sábado, noviembre 17, 2007
Como parte de sus cada vez más dudosos atractivos para las gentes de este nuevo siglo, el cine conserva el poder revelador de mundos que intrinsecamente posee la magia de la imagen en movimiento.
Del mismo modo que hace ya más de 100 años, el interés principal de las sesiones del cinematógrafo radicaba en el puro hecho de ver (la llegada de un tren, el final de un día de trabajo o la boda del zar Nicolás), ahora mismo -recién terminada la visión de "River Queen"- descubro que uno de los principales atractivos de la película es la presentación ante mi mirada curiosa del ignoto mundo de los maoríes neozelandeses.
Seguramente, y de haberse tratado de indios sioux o españoles de Vallecas mi interés por una historia convencional de amores y odios, de encuentros y desencuentros, en tiempos de guerra se habría reducido bastante.
Muchísimo, diría yo.
Creo que el cine de Vincent Ward tiene ese poder. En todas las películas que conozco de este director neozelandés (que en los 80`s tuvo una aparición fulgurante con su "Navegante"), las historias son meros soportes necesarios para la presentación de mundos distintos de una forma visualmente fascinante. Cuando escribo ésto pienso en "Navegante" y sobre todo en "Más allá de los sueños", fascinante experiencia visual en la que dos enamorados se encontraban más allá de la muerte.
"River Queen" es un buen ejemplo de ésto.
Recordando los modos y formas preciosistas con que Terrence Malick crea sus imágenes, Ward nos muestra un mundo nuevo y diferente: el mundo aborigen e interior de la Nueva Zelanda.
En "River Queen" la forma predomina sobre el fondo de una forma total y absoluta. Pero sin terminar de enganchar de una forma definitiva circunstancia sin duda debida a lo endeble de una historia que casi es una anécdota y a una cierta frialdad expositiva que en nada beneficia a un relato obvio por cientos de veces escuchado y visto, pero en definitiva lleno de vida y muerte... Después de todo, y como presenta Propp en el clásico "La morfología del cuento", quizá las historias siempre sean las mismas y lo importante sea cómo nos las cuentan.
En este sentido, el relato de Ward carece de la emoción suficiente como para atrapar. El realizador neozelandés parece confiar excesivamente en el poder mágico y revelador de un mundo y de sus imágenes... Pero a estas alturas de la película global que empezó con los Lumiere, rodeados como estamos en un interminable Littlebig Horn de imágenes, es necesario algo más.
viernes, noviembre 16, 2007
Una propaganda que Hans Fritzsche, principal comentarista radiofónico alemán durante la Segunda Guerra Mundial, tenía la desfachatez de definir como "el arte de despertar en los demás los pensamientos y sentimientos que nunca aflorarían a la superficie sin ese impulso". Fíjense si sería tosco el tal Fritzsche que a su lado Goebbels era todo un poeta: "la propaganda es el arte de escuchar el alma de la gente".
(El descodificador)
Y tanto que la propaganda es un arte... El arte de escuchar al animal que todos llevamos dentro y convertir a un grupo de individuos en una masa.
Lo que aflora a la superficie, lo que hay dentro del alma de la gente, no tiene por qué ser única y exclusivamente bueno en términos morales.
Entre otras cosas, el siglo XX fue el siglo de las masas, pero también el siglo de aquellos que fueron capaces de manipularlas en una u otra dirección. Estado socialista o Cuarto Reich.... Izquierda y derecha son una misma canción con diferente letra.
La única diferencia es que la letra que canta la izquierda es más bonita. También a mi me gusta escucharla.
jueves, noviembre 15, 2007
"A diferencia de Vestal, el soldado Roman Rutten sí que luchó en Littlebig Horn y la información que dio en torno a la última batalla de Isaías tiene visos de ser verídica. Rutten iba montado en un caballo que odiaba el olor de los indios, de ahí que el primer problema al que tuvo que hacer frente fue conseguir que no lo desarzonara. Durante uno de sus encabritados intentos de montar, pasó junto a Isaías, a cuyo caballo habían disparado. El hombre de color se sostenía sobre una rodilla y disparaba pausadamente con un rifle de caza no reglamentario. Alzó la vista y gritó: ¡Adios, Rutten!".
(La batalla de Littlebig Horn. Evan S. Connell)
¡Adios, Isaías!
domingo, noviembre 11, 2007
Basada en la inacabada novela póstuma de Ernest Hemingway del mismo título, "Islands in the stream" es una de esas películas que han recibido el injusto destino de ser olvidadas.
Probablemente, y para mi gusto, la crónica de los últimos días de la vida de Thomas Hudson, su protagonista (magnificamente interpretado por George C. Scott) se encuentre entre las mejores adaptaciones cinematográficas de textos del autor norteamericano.
Del mismo modo que el libro, la película se estructura en tres partes (los niños, la mujer y el viaje) que de forma secuencial nos va mostrando el medido retrato de uno de los antihéroes "hemingueanos" por excelencia.
Para mi gusto, Hemingway siempre ha planteado como nadie los rigores de una vida imperfecta. Sus personajes siempre tienen algo que lamentar de su pasado, pero continúan viviendo sólo a veces dejándose llevar por la ilusión de que nada ha sucedido.
El absurdo de existir se diluye en la propia vida misma, en un constante mirar hacia delante que de cuando en cuando se vuelve imposible porque, y siempre por cualquier circunstancia, el pasado les alcanza. (En este sentido me permito recomendar la lectura de la maravillosa y bastante desconocida, "Al otro lado del río y entre los árboles").
Hay algo muy existencialista en el sentido filosófico del término latiendo en lo más profundo de la obra de Hemingway, que siempre está teñida de la incurable tristeza residente en unos ojos vueltos hacia lo irrecuperable. Pero también -y ésto es lo más valioso que tiene el punto de vista del escritor norteamericano a mi entender-, en todos sus personajes late irresistible el esfuerzo por continuar adelante que es una manifestación casi biológica, un impulso irresistible ni siquiera percibido como tal, constituyendo una especie de "a priori" de su existencia.
La tensíón dramática está ahí, en el tormentoso encuentro entre esas dos esencias con el presente como marco.
Para Hemingway la vida es un contínuo proceso de desgaste y la tragedia está en que nadie puede escapar... pero tampoco darse por vencido hasta que el final termina por llegar.
En este sentido, "Islands of the stream" es una emblemática muestra.
sábado, noviembre 10, 2007
Un día de éstos tengo que probar
a correr por un asiento en el metro o en los autobuses,
un día de éstos tengo que probar
a subir las escaleras mecánicas como si me persiguieran las prisas.
O correr para intentar coger el tren
que está a punto de marcharse
o impacientarme en la cola
de cualquier caja registradora.
Quizá me esté perdiendo algo.
Después de todo es más fácil
que sólo sea yo el idiota.
Es una de mis secuencias favoritas de "Moulin Rouge", la película de Baz Luhrmann.
Es fantástico cómo reacciona Nicole Kidman, cómo mira... Puedes ver cómo el personaje que interpreta Ewan McGregor le está llegando al corazón. Demuestra que es una gran actriz.
También, el plano de los bohemios aullando a la luna. A estas alturas de mi vida, ya hay que buscarme allí.
Y luego el baile "sur les toits du Paris"... Pura sublimación de un género como el musical ya de por sí irreal y sublimante.
¡Fantástico, vraiment!
