martes, marzo 04, 2008
domingo, marzo 02, 2008
No hay tiempo que perder,
vivamos deprisa,
que nos desborden en la boca los momentos
y nos empapen los instantes la camisa blanca,
que vestimos apresuradamente,
a medio planchar,
en el mismo quicio de la mañana,
sabiendo que ya se nos hace tarde,
mientras todo comienza de nuevo.
Muy pronto, regresaremos.
Olvidaba destacar que uno de los grandes momentos del último documental de Michael Moore es protagonizado por el viejo lider laborista Tony Benn.
Benn fue uno de los máximos representantes de la corriente más izquierdista del laborismo británico durante las décadas 70 y 80 del pasado siglo.
Hoy retirado el viejo político ofrece, desde su punto de vista, una visión crítica de nuestra sociedad actual, a mi entender, muy lúcida que se resume en esta frase:
- "Mantener a la gente sin esperanza y pesimista. Hay dos formas básicas de control de las personas: atemorizarlas y, después, desmoralizarlas. Una nación educada, saludable y confiada es más difícil de gobernar."
No me gusta el personaje que Michael Moore ha creado sobre sí mismo. Lo digo de entrada.
Me parece que en todo su trabajo hay un punto perverso en el que el problema que denuncia siempre pasa a un segundo plano, desaparece tras su enorme figura.
Michael Moore acaba haciendo que nuestra atención se dirija hacia el dedo que señala y no a la cosa señalada. Y ésto no me gusta nada y sucede también en este estremecedor documental sobre los desastres que la sanidad privada está produciendo en l sociedad norteamericana.
Al final, y tras 123 minutos de rabia, asco y pasmo, todo se reduce a Michael Moore. La película termina con él, con sus gestos, actos y actitudes.
El desastre de la sanidad norteamericana termina convirtiéndose en una excusa para que hablemos hablando de él.
No me gusta... pero es sólo una opinión.
Dicho ésto he de decir que la película sobrecoge por la intrínseca maldad de la situación que describe.
Testimonios escalofriantes de jóvenes afectados de cáncer a quienes se les ha denegado el tratamiento porque estadísticamente están fuera de los grupos y edades de riesgo o ancianos que literalmente son expulsados de los hospitales por carecer de dinero para continuar pagando su tratamiento o personas que tienen que vender todo lo que tienen para poder ser tratadados convenientemente.
La salud como negocio y los límites del mercado claramente puestos al descubierto.
Alguién tiene que cuidar de aquellos que no pueden cuidar de sí mismos. Si buscamos esa diferencia, esa actitud debería diferenciarnos claramente de los animales.
Somos seres sociales y debemos cuidamos de los nuestros cueste lo que cueste. No es una cuestión de dinero, sino de dignidad humana.
No quiere tenerla.
Deja que el tiempo se le caiga de las manos, como arena, como agua, en un consciente acto de autodestrucción.
Por lo menos le queda éso.
La libertad en el empleo de esos minutos y segundos que, después de todo y al final, se traducirán en irrecuperables latidos de su cansado corazón.
No tiene prisa.
No quiere tenerla.
Le pregunto a G. si sabe el nombre del árbitro que nos va a pitar el partido que vamos a jugar contra el Barcelona.
G. no lo sabe. No tiene una respuesta clara para mí. Lo único puede ofrecerme es su absoluta certeza de que será un auténtico hijo de puta.
Puede sonar fuerte, pero la verdad es que una las mayores diferencias que he notado entre los partidos del Real Madrid y del Atlético de Madrid es la actuación de los árbitros.
Mientras en los partidos del equipo blanco la figura del árbitro es una presencia secundaria que apenas se limita a regular el tráfico del partido con mayor o menos acierto, en los partidos del Atlético la figura del árbitro es una alargada sombra que se extiende amenazadora por todo el verde campo.
El árbitro importa mucho en los partidos del Atlético de Madrid. Puede dar, pero sobre todo puede quitar.
Hay que estar encima de él, vigilándole, anotando mentalmente en un cuaderno imaginario la invisible contabilidad de sus decisiones... una contabilidad que casi siempre arrojará un saldo deudor.
No es un capricho.
