“En la sociedad de públicos democrática, se suponía que antes de tomar una medida de consecuencias públicas, se llevaría a cabo una discusión racional entre individuos, la cual determinaría la acción subsiguiente y que, entonces, la opinión pública resultante sería la voz infalible de la razón. Pero esto ha sido puesto en entredicho no sólo: 1) por la necesidad, ya confirmada, de expertos que resuelvan situaciones difíciles e intrincadas, sino también por: 2) el descubrimiento -que hizo Freud- de la irracionalidad del hombre de la calle, y del descubrimiento -por Marx- de la naturaleza socialmente condicionada de lo que en un tiempo se consideró como razón autónoma.”
domingo, noviembre 29, 2015
sábado, noviembre 28, 2015
Bone Tomahawk
Es una película curiosa "Bone Tomahawk".
Sobre la clásica y sólida base que proporciona el western como género poco a poco va construyéndose una película de terror con alguna sorprendente y brutal extensión "gore".
La película cuenta la historia de una partida de ciudadanos de la pequeña ciudad de Bright Hope. Comandados por el sheriff Hunt el pequeño grupo se interna en territorio indio en busca de la mujer de uno de esos ciudadanos que ha sido secuestrada.
Pero lo que los hombres blancos descubrirán es que no andan tras la pista de una partida de indios cualquiera.
Y el principal atractivo de "Bone Tomahawk" es ese inesperado giro brutal que se construye sobre lo que viene siendo una áspera y dura historia de búsqueda en un territorio peligroso y salvaje, basada en una bien construida confrontación psicológica entre los diferentes personajes que componen la partida.
En "Bone Tomahawk", el peligro que el espectador ha presenciado de pronto se multiplica por mil cuando los perseguidores se topan con una tribu sin nombre entre los suyos que más parece la familia de "La matanza de Texas" que una tribu de indios al uso.
Porque una cosa es que el salvaje Oeste pueda matarte y otra muy diferente que pueda devorarte despiadadamente.
Exactamente de éso va "Bone Tomahawk".
Eneste sentido estamos ante una de esas modestas películas que pasarán de puntillas, casi desapercibidas por las pantallas para acto seguido convertirse en una de esas películas de culto que uno siempre gusta de ver las tardes de domingo.
Brillante.
Sobre la clásica y sólida base que proporciona el western como género poco a poco va construyéndose una película de terror con alguna sorprendente y brutal extensión "gore".
La película cuenta la historia de una partida de ciudadanos de la pequeña ciudad de Bright Hope. Comandados por el sheriff Hunt el pequeño grupo se interna en territorio indio en busca de la mujer de uno de esos ciudadanos que ha sido secuestrada.
Pero lo que los hombres blancos descubrirán es que no andan tras la pista de una partida de indios cualquiera.
Y el principal atractivo de "Bone Tomahawk" es ese inesperado giro brutal que se construye sobre lo que viene siendo una áspera y dura historia de búsqueda en un territorio peligroso y salvaje, basada en una bien construida confrontación psicológica entre los diferentes personajes que componen la partida.
En "Bone Tomahawk", el peligro que el espectador ha presenciado de pronto se multiplica por mil cuando los perseguidores se topan con una tribu sin nombre entre los suyos que más parece la familia de "La matanza de Texas" que una tribu de indios al uso.
Porque una cosa es que el salvaje Oeste pueda matarte y otra muy diferente que pueda devorarte despiadadamente.
Exactamente de éso va "Bone Tomahawk".
Eneste sentido estamos ante una de esas modestas películas que pasarán de puntillas, casi desapercibidas por las pantallas para acto seguido convertirse en una de esas películas de culto que uno siempre gusta de ver las tardes de domingo.
Brillante.
lunes, noviembre 23, 2015
Jodorowsky's Dune
Hoy en día puede parecer estrafalario que un cineasta off de casi todo como Alejandro Jodorowsky le pidiera 15 millones de dólares a Hollywood para realizar una de sus visiones, pero si en algún momento eso fue posible precisamente en la década de los setentas del pasado siglo.
En aquella época la industria, buscando una renovación generacional y por lo tanto de negocio, se puso en manos de toda una nueva generación de directores que dieron a sus películas un marcado carácter social y artístico como nunca Hollywood volverá a mostrar.
El pistoletazo de salida lo dio la "Easy Ryder" de Dennis Hopper que bastante escasa de presupuesto fue todo un éxito de taquilla tanto en términos absolutos como relativos.
Viendo los beneficios obtenidos la industria concedió a lo contracultural la oportunidad de hacerse visible de manera general a cambio de conseguir público, vender entradas y obtener los beneficios para mantener la industria en marcha.
Puede ser extraño pero fue así,
Peter Biskind lo cuenta muy bien en su imprescindible "Moteros tranquilos, toros salvajes".
Y lo cierto es que en esa década se produjeron grandes películas de autor, pero también se generó un conflicto entre el director, convertido en un creador, y las necesidades de la industria.
Algunos grandes proyectos como "Carga Maldita" de William Friedkin, "New York New York" de Martin Scorsese o el emblemático ejemplo de fracaso que para siempre será "La puerta del cielo" de Michael Cimino fueron grandes proyectos faraónicos que a punto estuvieron de dar al traste con los estudios que las produjeron... si es que no lo hicieron.
El caso es que cuando Jodorowsky's, casi como si se tratara de una performance, se planta en Hollywood para pedir 15 millones de dólares de la época para producir su visión cinematográfica de más de 15 horas duración basada en "Dune", la novela esencial de Frank Herbert, el horno ya no estaba para muchos bollos.
Precisamente esos grandes fracasos se estaban produciendo o estaban por producirse y los tiburones de Hollywood ya tenían mucho cuidado de confiar su dinero a según qué directores.
Estoy convencido de que se trata de una cuestión de timing.
Mientras Jodorowsky rodaba "El Topo" y "La montaña sagrada", principios de la década de los setentas, su oportunidad de haber encontrado financiación para hacer "Dune" sucedía... Por ejemplo, a Dennis Hopper le dieron un millón de dólares para rodar en Perú su misteriosa y difícil "The last picture".
Pero, y a partir de 1975, los magnates de Hollywood, ya esperaban a Lucas y Spielberg y la vuelta a lo mainstream y al redil de los géneros que ambos siempre han representado.
Era imposible y lo que cuenta este documental es precisamente el proceso de construcción de esa radical imposibilidad, una radical imposibilidad que por otro lado resulta del todo fascinante hasta el punto de que estoy de acuerdo con la afirmación de uno de los participantes en el documental: la Dune de Jodorowsky es una de las más grandes películas no hechas.
No sé lo que daría por poder leer ese libro en el que plano a plano, Jodorowsky utilizó al fantastico Moebius como cámara.
Y lo cierto es que lo que se ve es el Jodorowsky cineasta en estado puro: imágenes poderosas, cuando no poéticas y una ensordecedora abundancia de un indiscriminado sentido, que no distingue entre luces y sombras, construida desde una imaginería escandalosamente atractiva.
Una lástima.
Ojalá editen ese libro alguna vez.
En aquella época la industria, buscando una renovación generacional y por lo tanto de negocio, se puso en manos de toda una nueva generación de directores que dieron a sus películas un marcado carácter social y artístico como nunca Hollywood volverá a mostrar.
El pistoletazo de salida lo dio la "Easy Ryder" de Dennis Hopper que bastante escasa de presupuesto fue todo un éxito de taquilla tanto en términos absolutos como relativos.
Viendo los beneficios obtenidos la industria concedió a lo contracultural la oportunidad de hacerse visible de manera general a cambio de conseguir público, vender entradas y obtener los beneficios para mantener la industria en marcha.
Puede ser extraño pero fue así,
Peter Biskind lo cuenta muy bien en su imprescindible "Moteros tranquilos, toros salvajes".
Y lo cierto es que en esa década se produjeron grandes películas de autor, pero también se generó un conflicto entre el director, convertido en un creador, y las necesidades de la industria.
Algunos grandes proyectos como "Carga Maldita" de William Friedkin, "New York New York" de Martin Scorsese o el emblemático ejemplo de fracaso que para siempre será "La puerta del cielo" de Michael Cimino fueron grandes proyectos faraónicos que a punto estuvieron de dar al traste con los estudios que las produjeron... si es que no lo hicieron.
El caso es que cuando Jodorowsky's, casi como si se tratara de una performance, se planta en Hollywood para pedir 15 millones de dólares de la época para producir su visión cinematográfica de más de 15 horas duración basada en "Dune", la novela esencial de Frank Herbert, el horno ya no estaba para muchos bollos.
Precisamente esos grandes fracasos se estaban produciendo o estaban por producirse y los tiburones de Hollywood ya tenían mucho cuidado de confiar su dinero a según qué directores.
Estoy convencido de que se trata de una cuestión de timing.