Probablemente, y del mismo modo que le hubiera sucedido al personaje de no haber muerto prematuramente, Ludwig ha envejecido mal.
Resulta una película demasiado larga y que tiene problemas serios de ritmo en el corazón de sus más de tres horas de metraje, incluídas secuencias que nada aportan a la trama como la mañana de Navidad en casa de los Wagner. Aunque, para mi gusto, el principal problema que tiene la pelicula es Helmut Berger, su protagonista... En algunos momentos, demasiado inconsistente y, en otros, demasiado marica, incluso para el personaje, porque le caricaturiza reduciéndolo a una loca con aires de grandeza.
No obstante, Ludwig tiene cosas buenas.
La historia del último rey de Baviera es el relato de la decadencia de una dinastía encarnada por este Ludwig abocado a una autodestructiva soledad producto de su extrema sensibilidad y de una enfermedad mental, fenómenos que terminan relacionándose tan estrechamente que terminan por resultar una única realidad ante los ojos del mundo.
Para mi gusto, Ludwig desarrolla de manera prolija un interesante discurso sobre el coste y la imposibilidad de una diferencia.
A lo largo del metraje, el personaje principal no hace otra cosa que cobrar progresiva distancia de los demás internandose cada vez más profundamente en la intrincada selva de su propia mismidad, llena de sueños y fantasmas. Su poder absoluto de monarca se lo permite, le conduce a la más absoluta de las corrupciones a ojos de los demás. Una estupenda metáfora de esa corrupción interna es la progresiva descomposición de su boca, cada vez más destrozada y negra.
Ludwig también habla de la soledad de una forma conmovedora. En su progresivo descenso a los infiernos de si mismo, el protagonista busca almas gemelas a las que agarrarse, pero por una razón y otra sus esfuerzos resultan inútiles. La emperatriz Isabel de Austria y Richard Wagner se convierten en efímeros compañeros de viaje, que aparecen en ciertos momentos, pero siempre terminan por desaparecer.
Tendría peor opinión de Ludwig si no fuera porque el final me resulta lo mejor de la película. Un episodio melancólico que termina con el ahogado cadáver de Ludwig con la boca abierta de par en par, como queriendo llenar todo su cuerpo de agua, como corriendo desesperadamente hacia el único final posible para la enloquecida escapada en que su vida terminó convirtiéndose.
Al final, Ludwig declara querer seguir siendo un enigma... un enigma para los demás, pero también un enigma para sí mismo. Ha encontrado una cierta calma. Por fin ve claro. Ya no está sólo. Junto a él también está su fracaso, sonriéndole, acompañándole en sus paseos de medianoche bajo la luna.
La absoluta imposibilidad de alejarse del mundo y caminar de la mano de la belleza, de la trascendencia que nos aporta la experiencia de lo sublime.
El aristócrata Visconti sabe que el animal que todos llevamos dentro termina por matarnos, cortando uno a uno los finos hilos dorados que nos mantenían flotando en el aire, devolviéndonos al barro, la carne y la sangre.
El querer ser no es posible si se aleja demasiado del ser.
viernes, noviembre 09, 2007
lunes, noviembre 05, 2007
He vuelto a verla y me sigue pareciendo una pelicula extraordinaria.
"La vida de los otros" es la puntual y cuidadosa crónica de un desengaño. Ante los ojos del capitan Wiesler, uno de sus más fieles servidores, la bestia del sistema que él mismo contribuye a sostener se manifiesta en toda su inmensa potencia destructora con una insoportable intensidad.
Es la vida de esos otros que Wiesler vigila el agente transformador que conduce a un cambio de actitud del protagonista.
En alguna parte de su frio interior, de pronto, algo profundamente se agita, le conmueve.
Espiando la vida de esos otros cuyas vidas el sistema quiere aplastar, Wiesler se siente profundamente humano. La estólida armadura del hombre socialista, un ente construido para ser contemplado desde la historia, se resquebraja y aparece el individuo capaz de admirar y sentir compasión.
La vida de los otros es ese agente catalizador que hace que el muro de Wiesler se derrumbe unos años antes de que lo haga el verdadero.
La paradoja de aquellos regímenes socialistas es que, queriendo salvar al hombre, se olvidaron de él construyendo un frio infierno de grandes palabras y pequeños hechos que terminó desembocando en un sinsentido de inconfesables intereses siempre a la espalda de su propia realidad, constantemente abocado a lucha de la negación sistemática de una más que evidente realidad.
Las estadísticas de suicidio son la clave.
La cuestión siempre fue escapar.
domingo, noviembre 04, 2007
Casi siempre -hablo de memoria- los actores que se meten a dirigir hacen películas interesantes. Un último ejemplo fue "El buen pastor" de Robert de Niro y ahora tenemos este "Gone baby gone" del habitualmente "criticable" Ben Affleck.
Basada en una novela de Denni Lehane, autor de Mystic River que fue llevada al cine por Clint Eastwood (otro director actor), "Gone baby gone" cuenta la investigación del secuestro de una niña, investigación llevada a cabo por una pareja de investigadores privados.
La investigación revelará una trama oculta de complejos intereses, intereses que no sólo están basados en el dinero sino también en las emociones que despierta la niña en unos personajes desgastados por el esfuerzo cotidiano de vivir.
En "Gone baby negone" sus protagonistas se convierten en una especie de demiurgos que intentan recomponer un perdido orden social y moral devolviendo la pequeña a su madre... Pero las cosas nunca son tan fáciles.
Si el código de los investigadores se basa en los blancos y los negros, hacer lo correcto o lo incorrecto, devolver a la niña o no devolverla, el resto de los personajes se mueven en el territorio intermedio de los grises donde hay una solución customizada para cada necesidad y caso. Es el territorio de los propios compromisos y de las propias morales, en definitiva de las propias posibilidades de escape ante unos destinos que han venido forjándose desde mucho tiempo antes.
Un territorio que terminará atrayendo con sus cantos de sirena demasiado humanos a uno de los dos investigadores para relegar al otro, empeñado en llegar al final hasta sus últimas consecuencias, a una especie de soledad de héroe... como si existiera en la fuerza de su propósito una cierta inhumanidad que termina separándole del resto de personajes, incapaces de seguirle por una suerte de imperfección mortal que les lastra y les lleva a comprometerse con sus propias emociones.
El conflicto entre la fría regla moral que los hombres se dan a si mismos para poder vivir ordenadamente en comunidad y la más tibia imperfección humana que a veces lleva al incumplimiento de esas mismas reglas.
La contradicción y el héroe apareciendo una vez más para salvarnos del desorden de las excepciones devolviendo a la niña con su madre cueste lo que cueste.. y aunque quizá no sea la mejor opción.
Su inacabable trabajo de demiurgo frente a una ciudad que como todo sistema tiende a la entropía... moral.
"Gone baby gone" quiere decir muchas cosas y a veces resulta complicada de seguir porque, a esa variedad discursiva, se añade la complejidad de la propia trama policial, pero es una obra estimulante y entretenida, con un sólido guión y magnificamente interpretada por actores como Ed Harris y Morgan Freeman.
Espiritualmente filmada en blanco y negro y oliendo a clásicos de la década de los 50, merece la pena verla.
MEMORIA HISTÓRICA
Memoria e historia son dos términos antitéticos que jamás debieran formar parte de una misma palabra.