Me ha bastado un partido como el de hoy para empezar a sospechar... y éso que nos ha pitado un penalty... pero lo cierto es que su comportamiento ha sido extraño, como caprichoso. Generoso con las tarjetas para los jugadores del atlético y rácano para con los jugadores del Barcelona en situaciones que desde la grada parecían similares.
Entiendo perfectamente a G.
Quedando apenas un par de minutos para la finalización del partido y con una diferencia de dos goles en el marcador, el trencilla saca una tarjeta al portero atlético por presunta pérdida de tiempo. Corre a saltitos, como una gacela entrada en kilos, con la tarjeta en la mano, desplazando consigo la apestosa nube de no haber expulsado el jugador del Barcelona en el penalty.
Es verdad.
Algo pasa con los árbitros y el Atlético de Madrid.
El experimento continúa quemando inflexible sus fases. Hoy, el Atlético de Madrid juega contra el Barcelona en el Vicente Calderón.
Todos los indicios apuntaban a una victoria clara del equipo catalán en clara remontada de resultados y juego dentro de la liga, pero las leyes de la euclidiana física de los resultados no rigen en el Calderón. Aquí manda la sorprendente y adictiva física cuántica de lo inesperado.
En éste, más que en ningún otro partido, el Atlético tiene que ganar. Como novia chunga que es, nos lanzará el cariño de una victoria cuando ya menos lo esperamos, para continuar con su femenino juego de manipuladora violencia pasiva y conseguir la promesa de nuestro amor para siempre.
Así lo pensaba antes de que comenzara el partido, mientras subía las empinadas cuestas del Calderón acompañando a G. y a T., mucho más atléticos que yo, pero que en absoluto pensaban que semejante milagro fuera a suceder.
Había anidado en mí la fe del converso. La peor de todas, la que me hacía llegar mucho más lejos que el mejor de los atléticos en mi deseo de victoria.
El experimento estaba resultando un éxito. Firmamente creía en una victoria que terminó produciéndose de manera arrolladora pese al timorato planteamiento de Javier Aguirre. Una inexplicable estrategia que retrasaba al equipo y lo colocaba en dos filas cerca de su área dejando abandonados a su suerte a los delanteros, Forlán y Aguero.
Como casi ningún jugador del Barcelona sabe tocar la bola, lo mejor era esperarles atrás, con la defensa de mantequilla y un poco border-line que componen Pablo y Perea, y dejarles todo el campo a Iniesta, Xavi y compañía para que pudiesen pensar la mejor forma de taladrarnos el corazón con la fina aguja de sus pases.
El desastre se anunciaba y no tardó en llegar de la mano del perdido Ronaldinho que aparecío de forma fulgurante para encontrarse durante un mágico instante con un bonito gol de chilena... y sólo en el área, a mil kilómetros de cualquier camiseta rojiblanca, con el tiempo suficiente para componer su descompuesta figura y convertirse en un pasajero fantasma de temporadas pasadas.
0-1
La debacle se acercaba, pero, y por encima del desastre, se erigió la pequeña figura del "Kun" Agüero para despachar de forma pasmosa al Barcelona con dos goles, un penalty forzado y un mágico pase con el exterior.
4-1
La física cuántica de lo inesperado en el microclima épico del Calderón. El pie de Etto apenas pudo estropear el delirio.
4-2
La profecía se cumplía. El Atlético ganaba el partido que menos se esperaba que pudiera ganar. No le den más vueltas. No hay forma racional de entenderlo.
El experimento avanza. Hoy quiero más que ayer... No se lo que sentiré mañana. Lo único cierto es que no me importó demasiado que el Real Madrid consiguiera ganar en Huelva.
viernes, febrero 29, 2008
Lo reconozco.
Tengo por debilidad por el cine de Terry Gilliam. Desde "Brazil" hasta "Miedo y asco en Las Vegas" y pasando siempre por esta maravillosa película en la que los planteamientos heterodoxos de Gilliam encuentran en el magnífico guión de Richard Le Gravenesse la mejor forma de manifestarse.
En todas sus películas, Gilliam gusta de situar a todos sus personajes en entornos alargados y monumentales, enormes catedrales que arquitectónicamente caen con todo su gravedad sobre la pequeñez de los individuos que se encuentran bajo la alargada sombra de su peso. También recurre mucho a distorsionantes contrapicados que redundan en ese efecto insano y opresivo dibujando un incomparable marco para el delirio y los comportamientos descentrados de sus personajes.