Mientras Jodorowsky rodaba "El Topo" y "La montaña sagrada", principios de la década de los setentas, su oportunidad de haber encontrado financiación para hacer "Dune" sucedía... Por ejemplo, a Dennis Hopper le dieron un millón de dólares para rodar en Perú su misteriosa y difícil "The last picture".
Pero, y a partir de 1975, los magnates de Hollywood, ya esperaban a Lucas y Spielberg y la vuelta a lo mainstream y al redil de los géneros que ambos siempre han representado.
Era imposible y lo que cuenta este documental es precisamente el proceso de construcción de esa radical imposibilidad, una radical imposibilidad que por otro lado resulta del todo fascinante hasta el punto de que estoy de acuerdo con la afirmación de uno de los participantes en el documental: la Dune de Jodorowsky es una de las más grandes películas no hechas.
No sé lo que daría por poder leer ese libro en el que plano a plano, Jodorowsky utilizó al fantastico Moebius como cámara.
Y lo cierto es que lo que se ve es el Jodorowsky cineasta en estado puro: imágenes poderosas, cuando no poéticas y una ensordecedora abundancia de un indiscriminado sentido, que no distingue entre luces y sombras, construida desde una imaginería escandalosamente atractiva.
Una lástima.
Ojalá editen ese libro alguna vez.
domingo, noviembre 22, 2015
Muertos
Un muerto siempre quisiera ser menos que un
muerto.
Sus labios inmóviles constantemente lo suplican
mientras inmunes a sus lamentos
nosotros, los vivos,
les llevamos, les traemos,
les hablamos, les decimos,
les hacemos ser mucho más
que ese pedazo de silencio yermo
que muy a su pesar suyo ya solo pueden ser;
Interesadamente les traicionamos
(aunque digamos que les sentimos y queremos),
nos adueñamos de su indefenso silencio
para convertirlos en el mejor y más ganador
de esos siniestros argumentos
que siempre utilizamos para producir más muertos.
Todo el preciado tesoro del recuerdo
de su dolor y su tragedia,
la memoria de toda su carne y sangre derramada
bien valen la siniestra rutina de este esfuerzo
abyecto.
Y arrancado de su largo e interminable sueño
su polvoriento desorden desnudo de polvo y
huesos,
se dispone interesadamente sobre cualquier helada
mesa
para clamar siempre a un concreto y escogido
cielo.
Pero para ellos, el distorsionado eco
de alguna manoseada verdad
transfigurada en su nombre
apenas significa nada.
Dedicados a lo suyo,
condenados al imperceptible esfuerzo
de lentamente confundirse con el olvido,
se desvanecen inmóviles
como arrastrados por un viento
que mágicamente sopla en silencio.
Sicario
Me declaro fan absoluto del cine del canadiense Denis Villeneuve.
Sus películas siempre están dotadas de una tensión poderosa y magnética que indefectiblemente se apodera de la mirada del espectador.
Esa tensión siempre procede de esas zonas oscuras de la naturaleza humana, de esa sombra jungiana que siempre se las arregla para aparecer y configurar una realidad al que sus personajes se enfrentan inutilmente desde el sentido y lo irracional.
Todas esas películas tienen un mucho de viaje río Mekong arriba, hacia el corazón de las tinieblas.
Ya es un viaje a ese oscuro corazón el que hacen los hermanos Marwan al pasado de su madre con la guerra civil libanesa como fondo en su obra maestra "Incendies" y es también un viaje similar el que ahora realiza la agente Macer a los límites del estado de derecho con la guerra contra el narcotráfico como fondo.
Y lo mejor es que al final nunca hay una respuesta satisfactoria desde lo ético, desde la racional, mostrándose la vida acorde con aquella famosa frase shakesperiana que la define como un relato contado por un loco lleno de ruido y de furia..
Villeneuve siempre nos muestra esa oscuridad a la que siempre se accede a través de sus consecuencias.
En sus películas siempre se empiezan suavemente, como tirando de un hilo. Poco a poco, este hilo se hace más y más grueso conforme la historia avanza hasta que al final siempre se convierte en una titánica cadena que ata a un bestial monstruo que pacientemente aguarda para asestar un golpe final a las esperanzas de luz y claridad que encierran los personajes protagonistas y, por extensión, el espectador.
Aun no siendo tan potente como "Incendies", "Sicario" cuenta ese mismo viaje.
No es una obra maestra, pero es una extraordinaria película a lo largo de la cual Villeneuve va construyendo a espaldas dela entretenida mirada del espectador la arrasadora emergencia de ese monstruo, de ese sicario que tan magníficamente encarna Benicio del Toro.
"Sicario" nos dice que las cosas son siempre mucho más complejas como para ser comprendidas por la simpleza de un relato de buenos y malos, que en la oscuridad todo se confunde, que esa oscuridad existe desde el mismo momento en que existe la luz.
Siempre habrá sicarios..
Brillante.
Sus películas siempre están dotadas de una tensión poderosa y magnética que indefectiblemente se apodera de la mirada del espectador.
Esa tensión siempre procede de esas zonas oscuras de la naturaleza humana, de esa sombra jungiana que siempre se las arregla para aparecer y configurar una realidad al que sus personajes se enfrentan inutilmente desde el sentido y lo irracional.
Todas esas películas tienen un mucho de viaje río Mekong arriba, hacia el corazón de las tinieblas.
Ya es un viaje a ese oscuro corazón el que hacen los hermanos Marwan al pasado de su madre con la guerra civil libanesa como fondo en su obra maestra "Incendies" y es también un viaje similar el que ahora realiza la agente Macer a los límites del estado de derecho con la guerra contra el narcotráfico como fondo.
Y lo mejor es que al final nunca hay una respuesta satisfactoria desde lo ético, desde la racional, mostrándose la vida acorde con aquella famosa frase shakesperiana que la define como un relato contado por un loco lleno de ruido y de furia..
Villeneuve siempre nos muestra esa oscuridad a la que siempre se accede a través de sus consecuencias.
En sus películas siempre se empiezan suavemente, como tirando de un hilo. Poco a poco, este hilo se hace más y más grueso conforme la historia avanza hasta que al final siempre se convierte en una titánica cadena que ata a un bestial monstruo que pacientemente aguarda para asestar un golpe final a las esperanzas de luz y claridad que encierran los personajes protagonistas y, por extensión, el espectador.
Aun no siendo tan potente como "Incendies", "Sicario" cuenta ese mismo viaje.
No es una obra maestra, pero es una extraordinaria película a lo largo de la cual Villeneuve va construyendo a espaldas dela entretenida mirada del espectador la arrasadora emergencia de ese monstruo, de ese sicario que tan magníficamente encarna Benicio del Toro.
"Sicario" nos dice que las cosas son siempre mucho más complejas como para ser comprendidas por la simpleza de un relato de buenos y malos, que en la oscuridad todo se confunde, que esa oscuridad existe desde el mismo momento en que existe la luz.
Siempre habrá sicarios..
Brillante.
sábado, noviembre 21, 2015
Nightcrawler
Me entusiasma "Nightcrawler".
Para empezar es una historia de las que me gustan porque funciona a varios niveles de significación.
Por un lado tenemos la historia de Louis, un bala perdida que termina entrando en contacto con el mundo nocturno del periodismo de sucesos en las noches de Los Angeles. "Nightcrawler" es la magnífica crónica del ascenso de este sociópata desde las alcantarillas en donde la película le encuentra hasta el éxito como reportero.
En este sentido, encuentro sencillamente fascinante el personaje de Louis, una fría y calculadora máquina de supervivencia, empeñada en perseverar en el difícil mundo del capitalismo neoliberal sin pararse por un segundo a pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos.
Louis no duda en robar, en mentir, en traicionar e incluso en matar a aquellos que se interponen en su camino mientras el espectador, no sin un desasosegado asombro, le acompaña en su vertiginoso ascenso a costa de convertir en carroña mediática la muerte de sus semejantes.
Así, "Nightcrawler" es una historia negra, muy negra que nos muestra en la mejor línea del viejo cine de Jules Dassin, el interior de la ciudad y los demonios que la habitan.
Louis Bloom es uno de ellos, un auténtico producto sociológico del mundo neoliberal: un individuo solitario y desconectado, preocupado únicamente por la ejecución mecánica de un empochecido ideal del sueño americano que ya no ofrece un reconfortante contexto simbólico sino el mero intercambio de dinero por cosas.. y cuanto más dinero, más cosas.
Y este es el segundo nivel en el que funciona "Nightcrowler".
Porque Louis Bloom representa ese carácter psicopático que caracteriza al capitalismo de nuestros días.
Y en este sentido encuentro que el debut cinematográfico de Dean Gilroy es una película de alto contenido politico.
"Nightcrawler" nos muestra el infierno en que vivimos y los demonios que lo habitan, demonios que quizá podamos ser nosotros mismos.
Estamos ante una auténtica joya del cine negro.
No te la pierdas.
Para empezar es una historia de las que me gustan porque funciona a varios niveles de significación.