Es complicado casar la subjetividad del recuerdo con la objetividad del análisis del experto. Nuestra percepción del pasado, nuestra memoria, nunca es un instrumento fiable. Realidad y deseo siempre se confunden. La misma magdalena de Proust mojada en diferentes cafés produce variados sabores, cientos de recuerdos... para una misma historia... y la historia es otra cosa, el marco, la media aritmética objetivada de todos esos recuerdos... un libro con citas a pie de página en lugar de los diferentes matices de un mismo sabor.
Memoria histórica... Otra nueva invención de esta disneylandia psicopática que es la política española.
Guerra civil... Una realidad escondida tras las ensoñaciones autocomplacientes de los unos y de los otros.
Y ahora, desde siempre, el propotente sepulcro blanqueado de la izquierda española se indigna con la obviedad de su juego de buenos (ellos) y malos (los otros).
Desde luego que el alzamiento nacional de los franquistas fue un golpe de estado contra un orden establecido, pero juega con ventaja no reconociendo el progresivo deterioro que fue sufriendo la República y que culminó con el Frente Popular. Socialistas, comunistas y anarquistas comenzaban a generar en las calles, fuera el congreso, un emergente nuevo poder que se miraba en la Unión Soviética.
Con la total falta de autocrítica que le caracteriza (siempre habrá un fascista o un dobermán a quién hechar la culpa de todo), la izquierda ignora ese deterioro que el régimen republicano venía sufriendo por la acción de unos y de otros. Un deterioro que no justifica la acción de los militares franquistas, pero que debe ser sacado a colación en todo debate serio que busque la revisión de nuestra historia reciente.
La república mitificada tenía los pies de barro.
La derecha provinciana de los terratenientes nunca creyó en ella mientras que la izquierda frentepopulista de las ciudades terminó por rebasarla por considerar que se quedaba corta para sus revolucionarios y transformadores entenderes. Y entre medias los pequeños partidos republicanos, aplastados entre esas dos poderosas fuerzas que colisionaban por todas partes como placas tectónicas. Como escribe Buñuel en su libro de memorias "Mi último suspiro", "Imposible permanecer neutral en medio de la lucha, pertnecer a esa tercera España en que algunos soñaban oscuramente".
Entre todos la mataron y el ladino gallego ambicioso le dió la puntilla un 18 de julio de hace ya casi setenta años.
"En los meses que precedieron a la guerra, el ambiente era irrespirable. Una iglesia en la que teníamos que roidar unas escenas fue incendiada por la multitud y tuvimos que buscar otra. Mientras hacíamos el montaje, había tiroteos por todas partes"
(Mi último suspiro, Luis Buñuel)
El alzamiento fascista no tenía por qué haber triunfado y si lo hizo fue entre otras cosas porque las propias contradicciones del régimen republicano jugaron en contra de éste, contradicciones de las que también fue responsable la izquierda que ahora se rasga las vestiduras y dispara a diestro y siniestro su dedo acusador.
No es propio de un debate serio el achacar siempre las responsabilidades de los desastres de nuestra historia a los demás, a los otros. No es propio de un debate serio pasar por encima de la brutal represión franquista tras la Guerra Civil ni hacer declaraciones contemporizadoras sobre el franquismo como hace alguna exquisita bestia de nuestra derecha.
A estas alturas espero poco de este país de titulares y cesantes en el que todo vale para ocupar el poder, en el que no hay debates sino conflagraciones en las que los unos a los otros se disparan los mensajes como balas, en el que ya no hay nada sagrado que esté salvo de los más espúreos intereses, pero me conformo con que toda esta mierda de indignadas palabras sirva para que los olvidados huesos de todas las fosas recobren sus perdidos nombres.
domingo, octubre 28, 2007
Basada en una novela homónima escrita en 1971 por el escritor polaco-americano Jerzy Kosinsky, "Bienvenido Mr. Chance" es una fascinante parábola sobre la seducción.
Magníficamente interpretado por el brillante Peter Sellers (quién siempre quiso interpretar este personaje y que curiósamente terminó siendo el último de su carrera), Chance es un retrasado que ha trabajado toda su vida apartado del mundo, trabajando como jardinero y sin salir de la casa que ha estado cuidando.
La inevitable muerte por vejez de su señor le obliga a abandonar la casa y salir a la ciudad de Washington donde, y tras una serie de peripecias, acaba convirtiéndose en amigo personal de uno de los hombres más influyentes del país.
Allí, y de la mano de la fascinación que despierta en ese hombre tan influyente, su opiniones simples acabarán alcanzando la influencia suficiente como para determinar el discurso del propio presidente de los Estados Unidos.
La simpleza de Chance le convierte en una especie de espejo donde cada personaje encuentra su propio reflejo.
En este sentido, Chance es la seducción en estado puro. Enfrentados a su simple discurso (respetuoso, reactivo y centrado en la jardinería) todos los personajes terminan por transferir a sus palabras un significado que está en ellos mismos y que sólo puede manifestarse con Chance como vehículo.
El encanto de Chance está ahí.
Sus palabras son una especie de grado cero del discurso, una forma que está a la espera de un signficado aportado por los interlocutores de forma que todos se realizan con él y a través de él. Así, Chance se convierte en un intermediario, un catalizador de espíritus sin salir de su autista mundo interior.
Nadie le ve tal y como es, como un retrasado que sólo habla de jardinería, porque todos se están viendo a ellos mismos.
Chance es como aquel marciano protagonista de uno de los relatos escritos por Ray Bradbury en su maravillosa "Crónicas marcianas" cuyo nombre no recuerdo. Un personaje que era capaz de transformarse en aquello que los humanos que le salían al paso más añoraban de su mundo.
(Cosmópolis, Stephen Toulmin)
domingo, octubre 21, 2007
Casi todas las películas de Michael Winterbottom tienen una personalidad muy acusada. Son obras cerradas cuyo fondo y forma está en función del punto de vista con que Winterbottom decide mirarlas, lo que hace que resulten muy diferentes entre sí, tan diferentes que uno no pensaría que el mismo director se encuentra detrás de ellas.
Esa es la primera impresión que, de forma genérica, me produce el cine de Winterbottom. La siguiente es que su obra me resulta muy desigual, algunas me han gustado mucho y otras, nada. "Wonderland" entra dentro del primer grupo. Quizá sea mi película favorita de Winterbottom... Y lo es hasta que, como ahora mismo, recuerdo que también ha hecho "24 hour party people".
En cualquier caso, "Wonderland" es una película extraordinaria. La crónica de la vida diaria de una serie de londinenses de clase baja y principalmente centrada en la peripecia vital de tres hermanas de una misma familia. Sobre ellas, sobre su realidad y sus sueños, gira esta estimulante película dedicada a mostrar la mayor o menor distancia que separa el "ser" del "querer ser" en el corazón de sus personajes y también los efectos que produce en ellos las repentinas y diarias constataciones de esa distancia.
Es por ésto por lo que, siempre que veo "Wonderland", termino pensando en "The Crowd", la maravillosa película de King Vidor... Otra obra maestra del cine como arte.
En ambas se muestra el esfuerzo por la existencia de individuos normales y corrientes, siempre a punto de ser devorados por el mecanismo sistémico de la cotidianidad urbana y que siempre extraen la fuerza para seguir adelante de un inagotable fondo de sueños y esperanzas. De cuando en cuando, el drama surge por la constatación de distancias, la zona oscura que separa lo que se desea de lo que se obtiene, un abismo al que muy pocos se atreven a enfrentar porque en él se encierra la crítica personal y la crítica social.
