jueves, octubre 09, 2008
Anoche tuve una nueva ocasión de comprobarlo.
Me gustan especialmente las situaciones complicadas, en las que no hay suficiente tiempo, recursos, esperanzas, en las que falta espacio para la estabilidad y la pausa y en cierto sentido te encuentras entre la espada y la pared, casi siempre bajo la atenta y fria mirada de los dioses (que no siempre perdonan y, aunque lo hagan, nunc aolvidan).
Me gustan y la de anoche fue uno de esos momentos en que, de alguna forma, la vida te pone a prueba.
Y sientes que estás vivo, que de algún modo el desbocado caballo del estado de las cosas debe estar bajo tu control.
Me gustan.... Y lo mejor de todo es vivir esos instantes acompañado de tipos (y tipas) tan duros como tú. Magníficos profesionales que controlan perfectamente la técnica del vuelo sin red. Auténticos Space Cowboys que pueden aprender, moverse y actuar bajo la presión. Encontrando la luz o haciéndola.
Me gusta como si fuera una maldita película de Clint Eastwood o de Michael Mann.
Es una de mis drogas favoritas, la adrenalina de saberte de alguna forma probado por las circunstancias y tener que esforzarte para estar a la altura de la mística y la retórica de una situación puntual que debe ser superada.
Y todo mientras el inflexible gallo de la madrugada cantaba su monótona letanía cristalizada.
Mis respetos para L, F e I.
Gracias por el colocón que me proporcionastéis por el simple hecho de PODER.
¿Dónde están los padres terribles que no los veo?
Esos contra los que te pasas la vida peleando, que te tullen y terminan haciéndote lo que quiera que terminas siendo y que luego acabas perdonando para cerrar el circulo....
Sólo hay superación, cuando hay frustración.
La felicidad paraliza, el conflicto mueve.
Y el miedo siempre es libre.
Las cosas son así de chungas... Bueno, no tanto. Hay iglesias (varias) para los que lloran (o lloramos).
miércoles, octubre 08, 2008
"El hijo del hombre se marcha a la guerra para ganar una corona de oro; Su bandera, roja como la sangre, ondea a lo lejos... ¿Quién le seguirá los pasos?"
No se por qué pero al terminar de ver "Generation Kill" recuerdo esta canción que Peachey Carnehan, uno de los dos inolvidables protagonistas de "El hombre que pudo reinar", cantaba casi al final del texto y de sus días, convertido en un mendigo más de las calles de Calcuta.
Sin duda alguna, lo mejor que me ofrece "Generation Kill" es el retrato de ese músculo que, repondiendo a la pregunta de Carnehan, siguen la bandera roja que ondea a los lejos y van a la guerra.
Meros y simples peones que van desplegándose en el tablero de la estrategia como parte de decisiones tácticas que se les escapan, obedeciendo una orden detrás de otra y viendose reducidos a la mera condición inhumana de instrumentos sometidos a mil y una reglas que, de forma contradictoria, convierten el campo de batalla en un lugar civilizado.
Teniendo que esperar, teniendo que desplazarse, mientras la guerra parece siempre estar sucediendo en alguna otra parte, delante de su marcha, con un enemigo que es más una ficción construida en los mapas del alto mando que una realidad oponiéndose a su paso.
Hay mucho nihilismo y desesperación en unos profesionales que descubren poco a poco que la guerra para la que han sido entrenados nada tiene que ver con la que están luchando, en la que constantemente mueren inocentes y en la que ellos mismos se ven sometidos a decisiones absurdas, cuando no peligrosas, de unos superiores que fundamentalmente están cualificados para hacerse obedecer.
Y es que, por encima de la guerra, se impone sobre ellos, con todos sus defectos, la dinámica de dominación que supone su propio ejército como organización piramidal, requiriendo de ellos orden, disciplina y respeto por unas normas que a veces entran en conflicto con la realidad que les impone las exigencias del combate.
Y es que, de pronto, el mayor enemigo puede ser el propio oficial superior.