Por un lado tenemos la historia de Louis, un bala perdida que termina entrando en contacto con el mundo nocturno del periodismo de sucesos en las noches de Los Angeles. "Nightcrawler" es la magnífica crónica del ascenso de este sociópata desde las alcantarillas en donde la película le encuentra hasta el éxito como reportero.
En este sentido, encuentro sencillamente fascinante el personaje de Louis, una fría y calculadora máquina de supervivencia, empeñada en perseverar en el difícil mundo del capitalismo neoliberal sin pararse por un segundo a pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos.
Louis no duda en robar, en mentir, en traicionar e incluso en matar a aquellos que se interponen en su camino mientras el espectador, no sin un desasosegado asombro, le acompaña en su vertiginoso ascenso a costa de convertir en carroña mediática la muerte de sus semejantes.
Así, "Nightcrawler" es una historia negra, muy negra que nos muestra en la mejor línea del viejo cine de Jules Dassin, el interior de la ciudad y los demonios que la habitan.
Louis Bloom es uno de ellos, un auténtico producto sociológico del mundo neoliberal: un individuo solitario y desconectado, preocupado únicamente por la ejecución mecánica de un empochecido ideal del sueño americano que ya no ofrece un reconfortante contexto simbólico sino el mero intercambio de dinero por cosas.. y cuanto más dinero, más cosas.
Y este es el segundo nivel en el que funciona "Nightcrowler".
Porque Louis Bloom representa ese carácter psicopático que caracteriza al capitalismo de nuestros días.
Y en este sentido encuentro que el debut cinematográfico de Dean Gilroy es una película de alto contenido politico.
"Nightcrawler" nos muestra el infierno en que vivimos y los demonios que lo habitan, demonios que quizá podamos ser nosotros mismos.
Estamos ante una auténtica joya del cine negro.
No te la pierdas.
lunes, noviembre 16, 2015
Libertad y avaricia
No hay duda de que la civilización occidental es la tierra de los derechos humanos y de la libertad, pero tampoco deberíamos tener la menor duda de que también es la tierra del capitalismo devorador de cosas y de personas.
Y una cosa que siempre se nos ha dado muy bien a los occidentales es utilizar nuestro lado luminoso como coartada de nuestro lado oscuro.
Cuando hemos colonizado el resto del mundo siempre lo hemos hecho para transmitir la fe verdadera de un mundo basado en los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Poco importaba que de paso arramplaramos con las culturas y estilos de vida de los territorios que colonizabamos, quedándonos de paso con su riqueza material para utilizarla en nuestro propio beneficio.
Las cuentas y abalorios con los que Peter Styvesant compró la isla de Manhattan a los indios son un buen ejemplo. Pero, y en lugar de parecernos Stuyvesant un miserable ladrón, son los indios quienes nos parecen unos idiotas.
En cualquier caso, y al final, lo material siempre iba incluido, oculto siempre tras un discurso altruista de crecimiento y mejora en el que siempre salía beneficiada una de las partes contratantes, la misma en todos los casos.
Pero las cosas no terminan aquí.
Porque si alguno de esos indígenas osaba discrepar con el criterio del reparto, el circulo siempre terminaba cerrándose fatídicamente sobre ellos.
Jamás se levantaban contra una situación injusta.
No eran más que unos salvajes que se levantaban contra un orden de verdad y justicia, portador de los más grandes valores en favor de lo mejor de la raza humana.
Poco importaba que les hubiéramos arrebatado la tierra, sus dioses o su cultura.
Siempre ha habido un enorme espacio entre el ser y el deber ser entre nosotros los occidentales. Aquellos que no son blancos como nosotros lo saben. Llevan ya centenares de años padeciendo nuestra interesada hipocresía de dioses que al final siempre se muestran demasiado humanos, demasiado interesados por las posesiones y riquezas materiales.
Siempre se nos ha dado muy bien manejar el deber ser como coartada para nuestros desmanes y sobre todo para manejar sus consecuencias para seguir sintiéndonos intocables e intactos.
La libertad siempre ha sido una coartada perfecta para nuestra avaricia y los primeros que nos lo hemos creído hemos sido nosotros que, formales, pensamos que quienes se levantan contra nuestra avaricia son enemigos de la libertad... de las libertades que nos hemos tomado con ellos y su mundo.
Y una cosa que siempre se nos ha dado muy bien a los occidentales es utilizar nuestro lado luminoso como coartada de nuestro lado oscuro.
Cuando hemos colonizado el resto del mundo siempre lo hemos hecho para transmitir la fe verdadera de un mundo basado en los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Poco importaba que de paso arramplaramos con las culturas y estilos de vida de los territorios que colonizabamos, quedándonos de paso con su riqueza material para utilizarla en nuestro propio beneficio.
Las cuentas y abalorios con los que Peter Styvesant compró la isla de Manhattan a los indios son un buen ejemplo. Pero, y en lugar de parecernos Stuyvesant un miserable ladrón, son los indios quienes nos parecen unos idiotas.
En cualquier caso, y al final, lo material siempre iba incluido, oculto siempre tras un discurso altruista de crecimiento y mejora en el que siempre salía beneficiada una de las partes contratantes, la misma en todos los casos.
Pero las cosas no terminan aquí.
Porque si alguno de esos indígenas osaba discrepar con el criterio del reparto, el circulo siempre terminaba cerrándose fatídicamente sobre ellos.
Jamás se levantaban contra una situación injusta.
No eran más que unos salvajes que se levantaban contra un orden de verdad y justicia, portador de los más grandes valores en favor de lo mejor de la raza humana.
Poco importaba que les hubiéramos arrebatado la tierra, sus dioses o su cultura.
Siempre ha habido un enorme espacio entre el ser y el deber ser entre nosotros los occidentales. Aquellos que no son blancos como nosotros lo saben. Llevan ya centenares de años padeciendo nuestra interesada hipocresía de dioses que al final siempre se muestran demasiado humanos, demasiado interesados por las posesiones y riquezas materiales.
Siempre se nos ha dado muy bien manejar el deber ser como coartada para nuestros desmanes y sobre todo para manejar sus consecuencias para seguir sintiéndonos intocables e intactos.
La libertad siempre ha sido una coartada perfecta para nuestra avaricia y los primeros que nos lo hemos creído hemos sido nosotros que, formales, pensamos que quienes se levantan contra nuestra avaricia son enemigos de la libertad... de las libertades que nos hemos tomado con ellos y su mundo.
domingo, noviembre 15, 2015
Looper
Lo que más me gusta de "Looper" es que sea una muy lograda amalgama entre cine negro y la ciencia ficción.
Y lo que tiene de cine negro es ese tono entre descarnado y fatalista que impregna las relaciones entre los personajes. Enfrentados de manera dramática e inevitable por diferentes deseos que configuran percepciones de la realidad absoluta y desesperadamente contradictorias que generan la sustancia dramática que impregna el relato,
Pero la ciencia ficción interviene para, sirviendo de contexto, enriquecer ese estilema propio del género.
Porque hablamos de un futuro en el que es posible el viaje en el tiempo y de un personaje que. gracias a las posibilidades que ofrece ese viaje. se desdobla en dos destinos diferentes que pugnan por prevalecer en un mismo espacio y un mismo tiempo.
Mientras uno que es mayor intentará evitar que los viajes en el tiempo sean posibles y así preservar la felicidad futura de sí mismo, el otro sólo buscará resolver el problema de supervivencia que aquel le plantea con una necesidad que no termina de entender.
Así pues, en "Looper" a tensión dramática se produce entre dos personajes que en realidad son la misma persona.
En este sentido, "Looper" consigue hacer algo interesante de ese tema tan querido en los últimos años por los guionistas de la industria cinematográfica que es el viaje en el tiempo. Incluso llega a poetizarlo en un maravilloso final del que no voy a contar nada.
En definitiva, se trata de una película curiosa y diferente, que consigue sorprender realizando el milagro de sobreponerse a la tendencia a la eterna repetición de lo mismo que caracteriza al cine comercial con vocación de masas palomiteras.
Sólo por eso merece ser tenida en alta y estima considerada,
No es tan fácil ser distinto pero "Looper" se atreve a serlo y lo consigue.
Y lo que tiene de cine negro es ese tono entre descarnado y fatalista que impregna las relaciones entre los personajes. Enfrentados de manera dramática e inevitable por diferentes deseos que configuran percepciones de la realidad absoluta y desesperadamente contradictorias que generan la sustancia dramática que impregna el relato,
Pero la ciencia ficción interviene para, sirviendo de contexto, enriquecer ese estilema propio del género.
Porque hablamos de un futuro en el que es posible el viaje en el tiempo y de un personaje que. gracias a las posibilidades que ofrece ese viaje. se desdobla en dos destinos diferentes que pugnan por prevalecer en un mismo espacio y un mismo tiempo.