Como si en el fondo estuvieramos hechos para seguir adelante.
Al final, el panorama es tan agradable o desagradable como uno quiera conceptualizarlo. La interpretación es una responsabilidad individual, pero tanto Vidor como Winterbottom optan por la esperanza encarnada, curiosamente, y en ambos casos, por las nuevas generaciones que traen consigo, prendido de su primer llanto, encarnándo la esperanza de forma fáctica, por el simple hecho de existir.
Un programa doble, "The crowd" y "Wonderland" sería maravilloso.
Intuyo que mi primera reflexión sería que casi cien años después las cosas no han cambiado tanto.
Como si el ser humano, en contra de lo que nos dice el sueño de la racionalidad ilustrada, siempre fuera el mismo y su naturaleza no fuera lineal y progresiva sino progresiva dentro de un interminable ciclo que siempre nos conduce a la tristeza o a la ilusión.
DISCRETO ENCANTO DEL DEPORTE
La pasada noche el equipo sudafricano de rugby se hizo con el mundial derrotando a la escuadra inglesa comandada por un desaparecido Wilkinson.
Se hizo justicia. Aunque con un ajustado tanteo (15-6), la victoria se decantó del lado del mejor equipo del mundial en una final en la que no hubo ensayos (por lo visto, la segunda de la historia).
Sudáfrica que acreditaba poseer el mejor ataque, demostró también tener la mejor defensa anulando por todo el campo el inagotable y generoso esfuerzo de los británicos en un partido que fue un combate perpetuo y al límite, combate del que salieron mas perjudicados los ingleses pues perdieron a jugadores como el veterano Mike Catt que estaba realizando un inteligente partido en defensa.
El partido tuvo su momento épico y definitivo en la carga brutal del ataque sudafricano sobre la defensa británica ¡a un palmo de la línea de ensayo! que los británicos defendieron de una forma épica, pero sin poder evitar un lanzamiento a palos del infalible Montgomery que supuso tres puntos más para los australes.
La contestación de los británicos fue una cabalgada espectacular de Tait esquivando los intentos de placaje de varios jugadores sudafricanos, que culminó en un ensayo de Cueto casi al límite de la línea de banda... y que los árbitros no dieron por estimar que un pie de Cueto estaba fuera del campo cuando posó el balón en el área de ensayo.
Ahí estuvo el partido.
Con el ensayo en el mercador y el talento de Wilkinson lanzando a palos, los británicos se hubieran puesto a un punto de los sudáfricanos y quizá las cosas hubieran cambiado. Pues en otros partidos como el librado contra los franceses, los ingleses se han mostrado como un equipo fajador y limitado, consciente de sus virtudes y sus defectos, sabedor de los modos de aprovechar las primeras y minimizar los últimos, siempre con la imprescindible ayuda de su jugador Jonny Wilkinson (quizá el mejor del mundo).
Pero esa es otra historia.
No hubo ensayo, Wilkinson no apareció y los sudafricanos terminieron venciendo un partido que, como casi todas las finales de todos los deportes, fue un encuentro emocionante y aceptablemente jugado.
Partido del que, como indeleble huella, queda esta milagrosa y emocionante foto final, imposible hace 15 años para el deporte favorito de los blancos del país austral, casi una religión por aquello pagos.
Sudafricanos blancos y negros abrazados y sonrientes formando una piña, un equipo.
Sobran las palabras, ante este discreto encanto que tiene del deporte.
Tres últimas cosas:
- La constatación de que el rugby quizá sea el mejor deporte de equipo que se juega en este planeta por muchas y variadas razones que merecen un propio y futuro post.
- España estuvo presente de forma indirecta al final: el sudafricano Habana es descendiente de catalanes y el inglés Cueto, desciende de asturianos (y se notaba mogollón... con doscientos como ese hechamos a pedradas a los moros en Covadonga)
- Si Italia ha conseguido un equipo de rugby competitivo, nosotros también podemos conseguirlo. Embebidos por el futbol, nos estamos perdiendo la magia total de este deporte.
sábado, octubre 20, 2007
"Sorprendido, Adorno constata que ideas cargadas de impulsos de cambio, como liberación, emancipación y progreso, han conseguido precisamente lo contrario, a saber: la cosificación del hombre, su esclavización por parte de una doctrina dogmática, o por parte de una sofisticada tecnología. Y una de las construcciones de esa sofisticada tecnología son los modernos medios de comunicación, que crean y difunden una determinada forma de cultura, sometida a los mismos parámetros que cualquier industria... el resultado es la expropiación de la conciencia de los hombres por los medios centralizados de la comunicación pública. "
2
"En la industria de la cultura ocupa un lugar importante lo que Adorno llama el arte inferior, que ha sido modificado cualitativamente por ella para conseguir la integración social no traumática y sin esfuerzo por parte del sujeto."
3
"Ese arte inferior pretende disminuir la distancia entre la obra de arte y el sujeto que la observa, distancia que a éste podría parecerle humillante, sensación que urge anular o, cuando menos aliviar"
4
"Hasta llegar esta época de total manipulación de la mercancía artística, el sujeto que miraba, oía o leía algo artístico debía olvidarse de sí mismo, serenarse y perderse en ello. La identificación a la que tenía como ideal no consistía en igualar la obra de arte con él, sino igualarse él a la obra de arte. Era la sublimación estética: Hegel llamaba a esta actitud libertad hacia el objeto"
5
"Ese movimiento y esa actitud hacía honor al sujeto, que aceptaba la distancia que la obra de arte le imponía, y que se exigía a sí mismo un estiramiento espiritual, una gimnasia, un esfuerzo que le permitiera alcanzar algo de esa obra de arte."
(Adorno y la crítica de la cultura de masas, Javier del Rey Morató)
El resultado es la dominación del individuo desde lo simbólico.
El cierre del circulo.
El espejo le devuelve la imagen de lo que él realmente es.
El circuito se cierra.
No hay posibilidad de ruptura.
Se produce el efecto de realidad de un orden que parece ser natural.
Whay you see is what you get.
La pura facticidad de un debate que hace imposible la abstracción de cualquier cuestionamiento.
La simplicación y la facilitación tiene un valor ambivalente: nos hace la vida más cómoda, pero también nos hace prisioneros.
La docilidad absoluta de una humanidad que se ha convertido en clientela de sí misma.
La sociedad de consumo de masas.
6
"Las distinciones artificiales entre los productos, sirven para clasificar, organizar y manipular a los ciudadanos, convertidos en meros consumidores de productos cuyas sutiles diferencias han sido diseñadas para ellos: cada uno debe comportarse de acuerdo con el nivel que el sistema le ha asignado previamente y para el que el sistema tiene previsto toda una serie de productos y servicios. El sistema prescribe comportamientos: el individuo debe comportarse según lo que se espera de él y consumir lo que el sistema produce para él. El Esquematismo de la producción le exime de pensar, porque todo está pensado, porque él mismo, como consumidor, es un pensamiento elaborado por el sistema."
(Adorno y la crítica de la cultura de masas, Javier del Rey Morató)
Y el sistema no es una abstracción.
Está compuesto por todos esos mismo individuos, victimas de sí mismos porque el productor necesita del consumidor para poder vivir (ganar dinero y poder convertirse en consumidor) y el consumidor necesita de productores para poder consumir (encontrar ficciones/productos que trabajándole el inagotable deseo le permitan realizarse como tal, en la facticidad de un acto de intercambio).
