domingo, enero 06, 2008
sábado, enero 05, 2008
THE ICE HARVEST
Seguro que Cosecha de Hielo es una película que no gusta a todo el mundo.
Moviéndose constantemente entre la más gruesa brutalidad y la más fina ironía su propuesta, que enlaza directamente con aquella primera y magnífica Blood Simple de los hermanos Coen, ofrece una visión cínica y descarnada de las relaciones personales y de la vida no apta para todos los paladares. Una visión aún más fría que la propia escarchada y navideña Wichita donde sucede la historia.
Con el acusado contraste de las Navidades, un momento del año especialmente dedicado a confiar y creer, "Cosecha de hielo" ofrece un despliegue de nihilismo hardcore expresado de una manera bien irónica, bien cínica, por un ajustado reparto de actores que saben hacer sonar a sus personajes con la nota justa y precisa en cada momento.
La historia que Charlie Arglist (John Cusack) cuenta al desesperado y borracho Pete (Oliver Platt) resume bastante el espiritu de esta estupenda película. El padre y el tio de Charlie fueron dos personas que vivieran la vida de forma diferente, cada uno de ellos a un lado de la ley. Al final, ambos murieron con un día de diferencia... "So the point is... it is futile to regret. You do one thing, you do another... I mean, so what? What's the difference? Same result" ... Hagas lo que hagas, el resultado siempre será el mismo.
Cinismo e ironía... uno de mis cocteles favoritos.
viernes, enero 04, 2008
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lunes, diciembre 31, 2007
Uno de los temas más complicados a la hora de contar una historia es encontrar un desenlace que esté a la altura del planteamiento de la misma.
Lo difícil (aunque lo sea) no es comenzar una historia sino terminarla, mantener la atención del espectador hasta el final y de esta virtud adolece en grandes cantidades "1408" la nueva película basada en otro relato de Stephen King.
Durante la primera mitad, antes de que un previsible infierno se desencadene sobre el escéptico y descreído Mike Enslin (John Cusack), la historia funciona con eficacia. Uno tiene la sensación de que va a asustarse mucho, pero pasados dos o tres "sustos" el relato abandona los rápidos de las emociones fuertes para desembocar en la calma chicha de un inmenso mar de situaciones previsibles, que no están en absoluto a la altura de las espectativas generadas por la misma historia.
Al final, la lucha por la cordura que libra la perdida alma de Enslin deja de interesar por vulgar y sensiblera.
Los sustos dejan de asustar y los efectos especiales empiezan a campar por sus respetos en una pantalla que se vuelve fría por lo esperado de la mayor parte de las situaciones. Ni siquiera el giro argumental, uno de los mayores tópicos de la historia: el de la realidad que no es tal, funciona.
Una lástima, porque la historia de la habitación que despierta los demonios que sus inquilinos llevan dentro tiene muchas posibilidades.
Los monstruos que nos devoran están dentro de cada uno y algunas veces esos monstruos, como le sucede al protagonista, tienen que ver con lo que más queremos.
"La única respuesta digna del hombre al problema -al sufrimiento, a la finitud- de su condición es permanecer esencialmente simbólico. El problema de la humanidad es un interrogante que se la dirige. Interpela prioritariamente y en última instancia a su poder decir, no a su poder hacer. La solución al problema es la articulación de una respuesta, que es lenguaje y que atribuye un sentido. Esta respuesta nunca es definitiva. La busca del sentido es infinita."
(La hermenéutica filosófica, Gilbert Hottois. Historia de la filosofía, del Renacimiento a la posmodernidad)
No hay una respuesta verdadera, sólo intolerantes que temen estar equivocados. La gran lección que debemos aprender de los humanistas renacentistas es la tolerancia.
La conciencia de las propias limitaciones, la incapacidad de encontrar un respuesta correcta y verdadera convertida en tolerancia hacia las opiniones del otro.
El racionalismo es la cuarta religión monoteísta.
Descartes fue su profeta.
Lo irracional que llevamos dentro siempre termina pudiendonos.
domingo, diciembre 30, 2007
EL EXPRESO DE SHANGHAI
En plena guerra civil, el expreso que une Pekin con Shanghai, dos de las principales ciudades chinas, inicia un nuevo viaje con nueves pasajeros de la más variada índole.
Uno de ellos es Shanghai Lily, mujer de dudosa reputación, quién encontrará a un antiguo amor entre el pasaje... pero la tormentosa situación política que vive la China continental volverá a interponerse entre los dos.