Mientras uno que es mayor intentará evitar que los viajes en el tiempo sean posibles y así preservar la felicidad futura de sí mismo, el otro sólo buscará resolver el problema de supervivencia que aquel le plantea con una necesidad que no termina de entender.
Así pues, en "Looper" a tensión dramática se produce entre dos personajes que en realidad son la misma persona.
En este sentido, "Looper" consigue hacer algo interesante de ese tema tan querido en los últimos años por los guionistas de la industria cinematográfica que es el viaje en el tiempo. Incluso llega a poetizarlo en un maravilloso final del que no voy a contar nada.
En definitiva, se trata de una película curiosa y diferente, que consigue sorprender realizando el milagro de sobreponerse a la tendencia a la eterna repetición de lo mismo que caracteriza al cine comercial con vocación de masas palomiteras.
Sólo por eso merece ser tenida en alta y estima considerada,
No es tan fácil ser distinto pero "Looper" se atreve a serlo y lo consigue.
La élite del poder. C. Wright Mills
“La supremacía del poder económico corporativo se inició, de modo oficial, con las elecciones de 1866 y fue consolidada por la decisión de la Suprema Corte en 1888, declarando que la Enmienda Catorce protegía la corporación. Ese período presenció el traslado del centro de iniciativa, del gobierno a la corporación. Hasta la Primera Guerra Mundial (que nos dio un anticipo de ciertas características de nuestro período) ésta fue una época de incursiones de la minoría económica contra el gobierno. Una época: de corrupción en que se compraba, simplemente, a jueces y senadores… En la época que siguió a la Guerra Civil, dicha economía fue el motor: los trusts --como lo revelan claramente los acontecimientos y las medidas políticas- podían usar con facilidad, en beneficio propio, la maquinaria gubernamental, relativamente débil. El que los gobiernos federales y estatales fueran decisivamente debilitados en su poder regulador, significaba que eran ellos mismos controlables por los grandes intereses económicos. Sus poderes estaban dispersos y desorganizados; los poderes de las corporaciones industriales y financieras estaban concentrados y entretejidos… Sólo los intereses de Morgan sostenían 341 directorios en 112 corporaciones, con una capitalización agregada de más de 22 mil millones de dólares -tres veces más del valor tasado de toda la propiedad personal y real en Nueva Inglaterra: Con ingresos mucho mayores y un número de empleados más grande que el de varios Estados, las corporaciones dominaban los partidos, compraban leyes, y lograban la "neutralidad" de los diputados. Y lo mismo que el poder económico privado anulaba el poder político público, la élite económica anulaba a la élite política”.
sábado, noviembre 14, 2015
Paris bien vale una reflexión
Los cadáveres sobre la mesa siempre son un argumento poderoso.
Toda la emoción que encierran la pérdida y la muerte se ponen al servicio de la política para, en bastantes casos, ganar las discusiones a la verdad.
Por que a quién no le duele un muerto.
Pero un muerto sólo, privado de su razón y de su por qué.
Un muerto abandonado a la arrolladora fisicidad de toda su carne y su sangre desordenadas por el suelo.
Un muerto atado a una historia que no es la verdadera historia de su muerte y que, por lo tanto, no será jamás el último de los muertos.
En esta sociedad mediática los muertos son por tanto bazas ganadoras, capaces de dar la vuelta a las cosas y generar procesos de catarsis colectivas que convierten a las victimas en mucho más victimas de lo que ya eran.
Por eso no sólo hay que dolerse del destino de los muertos, también tenemos que tener el coraje de pensarlos.
Ese afecto que les procesamos debería extenderse a entender las razones de su muerte, su por qué, aunque sólo sea para buscar la secreta causa que les ha matado, una causa que no siempre es la directa y eficiente, el bárbaro terrorista sanguinario.
Porque lo que mejor marida con nuestros pobres muertos es el conveniente relatos de buenos y malos que aún los hace más pobres de lo que ya son muriendo.
Un relato en el que el mal se explica siempre por sí mismo, sin atender a causas o azares externos, como si la gente un buen día se levantase dispuesta a matarnos como quien se levanta para trabajar cada día... y además matarnos a nosotros, a los buenos que nos preocupamos por todo, que hacemos lo que podemos.
Y deberíamos recordar que somos nosotros, los buenos, quienes hemos liberado a todos esos perros.
Deberíamos preguntarnos por que nos matan, por qué morimos.
Seguramente descubriríamos que quienes verdaderamente nos están matando están entre nosotros, comprando y vendiendo barriles de petróleo, poniendo y quitando gobiernos, desequilibrando estados, bombardeando países, criando generaciones en el odio y la frustración contra un imperio que sólo les mide por lo que valen.
El único problema de todo es que algunos simplemente no tienen la delicadeza de morirse en silencio, quieren hacernos pagar un precio.
No sólo los que aprietan el gatillo son los asesinos.
La violencia no tendrá fin sin el coraje moral de afrontarla no sólo desde la emoción sino también desde el pensamiento.
Y es una pena que los muertos no puedan hablar para decirnos qué prefieren: si que les lloremos indiscriminadamente o que busquemos con coraje moral las verdaderas causas de su silencio.
Yo ya os digo, por si alguna vez muero, que preferiría la segunda opción.
Y no por mi mismo sino pensando en lo que aún no han muerto.
No me lloréis ni colguéis fotos de lugares emblemáticos de la ciudad donde morí.
En cualquier caso, y si lo hacéis, os lo agradezco, pero preferiría que pensaseis en los que aún no han muerto y que sin duda lo harán porque nos dedicamos a llorar en lugar de investigar sobre la verdadera naturaleza de lo que mata que no solo es un señor de mirada vidriosa y armado hasta los dientes
Se que, como mis cenizas, todas esas lágrimas serán arrastradas por el viento.
Pensad en los vivos, en los que aún no les ha tocado desempeñar este conveniente papel de muerto.
Deseadles la vida y pensad.
Toda la emoción que encierran la pérdida y la muerte se ponen al servicio de la política para, en bastantes casos, ganar las discusiones a la verdad.
Por que a quién no le duele un muerto.
Pero un muerto sólo, privado de su razón y de su por qué.
Un muerto abandonado a la arrolladora fisicidad de toda su carne y su sangre desordenadas por el suelo.
Un muerto atado a una historia que no es la verdadera historia de su muerte y que, por lo tanto, no será jamás el último de los muertos.
En esta sociedad mediática los muertos son por tanto bazas ganadoras, capaces de dar la vuelta a las cosas y generar procesos de catarsis colectivas que convierten a las victimas en mucho más victimas de lo que ya eran.
Por eso no sólo hay que dolerse del destino de los muertos, también tenemos que tener el coraje de pensarlos.
Ese afecto que les procesamos debería extenderse a entender las razones de su muerte, su por qué, aunque sólo sea para buscar la secreta causa que les ha matado, una causa que no siempre es la directa y eficiente, el bárbaro terrorista sanguinario.
Porque lo que mejor marida con nuestros pobres muertos es el conveniente relatos de buenos y malos que aún los hace más pobres de lo que ya son muriendo.
Un relato en el que el mal se explica siempre por sí mismo, sin atender a causas o azares externos, como si la gente un buen día se levantase dispuesta a matarnos como quien se levanta para trabajar cada día... y además matarnos a nosotros, a los buenos que nos preocupamos por todo, que hacemos lo que podemos.
Y deberíamos recordar que somos nosotros, los buenos, quienes hemos liberado a todos esos perros.
Deberíamos preguntarnos por que nos matan, por qué morimos.
Seguramente descubriríamos que quienes verdaderamente nos están matando están entre nosotros, comprando y vendiendo barriles de petróleo, poniendo y quitando gobiernos, desequilibrando estados, bombardeando países, criando generaciones en el odio y la frustración contra un imperio que sólo les mide por lo que valen.
El único problema de todo es que algunos simplemente no tienen la delicadeza de morirse en silencio, quieren hacernos pagar un precio.
No sólo los que aprietan el gatillo son los asesinos.
La violencia no tendrá fin sin el coraje moral de afrontarla no sólo desde la emoción sino también desde el pensamiento.
Y es una pena que los muertos no puedan hablar para decirnos qué prefieren: si que les lloremos indiscriminadamente o que busquemos con coraje moral las verdaderas causas de su silencio.
Yo ya os digo, por si alguna vez muero, que preferiría la segunda opción.
Y no por mi mismo sino pensando en lo que aún no han muerto.
No me lloréis ni colguéis fotos de lugares emblemáticos de la ciudad donde morí.
En cualquier caso, y si lo hacéis, os lo agradezco, pero preferiría que pensaseis en los que aún no han muerto y que sin duda lo harán porque nos dedicamos a llorar en lugar de investigar sobre la verdadera naturaleza de lo que mata que no solo es un señor de mirada vidriosa y armado hasta los dientes
Se que, como mis cenizas, todas esas lágrimas serán arrastradas por el viento.
Pensad en los vivos, en los que aún no les ha tocado desempeñar este conveniente papel de muerto.