Máquinas productoras/consumidoras privadas de todo aquello que las hace humanas... y el arte, la capacidad de trascendencia, es uno de esos vehículos que nos devuelve la humanidad.
7
"Para Kant la Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad para servirse de su inteligencia sin la guía del otro... El filósofo de Königsberg acusaba a los hombres de pereza y cobardía, causa de que la mayoría de ellos permaneciera a gusto en su estado de pupilos tutelados y condenados a una incapacidad que se ha convertido casi en segunda naturaleza"
Y después de tanto tiempo, nos acabamos dotando de un nuevo Dios -el mercado- que nos dice de nuevo lo que tenemos que hacer... como hacía el otro Dios contra el que se levantaron los Ilustrados.
viernes, octubre 19, 2007
lunes, octubre 15, 2007
ARGENTINA VS. SUDÁFRICA
Hubiera sido demasiado bonito... Argentina, en la final... Demasiado bonito.
El sueño terminó abruptamente, con la escuadra Argentina estrellada contra el sólido muro sudafricano.
La selección africana -aunque no lo parezca- resultó ser lo que parecía: un equipo superior en físico, con claridad estratégica y versátil en cuanto las respuestas tácticas, lleno de calidad y velocidad en las alas, lleno de inteligencia y fuerza bruta por el centro... Un inabordable rival, en definitiva, que pronto puso tierra de por medio en el marcador y que, además, apenas cometió errores. Aspecto sobre el que argentina pareció edificar buena parte del endeble edificio de su estrategia, demasiado previsible y racana, centrada en la patada a seguir y la agazapada espera de una imposible oportunidad que jamás terminó de llegar.
Además, quiénes cometieron los errores fueron los argentinos: malas recepciones, robos de balón sobre ataques jugados a mano que los sudafricanos parecían esperar tranquilamente para, acto seguido, salir corriendo como inalcanzables gacelas en busca del ensayo.
El deporte tiene estas cosas, la clara constatación del propio límite al ponerlo en juego con las capacidades del contrario.
En fin, el sueño queda en sueño. A lo sumo, en esperaza de futuro si es que se es capaz de aprender de la experiencia. Nada más que decir además de felicitar a los "pumas" por la proeza de haber alcanzado esta semifinal y quizá añadir la constatación de una certeza porteña.
En cualquier deporte y estando la selección argentina sobre la cancha, el resultado siempre es el mismo, un partido trabado y bronco en el que el contrario tiene que poner algo más que juego para ganar... cosa que los sudafricanos -aunténticas moles jurásicas de músculo- tuvieron en mayor cantidad y de sobra.
domingo, octubre 14, 2007
sábado, octubre 13, 2007
Hay bastante de autobiográfico en la historia que Paul Shrader escribió y que Martin Scorsese puso en imágenes.
Por lo visto, Scharader se encontraba en uno de esos momentos vacíos de confusión que de cuando en cuando suceden en nuestras vidas. No tenía claro si quería ser escritor o crítico de cine y las mujeres tampoco lo tenían claro con él. Sucesivamente, su mujer y su amante terminaron abandonándole.
Sin dinero y ni siquiera un lugar donde vivir, Schrader empezó a caminar hacia delante. El ritmo de cada paso era una pulsación sobre el teclado de su maquina de escribir y el esquivo futuro terminó convirtiéndose en real presente.
El resultado de todo ello fue el guión de Taxi Driver, una lúcida reflexión sobre la soledad y sus demonios.
Su protagonista Travis Bickle es un invisible ciudadano anónimo que conduce un taxi en las noche de Nueva York. Ex-veterano de la Guerra de Vietnam, su vida parece encontrarse en un "impasse", un sinsentido del que nada bueno termina por salir. Sólo una soledad auto-impuesta y sucedida casi como inevitable consecuencia de esa confusión.
En ese exilio social, Bickles se convierte en silencioso espectador de esa Babilonia que fue la Nueva York de los setentas. Y es en ese paisaje donde todos sus demonios cobran forma, se vuelven reales, convocando los fantasmas de lo peor de si mismo.
Bickles se ve parte integrante de toda esa inmundicia que algún diluvio universal debiera llevarse y ese sentimiento le conduce a un torbellino de sentimientos sádicos (armarse contra ellos) y masoquistas (desaparecer) que incrementan aún más esa confusión.
Bickles se resiste. Hay algo bueno en él como Schrader cree que lo hay en sí mismo. Ambos, a la postre, consiguen regresar de los infiernos, redimirse tras una brutal catarsis en la que las posibilidades de no sobrevivir son muy ciertas.
Disolverse buscando que exista algo sólido capaz de seguir existiendo.
Someterse a un proceso de decantación que supone la purificación de su alma, la expulsión de todos esos demonios que han terminado por apoderarse de su ser.
En el caso de Bickles, y tras el intento de asesinado del senador Palentine (suerte de figura paterna que debe pagar como principal responsable de ese mundo de escoria), la liberación de la prostituta infantil de la figura también paterna de su chulo en una orgía de sangre y violencia que hizo famosa a la película en su tiempo. Incluso, en medio de esa catarsis, Travis recoge varias pistolas disparandolas descargadas contra su cabeza.
En el caso de Schrader, varias semanas de escribir y dormir en el sofá de la vacía casa de su ex, sin calefacción y casi sin apenas comida.
El resultado para ambos: una cierta y siempre temporal salvación.
"Taxi Driver" es un ajustado relato de un caso extremo de soledad y la confusión.
El brutal esfuerzo ascético de encontrar un lugar en el mundo y un sentido a uno mismo y a las cosas cuando el corazón vive en las tinieblas.
Lo que queda después de la catarsis (si es que queda algo) sólo puede ser uno mismo.
miércoles, octubre 10, 2007
martes, octubre 09, 2007
Cortos de razones, largos de espada...
domingo, octubre 07, 2007
Termino el último capítulo de la segunda temporada de esta serie de la HBO y estoy entusiasmado con todo el espectáculo que acabo de ver.
Como en el final de la primera temporada, la decepción y la melancolía tiñen con un translúcido velo el humor de los personajes. La investigación ha terminado, pero una parte importante de los objetivos se han vuelto a escapar de entre sus policiales manos.
Una de las cosas buenas que tiene The Wire es que, y pese a la ficción administrativa y judicial que imputa crimenes a determinados individuos, nunca hay casos cerrados. Siempre hay flecos por atar, pequeñas vias de escape por la que determinados criminales evitan la larga mano de la justicia.
Los casos se cierran y casi siempre hay un culpable, pero las cosas nunca son tan sencillas.
La ciudad de Baltimore se convierte en una especie de teatro donde la vida, convertida en una lucha entre el bien y el mal, convertidos ambos -a su vez- en dos maneras de hacer las cosas, en dos caminos para conseguir un mismo objetivo que es proporcionar gasolina para que la enorme maquinaria de la ciudad continúe en funcionamiento... Un inmenso teatro donde uno puede ver que la frontera entre el bien y el mal consiste en un punto de vista, en una decisión tomada en un momentod eterminado.
La propia ciudad es el caso.
La segunda temporada termina como empezó, con un contenedor lleno de prostitutas desembarcando en el puerto de Baltimore. Las personas cambian, muchas de ellas están detenidas, pero la necesidad permanece. Como si el mal, el otro lado de la moneda, también fuera necesario y la fantasía racional de su total erradicación fuera un imposible que los policías conocen perfectamente, un imposible que convierte su trabajo en un absurdo necesario.
