, pero "Exodus" comete el inmenso error de terminar de manera difusa, queriendo ir demasiado lejos, más allá de su propósito de volver a contar la historia de Moisés ahora que los efectos digitales lo permiten todo y especialmente el tema de las plagas y la movida acuática del Mar Rojo que son, no nos engañemos, los principales protagonistas de la película.

Un error grave para mi gusto porque un mal final puede lastrar una buena película mientras que un buen final puede arreglar una mala.

En cualquier caso, "Exodus" resulta entretenida y espectacular, consigue los objetivos que busca ofreciendo lo que el espectador espera cuando desesperadamente busca su butaca marcada de manera difusa en un entorno tibiamente iluminado.

Pero lo que para mi gusto es lo mejor es el hecho de imaginar a Yahvé, nuestro Dios, como líder de un movimiento terrorista de liberación nacional. Está claro que, entre que Moisés no existió y que la historia la escriben los vencedores (y nuestro dios por supuesto verdadero venció a los dioses egipcios un poco muertos ya), no nos ha llegado la percepción que los egipcios hubieran tenido de ese Dios chungo que se carga a todos sus primogénitos, algo que seguro que a Bin Laden le hubiera gustado hacer con todos los primogénitos norteamericanos en el hipotético caso de que Bin Laden fuese ese que dicen que es.

En fin... cosas mías.

Lo cierto es que "Exodus" es un espectáculo entretenido, a la altura de lo mejor que Scott ha hecho en su etapa de madurez como director de superproducciones épicas, fundamentalmente porque sus habituales errores de concepto y pulso narrativo se concentran al final convertidos en un pequeño jarro de agua fría que no termina de llevarse por delante el buen sabor de boca a espectáculo entretenido que la película trae consigo.

Poco más, porque olvidarla ya la he olvidado.


lunes, diciembre 08, 2014

El declive del imperio americano

Realizada en 1986 por el canadiense Denys Arcand, "El declive del imperio americano" es tan elegante y sencilla como el largo travelling que da inicio a la película.

Por el inmenso hall de lo que parece un lugar público, la cámara se desplaza en busca de la interminable conversación que mantendrán todos los personajes que protagonizan este película coral, personajes pertenecientes a una misma generación, la contestataria de los sesenta, y que ahora se encuentran en la cuarentena manteniendo un complicado equilibrio entre aquello que creen que son y aquello que en realidad son.

Un complicado equilibrio que necesita de la hipocresía y de la mentira para mantenerse.

Y es este juego identitario entre realidad y ficción el que de manera brillante pone de manifiesto "El declive del imperio americano" para enlazar con un planteamiento casi sociológico que busca presentar a aquellos que ideológicamente cuestionan el imperio americano como metáfora del capìtalismo de consumo atrapados en su tela de araña, convertido en burgueses obsesionados con el sexo y la posesión material que, al mismo tiempo, mantienen una suerte de palacio interior en el que, cuando quieren, se refugian para sentirse diferentes e intactos.

Todo esto sucede, como en todo el cine que conozco de Arcand, de manera tranquila, suave y natural, con la elegancia de un cisne desplazándose herido por un estanque.

El talento de Arcand para mi gusto es este: el de generar una naturalidad casi documental en la que sus argumentos consiguen pasar ante la mirada del espectador por hechos que parecen hablar por sí mismos.

Además, y cómodamente instalados en ese declive del imperio americano que seguramente aún siguen vaticinando desde sus cátedras, el entramado coral de personajes que protagonizan la película ponen en marcha un segundo nivel significativo, mas sociológico, más político, en el que subyace la siniestra eficacia de un dominación que como los ladrones de cuerpos de la película clásica de Don Siegel es capaz de transformar la voluntad de las personas en el tiempo.

Lo político reducido a un simple elemento con el que construir una determinada seña de identidad.

O mejor dicho, la desactivación de lo político por la aparición de un insaciable yo cuyas necesidades deben ser satisfechas, aspecto que es el mecanismo esencial de esa eficaz dominación. No en vano toda la historia se articula en torno a espacios en el que yo encuentra esos lugares adecuados para su infinito y placentero esparcimiento: gimnasios y cocinas

Brillante.


domingo, diciembre 07, 2014

Absurdo

En las críticas a Errejón y su contrato traspasa lo poco preparado que está este país para la vida moderna:

"¿Con qué se puede compatibilizar un trabajo de 40 horas semanales?. Con nada verdaderamente y si eres honesto lo sabes."