Deseadles la vida y pensad.
El Club
Lo voy a decir ya: "El Club" es una película importante.
Seguramente una de las mejores que he visto este año y no es precisamente una agradable comedia. Como bien comenta alguna crítica que he leído, esta película chilena tiene la rara virtud de someter al espectador a un total y completo "shock", justo lo contrario a lo que el cine como manifestación de ocio, incluso en sus variantes alejadas del producto y la industria nos tiene acostumbrados.
"El Club" es puro arte en su variante precisamente más difícil, guerrillera y contestaria.
Estoy seguro que Robert Hughes, el gran crítico de arte del New York Times, el gran cronista de esa tragedia que para el arte ha sido su confusión con el mercado, sólo tendría palabras de elogio para esta pequeña película que se atreve a poner la mirada en lugares olvidados y llenos de sombra.
Y fundamentalmente, "El Club" es una película de terror en la que el monstruo es el hombre mismo, lo que su sombra puede hacer para seguir pavorosamente existiendo.
Esto es lo grandioso de "El Club".
Su tremendo atrevimiento para contarnos sin tapujos, con una fotografía difícil y sucia que lo hace todo mucho peor de lo que ya es, lo terribles que somos y podemos llegar a ser.
Y precisamente lo hace desde una perversa ironía, completamente sadiana, convirtiendo en protagonistas de esta performance a hombres santos, que precisamente debieran ser un ejemplo de lo contrario.
Porque "El Club" sucede en una casa de retiro habitada por un grupo de curas que la iglesia ha apartado por cometer algunos de esos pecados que todos sabemos que comete la iglesia.
Pederastia, robo de niños, colaboración en los crímenes de la dictadura,... No falta de nada en esa casa
A esa casa llega un cura dispuesto a investigar, a hacer justicia y el desarrollo de la película es el esfuerzo de ese sacerdote por ahondar en busca de algo que se paresca a la verdad dentro de las almas oscuras de esos sacerdotes.
Es ahí donde empieza el terror.
"El Club" cruza esa línea de sombra que sutilmente separa la luz de las tinieblas y se adentra en esta con la precaria luz que los propios personajes aportan para descubrirnos existencias terribles compuestas de agonía, mentira, odio, tristeza, frustración...
Toda una galería de los horrores que, campando por sus anchas y como se comprueba al final de la película, todo lo pulveriza y corrompe para cerrarse en falso sobre lo que queda de las victimas, sobre toda posibilidad de luz
Y todo ese horror también es el ser humano, nosotros mismos.
El animal humano despojado de lo mejor de si mismo y en todo su esplendor.
El corazón de las tinieblas mirándonos.
"El Club" es una de esas películas inolvidables que cada vez que me meto en un cine desesperadamente busco.
Obra maestra.
Seguramente una de las mejores que he visto este año y no es precisamente una agradable comedia. Como bien comenta alguna crítica que he leído, esta película chilena tiene la rara virtud de someter al espectador a un total y completo "shock", justo lo contrario a lo que el cine como manifestación de ocio, incluso en sus variantes alejadas del producto y la industria nos tiene acostumbrados.
"El Club" es puro arte en su variante precisamente más difícil, guerrillera y contestaria.
Estoy seguro que Robert Hughes, el gran crítico de arte del New York Times, el gran cronista de esa tragedia que para el arte ha sido su confusión con el mercado, sólo tendría palabras de elogio para esta pequeña película que se atreve a poner la mirada en lugares olvidados y llenos de sombra.
Y fundamentalmente, "El Club" es una película de terror en la que el monstruo es el hombre mismo, lo que su sombra puede hacer para seguir pavorosamente existiendo.
Esto es lo grandioso de "El Club".
Su tremendo atrevimiento para contarnos sin tapujos, con una fotografía difícil y sucia que lo hace todo mucho peor de lo que ya es, lo terribles que somos y podemos llegar a ser.
Y precisamente lo hace desde una perversa ironía, completamente sadiana, convirtiendo en protagonistas de esta performance a hombres santos, que precisamente debieran ser un ejemplo de lo contrario.
Porque "El Club" sucede en una casa de retiro habitada por un grupo de curas que la iglesia ha apartado por cometer algunos de esos pecados que todos sabemos que comete la iglesia.
Pederastia, robo de niños, colaboración en los crímenes de la dictadura,... No falta de nada en esa casa
A esa casa llega un cura dispuesto a investigar, a hacer justicia y el desarrollo de la película es el esfuerzo de ese sacerdote por ahondar en busca de algo que se paresca a la verdad dentro de las almas oscuras de esos sacerdotes.
Es ahí donde empieza el terror.
"El Club" cruza esa línea de sombra que sutilmente separa la luz de las tinieblas y se adentra en esta con la precaria luz que los propios personajes aportan para descubrirnos existencias terribles compuestas de agonía, mentira, odio, tristeza, frustración...
Toda una galería de los horrores que, campando por sus anchas y como se comprueba al final de la película, todo lo pulveriza y corrompe para cerrarse en falso sobre lo que queda de las victimas, sobre toda posibilidad de luz
Y todo ese horror también es el ser humano, nosotros mismos.
El animal humano despojado de lo mejor de si mismo y en todo su esplendor.
El corazón de las tinieblas mirándonos.
"El Club" es una de esas películas inolvidables que cada vez que me meto en un cine desesperadamente busco.
Obra maestra.
miércoles, noviembre 11, 2015
Algunas veces
Algunas veces sabemos que tenemos alma
Porque hay un otro valiente
que se atreve a palparnos experto
los mil y un retorcidos recovecos
de nuestros fracasados y endurecidos adentros.
Algunas veces hay un otro
Que llega, como los héroes,
más allá y demasiado lejos,
justo hasta allí,
donde nos creíamos un yermo
reventándonos de blanca espuma
la firme dureza cotidiana del pecho.
domingo, noviembre 08, 2015
SPECTRE
Si algo ha aportado a la franquicia Bond el ciclo que protagoniza Daniel Craig es una cierta densidad dramática con la que engordar la habitual combinatoria de personajes, escenas y gadgets que mediante variaciones, combinaciones y permutaciones permitía construir un nuevo producto cinematográfico de la saga,
Esto, sin duda, ha sido un éxito habiendo conseguido atraer a nuevos públicos permitiendo la continuidad del personaje en los comienzos del siglo XXI.
Con Daniel Craig, Bond adquiere una dimensión de cierta profundidad y deja de ser ese poster plano de machista masculinidad definido siempre por dos parámetros esenciales del ocio de nuestra cultura occidental: el sexo y la violencia.
Al final, y como decía el viejo Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, en "El Gatopardo", el producto Bond lo ha cambiado todo para que todo siga igual.
No obstante, con esta nueva, larga y un poco aburrida "Spectre", el modelo Craig empieza a mostrar señales de agotamiento... o bien, de falta de creatividad por parte del nutrido equipo de SEIS guionistas implicados en el guión.
Porque si algo tiene esta "Spectre" es el irritante sabor de intentar prolongar algo que ya estaba terminado o, mejor dicho, de seguir dando vueltas en torno a un mismo árbol cuyos frutos parecen haberse agotado con un ridículo giro argumental a ese pasado que, como no podía ser de otra manera, no deja de perseguir a Bond.
En este sentido, "Spectre" carece de esa densidad argumental que aportaban las anteriores entregas, convirtiéndose en una especie de spin-off de "Skyfall", la anterior, tampoco especialmente bien resuelto.
Y lo que nos queda es el Bond de siempre sólo que convertido en un rutinario investigador de un pasado que, para desgracia de la historia, no termina de resultar ni lo suficientemente interesante ni fascinante pese a los esfuerzos del estupendo Christoph Waltz por intentar evitar que su Stavro Vlomfeld no resulte directamente ridiculo.
Si a ésto se le añade que alguna secuencia de acción, especialmente la primera, con la que tradicional y espectacularmente se abren las películas de Bond, no funciona, terminamos por tener la peor entrega de todas las que Craig ha protagonizado... y con mucho.
La sensación de repetición, de forzada vuelta a las mismas situaciones buscando poder contarlas una vez más se impone sobre cualquier otra.
No me ha gustado "Spectre", claramente supone un retroceso con respecto a las anteriores.
Hacen falta nuevos guionistas... y quizás un nuevo Bond.
Claramente, hace falta un cambio... o corremos el riesgo de que el próximo villano de Bond sea su tío de Liverpool.
Esto, sin duda, ha sido un éxito habiendo conseguido atraer a nuevos públicos permitiendo la continuidad del personaje en los comienzos del siglo XXI.
Con Daniel Craig, Bond adquiere una dimensión de cierta profundidad y deja de ser ese poster plano de machista masculinidad definido siempre por dos parámetros esenciales del ocio de nuestra cultura occidental: el sexo y la violencia.
Al final, y como decía el viejo Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, en "El Gatopardo", el producto Bond lo ha cambiado todo para que todo siga igual.