Mucho se ha escrito sobre la relación a todas luces simbiótica entre el director Josef von Sternberg y la estrella Marlene Dietrich. Lo único que tengo claro es que, profesionalmente, ambos estaban hechos el uno para el otro pese a que Sternberg siempre reivindicara la autoría de la Dietrich como icono cinematográfico.
El cine de Sternberg siempre fue un cine de imágenes poderosas, insinuantes que encontró en la morbosa capacidad seductora de la Dietrich un vehículo único para dotar de movimiento, actitud y profundidad a esa intención plástica y estiticista.
Ambos se necesitaban el uno al otro tanto en lo profesional como en lo personal y, de hecho, sus carreras no volvieron a ser las mismas desde su separación personal y profesional, si bien la carrera de la Dietrich soportó mejor esa separación que la de von Sternberg cuyo cine privado de la talentosa profundidad que proporcionaba el icono Dietrich jamás volvió a ser el mismo.
"El expreso de Shanghai" es una de las obras cumbre de esa colaboración y en ella están presentes lo mejor del talento de uno y otra.
Todo el cine de Sternberg se haya impregnado de un tono perverso que siempre me ha recordado a los cuadros de Klimt.
Todos sus personajes se encuentran en mayor o menor medida iluminados por el lado oscuro de ellos mismos y parecen encontrar un extraño y tortuoso placer en dejarse llevar por una cierta maldad que casi siempre se traduce en un ostentoso cinismo y un profundo egoísmo indiscriminado a la hora de relacionarse los unos con los otros.
Así, los nueve personajes que componen el pasaje del expreso no terminan por resultarnos simpáticos. Todos tienen su momento para realizar una pequeña exhibición de sí mismos y de sus talentos: intolerantes reverendos, tramposos jugadores, militares que ya no lo son, indiscriminada antipatía... No hay lugar para los buenos sentimientos en el expreso de Shanghai como tampoco hay mucho sitio para ellos en una vida de la que todos ellos parecen estar sobreviviendo con mayor o menor fortuna.
De este espíritu no sólo no se libran la pareja de protagonistas, el capitan Donald Harvey (Clive Brook) y Shanghai Lily (Marlene Dietrich), sino que, con su tormentosa relación, se convierten en una especie de reducción al absurdo de la tesis propuesta: su propio cinismo, la incapacidad que ambos tienen para confiar el uno en el otro, les separó en su momento y ahora, atrapados por los rebeldes, amenaza con volver a hacerlo.
Ambos se debaten entre el amor que sienten y la incapacidad de entregarse el uno al otro de la forma incondicional que los cánones del amor romántico exigen.
Cuando no parecen sentir una especie de morboso placer autodestructivo en la constatación de su desgracia, en dispararse el uno al otro cínicas frases despechadas, el miedo a que la felicidad soñada exista les hace temblar.
Les ha costado mucho endurecerse en la interminable escuela del desengaño y, de cuando en cuando, se descubren intacta esa parte noble, capaz de ilusionarse y amar, que creían haberse amputado.
Como dice el viejo Don Jose en Grupo Salvaje: "Todos soñamos con volver a ser niños de nuevo, incluso los peores de nosotros. Quizá los peores más que ninguno"... Y desde luego Lily está entre las peores.
Su reputación la precede.
Estaba tardando demasiado la política en formar parte del entramado mediático multimedia que alimenta los deseos y fascina las miradas de los opulentos habitantes de los países desarrollados.
Viviendo como vivimos en un mundo virtual de imágenes y discursos sólo hacía falta un héroe que se atreviera a dar el salto, desafiando los riesgos que semejante operación tiene. Después de todo, siguen existiendo personas que la reclaman a la política, por lo menos, parecer otra cosa diferente, más seria y alejada del entramado mediático que genera la sociedad de consumo para alimentarse a sí misma.
Y ha sido Sarkozy el primer político en atreverse.
Desde luego, la belleza de Carla Bruni es una buena ayuda para dar ese salto. Al final, lo único seguro es que caerá sobre sus brazos en una suite con olor a Chanel. Suficiente certeza para el masculino aventurero que Sarkozy parece ser en la foto.
Haya amor o no, la apuesta de Sarkozy es revolucionaria.
El objetivo es introducir la política en ese mundo aspiracional y virtual, convertirla en un palo más de la baraja e intentar sacar rédito de imagen y marketing.