La ley y el orden, su mantenimiento, es el trabajo que tienen asignado, pero la ciudad de Baltimore tiene otra idea al respecto.
Tras la primera temporada sigue habiendo droga en los "ghettos", tras la segunda el contrabando y la trata de blancas siguen existiendo.
Todos sus esfuerzos siempre resultan parciales. Descubrir quién mató por asfixia a catorce prostituas en un contenedor o meter en la cárcel al asesino de un testigo federal, pero no pueden ir más allá.
Por encima hay todo un entramado de necesidades e intereses, algunos de ellos inconfesables, que es la ciudad misma. Un orden que tiene otras leyes: la del más listo, la del más fuerte, la de la necesidad... La jungla de asfalto.
Siempre hay alguien que escapa.
Siempre hay alguna ramificación que pende abierta, peligroda y tentadora, en sus investigaciones.
Al final, los policías son los estúpidos, los tontos útiles. Su sísifico esfuerzo por dotar de un impuesto orden a una ciudad que ya tiene el suyo propio jamás resulta completamente premiado. La euforia de querer saber siempre les lleva demasiado lejos.
Al final, sólo se trata de un trabajo más, un trabajo que no hay que tomar demasiado en serio. La ciudad necesita un cuerpo de policíal, pero también necesita otras cosas que el mundo del hampa le proporciona puntualmente. Ambas realidades se cruzan, conviven generando una cotianidad de compromisos en la que todo el mundo, en ambos lados, ha de tener muy claro quién es, qué papel juega y los límites establecidos para su rol.
Sólo quiénes los rebasan resultan penalizados: detenidos, asesinados o degradados a patrullar las calles de uniforme, pero, y para los demás, otra lógica rige, la del intercambio y la supervivencia, la de la tolerancia y la no agresión porque el juego imparte su propia justiciaa quienes participan en él. El fuerte devora al débil y el listo al tonto.
It's all in the game.
La ciudad se gobierna sola y los policías aún no han entendido que ellos, con mayor o menor esfuerzo, sólo se encargan de recoger los restos, los descartes, las piezas sobrantes de acreditado mal funcionamiento.
Hay mucho cine negro, mucho "blues" en "The wire".
Más que interesante el articulo que leo en el número 110 de la REIS (Revista Española de Investigaciones sociológicas).
En "La cultura del horror en las sociedades avanzadas: de la sociedad centrípeta a la sociedad centrífuga", Eduardo Bericat reflexiona sobre el papel que cumplen las emociones colectivas en el mantenimiento del orden social.
El punto de partida es el hecho de que las noticias más importantes que aparecen en los medios de comunicación sean noticias de horror.
Muy interesante la visión sociológica de algo tan eminentemente irracional como el horror:
"Pero el orden social sólo queda perfecta y nítidamente delimitado cuando establece las fronteras del mal que le separan del caos o la contingencia absoluta. Esta frontera define su identidad frente a todo aquello que pueda considerarse aborrecible, brutal, demoníaco, inhumano, bárbaro, malévolo y monstruoso. El horror es el abrupto sentimiento colectivo evocado en aquellas situaciones en las que las oscuras fuerzas del mal contenidas más allá de las murallas de la ciudad logran abrir una brecha y penetrar en su interior poniendo en riesgo su propia identidad y supervivencia."
El horror habita en las sombras que la luz de nuestra conciencia no puede iluminar dentro de nosotros mismos.
En ese continuo y mortalmente ilegal flujo fronterizo entre humanidad e inhumanidad el horror existe como señal de alarma. Nos indica que hemos alcanzado un peligroso límite y nos conmina a trabajar para suturar la grieta y reestablecer el orden."En el origen no existe ni Bien ni Mal sino una monstruosa brutalidad, un absoluto desorden, un caos primordial necesario para superar y vencer al caos mismo. Tras una intensa lucha aparece el acto creativo que establece
distinciones, que separa, que mide y que pone orden en el mundo (Ricoeur, 1967:
175). En suma, Bien y Mal constituyen dos naturalezas extrañas e inconmensurables, pero el Bien -de la misma forma que el orden social- se construye desde el horizonte del Caos, se nutre de la materia del Mal. Ambos, por estas razones, siempre andan estrechándose la mano en una compleja y aparentemente extraña unidad. Y de ahí emerge fundamentalmente el horror, pues el caos y el desorden palpitan en una especie de interior-exterior de la naturaleza erigida por el orden social"
Dicho ésto, Bericat define dos tipos de sociedades.
Las sociedades centrífugas son aquellas que se centran en un sólido núcleo moral de valores que las orientan hacia el futuro. La legitimidad y el orden de esas sociedades descansa en la adhesión
inquebrantable de sus miembros a esas creencias, a esos grandes valores que
los individuos hacen suyos y los convierten en guía de sus vidas.
Las sociedades centrípetas son sociedades que han perdido el poder de atracción gravitacional que les proporcionaba ese núcleo y por tanto tienden a la dispersión. El orden racional que las sustentaba han perdido ese fascinador poder de atracción. Es cuestionado. Ya nadie lo cree con la suficiente intensidad como para sentirse atraído por él.
El resultado es la tendencia a la dispersión moral de sus miembros.
Para mantener el orden social se recurre a engrosar esa barrera que separa el orden del desorden. Se trabaja en el horror para mantener a los individuos dentro de la muralla.
El continuo recuerdo de las brutalidades exteriores termina conduciendo a una ceremonia de afirmación de la propia identidad: Nosotros no somos capaces de éso.
Posteriormente, Bericat considera que las sociedades modernas fueron paradigma de sociedades centrífugas hasta que por una serie de circunstancias han entrado en crisis en la segunda mitad del siglo XX y se ha convertido en centripeta."Cada ritual del horror es como una piedra que se añade en la muralla que delimita el contorno de la ciudad"
Las razones de esa crisis son complejas y han sido muy bien contadas por los miembros de la Escuela de Frankfurt: Horkheimer, Adorno, ...
En esta sociedad centrípeta los medios de comunicación social cumplen esa función de escenificación continua y diaria del horror ante nuestros ojos:
"El horror que hoy nos provocan los desastres naturales no derivaSomos todos uno, los que se horrorizan.
de la absoluta devastación que causan, sino de la vergüenza que nos produce
comprobar nuestra impotencia frente a unas fuerzas que creíamos ya dominadas...
Somos la causa del mal y somos nosotros quiénes debemos transformar la
naturaleza humana y social para evitar el espectáculo del horror"
domingo, septiembre 30, 2007
(Cosmópolis, Stephen Toulmin)
El olvidado legado de los humanistas del renacimiento tardío.
La reivindicación de la preocupación práctica de la vida humana en sus aspectos más concretos olvidada por el gran proyecto de la Ilustración.
Un interesante ensayo.
sábado, septiembre 22, 2007
Algún ejecutivo de alguna cadena de televisión debería comprar The Wire... Ya van por la cuarta temporada en Estados Unidos (personalmente voy por la segunda).
El bien y el mal luchando en el dia a dia de las calles de Baltimore... aunque no necesariamente ambos están donde se les supone debieran.
Absolutamente recomendable.