No obstante, con esta nueva, larga y un poco aburrida "Spectre", el modelo Craig empieza a mostrar señales de agotamiento... o bien, de falta de creatividad por parte del nutrido equipo de SEIS guionistas implicados en el guión.
Porque si algo tiene esta "Spectre" es el irritante sabor de intentar prolongar algo que ya estaba terminado o, mejor dicho, de seguir dando vueltas en torno a un mismo árbol cuyos frutos parecen haberse agotado con un ridículo giro argumental a ese pasado que, como no podía ser de otra manera, no deja de perseguir a Bond.
En este sentido, "Spectre" carece de esa densidad argumental que aportaban las anteriores entregas, convirtiéndose en una especie de spin-off de "Skyfall", la anterior, tampoco especialmente bien resuelto.
Y lo que nos queda es el Bond de siempre sólo que convertido en un rutinario investigador de un pasado que, para desgracia de la historia, no termina de resultar ni lo suficientemente interesante ni fascinante pese a los esfuerzos del estupendo Christoph Waltz por intentar evitar que su Stavro Vlomfeld no resulte directamente ridiculo.
Si a ésto se le añade que alguna secuencia de acción, especialmente la primera, con la que tradicional y espectacularmente se abren las películas de Bond, no funciona, terminamos por tener la peor entrega de todas las que Craig ha protagonizado... y con mucho.
La sensación de repetición, de forzada vuelta a las mismas situaciones buscando poder contarlas una vez más se impone sobre cualquier otra.
No me ha gustado "Spectre", claramente supone un retroceso con respecto a las anteriores.
Hacen falta nuevos guionistas... y quizás un nuevo Bond.
Claramente, hace falta un cambio... o corremos el riesgo de que el próximo villano de Bond sea su tío de Liverpool.
No es amarga la luz ni el día
I
No es amarga la luz sino el día,
Su infinita lista de obligaciones contraídas,
algunas incluso antes de haber nacido,
obligaciones que con inflexible
puntualidad
se nos demandan y exigen
con la naturalidad y el derecho
de quien, aunque nos dice libres,
En realidad en cuerpo y alma nos posee
y, confortablemente instalado en su
poder,
espera de nosotros la sensatez y el buen
sentido
de callarnos y, regresando al silencio
del que estamos hechos,
sin rechistar ocupemos los lugares
asignados de siempre,
cubriendo con la leve nimiedad nuestros
cuerpos
las indelebles marcas que pisaron
en todo momento obedientes nuestros
padres y ancestros.
II
Y mientras tanto,
y a falta de un mejor dios
que arrojar al pozo negro de esa hambre insaciable
que de una forma u otra nos corroe,
el firme deseo de que nuestra suerte
cambie
sin saber cómo, cuándo o por qué,
esperando a mágicos godots
que nunca terminan de llegar.
sin acabr de entender
(o silenciosamente sabiéndolo)
que si alguien tiene que llegar es otro
uno mismo.
III
Como si, por arte de magia,
el destino pudiera separarse de quien lo
sufre
y todo pudiera ser resuelto con una
reclamación
ante la correspondiente instancia
competente.
con el mínimo esfuerzo,
sin que nada cueste demasiado,
apenas lo suficiente.
IV
No es amargo el día
sino quien lo vive como si no fuese suyo,
como si no le perteneciese
Y espera sin saber esperar,
habiendo aprendido para su desgracia
a confundir la luz con su mera nostalgia.
Crimson Peak
Distingo dos líneas en la filmografía de Guillermo del Toro.
Una, mas encaminada a la creación del gran producto cinematográfico, en la que se inscriben titulos como "Hellboy" o "Pacific Rim", que ni me gusta ni me deja de gustar, y otra mucho más intimista, siempre emparentada con el gótico, el terror y el romanticismo, que me entusiasma.
En esta segunda línea se encuentran sus mejores películas. Desde su primera "Cronos" hasta esta "Crimson Peak" pasando por titulos como "El espinazo del diablo" o "El laberinto del Fauno".
Y con esto ya lo he escrito todo.
"Crimson Peak" me entusiasma como relato gótico.
En ella están todos los ingredientes precisos: damiselas en apuros, amores enfermizos, verdades truculentas, espacios fantasmales y amenazadores...
Y tengo que decir que, a mi entender, "Crimson Peak" es su mejor película desde la inolvidable "El laberinto del Fauno".
Como en todo relato gótico que se precie, es casi tan importante lo que se cuenta como lo que no se cuenta, aquello que uno puede intuir entre los silencios de los que hablan, habitando las alargadas y amenazadoras sombras de los espacios misteriosos que habitan.
En este caso, una mansión familiar situada en la hostil Cumbria, noroeste de Inglaterra, muy cerca de las muy románticas High Lands escocesas.
Allí, está la casa que da titulo a la película Crimson Peak, Semiderruida y muy alejada de sus mejores tiempos. Habitada por los hermanos Lucille y Thomas Sharpe quienes guardan, como no podía ser de otra forma, un pavoroso secreto que Edith, la mujer de Thomas, deberá enfrentar.
Como digo, "Crimson Peak" es una muy recomendable película a la que quizá falte un poco de forma para acompañar a su poderoso fondo de manera equilibrada.
En este sentido, considero que la dirección fotográfica es demasiado floja.
A mi entender la película pide una fotografía más contrastada, más basada en los grises y donde los tonos cálidos brillen por su ausencia.
Un concepto de iluminación y fotografía que recordase el blanco y negro, mucho menos realista, habría beneficiado definitivamente la transmisión más eficiente de una historia que, pese a todo, se basta por sí sola para interesar.
También destacar la presencia inquietante y erótica de Jessica Chastain como Lucille, la misteriosa hermana de Thomas sobre cuya presencia se edifica todo el misterio de la película.
Con su inmenso talento, Chastain dota de la necesaria magia oscura a su personaje, alguien a quien la pasión ha llevado demasiado lejos y cuando digo lejos quiero decir muy, muy, muy lejos.
Como quien dice y como corresponde a este tipo de historias, a una distancia astronómica de la línea que separa el bien del mal.
Y hasta aquí puedo escribir.
Buena.
Una, mas encaminada a la creación del gran producto cinematográfico, en la que se inscriben titulos como "Hellboy" o "Pacific Rim", que ni me gusta ni me deja de gustar, y otra mucho más intimista, siempre emparentada con el gótico, el terror y el romanticismo, que me entusiasma.
En esta segunda línea se encuentran sus mejores películas. Desde su primera "Cronos" hasta esta "Crimson Peak" pasando por titulos como "El espinazo del diablo" o "El laberinto del Fauno".
Y con esto ya lo he escrito todo.
"Crimson Peak" me entusiasma como relato gótico.
En ella están todos los ingredientes precisos: damiselas en apuros, amores enfermizos, verdades truculentas, espacios fantasmales y amenazadores...
Y tengo que decir que, a mi entender, "Crimson Peak" es su mejor película desde la inolvidable "El laberinto del Fauno".
Como en todo relato gótico que se precie, es casi tan importante lo que se cuenta como lo que no se cuenta, aquello que uno puede intuir entre los silencios de los que hablan, habitando las alargadas y amenazadoras sombras de los espacios misteriosos que habitan.
En este caso, una mansión familiar situada en la hostil Cumbria, noroeste de Inglaterra, muy cerca de las muy románticas High Lands escocesas.
Allí, está la casa que da titulo a la película Crimson Peak, Semiderruida y muy alejada de sus mejores tiempos. Habitada por los hermanos Lucille y Thomas Sharpe quienes guardan, como no podía ser de otra forma, un pavoroso secreto que Edith, la mujer de Thomas, deberá enfrentar.
Como digo, "Crimson Peak" es una muy recomendable película a la que quizá falte un poco de forma para acompañar a su poderoso fondo de manera equilibrada.
En este sentido, considero que la dirección fotográfica es demasiado floja.
A mi entender la película pide una fotografía más contrastada, más basada en los grises y donde los tonos cálidos brillen por su ausencia.
Un concepto de iluminación y fotografía que recordase el blanco y negro, mucho menos realista, habría beneficiado definitivamente la transmisión más eficiente de una historia que, pese a todo, se basta por sí sola para interesar.
También destacar la presencia inquietante y erótica de Jessica Chastain como Lucille, la misteriosa hermana de Thomas sobre cuya presencia se edifica todo el misterio de la película.
Con su inmenso talento, Chastain dota de la necesaria magia oscura a su personaje, alguien a quien la pasión ha llevado demasiado lejos y cuando digo lejos quiero decir muy, muy, muy lejos.
Como quien dice y como corresponde a este tipo de historias, a una distancia astronómica de la línea que separa el bien del mal.
Y hasta aquí puedo escribir.
Buena.
sábado, noviembre 07, 2015
El precio del poder
Tengo la sensación de que el paso del tiempo no le está sentando nada bien al cine de Brian de Palma, un cineasta más preocupado por el cómo contar que por el qué contar.