No sabía que estudiar y trabajar fuese algo deshonesto.

Insisto: Con independencia de la especificidad del asunto Errejón, me parecen muy interesantes los argumentos que se están utilizando contra Errejón, argumentos que demuestran que somos un país que vive a espaldas de la sociedad del conocimiento y que no está preparado para la vida moderna.

Por no hablar de mí, yo, personalmente, he trabajado con personas que trabajaban y luego además se las arreglaban para hacer, por ejemplo, una tesis.

Dios o Alá quieran que no se interpongan en el camino de los intereses de estas democracias de consumo: serán crucificados en la plaza pública,

Por supuesto, son corruptos... Muera la inteligencia y vivan las cadenas.

Olvidamos que para los valientes la semana tiene 168 horas.

The naked kiss

Aunque han pasado cincuenta años ya, y la capacidad de mostrar del cine ha ido cada vez más y más lejos, el comienzo de "The naked kiss" sigue siendo poderoso.

Al ritmo de una música ratonera de jazz, una hermosa mujer en ropa anterior está pegando una paliza a un hombre que parece borracho. Los primeros planos que muestran el rostro decidido y despiadado de ella contrastan con la vulnerabilidad de él, golpeado una y otra vez.

Puro Fuller: duro y extremo, como una noticia de sucesos, y también iconoclasta con todos los elementos que componen la representación del cine clásico.. Siempre queriendo más de lo que nadie se haya atrevido.

Violencia y sexo.

Crónica de sucesos,

Puro pulp.

Pero la escena no se detiene aquí.

Tiene un giro.

El hombre agarra del pelo de la mujer y su hermosa cabellera rubia se desprende de su cabeza. La mujer está completamente calva.

Este gesto encoragina aún más a la mujer que, a fuerza de golpes, termina por enviar al hombre al suelo inconsciente.

La mujer se sienta sobre el hombre dispuesta a recuperar un dinero que es suyo. No le quita todo, sólo coge una parte.

Con este gesto, Fuller nos presenta a su protagonista, Kelly que mientras se suceden los títulos de crédito recompone su belleza ante el espejo.

Es imposible no estar interesado en lo que Fuller quiere contarnos en "The Naked Kiss", la que probablemente sea una de sus mejores películas, y lo que nos cuenta es la historia de Kelly, una ex-prostituta que llega a una pequeña ciudad de la costa Oeste de los Estados Unidos buscando rehacer su vida.

En ese esfuerzo por cambiar, Kelly protagonizará una historia truculenta para la época en la que habrá corrupción policial, prostitución, pederastia, sexo y mentiras, pero sin cintas de video; en definitiva, un ambiente perverso resumido en la desconfianza del policía Griff quién en una compleja y tensa relación de amor y odio no tendrá el menor problema para acostarse con Kelly sin que al mismo tiempo tenga la menor dificultad en erigirse en salvaguarda de la pureza de su comunidad.

"The naked kiss" es, como todo el cine de Fuller, una arriesgada apuesta sensacionalista por ir más allá de las líneas rojas para sugerir cuando no mostrar todo aquello que los vigilantes de la moral considerarían visible con reparos.

La controvertido como tema.

La presentación de lo inmoral convertido en algo natural, en una forma de vida.

Puro morbo, puro pulp.

Excelente.


sábado, diciembre 06, 2014

Un clásico ya: Pablo Iglesias y ETA

Preguntar a Pablo Iglesias si se sentía de enhorabuena por la excarcelación de etarras no es una provocación dirigida contra el líder de Podemos.

No nos equivoquemos.

Fundamentalmente, es una provocación dirigida contra todos aquellos votantes de izquierdas que aún no se han decantado por Podemos.

El cálculo es claro.

Por muy transversal que sea la procedencia de los votantes de Podemos, siempre procederán más de la izquierda que de la derecha.

Y cumpliendo la ley del mínimo esfuerzo que han seguido nuestros líderes de los dos partidos políticos que protagonizan el régimen del 78, ley que se ha basado en desgastar el rival antes de desgastarse uno profundizando en concretar programas electorales, el planteamiento del PP es claro.