Del mismo modo que en The Wire, sus protagonistas son parte integrante de una dinámica global que siempre termina imponiendo sobre ellos la marca de su ciega ley, una marca que tiene como principal consecuencia una silenciosa sensación de amargura por un trabajo que no ha sido hecho como ellos hubieran querido hacerlo. Tanto en los policias de "The Wire" como en los soldados de "Generation Kill" se revelan como individuos alienados por un sistema del que forman parte y que los utiliza de una forma desconsiderada. De alguna forma, ambos se sienten decepcionados, instrumentalizados por una lógica subyacente que es mucho más real que las leyes que flotan en la superficie y por las inocentemente han intentado rejirse, una lógica en la que el más poderoso impone sus intereses sobre el más débil y en la que hacer lo correcto puede revelarse como una idea no tan buena.
Hay un interés en Burns y Simon por mostrar el funcionamiento al desnudo de nuestra sociedad através del comportamiento de algunas de sus instituciones. Lo hicieron de manera global en "The Wire" convirtiendo la ciudad de Baltimore en el escenario de una suerte de gran teatro del mundo y vuelven a hacerlo en "Generation Kill" centrándose exclusivamente en una institución como el ejército norteamericano.
La guerra es más bien una excusa, una ocasión para que la institución del ejército salga a la luz y pueda ser vista según los planteamientos de Burns y Simon, como un lugar en el que se desarrolla casi un conflicto de clase en el que unos son explotados por otros en todos los sentidos, con unas normas instrumentales y finales como coartada... unas normas que sirven en tanto en cuanto no entran en colisión con las verdaderas reglas del juego.
martes, octubre 07, 2008
lunes, octubre 06, 2008
THE KILLING
domingo, octubre 05, 2008
NO TEAM FOR OLD MEN
One step up, two steps back
sábado, octubre 04, 2008
Como máximo resulta entretenida esta intriga cyberpunk protagonizada por el "duro" Vin Diesel en un desastroso futuro victima del caliento global.
Trazas de argumentos interesantes destellan en algún momento de su no demasiado excesivo metraje para terminar desaparecidas en la vanalidad de una historia que enseguida termina entrando dentro de lo marcado por el estereotipo del género al que se adscribe.
De todos modos, resulta curioso el modo en que nuestra sociedad se imagina su futuro.
Nunca es un lugar agradable.
Y parece mentira, con la cantidad de comodidades y cosas que tenemos...
Seguramente, la humanidad, en conjunto, nunca ha alcanzado un estado de bienestar como el que ahora disfruta y sin embargo no somos capaces de imaginarnos un futuro donde la escasez y el desorden en mayor o menor medida no dejen de estar presentes.
Como si en el fondo e inconscientemente todos supiéramos que hay algo en la realidad que disfrutamos y consumimos que no está bien y nuestras ensoñaciones del futuro se convirtieran en síntoma por el que, a nivel social, esa disonancia se manifiesta.
"Formulará la hipótesis de que el sentido se reprime, de que no podemos decir ni aún pensar lo verdadero, porque una represión social nos prohibe de manera permanente el acceso a la verdad sobre nuestra situación y sobre el conjunto del sistema. La constante represión del habla social, de aquello no dicho dentro de los grupos, provendría así, en un último análisis, de la represión permanente del sentido en nuestra sociedad"
(Grupos, Organizaciones e Instituciones, Georges Lapassade)
Un sentido mercamente intrumental y funcional, basado en el mantenimiento de la supervivencia del sistema, quizá esté ocultando la realidad de otros sentidos que siguen existiendo como un perfume que nos inquieta y que sólo pueden manifestarse como síntomas en terminales exteriores como el argumento de un soporte de ocio.
PERSEPOLIS
jueves, octubre 02, 2008
Después de todo, se trata de la principal consecuencia
de una prolongada exposición al tiempo.
Desvanecerse poco a poco,
lentamente,
hasta por completo desaparecer.
Como si la vida
fuera un efímero y milagroso instante
de orden y equilibrio
sucediendo sobre una inmensa superficie
de constante y desordenada eternidad.
No hace falta recurrir a la ficción de un dios
para que uno se sienta sobrecogido y pequeño,
basta con escucharse la propia incertidumbre
latiendo, como una bomba de relojería, dentro,
muy adentro.