Y escribo esto porque "El Precio del Poder" me ha dejado bastante frío.
Para mi gusto, una efectista y eficaz superficie de ruido, furia, sangre y violencia no ha conseguido disimular el vacío dramático que hay detrás. Porque el viaje de Tony Montana desde la nada hasta la muerte con la autopista hacia el cielo del sueño americano queda reducido a eso, a ruido y furia, pero, y al final, no sabemos demasiado de Tony Montana ni de casi ningún personaje.
Entiendo perfectamente que un cineasta tan sólido y adulto como Sidney Lumet rechazará el guión de Oliver Stone y por lo tanto el proyecto, un guión que tiene bastante de comic y de trazo grueso, un guión que en absoluto da lo que dice que ofrece: una disección de las miserias del sueño norteamericano.
No sabemos si Montana quiere ser honrado, no tenemos claro si deja de serlo por necesidad o por placer.
Las cosas simplemente suceden sin lógica ni explicación alguna y lo hacen para mostrar momentos de ruido y de furia que parecen justificarlo todo.
Nadie habla con nadie.
No sabemos qué piensan los personajes y por qué hacen lo que hacen.
Simplemente asistimos a una serie de situaciones que precisamente son la culminación de todo ese proceso que se hurta al espectador y que suceden con la pretensión de justificarse por sí mismos, por su propia existencia incuestionable y epatante.
Y uno tiene la impresión de que lo verdaderamente importante de "El precio del poder" sucede cuando la cámara no está filmando: cuando Montana cansado de fregar platos imagina otras posibilidades o cuando a solas y con la nariz llena de coca mira a su alrededor y no hay nadie.
Todo ese perdido intimismo introspectivo habría hecho de "El precio de poder" ese clásico que todo el mundo dice que es.
Y escribo esto porque "El Precio del Poder" me ha dejado bastante frío.
Para mi gusto, una efectista y eficaz superficie de ruido, furia, sangre y violencia no ha conseguido disimular el vacío dramático que hay detrás. Porque el viaje de Tony Montana desde la nada hasta la muerte con la autopista hacia el cielo del sueño americano queda reducido a eso, a ruido y furia, pero, y al final, no sabemos demasiado de Tony Montana ni de casi ningún personaje.
Entiendo perfectamente que un cineasta tan sólido y adulto como Sidney Lumet rechazará el guión de Oliver Stone y por lo tanto el proyecto, un guión que tiene bastante de comic y de trazo grueso, un guión que en absoluto da lo que dice que ofrece: una disección de las miserias del sueño norteamericano.
No sabemos si Montana quiere ser honrado, no tenemos claro si deja de serlo por necesidad o por placer.
Las cosas simplemente suceden sin lógica ni explicación alguna y lo hacen para mostrar momentos de ruido y de furia que parecen justificarlo todo.
Nadie habla con nadie.
No sabemos qué piensan los personajes y por qué hacen lo que hacen.
Simplemente asistimos a una serie de situaciones que precisamente son la culminación de todo ese proceso que se hurta al espectador y que suceden con la pretensión de justificarse por sí mismos, por su propia existencia incuestionable y epatante.
Y uno tiene la impresión de que lo verdaderamente importante de "El precio del poder" sucede cuando la cámara no está filmando: cuando Montana cansado de fregar platos imagina otras posibilidades o cuando a solas y con la nariz llena de coca mira a su alrededor y no hay nadie.
Todo ese perdido intimismo introspectivo habría hecho de "El precio de poder" ese clásico que todo el mundo dice que es.
La noche de Varennes
Confieso que no me ha gustado demasiado "La Noche de Varennes".
No he podido con ese planteamiento nostálgico de toda una época que convierte a las masas en mancilladoras con su suciedad de plebe de una arcadia pastoril de pronto perdida, una arcadia de caballerosidad y nobleza que encarna el magnífico Casanova que con su habitual talento de siempre encarna Marcello Mastroianni.
En este sentido, "La noche de Varennes" no puede resultar más rancia con su evidente apología de una sociedad estamental y medieval encarnada por el rey francés que precisamente es detenido por las masas en el pueblo de Varennes.
Ideológicamente me produce tanta distancia y rechazo que directamente no puedo con esta película del italiano Ettore Scola quién como casi todos los directores de la llamada comedia italiana participan de un sentido conservador y católico de la vida que aparecen exacerbado en esta película.
Imagino que también los fines de semana en Bertechsgaden molarían.... Veladas de opera, paseos con Adolf hasta algún laguito, caballerosos oficiales prusianos que se han pasado al nazismo, pero por debajo lo que había era una máquina de picar carne y si algo no mueve a la historia es el capricho.
A llorar a la iglesia.
No me gusta "La noche de Varennes" que presenta una melancólica adoración de la pompa obviando lo terrible de su circunstancia.
No he podido con ese planteamiento nostálgico de toda una época que convierte a las masas en mancilladoras con su suciedad de plebe de una arcadia pastoril de pronto perdida, una arcadia de caballerosidad y nobleza que encarna el magnífico Casanova que con su habitual talento de siempre encarna Marcello Mastroianni.
En este sentido, "La noche de Varennes" no puede resultar más rancia con su evidente apología de una sociedad estamental y medieval encarnada por el rey francés que precisamente es detenido por las masas en el pueblo de Varennes.
Ideológicamente me produce tanta distancia y rechazo que directamente no puedo con esta película del italiano Ettore Scola quién como casi todos los directores de la llamada comedia italiana participan de un sentido conservador y católico de la vida que aparecen exacerbado en esta película.
Imagino que también los fines de semana en Bertechsgaden molarían.... Veladas de opera, paseos con Adolf hasta algún laguito, caballerosos oficiales prusianos que se han pasado al nazismo, pero por debajo lo que había era una máquina de picar carne y si algo no mueve a la historia es el capricho.
A llorar a la iglesia.
No me gusta "La noche de Varennes" que presenta una melancólica adoración de la pompa obviando lo terrible de su circunstancia.
viernes, noviembre 06, 2015
Black Mass
Es una buena historia ésta la del gangster "Whitey Burger" que en la década de los setentas del siglo pasado se las arregló para utilizar el FBI para construirse un imperio a medida en la ciudad De Boston.
El vehículo perfecto para construir un sólido producto cinematográfico y eso ha intentado su director Scott Copper consiguiendolo solo a medias, con un éxito razonable que antes de ir más allá prefiere convertirse en cliché y evocar elementos de un género que Scorsese depurara en "Goodfellas".
Apuesta mucho más segura si tu aspiración es la de ser producto, la de ser una nueva copia certificada antes que un original
Y sin duda me molesta un poco imaginar que Joe Pesci podría salir en cualquier momento en algún plano con sonrisa felina y un bate de beisbol. Porque, y de hecho, a "Black Mass" se le nota un poco su esfuerzo aplicado por ser copia de una fórmula que la industria de cuando en cuando recupera.
En este sentido, "Black Mass" es un producto sólido, una historia interesante interpretada por actores de primera, pero carente de ese golpe especial y diferencial que la convierta en algo específico y diferente que motive su recuerdo una semana después.
El año que viene tendremos otra peli de gangsters parecida.
Aceptable.
El vehículo perfecto para construir un sólido producto cinematográfico y eso ha intentado su director Scott Copper consiguiendolo solo a medias, con un éxito razonable que antes de ir más allá prefiere convertirse en cliché y evocar elementos de un género que Scorsese depurara en "Goodfellas".
Apuesta mucho más segura si tu aspiración es la de ser producto, la de ser una nueva copia certificada antes que un original
Y sin duda me molesta un poco imaginar que Joe Pesci podría salir en cualquier momento en algún plano con sonrisa felina y un bate de beisbol. Porque, y de hecho, a "Black Mass" se le nota un poco su esfuerzo aplicado por ser copia de una fórmula que la industria de cuando en cuando recupera.
En este sentido, "Black Mass" es un producto sólido, una historia interesante interpretada por actores de primera, pero carente de ese golpe especial y diferencial que la convierta en algo específico y diferente que motive su recuerdo una semana después.
El año que viene tendremos otra peli de gangsters parecida.
Aceptable.
domingo, noviembre 01, 2015
Byzantium
Confieso que me encuentro entre esos "acólitos" a quienes, y según algún critico, esta última película del irlandés Neil Jordan ha gustado con seguridad.
Y también confieso que no puedo entender cómo han pasado desapercibidas para público y crítica tanto esta "Byzantium" como la maravillosa anterior "Ondine".
Seguramente no lo entiendo porque soy acólito, pero, y en cualquier caso, este imperdonable descuido me reafirma en la idea de lo jodido que está todo.
Tanto "Byzantium" como "Ondine" se sumergen con la elegancia de una sirena en las procelosas y profundas aguas de la relación entre fantasía y realidad.
Si "Ondine" nos cuenta la historia de un pescador que pesca precisamente una sirena, mientras "Byzantium" nos relata desde la cotidianidad la vida errante de una madre y una hija que son vampiros.