Por un lado, desgastar al PSOE indignando a los más extremistas de sus votantes buscando su enrolamiento en Podemos y, por otro, movilizar a sus abstencionistas con sus viejos y clásicos temas de siempre: terrorismo, la unidad de España.

Seguramente tienen también la esperanza de que en el momento de votar algunos votantes de Podemos se vengan abajo enfrentados a la realidad de un acto y al discurso estratégico del caos y el desorden.

Al final, sólo se trata de tener más escaños que el PSOE dentro del viejo planteamiento bipartidista de siempre y lo que esperan todavía es tener que ganar al PSOE.

Nos corresponde a nosotros, el electorado, hacerles ver que vamos en serio y que Podemos puede ser una alternativa verdadera en unas elecciones serias como las municipales y autonómicas. Por éso quizá no sea tan buena idea no presentarse como marca y dejarlo todo a una única, última y definitiva batalla final en 2015.

Todos los fontaneros del poder ya están en marcha para ensuciar a Podemos.

Cuando alguno de sus rostros conocidos aparque en doble fila Eduardo Inda lo sabrá y lo que no hagan, se inventará.


The Zero Theorem

Lo bueno que tienen las películas de Terry Gilliam es que uno puede perderse dentro de ellas.

Tanto en fondo como en forma su cine es abigarrado y complejo, una especie de inmenso cuerno de la abundancia virtual que vomita a través de la pantalla una intrincada maraña de imágenes y significados que pueden llegar a confundir al espectador que busque un planteamiento cartesiano, sólido y coherente.

Si uno se deja llevar, si cede el control a Gilliam y acepta su propuesta, su viaje, siempre termina por encontrar algún elemento visual o narrativo al que agarrarse.

En este sentido "The Zero Theorem" ofrece otra nueva ración masiva de imágenes y significados, una suerte de espuma cuántica que no cesa de hervir, de producir puntos de atracción para la mirada y el pensamiento.

Una dodecafónica sinfonía de tonos y pulsiones conceptuales y visuales aglutinadas por una de las grandes obsesiones del creador: la melancólica y nihilista necesidad de escapar de un mundo enloquecido y brutal que se cierne como una amenaza cierta sobre sus protagonistas.

Dentro de este contexto, y para un fan de "Brazil" como yo, "The Zero Theorem" ofrece un planteamiento no demasiado diferente envuelto -eso sí- en una brillante imaginería cyber punk en el que la máquina del capitalismo continua en su movimiento perpetuo. un movimiento que muestra signos de agotamiento y descomposición, signos que conviven con una flamante realidad de ocio y trabajo mantenida como espectáculo y como si nada estuviera sucediendo.

Con "The Zero Theorem" Gilliam pasa de expresar su mundo en el contexto de una distopía de inspiración kafkiana a hacerlo dentro de una distopía de inspiración cyber punk en la que el sistema ya no puede controlar la irrupción de sus ineficiencias y contradicciones en el espacio de eso que se llama "lo real" y que no es otra cosa que el espacio donde el poder presenta su propuesta de dominación de una manera atractiva, inofensiva, evidente y práctica.

El espectáculo de la pobreza y la desigualdad ya no puede ser contenido.

Y la realidad se convierte en un mundo de varias velocidades donde la supervivencia es esencial.

Si "Brazil" era la distopía del mundo desarrollista en el que el estado tenía un papel esencial, "The Zero thoerem" es la distopía del neoliberalismo. El estado ya no existe y solo parecen existir individuos obsesionados de manera desordenada por la propia supervivencia, bajo la atenta mirada de sus dueños, las corporaciones.

Y quizá los mejor de "The Zero Theorem" es comprobar que el resultado aparentemente es el mismo.

Los finales de aquel Sam Lowry que protagonizaba "Brazil" y de este Qoen Leth interpretado por Christoph Waltz no son demasiado diferentes, si bien Leth rechaza algo que era esencial para Lowry como via de escape: el amor.

Y es aquí donde aparece la gran diferencia.

Para Leth, la posibilidad de construir una puerta de salida acompañado de otros es inviable convirtiendo su locura en un terrible y solitario cuadro de Hopper.

El sentido de la vida que Leth busca se le revela entonces como un significado vacío, un vacío polar que el pintor norteamericano tan bien supo reflejar.