SUCIEDAD
"Keela y Eddi, los perros 'olfateadores', también hallaron olor a cadáver en prendas de vestir de Kate, en el maletero del coche alquilado y en 'Cuddle cat', el peluche favorito de la niña. El muñeco estuvo en el punto de mira desde el primer día: familiares y amigos aseguraron que 'Maddie' dormía abrazada a él, pero apareció en una estantería a la que la pequeña, por su altura, no tenía acceso. Tras ser examinado por los perros, Kate McCann, que no se había separado en ningún momento de su 'Cuddle cat', decidió lavarlo alegando que «estaba sucio»".
No quiero pasarme de listo.
Todos somos inocentes si no se demuestra lo contrario y además la vida constantemente nos sorprende. Se supera a si misma para bien o para mal. Está a diez mil kilómetros de la mejor ficción y por eso, entre otras cosas, existe ésta, como un cristal o un espejo, pero siempre reaccionando ante una vida inabarcable y exhuberante que siempre lleva la iniciativa.
Dicho ésto tengo que escribir, viendo las imágenes de los McCann, la superficie apenas agrietada de sus rostros, conociendo alguno de sus gestos y sabiendo alguno de sus actos, que no se si es mejor su culpabilidad que su inocencia.
Me inquietaría mucho menos su extrema frialdad si fuera la de un asesino frio y calculador. Si fueran inocentes... simplemente... no podría entenderlo.
Es una cuestión de tripas.
A veces lo único que nos queda de las personas son los objetos y en ellos buscamos una especie de transferencia emocional. Creemos que las personas dejan algo de si mismas prendido en la materia de los objetos que más quieren y los cojemos, los manoseados, buscando extraer un poco de ese zumo.
Lavarlo sería como desactivar ese anclaje emocional... Limpiarlo definitivamente porque su magia radica precisamente en esa suciedad, en haber sido tocados y respirados por esa persona.
Las bacterias estarían entonces primero.
Stormy monday blues....
"They call it stormy Moday, but Tuesday's just as bad
They call it stormy Moday, but Tuesday's just as bad
Wednesday's worse, and Thursday's also sad
Yes the eagle flies on Friday, and Saturday I go out to play
Eagle flies on Friday, and Saturday I go out to play
Sunday I go to church, then I kneel down and pray
Lord have mercy, Lord have mercy on me
Lord have mercy, my heart's in misery
Crazy about my baby, yes, send her back to me."
Una de mis canciones favoritas...
jueves, septiembre 20, 2007
EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE
No se puede entender el cine de John Ford sin la emoción.
"El hombre que mató a Liberty Valance" es uno de los mejores ejemplos de esa propuesta lírica. El salvaje Oeste se convierte en un mero escenario donde nacen y mueren los sueños. Los de Tom Doniphon (Wayne), anclados en un época que está condenada a desaparecer, mueren al mismo tiempo que los de Ramson Stoddard (Stewart), amarrados al futuro, nacen.
Por encima de todo, Ford se dirige siempre al corazón de los espectadores.
Su misterio empieza ahí, en la prodigiosa sensibilidad de una mirada llena de reproche como la que, en la foto y de entre los muertos, el derrotado Wayne le dirige a un dubitativo Stewart.
Por lo menos que sus sueños no mueran en balde.
No hay mucho más que decir. El destino les ha alcanzado a ambos y poco importa quién matara en realidad a Liberty Valance.
La verdad es sólo una variable más dentro de la lógica de las leyendas.
miércoles, septiembre 19, 2007
(Funcional anónimo)
Es duro volver trabajar después de unas largas vacaciones....
domingo, septiembre 16, 2007
sábado, septiembre 15, 2007
En el cerrado y críptico mundo del espionaje que el escritor británico John le Carré nos muestra a lo largo de su extensa obra literaria la moral siempre brilla por su ausencia.
El cálculo y la eficacia son los principales elementos de un inmenso e interminable juego en el que sus protagonistas pululan silenciosos y con la mirada fija en el próximo movimiento.
Sólo de cuando en cuando se detienen para comprobar con aterrada sorpresa lo lejos que han llegado. Y quizá ese sentimiento sea el que el protagonista de esta película/novela, Alex Leamas (magnificamente interpretado por Richard Burton) experimenta en el momento final que decide su destino sobre el muro de Berlin.
Es posible, pero lo único cierto es que la inexorable mecánica de este juego librado -tal y como le Carré lo plantea- entre inteligencias fagocita a los individuos relegándolos a la situación de objetos/peones movibles e intercambiales en Berlin y a través del Checkpoint 13.
No hay lugar para las emociones ni por extensión para sentimientos tan humanos como el cansancio y el egotamiento. Los jugadores no pueden permitirselas, porque se convierten en las principales fuentes de su debilidad tal y como le sucede a Leamas.
Lo importante es el movimiento perfecto, la adecuada estrategia de engaño llevada a cabo con calculada precisión, la mecánica precisa de un buen plan hurdido con pasmosa y cuidadosa habilidad.
La guerra fría era realmente fría... muy fría y John le Carré es el cronista preciso y perfecto.
El director norteamericano Martin Ritt ilustra con eficacia esta historia de espías que, de alguna forma, muestra la esencia de todas las obras de le Carré y que siempre resulta interesante tanto por si misma como por la labor magistral de sus actores.
El Gran Juego referido por Kipling en "Kim", el enfrentamiento "frío" entre Rusia y Gran Bretaña por incrementar la influencia en el Asia Central en el pasado siglo XIX se traslada a la dividida Europa de la segunda mitad del siglo XX con sus mismas reglas de cálculo y engaño.
En ese juego impera la existencialista paradoja de que la verdad siempre es el más perfecto de los engaños.
Y en absoluto lo importante es participar.
viernes, septiembre 14, 2007
Probablemente el futuro de Paul Schrader en la historia del cine que continuamente se reescribe sea convertirse en uno de los grandes guionistas del último cuarto del siglo XX. Ahí están sus trabajos con Scorsese (Taxi Driver y Toro Salvaje) o su intervención en películas menos relevantes pero con igual interés como la olvidada Yakuza, su primer trabajo profesional, o City Hall.
Escribiendo para otros... pero también escribiendo para sí mismo películas que él mismo ha dirigido. En esta faceta el éxito no le ha acompañado tanto. De hecho, y a estas alturas de la película, su carrera parece estancada, enredada en extraños proyectos que no terminan de situarle en un lugar del presente que a todas luces -y a mi entender- merece... Quizá, porque ya es historia. No lo se.
No obstante, películas como Hardcore, Mishima, Aflicción y The light sleeper (aquí llamada Posibilidad de escape) son obras tan interesantes o más que las escritas para otros. Obras que son producto del universo creativo del autor que, en el sentido europeo del término, Paul Schrader es.
Es complicado que Schrader sobreviva dentro de la industria americana ocupando un lugar que no sea el propio del escritor. De hecho no lo está consiguiendo. En lo que llevamos de siglo XXI sólo ha dirigido la dificil e incomprendida Autofocus y la maldita precuela del Exorcista, Dominion. Ninguna escrita por él.
Es complicado, pero, y por lo menos, dos obras maestras como Aflicción y, en menor medida, ésta Light sleeper que me ocupa no deberían caer en saco roto.
Cuando se habla de Schrader se suele decir que es el cineasta de la culpa y de la redención. Sus personajes siempre tienen cuentas pendientes con ellos mismos. De alguna forma se saben el producto de algún error y en algún momento son conscientes de ese origen al mismo tiempo que sienten la necesidad de expiar esa culpa intentando con todas sus fuerzas enderezar ese rumbo. En cualquier caso, todos tienen muy claro lo que no quieren ser. En este sentido, el personaje de LeTour (Willem Dafoe) es emblemático: perseguido por su pasado, sin una idea clara sobre su futuro y viviendo el presente con una cierta incertidumbre mientras se deja llevar por la corriente de la vida.