En todo el cine de Gilliam hay una preferencia clara por los personajes descentrados y heterodoxos que, a su manera y como pueden, dan una respuesta diferente a esa presión arquitectónica y estructural que se cierne sobre ellos.
En Gilliam, la locura se convierte en un acto de pura humanidad. La desesperada respuesta de un individuo sometido a una incesante presión que termina por superarle. Una ruptura a las barreras que impone la racionalidad en favor de una libre carrera campo a través por la interminable pradera de la irracionalidad.
Después de todo, y en el caso de "El Rey Pescador", toda la película es una crónica de una locura anunciada, la que lleva a Jack Lucas a realizar ese acto aparentemente tan absurdo de asaltar ese castillo en la Quinta Avenida en busca del Santo Grial... un acto que en realidad resultaría absurdo si no supiéramos la historia humana que hay detrás, una historia que justifica completamente esa locura y que hace de nosotros, los espectadores que nos emocionamos con el triunfo del Rey Pescador, en una suerte de locos emocionados y silenciosos.
Todo lo demás es melodrama... que tampoco está mal.
lunes, febrero 25, 2008
domingo, febrero 24, 2008
Después de haber visto últimamente tan buen cine, tengo que confesar que esperaba un poco más de esta película que cuenta la sorprendente influencia que un congresista tejano tuvo en el final de la guerra fría.
Aunque la película tiene buenos momentos, la mayoría de ellos protagonizados por el personaje que tan ajustadamente interpreta Pehillip Seymour Hoffmann, en general no termina de prender, de agarrar, permaneciendo la mayor parte de su tiempo en un tono frío y anodino que en nada beneficia a una historia que hubiera necesitado en los ojos del narrador y del guionista buena parte de la mala leche que derrocha el personaje de Hoffmann.
En nada ayuda además, la interpretación vacía de Tom Hanks cuyo personaje carece de la intensidad y penetración que debiera tener. Hanks parece incómodo en la piel de un personaje tan libertino e inmoral. Es incapaz de dotarle de la necesaria aura de fascinación que sospecho el congresista Wilson podía tener, pareciendo echar de menos una película con Meg Ryan en algunos momentos.
De todos modos, la película no es en absoluto despreciable.
Se sigue con atención e incluso encierra en su final una tibia condena a la política de los Estados Unidos en Afganistán, aunque nada tiene que ver con los valores intrínsecos de la película si bien se añade en su final y uno tiene la sensación de haber recibido un mensaje de provecho.. que por cierto es bastante obvio si uno ha leído suficientes periódicos desde aquel entonces.
Pero ofrece mucho menos de lo que sospecho hubiera podido dar si no se hubiera optado por tratar la evidente incorrección política de Charlie Wilson y su entorno de una forma tan políticamente correcta.
¿Que habría conmovido más al verdadero Charlie Wilson? ¿El campo de refugiados con todas sus tragedias o el personaje de Julia Roberts saliendo de la piscina?
El resultado fue el mismo para los afganos, pero -creo- que los espectadores de hoy en día habríamos visto una película muy diferente.
sábado, febrero 23, 2008
viernes, febrero 22, 2008
Ya no es curioso.
Escucho las fundadas opiniones de los portavoces de los principales periódicos del país acerca del debate que han mantenido Solbes y Pizarro y ninguna se ha salido del guión. En general, todos han encontrado una buena razón para situarse en la trinchera donde se les supone estar.
La diaria pelea entre titulares y cesantes no cesa. La derecha montaraz, la izquierda irreverente y ultramontana.
Deberían verse los unos a los otros.
Con mucho, lo peor de la política española son los periodistas.
Con los políticos, como con las mujeres según decía Bukowsky, ya se sabe... Lo de los periodista estamos empezando a saberlo.
jueves, febrero 21, 2008
Empiezo a entender esa extraña e inexplicable emoción que los atléticos llaman "sentimiento atlético".
No suelo acertar, pero ésta es mi quiniela...
- Mejor película: No country for old men
- Mejor director: Los hermanos Cohen
- Mejor actor: Tommy Lee Jones o Johnny Depp (aquí me juego un doble)
- Mejor actriz: Ellen Page
- Mejor actor secundario: Javier Bardem (temo su discurso)
- Mejor actriz secundaria: Cate Blanchett