La soledad más absoluta y la ausencia de sentido.

Gilliam es un genio.


domingo, noviembre 30, 2014

La sal de la tierra

No tengo la menor duda de que el mal se levanta todos los días a las siete de la mañana para buscar la forma de ganar mucho más dinero.

Tampoco tengo la menor duda de que durante sus más de 40 años de carrera, el fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado se ha dedicado a retratar el conjunto de todos sus desmanes: su magna obra de dolor y muerte a cambio de ofrecer una nueva casa con piscina a sus esbirros y acólitos que acumular junto a las otras.

Dirigido de manera conjunta por el cineasta alemán Wim Wenders y por Juliano, el propio de hijo de Salgado, "La sal de la tierra" es un magnífico documental que repasa la vida y la obra del fotógrafo brasileño, su dolor ante el arrasador impacto de lo visto por el objetivo de su cámara y la necesaria redención a través del proyecto Génesis que busca la repoblación y reforestación de territorios asolados por ese irresponsable y loco modo de gestionar las cosas que sólo busca crecer más y más.

Estoy convencido de que, si todo sale bien y no volvemos a una nueva y oscura Edad Media, algún día se hablará del capitalismo, a través de los millones de muertes que ha causado, como el peor ismo de todos los ismos que asolaron la historia de la humanidad lanzada hacia la modernidad.

Es muy posible que la aventura de la ilustración y la modernidad, con todos sus sublimantes sueños de liberación del hombre nos conduzca precisamente a lo contrario: a la consagración de una salvaje selva de supervivencia cuando no a coquetear con la extinción a través de llevar al límite el equilibrio de los ecosistemas naturales.

Las fotografías de Salgado quedarán como testimonio de un horror que tiene forma y unicidad, pero que todavía queremos ver fragmentado, como si todas las hambrunas, muertes y guerras tuvieran su propia y separada causa individual, causas que existiendo separadas impiden la generación de discursos estratégicos que impugnen a la totalidad un modo de vivir que, a los más privilegiados nos ofrece cambiar un poco de futuro por un poco más de presente comodidad.

Me permito coincidir con Salgado en el sentido de que como especie hemos fracasado.

Las fuerzas negativas que nuestro modo de vivir liberan cada vez dejan menos espacio para lo bueno que hay en nosotros como criaturas, incluso lo que antes era malo ahora es un valor aceptado e incluso deseado.

En este sentido, el neoliberalismo no es otra cosa que la exacerbada sublimación de lo peor que hay en todos nosotros: la muerte de lo colectivo en favor de un conjunto de individuos que aisladamente buscan lo mejor para sí mismos.

Algo que incluso va en contra de nuestra propia naturaleza y que sin embargo vemos como lo más normal del mundo.

La mirada de Salgado, siempre del lado de los más desfavorecidos, nos ofrece ese continuo e interminable horror.

Sus fotografías disparadas en un blanco y negro poderoso encuadran todos aquellos lugares donde no queremos mirar. Dotadas de una belleza perturbadora, nos mustran lo mejor de nosotros adelgazado y consumido, rodeado y asfixiado por un entorno que se ha convertido en el terrible mensajero de muerte.

Salgado no es sólo capaz de mostrarnos el horror, de documentarlo, sino también -y este es para mi gusto su principàl talento- ofrecerlo con una profundidad magistral.

Salgado es capaz de llegar a la vulnerabilidad del ser humano aplastado o en trance de ser aplastado, destino que terminará sufriendo el mismo cayendo en un agotamiento moral que justificará el gran cambio en su carrera: el proyecto Génesis en el que el fotógrafo brasileño ha dedicado casi diez años a documentar lo hermoso que aún queda en este planeta.

"La sal de la tierra" es un documental extraordinario con mucho que leer entre líneas.

Nuestras propias obras se han convertido en un monstruo que nos amenaza, que nos impide ver la verdadera belleza de las cosas.

Como las niñas del cuento de Paul Bowles "Te en el Sahara" cada vez nos internamos más y más en el desierto persiguiendo lo que creemos que es un sueño. Es una cuestión de tiempo que acabemos perdidos para siempre entre las dunas con todas nuestras cosas sobre la espalda.

Excepcional.