Al final, no es otra cosa que buscar a los electores donde ellos se encuentran, situarse donde sus miradas se dirigen y, entonces, jugar con astucia sus cartas para conseguir su confianza y, finalmente, su voto.
Si para construir los discursos hay que pensar en el más simple y común de todos ellos, por qué no situarse simbólicamente dentro de los esquemas mentales que ese elector maneja.
En este sentido, Sarkozy es valiente y no tiene un pelo de tonto.
Sabe que el político comparte espacio y tiempo en los medios de comunicación, que su discurso forma parte de un indiferenciado caldo mediático consumido diariamente. Un caldo en el que la verdad (si es que existe) cada vez cuenta menos, teniendo que competir en igualdad de condiciones con otros aspectos como la oportunidad y la verosimilitud.
El discurso político mediatizado se ha simplicado tanto que perfectamente puede servirle para desarrollarse un clásico esquema folletinesco de héroes y villanos.
Y si Sarkozy quiere ser el héroe de nuestros sueños, tendrá que cumplir con una serie de requisitos. Por ejemplo, ya ha arrancado a varios rehenes de unas inclementes cárceles africanas, pero le quedaba, quizá, el reto más importante.
Todo héroe en toda historia que merezca la pena tiene que llevarse a la chica... y con la belleza de Carla Bruni por ahora lo está consiguiendo.
Asì la enamorada ex-top model es la mejor prueba de que la historia de Sarkozy es buena, merece la pena que sigamos con la atención puesta en ella y que la distingamos del resto de historias que cada día nos llegan peleando por un minuto de nuestra atención.
Qué menos puede obtener un héroe de nosotros, su público.
sábado, diciembre 29, 2007
Seguramente, el declive de Wim Wenders comienza con esta suerte de futurista de road movie en el que todos los personajes se persiguen los unos a los otros hasta encontrarse en el final del mundo, las tierras interiores de la australia aborigen.
Demasiado larga, demasiado dispersa, demasiado diletante, ... No puedo negar que las críticas que esta película suele recibir sean ciertas, pero siento un gran cariño por esta película, por la historia que Wenders intenta contar con el planeta como marco.
No se cuántas veces la he visto, pero cada nueva vez tengo que esforzarme un poco más para quererla como la quise la primera vez que la ví. Hace ya veintitantos años.
No obstante, la parte final continúa conservando la capacidad de emocionarme, porque sigo creyendo en la historia de ese científico loco de amor (Max von Sydow) que ha consagrado su vida a devolver la vista a la mujer que ama (Jeanne Moreau), en la historia de ese hijo (William Hurt) que busca por el mundo buscando la imposible aprobación de un padre, en la historia de esa mujer (Solveig Dommartin) que se busca a sí misma persiguiendo la fascinante estela de ese hijo, la historia de ese escritor (Sam Neill) que busca una historia o la historia de Winter, ese detective-poeta (Rüdiger Vogler) que por una vez está dispuesto a hacer las cosas por amor al arte.
"Hasta el fin del mundo" no es una película fácil y, desde luego, no es una película redonda, pero sigue teniendo cosas que me emocionan y veinticinco años después siguen llenándome los ojos de lágrimas.
La solidez de los vinculos que se establecen entre los personajes conforme el viaje avanza, las imágenes de los sueños, el esfuerzo de los hermanos aborígenes velando por la salud espiritual de los perdidos personajes occidentales en el laberinto de sus propios sueños, la extraña belleza de la recientemente fallecida Solveig Dommartin, el amor con que el personaje interpretado por Jeanne Moreau acaricia tanto a su marido como a a su hijo, la paz con que se entrega a la muerte, las rimas de Winter... Detalles y más detalles, porque lo importante de esta película son, precisamente, esas pequeñas cosas que jalonan el viaje haciendolo trascender con su brillo esencial.
Lo importante es siempre el camino.
Estamos hechos para desear eternamente, para emprender un nuevo viaje una recién hemos alcanzado el anhelado destino.
Esa es nuestra maldición y también nuestra bendición....
Insatisfechos e insaciables hasta alcanzar el fin del mundo, que nunca es un lugar sino siempre un momento en el tiempo, el momento final.
Pura y finita contradicción.
viernes, diciembre 28, 2007
Jamal es un joven afgano que malvive en un campo de refugiados situado en la frontera de su país con Pakistán, el país que les acoge. Circunstancias de la vida le colocan en situación de viajar a Londres: la familia de su primo Enyatullah se ha puesto en contacto con una mafia para que lleve a éste a Europa buscando mejores oportunidades para él.