En ambos casos, lo relevante a mi entender para Jordan no es la propia línea argumental fantástica sino los efectos que esta tiene dentro del contexto realista y cotidiano en el que se inscribe y es relevante para mostrar precisamente la dificultad que lo fantástico ya tiene de engarzarse con lo real para precisamente hacerlo trascender.
Aunque vampiros y sirenas puedan ser tocados y vistos continúan siendo increíbles dentro de un mundo que vive inmerso en su propio delirio basado en el exceso de pragmatismo y realidad.
Centrándonos en "Byzantium", la creatividad de Jordan como autor otorga a esta historia de vampiros aspectos muy interesantes y diferenciales.
Por un lado, la visión diacrónica de la propia criatura convertida poco menos que en criaturas errantes y marginales capaces de camuflarse en el presente, sufriendo siempre una soledad y una necesidad de comunicar una verdad propia que es precisamente el feeling principal de la hija, magnificamente encarnada por una deliciosa Saorsie Ronan
Y por otro, una reconfortante y hasta cierto punto divertida visión feminista del tema puesto que las protagonistas son perseguidas por una sociedad secreta de vampiros hombres que no ven con buenos ojos que el privilegio de la vida eterna sea poseído por una mujer, pero que al mismo tiempo no ven tan mal que le sea arrebatada la vida de toda la vida.
Todo ello integrado, como ya he comentado, dentro de esa preocupación que preside las últimas películas de Jordan centrada en mostrar la precariedad de la fantasía dentro de un mundo que ha aprendido a mirar hacia otro lado
Me gusta más "Ondine" que Byzantium", pero estas dos películas europeas de Jordan se encuentran dentro de lo mejor de su filmografía.
Merece la pena descubrirlas.
Son dos buenas historias.
Y también confieso que no puedo entender cómo han pasado desapercibidas para público y crítica tanto esta "Byzantium" como la maravillosa anterior "Ondine".
Seguramente no lo entiendo porque soy acólito, pero, y en cualquier caso, este imperdonable descuido me reafirma en la idea de lo jodido que está todo.
Tanto "Byzantium" como "Ondine" se sumergen con la elegancia de una sirena en las procelosas y profundas aguas de la relación entre fantasía y realidad.
Si "Ondine" nos cuenta la historia de un pescador que pesca precisamente una sirena, mientras "Byzantium" nos relata desde la cotidianidad la vida errante de una madre y una hija que son vampiros.
En ambos casos, lo relevante a mi entender para Jordan no es la propia línea argumental fantástica sino los efectos que esta tiene dentro del contexto realista y cotidiano en el que se inscribe y es relevante para mostrar precisamente la dificultad que lo fantástico ya tiene de engarzarse con lo real para precisamente hacerlo trascender.
Aunque vampiros y sirenas puedan ser tocados y vistos continúan siendo increíbles dentro de un mundo que vive inmerso en su propio delirio basado en el exceso de pragmatismo y realidad.
Centrándonos en "Byzantium", la creatividad de Jordan como autor otorga a esta historia de vampiros aspectos muy interesantes y diferenciales.
Por un lado, la visión diacrónica de la propia criatura convertida poco menos que en criaturas errantes y marginales capaces de camuflarse en el presente, sufriendo siempre una soledad y una necesidad de comunicar una verdad propia que es precisamente el feeling principal de la hija, magnificamente encarnada por una deliciosa Saorsie Ronan
Y por otro, una reconfortante y hasta cierto punto divertida visión feminista del tema puesto que las protagonistas son perseguidas por una sociedad secreta de vampiros hombres que no ven con buenos ojos que el privilegio de la vida eterna sea poseído por una mujer, pero que al mismo tiempo no ven tan mal que le sea arrebatada la vida de toda la vida.
Todo ello integrado, como ya he comentado, dentro de esa preocupación que preside las últimas películas de Jordan centrada en mostrar la precariedad de la fantasía dentro de un mundo que ha aprendido a mirar hacia otro lado
Me gusta más "Ondine" que Byzantium", pero estas dos películas europeas de Jordan se encuentran dentro de lo mejor de su filmografía.
Merece la pena descubrirlas.
Son dos buenas historias.
jueves, octubre 29, 2015
Mi gran noche
Siempre le he reprochado al cine de Alex de la Iglesia una evidente falta de aseo final en el remate de sus historias.
Lo que para muchos era una virtud, para mi siempre era un inmenso defecto.
Sus películas siempre terminaban reducidas a una descontrolada persecución entre el dibujo animado y el cine mudo.
Y a mi entender esos finales jamás estaban a la altura del inmenso valor que el cineasta proponía en todas y cada una de sus películas porque no tengo la menor duda de que Alex de la Iglesia continúa una de las líneas mas valiosas de nuestro cine, una línea en la que escriben gloriosos nombres como los de Rafael Azcona, Fernando Fernan Gomez, Luis Garcia Berlanga o el italiano Marco Ferreri.
Siempre se ha reprochado al cine español contemporáneo su falta de conexión con la realidad española, pero, y siempre para mi gusto, la presencia de Alex de la Iglesia contradice claramente ese planteamiento.
Porque si algo hace su cine es, entroncando con el esperpento vallinclanesco, es mostrar la dudosa gloria y la cierta miseria de la España de nuestro tiempo.
Si Berlanga, Ferreri o Azcona glosaron con inmenso talento las contradicciones de la España del desarrollismo, Alex de la Iglesia, quizá como ninguno, no está mostrando los claroscuros de la España ya desarrollada, modernizada, europea y consumista.
No tengo la menor duda de que en un futuro más o menos lejano (si es que el capitalismo voraz nos permite tener ese futuro) las películas de Alex de la Iglesia serán una piedra angular sobre la que entender la España de nuestro tiempo.
Por todo ésto, los finales descontrolados y locos de sus películas siempre me parecieron fuera de lugar, algo así como si la historia se abriese la bragueta y se bajase el pantalón, una cuesta abajo fácil y bruta que enturbiaba el estructurado desarrollo de una historia siempre ácida y con estructurada visión.
No obstante, nada de esto sucede en "Mi gran noche" que, para mi gusto, es una de las mejores películas de Alex de la Iglesia.
Centrada en el gran carnaval que es la televisión y, dentro de ella, expresando su quintaesencia, un especial de Nochevieja, "Mi gran noche" muestra con acierto la opera bufa y caótica de nuestro tiempo, un puro cambalache en el que los extremos no es que se toquen, es que se follan.
No tengo la menor duda de que, en su madurez creativa, la mejor película de Alex de la Iglesia será la que esté por venir.
Merece la pena verla.
Lo que para muchos era una virtud, para mi siempre era un inmenso defecto.
Sus películas siempre terminaban reducidas a una descontrolada persecución entre el dibujo animado y el cine mudo.
Y a mi entender esos finales jamás estaban a la altura del inmenso valor que el cineasta proponía en todas y cada una de sus películas porque no tengo la menor duda de que Alex de la Iglesia continúa una de las líneas mas valiosas de nuestro cine, una línea en la que escriben gloriosos nombres como los de Rafael Azcona, Fernando Fernan Gomez, Luis Garcia Berlanga o el italiano Marco Ferreri.
Siempre se ha reprochado al cine español contemporáneo su falta de conexión con la realidad española, pero, y siempre para mi gusto, la presencia de Alex de la Iglesia contradice claramente ese planteamiento.
Porque si algo hace su cine es, entroncando con el esperpento vallinclanesco, es mostrar la dudosa gloria y la cierta miseria de la España de nuestro tiempo.
Si Berlanga, Ferreri o Azcona glosaron con inmenso talento las contradicciones de la España del desarrollismo, Alex de la Iglesia, quizá como ninguno, no está mostrando los claroscuros de la España ya desarrollada, modernizada, europea y consumista.
No tengo la menor duda de que en un futuro más o menos lejano (si es que el capitalismo voraz nos permite tener ese futuro) las películas de Alex de la Iglesia serán una piedra angular sobre la que entender la España de nuestro tiempo.
Por todo ésto, los finales descontrolados y locos de sus películas siempre me parecieron fuera de lugar, algo así como si la historia se abriese la bragueta y se bajase el pantalón, una cuesta abajo fácil y bruta que enturbiaba el estructurado desarrollo de una historia siempre ácida y con estructurada visión.
No obstante, nada de esto sucede en "Mi gran noche" que, para mi gusto, es una de las mejores películas de Alex de la Iglesia.
Centrada en el gran carnaval que es la televisión y, dentro de ella, expresando su quintaesencia, un especial de Nochevieja, "Mi gran noche" muestra con acierto la opera bufa y caótica de nuestro tiempo, un puro cambalache en el que los extremos no es que se toquen, es que se follan.
No tengo la menor duda de que, en su madurez creativa, la mejor película de Alex de la Iglesia será la que esté por venir.
Merece la pena verla.
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