Se habla de Schrader como el cineasta de la culpa y de la redención, pero no se pone mucho énfasis en el coste que para sus personajes siempre les supone esa salvación. Un coste que casi siempre es muy elevado, como si la construcción de un nuevo destino fuera siempre un trabajo arduo y sus héroes fueran una suerte de Prometeos demasiado humanos, pero dispuestos a desafiar la voluntad de los dioses en un alarde de autodestrucción que parece no les llevará a nada bueno.
Criado en un ambiente estrictamente calvinista, Schrader siempre presenta personajes que, en un momento determinado, tiene la suficiente grandeza como para verse de otra forma con lucidez e intentar salirse de los rectos carriles de un destino que parecen tener reservado.
Bajo ningún concepto puede ser fácil alterar esa ciega mecánica de las cosas y de las gentes.
No puede ser de otra forma.
El coste ha de ser elevado.
La energía y la fuerza de sus historias está ahí, en el roce que siempre se produce en el ser (incompleto y decepcionante, resultado manifiestamente mejorable de debilidades y concesiones a una exigente realidad) y el deber ser (el cuestionador brillo idealista de una propia moral que no ha terminado de morir).
Una tensión que sus héroes en un cierto momento determinado consideran insostenible.
En este sentido, Schrader vuelve a poner de manifiesto la verdad de aquel viejo chascarrillo que considera a los pesimistas como optimistas con un alto sentido de la realidad. Después de todo, sus protagonistas, pese a todo lo que les ha sucedido, conservan la voluntad y la fuerza de cambiar para estar a la altura de sí mismos, pero también es cierto que nadie va a regalarles nada en el intento.
Como si la verdad de la propia identidad fuera algo que uno tiene que estar dispuesto a pelear en una batalla sin fin con una realidad que casi siempre tiene todas las de ganar.
Paul Schrader siempre narra la batalla final, between the devil and the deep blue sea, por el control intelectual y emocional de la propia vida en un mundo donde los sujetos cristalizan en objetos inertes en cuanto dejan morir su diferencia.
miércoles, septiembre 12, 2007
Dónde va a parar... Mola mucho más Eguibar y su actitud positiva... hacia si mismo y los suyos.
El talante dialogante y constructivo de Imaz le auguraba está muerte.
"Hay otra reflexión que no puedo pasar por alto. El nacionalismo vasco democrático ha jugado y juega un papel primordial en la construcción de nuestro país. El mundo está cambiando aceleradamente y, al igual que otras generaciones han hecho un esfuerzo ímprobo por modernizar y actualizar nuestro proyecto, también nuestra generación debe llevarlo a cabo. Conceptos como estado-nación, soberanía o independencia adquieren hoy tintes necesariamente diferentes de lo que en el pasado representaban. Las fronteras se debilitan e incluso desaparecen en nuestro entorno, y desde el nacionalismo vasco democrático tenemos que ser pioneros en las reflexiones de actualización de nuestro bagaje fundacional, de un partido que nace para preservar un pueblo que perdía su identidad y su régimen de libertades histórico."
(Apostar por el futuro)
Desde Luis Gómez Llorente hasta él hay una larga lista de escelentísimos cadáveres que harían del panorama político de nuestro país algo diferente a la constante pelea de gallos.
Definitivamente, el sosiego y el futuro no nos van demasiado.
Nuestro rollo es otro:
- La inocencia de un niño se mide por el número de veces que dice "no se".
- Los nudistas nunca son las personas más atractivas de la playa.
- El mejor día de las vacaciones siempre es el primero, cuando todo está por empezar.
- Es fácil perder la noción del tiempo si uno descansa lo suficiente... desgraciadamente el tiempo siempre se las arregla para encontrarle a uno.
- Las playas de la infancia siempre son las mejores... aunque sean las de Benidorm.
- La velocidad máxima en una autovía es siempre de 120 kilómetros por hora en torno a un vehículo de la guardia civil.
- La ingesta de enormes cantidades de atún de almadraba no engorda y es buena para la salud.
- Si al final del verano uno desea volver es que no ha descansado lo suficiente.
- Ahora el mar está mucho más cerca de lo que estaba cuando quien escribe era pequeño... muy pronto Madrid tendrá playa. Es la próxima gran obra de Gallardón.
- Todo el mundo debería seguir veraneando en las costas levantinas. Las costas de Cadiz no son nada recomendables. Repito. Todo el mundo debería seguir veraneando en las costas levantinas. Se está muy mal por Cádiz. Sólo los "frikis" le encontramos atractivo.
- Las formas que se pueden construir trazando lineas rectas imaginarias entre las estrellas son infinitas.
- El mar es el reloj. Las olas, sus mil y un agujas.
- Cada bar de carretera tiene su dulce típico.
- No hay barriga sin braga nautica.
- El verano siempre es un espejismo... a menos que te atrevas a no regresar. Entonces, se convierte en realidad... pero, y automáticamente, la ciudad pasa a ser el espejismo. Tiene que ser así. No podemos estar nunca satisfechos.
- El cielo de las "chuchos" existe y se llama Cádiz.
Lo de poder pasar curso con cuatro o menos asignaturas suspendidas es una medida que no piensa en los alumnos sino en nuestras estadísticas educativas buscando maquillarlas.
En asignaturas cuyo contenido es acumulativo como las matemáticas el resultado puede ser desastroso y en general planteará a los profesores situaciones personalizadas de enseñanza a la carta que quizá redunden en un descenso del nivel general para que los suspensos recuperen el nivel en ese nuevo curso. Así, los que aprobaron el curso anterior se verán perjudicados por intentar mantener en el colegio a un chaval que sin duda terminará desanimándose un par de años más tarde.
Como siempre, el problema se traslada a los profesores. Me gustaría saber qué medios se les va a proporcionar para sostener esas situaciones desiguales en el aula.
Y al final, tendremos bolsas de absentismo escolar que en lugar de gotear lentamente, año a año, fuera de la escuela lo hárán de una sóla vez, cuando ya no se le pueda regalar más tiempo en la escuela... si es que la ministra no decide regalar los titulos universitarios o los certificados de escolaridad.
Es una medida desastrosa que va en contra de la ética del esfuerzo... entre otras muchas cosas.
Explícale a un niño de nueve años que no es lo mismo pasar curso sabiendo la asignatura que no sabiéndola, hablale del futuro y de la conveniencia de ser un hombre o mujer preparado.
Todos los niños que hayan pasado sin estudiar serán siempre un mal ejemplo y representarán constantemente la tentación de un mal camino para los otros, los que han cumplido, que quizá tengan que escuchar en el patio de su colegio que son tontos por estudiar.
Acabamos de descubrir la "anti-pedagogía".
Otro golpe al endeble sistema educativo español donde cada paleto que ha salido fuera a estudiar o ha leído un par de libros o quiere ganar unas elecciones pretende dejar su impronta.
Lo siguiente ya es el aprobado general combinado con mayor o menor habilidad con la garantía futura de trabajo para todos con independencia de la formación y la cualificación... y añadiendo quizá, en los casos más avanzados y atrevidos, la promesa de una vida eterna sin dolor ni preocupaciones.
Lo sugiero.
Lo demás no se, pero la victoria en las elecciones estará asegurada.