Jamal no desaprovechará la oportunidad de acompañar a su primo en un viaje complicado y peligroso por un embarrado camino de baldosas amarillas.
"In this world" es una película potente y espectacular.
La narración se mueve a la perfección entre las dos aguas de la ficción y el documental para contarnos la historia de un viaje de los cientos que cada día se hacen desde todos los lugares del mundo en busca de una mejor posibilidad de vida en la Europa de la abundancia.
Metonimia perfecta del difícil destino que miles de personas abordan diariamente, "In this world" se convierte en un homenaje y reconocimiento de todos esos seres invisibles con los que cada día nos cruzamos por las calles de nuestra ciudad.
Probablemente, tras cada uno de ellos, hay una historia tan dura como la que Michael Winterbottom nos cuenta a través del cuerpo y la sangre de Jamal
La difícil narración de un éxodo desde la nada hacia la abundancia en busca de un pedazo grande o pequeño, un salto al vacío en la que no hay ninguna garantía de éxito.
En todo este sentido, "In this world" es una película necesaria, que todo el mundo debiera ver y que reivindica el papel del cine como medio de expresión artística y también como simple medio de comunicación.
Como en los viejos tiempos, Dziga Vertov y compañía, escaso presupuesto y cámara al hombro para revelar a los ojos que contemplan aspectos esenciales y diferentes del mundo en que viven.
El cine agoniza en un quirófano lleno de efectos digitales y virtualidad, pero aún no ha muerto del todo.
jueves, diciembre 27, 2007
miércoles, diciembre 26, 2007
Se trata de una entretenida muestra de cine comercial que en absoluto dejará insatisfecho a todo aquel que sólo busque pasar un buen rato con niños o sin ellos.
La historia es una de esas narraciones en las que un héroe tiene que salvar a todo un mundo de un importante peligro. El héroe es una niña llamada Lyra Belacqua y el importante peligro está encarnado por una organización llamada Magisterio.
La película ha venido precedida de la clásica polémica de marketing que permite a un producto de cuyas cualidaes intrínsecas se duda impulsarse con ayuda del debate social... aunque -y como todos hemos comprobado alguna vez escuchando a los demás- no hace falta experimentar las cosas por uno mismo para opinar. En este caso se asociaba al Magisterio con la Iglesia Católica... En fin... Demasiado fácil. Después de todo, las actitudes oscurantistas y controladoras son bastante comunes en todas las organizaciones empezando por el Club de fans de Michael Jackson pasando por cualquier partido político y terminando en la propia iglesia católica, pervivencia decadente de otros tiempos.
Tengo que confesar que por ahí la película no me ha "pillado", pero otras cosas sí me han fascinado.
Por un lado, el hecho de que en toda esta clase de relatos cuasi-míticos las filas de los héroes siempre se nutren de los heterodoxos que regresan de los propios laberintos en que se encuentran encerrados para instaurar una nueva ortodoxia que otros, los ortodoxos, se encargarán de administrar hasta la nueva crisis.
Interesante.
Quizá sean los heterodoxos, los distintos y diferentes, los agentes encargados de desencadenar el cambio. Y una vez que este se produce ya no son precisos y vuelven a ser deterrados por los nuevos y formales hombres que se encargaran de administrar ese orden nuevo.
Después de todo, lo suyo no es obedecer las normas sino hacer todo lo posible instaurarlas.
Su función es decir y hacer cosas nuevas y diferentes. Y aparecen cuando la necesidad de una diferencia resulta patente porque el viejo orden establecido resulta insatisfactorio en algún aspecto esencial y clave.
En este sentido, y en este relato, tenemos un hada enamorada de un mortal, un oso acorazado en busca del reino del cual ha sido deterrado, un vaquero que navega los aires, ... Me gusta la panda
Los diferentes crean mundos que los iguales disfrutan y administran.
También resulta un hallazgo el tema de los DIMON. Animales que son la encarnación física del alma del ser humano a quién acompañan durante toda su vida.
Me pregunto cuál sería el mío.
Por último, el mundo en que esos personajes es un espectáculo fascinante, una cuajada fantasía tecnológica que parece nacida de la imaginación del mejor Julio Verne.
Bastantes alicientes para tratarse de una película navideña.